Aprender a equivocarse

Da que pensar…

En la escuela te enseñan a no cometer errores… ¿cómo vas a aprender algo sin cometer errores?

Robert Kiyosaki

¿No estará fallando algo en la base de nuestro sistema de aprendizaje? ¿A qué nos enseñan cuando somos niños? A veces creo que la escuela mata la curiosidad, la creatividad, las ganas de experimentar… y ahora, tantos años después, toca volver a aprenderlo todo.

Lotfi El-Ghandouri y el despido interior

Lotfi El-GhandouriUn concepto curioso, el del despido interior. Mi amigo Lotfi El-Ghandouri (de quien ya he hablado en alguna ocasión) ha estado trabajando durante muchos meses en la elaboración de un libro que por fin ha visto la luz y que describe ese proceso de despido interior y cómo es posible salir de él.
¿Qué es el despido interior? Pues ese proceso paulatino de abandono, dejadez, indiferencia… que uno va sintiendo hacia su trabajo. Todos, cuando empezamos una nueva actividad profesional, lo hacemos muy ilusionados. Pero con el paso del tiempo esa ilusión va desapareciendo y, poco a poco, nos dejamos ir por la cuesta abajo de la desidia. Algunos lo paran a tiempo, y otros se convierten en verdaderos «cadáveres andantes» con cero implicación con su trabajo.
Tuve la suerte de poder leer el borrador del libro antes de su publicación. Y quizás lo que más me impactó fue la forma tan fiel de describir una sensación que desde luego yo había sentido en algún momento de mi vida profesional, de describir comportamientos y pensamientos que me habían asaltado. Y que estoy seguro (viendo lo que veo a mi alrededor) que otros muchos han vivido. Lotfi lo describe desde la posición de alguien que también ha pasado por ello, por lo que el retrato es mucho más vívido.
En definitiva, que es un relato con el que mucha gente se sentirá identificada. ¿La buena noticia? Que tiene solución. ¿La mala? Que no es una solución mágica… sino que exige un gran esfuerzo de autoanálisis, de replanteamiento de objetivos y de fuerza de voluntad. Cosas, todas ellas, reñidas con la inercia laboral y vital que son un mal tan común en nuestra sociedad…
Mucha suerte, Lotfi. Ya está el libro. Ahora, ¡a por más cosas!
Actualización: he grabado una entrevista a Lotfi El-Ghandouri

No tienes por qué hacerlo

Leo en el blog de Andrés un interesante post sobre las necesidades que tenemos (o que nos creamos) y cómo al mundo de la empresa le cuesta cada día más satisfacerlas. Al final, después de todo el rollo, Andrés acaba con 10 preguntas que voy a trasladar aquí y a responder… la verdad es que leyéndolas y contestándolas, algo dentro de mí se remueve diciéndome que estoy en el buen camino.

  • ¿De verdad necesitas meterte en una hipoteca a los 25? En mi caso no fueron 25, sino 26. La hipoteca, una carga para 30 años, una barrera para moverte, para tomar decisiones, un factor que favorece quedarse donde uno está. Afortunadamente, cuatro años y pico después, estoy a punto de liberarme de la hipoteca.
  • ¿De verdad necesitas vivir en Madrid, Barcelona, Caracas o Buenos Aires? Noooooo!!! Desde hace un par de meses vivo en Aranda de Duero, pueblo de unos 40.000 habitantes a unos 160 kilómetros de Madrid. Y se vive muy bien.
  • ¿De verdad crees que no puedes hacer algo más valioso en tu vida que aguantar a un imbecil maleducado que te pone a parir por teléfono porque el auténtico responsable de la cagada está cinco plantas por encima en un despacho con moqueta? Odio dar la cara por los demás y cargar con responsabilidades que no son las mías… mi situación actual no es perfecta, pero he mejorado bastante.
  • ¿De verdad necesitas comprar un iPod a un hijo al que apenas ves? ¿No preferiría un iPapá? Tengo la absoluta confianza de que es así. Espero que dentro de muchos años mi hijo (y los que vengan) me recuerden por el tiempo que pasamos juntos (ahora le veo levantarse, desayunar, comer, paseamos todas las tardes, le baño todos los días…) y no por la cantidad de chismes que tienen en el trastero
  • ¿Necesitas esas vacaciones en las Maldivas o lo que te realmente te gustaría es irte al pueblo con una pila de libros y DVDs? Llevamos «gorroneando» vacaciones a los padres años. Yo no necesito más que un techo, mi mujer y mi hijo. A quien le guste viajar bien, pero para disfrutar del tiempo libre no hace falta gastar miles de euros.
  • ¿Tienes que salir todas las santas noches desde el jueves al domingo para presumir de «pibita» y de SEAT León tuneado? Si lo que de verdad importa está en casa… ¿dónde vas a estar mejor que allí?
  • ¿De verdad quieres un puesto de más responsabilidad? No. No quería ser gerente de consultoría. No creo que me hubiese compensado ni la dedicación ni los malos ratos. Quien lo quiera, para él. A mí me tocaba por inercia, y quise cambiar el rumbo
  • ¿Cuanto crees que falta para que te sustituyan por una máquina, un sistema experto o una subcontrata en Varsovia, Nueva Delhi o Medellín? ¿Crees que se acordarán de esos «esfuerzos adicionales» que te pedían con cara compungida? Cuestión de tiempo… la única solución es tomar uno las riendas y provocar el cambio antes de que éste te sobrevenga
  • ¿Para quién trabajas? ¿Para tí? ¿Para mantener una imagen? ¿Para que tus padres/suegros crean que por ir con corbata a ese gran edificio de cristal fantaseén pensando que eres el puto CEO? Cada día un poquito más para mí. La imagen nunca me importó, y aun así fui uno de esos de corbata que entraban al Windsor o a Torre Picasso, que iban en avión con un portátil… Muchos símbolos externos que no significaron nada, al final eres un «pringao» con cierta apariencia, pero «pringao» al fin y al cabo
  • Anexo. Podrá parecerte una tontería, a mi desde luego no, ¿Harías tu algo como lo de Rodrigo Gaudenzi? Este chico si que sabe… A dios rogando y con el mazo dando…

El móvil en las reuniones

Me ha tocado verlo unas cuantas veces. Procuro siempre, antes de entrar en una reunión, silenciar el móvil. Si por casualidad se me olvida hacerlo y me acuerdo a mitad de reunión, lo hago inmediatamente y tengo una enorme sensación de alivio: «menos mal que no ha sonado». Si me llegase a sonar, cosa que no ha pasado nunca afortunadamente, me moriría de la vergüenza: me parece una falta de respeto.
Así que luego están los otros, los que no solamente no lo apagan, sino que cuando les suena lo cogen y atienden la llamada interrumpiendo la reunión en la que están físicamente. Ahí, siento ganas de ser Darth Vader…

Visto en Microsiervos

El síndrome del director

Sucursal BBVAEsto es algo que en las sucursales bancarias conocen muy bien, pero que es aplicable sin duda a cualquier ámbito empresarial. Llega cualquier tipo y dice que «quiere hablar con el director» directamente. Y cuando le va a atender cualquier otra persona, se ofende porque él quiere «que le atienda el director».
Luego resulta que le atiende el director y el tipo quiere una operación sencilla, de esas que podría haber hecho hasta en el cajero automático, pero que se tiene en tanta estima a sí mismo que si no sale el director, se mosquea. Y es que hay gente que piensa que sus asuntos, por el hecho de ser suyos, tiene que ir al director directamente sin darse cuenta del desprecio que están haciendo hacia las personas que actúan como filtro, al tiempo del director y al resto de clientes. Supongo que todos creemos que nuestros asuntos merecen la máxima atención.
¿Y qué sucede? El director, en vez de atender asuntos más relevantes para su oficina (que nadie más va a atender), tiene que atender una operación que no aporta el valor que se le supone. Y el resto del equipo, que en teoría tendría que ocuparse de esos asuntos más rutinarios, no lo hace. Y la oficina enfangada. Ineficiencia en estado puro.

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Incertidumbre

Direcciones
¿Derecha o izquierda? ¿Para dónde voy?
Ayer estuvieron aquí mis padres, y entre otras cosas me preguntaban por el trabajo. Para ellos, que han hecho toda su vida profesional en la misma empresa, eso de «dejar una empresa seria» y un buen sueldo para meterse en esto de los blogs con una empresa chiquitita chirría. Como me tienen por un tío serio, pues confían en que estoy haciendo lo correcto y como además me ven bien pues también les vale, pero seguro que les sigue chirriando. Como a mucha otra gente, claro. Incluso a veces a mí mismo.
Y es que mi trayectoria profesional hasta hace unos meses era muy «automática», por decirlo de alguna manera: acabas la carrera, entras a trabajar en gran multinacional, vas de la mano de un ex-jefe a otra gran empresa… dentro de las cuales la evolución es también muy automática: entras de junior (o de A3, que nos decían en nomenclatura de auditor), pasan un par de años, eres senior, pasan otros 3 o 4 años, te toca ser gerente… en definitiva, todo muy mascadito, como quien avanza por una autovía en la que la probabilidad de perderse es cero.

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Mi cargo y yo – la hoguera de las vanidades

La hoguera de las vanidadesLa hoguera de las vanidades es un libro de Tom Wolfe, pero sobre todo es una frase que me evoca un mundo de apariencias y falsedades… Para el objeto de este post, podría haber ilustrado también con el personaje de Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho, que aparte de su carácter homicida, tenía ese punto también de «cuidar las apariencias» (sus trajes, sus restaurantes, sus tarjetas de visita…).
Uno de los signos de apariencia que más gracia me hacen en el mundo corporativo es el nombre de los cargos. Ser «Director» de algo, o ser «VP» de algo, o ser «Chief»-de-algo-«Officer» es una cosa por la que mucha gente se pirra. Incluso hay quienes simplemente, por un cambio de nombre en su cargo, se siente recompensado, en las nubes. Da igual si viene acompañado de más sueldo o no, o de más atribuciones: lo importante es parecer algo.
Luego está el «apellido», claro. Si al cargo le añadimos un «Corporativo» o un «Mundial» o un «Global» ya ni te cuento.
Y todo esto me hace gracia porque cuando se conocen las empresas por dentro, y ve su estructura y su dimensión, el nombre del cargo (y el uso que orgullosamente se hace de él) puede llegar a resultar hasta risible.
Pienso por ejemplo en esas corporaciones anglosajonas que tienen «VP’s» (vipís) a decenas. «No, es que fulanito es VP»… coño, como media empresa. O en esas empresas pequeñitas donde todos son Chief-algo-Officer: CEO, CTO, CMO, CFO, CCO… todos Chief Officer, y ya está.
Recuerdo cuando en una de mis anteriores empresas se alargó la carrera profesional. No se podían hacer tantos «Gerentes». Así que se les ocurrió la idea de crear la figura del Supervisor («supervaisor»), con la que entretener a los consultores más «senior». Se les puso un staff aparte, mesa propia (el resto teníamos que buscarnos la vida cada día para encontrar un sitio), línea de teléfono individual (los demás teníamos 3 teléfonos para todos) y secretaria propia (una para todos, pero distinta del resto del staff…). Y hala, allá los veías a todos tan ufanos.
Y yo pensaba, ¿a qué viene tanto ufanarse, cuando lo que te han hecho ha sido retrasarte la carrera? Pero oye, ellos tenían su título, su mesa, su teléfono y su secretaria, y con esos símbolos de status estaban tan contentos.
Personalmente nunca me han interesado mucho los símbolos de status externo. Quiero decir, sí, me hizo ilusión la primera vez que tuve despacho propio con mi nombre en la puerta. Pero sólo el primer día, luego ya dejó de significar nada (de hecho, incluso fué contraproducente en mi opinión… una barrera con el resto de compañeros, en realidad). A nivel interno, me interesa que me conozcan por lo que soy y puedo aportar, no por el titulito que me acompaña. Prefiero ser «Raúl el que no me falla» o «Raúl el que sabe de esto» que «Raúl el consultor senior de año 3» o «Raúl, Global Worldwide Partner». Y a nivel externo… me da igual. No tengo ningún interés en epatar a nadie con lo que ponga en mi tarjeta, sino con lo que digo o hago.
En fin, no sé, cada uno con sus «cadaunadas». Quizás debería irme pensando lo de ser Worldwide Corporate CEO de blog.raulhernandezgonzalez.com…