El otro día estuve en Bilbao prestando mi último servicio para mi anterior empresa (bueno, ya será el penúltimo…). Era un trabajo que había hecho yo y que había que presentar. Y aunque yo ya estaba oficialmente de baja, para allá que me fui con mi jefe (si llega a darse un guarrazo el avión, se meten en unos líos… pero claro, creo que eso no sería lo que más me importara en ese momento).
El hecho es que presentamos el informe con un análisis organizativo. Después de verlo (lo cierto es que el cliente se lo había «chapado» bastante bien y fué una discusión muy productiva), y ya cuando estábamos cerrando, nos hicieron un pequeño comentario/reproche: «habéis reflejado muy bien la realidad pero centrados mucho en la visión de los centros de trabajo, nos gustaría que también se hubiese reflejado la nuestra».
Mmmm… tampoco me iba a poner a discutir (en el minuto 93 de partido…). El caso es que a lo largo del trabajo de campo, uno consigue tener una visión muy enriquecida de una empresa, porque la ve desde distintos prismas. Y eso permite hacer un juicio razonablemente objetivo sobre la realidad. Es lo que plasmé en mi análisis. A ellos supongo que les habría encantado ver la realidad que ellos mismos creen «la única verdad». Pero flaco favor les habría hecho si me hubiese limitado a contar lo que ellos me contaron en la primera reunión. Para eso, no me paso tres semanas de lado a lado intentando entender todas las caras de la misma realidad, ¿no?
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«Ellos» en ningún momento pretenden que se realice ninguna investigación sobre la verdad de su organización. Como bien dices son los poseedores de «la única verdad» y sólo quieren que desde fuera se lo confirmen (cosas del ego).
Es un poco como Santo Tomás, que sabía perfectamente de antemano la «verdad» de que «Dios existe» y sin embargo se afanaba en buscar argumentos. Si encuentra un argumento que respalda «la verdad» es que es un argumento verdadero y si la contradice es porque es «erroneo».
«Ellos» no buscan investigaciones cientificas, buscan «alegatos».