La hoguera de las vanidades es un libro de Tom Wolfe, pero sobre todo es una frase que me evoca un mundo de apariencias y falsedades… Para el objeto de este post, podría haber ilustrado también con el personaje de Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho, que aparte de su carácter homicida, tenía ese punto también de «cuidar las apariencias» (sus trajes, sus restaurantes, sus tarjetas de visita…).
Uno de los signos de apariencia que más gracia me hacen en el mundo corporativo es el nombre de los cargos. Ser «Director» de algo, o ser «VP» de algo, o ser «Chief»-de-algo-«Officer» es una cosa por la que mucha gente se pirra. Incluso hay quienes simplemente, por un cambio de nombre en su cargo, se siente recompensado, en las nubes. Da igual si viene acompañado de más sueldo o no, o de más atribuciones: lo importante es parecer algo.
Luego está el «apellido», claro. Si al cargo le añadimos un «Corporativo» o un «Mundial» o un «Global» ya ni te cuento.
Y todo esto me hace gracia porque cuando se conocen las empresas por dentro, y ve su estructura y su dimensión, el nombre del cargo (y el uso que orgullosamente se hace de él) puede llegar a resultar hasta risible.
Pienso por ejemplo en esas corporaciones anglosajonas que tienen «VP’s» (vipís) a decenas. «No, es que fulanito es VP»… coño, como media empresa. O en esas empresas pequeñitas donde todos son Chief-algo-Officer: CEO, CTO, CMO, CFO, CCO… todos Chief Officer, y ya está.
Recuerdo cuando en una de mis anteriores empresas se alargó la carrera profesional. No se podían hacer tantos «Gerentes». Así que se les ocurrió la idea de crear la figura del Supervisor («supervaisor»), con la que entretener a los consultores más «senior». Se les puso un staff aparte, mesa propia (el resto teníamos que buscarnos la vida cada día para encontrar un sitio), línea de teléfono individual (los demás teníamos 3 teléfonos para todos) y secretaria propia (una para todos, pero distinta del resto del staff…). Y hala, allá los veías a todos tan ufanos.
Y yo pensaba, ¿a qué viene tanto ufanarse, cuando lo que te han hecho ha sido retrasarte la carrera? Pero oye, ellos tenían su título, su mesa, su teléfono y su secretaria, y con esos símbolos de status estaban tan contentos.
Personalmente nunca me han interesado mucho los símbolos de status externo. Quiero decir, sí, me hizo ilusión la primera vez que tuve despacho propio con mi nombre en la puerta. Pero sólo el primer día, luego ya dejó de significar nada (de hecho, incluso fué contraproducente en mi opinión… una barrera con el resto de compañeros, en realidad). A nivel interno, me interesa que me conozcan por lo que soy y puedo aportar, no por el titulito que me acompaña. Prefiero ser «Raúl el que no me falla» o «Raúl el que sabe de esto» que «Raúl el consultor senior de año 3» o «Raúl, Global Worldwide Partner». Y a nivel externo… me da igual. No tengo ningún interés en epatar a nadie con lo que ponga en mi tarjeta, sino con lo que digo o hago.
En fin, no sé, cada uno con sus «cadaunadas». Quizás debería irme pensando lo de ser Worldwide Corporate CEO de blog.raulhernandezgonzalez.com…