Me pasó algo curioso ayer. Tras publicar mi post sobre «ser o no ser español» y observar las reacciones, me puse un poco reflexivo. Fue el post más visto desde hace bastante tiempo, sobre todo gracias a que bastante gente lo ha compartido en Facebook. La mayoría de esas personas que lo han compartido no sé quiénes son (¿ni tengo forma de saberlo?), ni tampoco sé las discusiones que se hayan podido generar en los comentarios.
Pero independientemente de la repercusión, lo que me pregunto es… ¿qué aportó esa opinión mía sobre un tema así? ¿qué me aportó a mí? ¿qué aportó a los que la leyeron? ¿Buscaba algo, o fue simplemente «pienso esto y lo escribo, que para eso tengo un blog»? Si buscaba algo… ¿lo conseguí? Si no buscaba nada… ¿para qué lo escribí? ¿Realmente «para eso tengo un blog»? De hecho… ¿para qué tengo un blog?
Resulta un poco extraño hacerse estas preguntas después de más de 10 años de blog y otro puñado de twitter, facebook, instagram y otras plataformas en las que he ido volcando mis cosas, que se dice pronto. Sin embargo, estoy en una etapa en la que me estoy cuestionando qué cosas aportan valor a mi vida y, de forma inversa, cómo aporto yo valor a los demás. Y bajo ese prisma empiezo a cuestionarme cosas que «siempre han sido así».
Nunca compré la idea de tener una «estrategia de contenidos» en estas plataformas de expresión personal. Nunca vi esto como un medio con unos objetivos definidos, y por lo tanto con la necesidad de tener un «plan». Mi blog era mi blog y escribía en él lo que quería y cuando quería, sin marcarme una agenda, una frecuencia, unos contenidos. En twitter tres cuartas partes de lo mismo, Facebook, Instagram… mi visión es que eran medios de expresión natural, una forma de «mostrarme como soy», y quien quiera leerlo bien y quien no pues no. Como resultado se produce una especie de «filtrado natural» de personas: quienes son más afines a mí (les gusta cómo pienso, lo que cuento, etc…) se quedan a lo largo del tiempo (al fin y al cabo son ellos quienes deciden si me leen, si vuelven, si se suscriben, si se hacen followers, etc.), y quienes no se marchan. Y en ese sentido creo que es una forma de actuar útil, posiblemente poco eficiente pero bastante natural.
Aun así, vuelvo a las preguntas anteriores: ¿qué valor aporto a los demás, qué valor me aporta a mí? ¿soy un meformer o un informer? ¿refuerza lo que hago mi imagen de alguna manera? ¿lo hace de forma consistente? ¿De qué me sirve tener opiniones, ponerlas en público y en su caso discutirlas? Si siento la necesidad de escribir y publicar, ¿estoy satisfaciendo quizás alguna necesidad más subyacente (del tipo «eh, miradme, aquí estoy yo», «reafirmadme con vuestros likes», «dadme cariño en forma de comentario», «me siento conectado a gente aunque sea así»)? Si así fuera… ¿no sería una forma triste de hacerlo, no sería mejor buscar otras alternativas más sólidas? Lo que escribo, lo que publico… ¿por qué no lo hago en un «diario privado»?
Dentro de la «limpieza digital» a la que me estoy sometiendo tengo un caso quizás paradigmático con la app de compartir fotos Instagram. La idea inicial era eliminar del móvil todos los elementos que me estuvieran distrayendo: quitar twitter para no consultar nuevas publicaciones, Facebook lo mismo… e Instagram también. La diferencia es que mientras que en Facebook o Twitter puedo seguir publicando yo (a través de Buffer), en Instagram al quitar la aplicación del móvil perdí también la capacidad de publicar. Lo cual me está haciendo reflexionar sobre «qué pretendía poniendo mis fotos en Instagram». Porque las fotos las puedo seguir haciendo igual (y me las quedo para mí)… pero ¿hago las mismas fotos, o el hecho de «no poderlas poner en Instagram» hace que saque menos? ¿Servía Instagram como incentivo? ¿Y dónde radicaba el incentivo? ¿En conseguir cuatro o cinco likes? ¿En que cuatro gatos viesen «qué fotos puedo hacer» y mostar así «mi lado artístico»?
Extrapolemos esos dilemas a lo que publico en otros medios. ¿Para qué escribo posts en el blog? ¿Para qué actualizo twitter? ¿Para qué comparto las cosas que leo y que me parecen interesantes?
¿Qué valor me aporta a mí? ¿Qué valor aporto a los demás?
Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí
Bueno. Me gusta cuando te pones en apuros a ti mismo. Cuando te hurgas en la «herida»…
Yo te seguiré «comprando» el blog por la visión que aportas de las cosas más comunes que nos suceden a diario, pero que «me» pasan desapercibidas por la prisa, el estrés, la rutina o, por la pereza de emprender el propio autoanálisis. Ciertamente tus preguntas ya están provocando otras en mí.
Uno de tus mejores posts. Y no has contado nada. En tu texto no hay relato, no hay sucedido, no ha ocurrido gran cosa. Preguntas traes para quien las quiera, más que contestar, hacer propias.
Aportas ambas cosas. Todo el mundo aporta valor y aporta ruido. Los hay que más valor, los hay que más ruido. En según que casos el aporte de valor es superior al ruido, con lo que «sale a cuenta» leer a esa persona.
Respecto al valor del blog, eso es muy subjetivo. A no ser que seas una eminencia en un determinado campo, el valor es principalmente para uno mismo: Sirve para clarificar las ideas, ordenarlas y ver cómo evolucionan a lo largo del tiempo. Y de paso, de vez en cuando, aportan un punto de vista a alguien en el que esa persona no habría caído.
Escribir, fotografiar o publicar «para los demás» o «por los likes» no tiene sentido. Ayudan a formar una idea de ti, sí, y eso puede ser bueno o relevante profesionalmente, pero eso también lo logras con los resultados de tu trabajo. «Por los comentarios» quizá, ya que generan debate, pero por un comentario que te hace reflexionar tienes diez que no aportan un carajo. ¿Merece la pena? Ptsé…
Me tienes preocupado Raúl. Sigue escribiendo y contando cosas. ¿No ves que forma parte de tu proceso de aprendizaje?
Creo que no tienes que hacernos tantas preguntas y seguir haciendo lo que más te conviene.
Particularmente no entiendo lo de la desconexión de las herramientas sociales y creo que lo que tienes que valorar es lo que encuentras y lo que quieres publicar. No es sólo lo que haces sino la facilidad que permiten las herramientas. He vuelto a utilizar flickr porque es un backup aunque para compartir es mucho peor que que Instagram.
Mucho ánimo y ya te lo dije. Ábrete a empezar a dejar que tus hijos jueguen y progresen utilizando herramientas sociales. Les gustará y te llevarán a otros territorios. Y nosotros estaremos encantados de verlo, de leerlo y de disfrutarlo.
Quizás ese sea el «problema». Desde luego que veo todo esto como una fuente de aprendizaje, de relación, de… muchas cosas positivas. Pero últimamente tengo la sensación de haber perdido el control, de que no soy yo quien controla la herramienta sino que es la herramienta la que me lleva por donde le da la gana.
Por eso estoy «parando» un poco, o al menos tomando conciencia de la situación, para volver a llevarla dentro de los límites de lo manejable, de lo aprovechable. Para sacarle partido, para escoger conscientemente lo que leo, lo que comparto, con quién interactúo…
No sé, será una fase. Crisis de la mediana edad 🙂