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El valor del minimalismo

Llevo un tiempo revoloteando con curiosidad por el mundo del «minimalismo». Ya conté en su día mis peripecias intentando quitarme de encima chismes (en ello sigo, a impulsos), pero poco a poco he ido ampliando mi interés.
La sensación que tengo es que cada uno asocia minimalismo a diferentes cosas. Hay quien piensa en una determinada forma de decoración, o un estilo arquitectónico. Hay quien lo relaciona con vestir de blanco y negro. Hay quien lo vincula a vivir en una mini casa, o a tener tan pocas pertenencias que puedes llevarlas en una mochila, o a deshacerse de cosas, o a vivir barato. De hecho, con estos ejemplos, hay mucha gente que acaba por pensar que es «demasiado radical».
¿Y para mí, qué es el minimalismo? Pues me gusta mucho el enfoque que hacen en The Minimalists. El minimalismo no es un estilo de vida concreto; cada persona lo aplica a su propia vida, con un resultado diferente. Lo que importa del minimalismo no es la respuesta, si no la pregunta.
Se trata de cuestionarse permanentemente: ¿esto aporta valor a mi vida?. Si la respuesta es no, pues te deshaces de ello sin contemplaciones. Pero no hablamos solo de cosas, claro; también de con quién te relacionas, de a qué dedicas el tiempo, de en qué te gastas el dinero, de qué lees, etc. De esta forma, vas eliminando «lo que te sobra», y en consecuencia te vas quedando con lo que te resulta esencial (como titulan ellos en uno de sus libros: «todo lo que queda»).
Esa pregunta es la clave de bóveda de todo, y a partir de ahí empiezas a actuar. Como lo que me aporta valor a mí puede ser distinto de lo que te aporta valor a ti, las decisiones que tomemos y el estilo de vida resultante serán diferentes.
Y aquí llegamos a la madre del cordero. «Lo que me aporta valor». Una de esas preguntas que nos obligan a enfrentarnos a nosotros mismos, a pensar en «qué es lo que quiero en la vida», a romper la inercia, a enfrentarnos con la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos. Esa responsabilidad incómoda, que normalmente preferimos eludir porque, seamos francos, es más fácil dejarse llevar.
Por lo tanto, el valor del minimalismo está no en gastar menos dinero, o en vivir con más orden, o en tener una casa más pequeña. Está en hacernos cuestionar lo que nos sobra, lo que no nos aporta. Sea eso lo que sea.

4 comentarios en “El valor del minimalismo”

  1. Ahí estamos. Desde hace años me identifico bastante con aquello de que no somos nosotros los que tenemos cosas, sino las cosas las que nos poseen a nosotros.
    Bueno, espero que no acabemos descubriendo que el blog también está entre lo que sobra…
    ¡Saludos!

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  2. ¡Todo es posible! Pero creo que antes tienen que caer muchas otras cosas 😀
    Pero te diré que hace unos años tuve una «crisis», me descubrí forzándome a escribir en el blog. Ahí tomé la decisión de escribir solo cuando me apeteciese y de lo que me apeteciese. Para mí es una fuente de valor poner las cosas por escrito, y si además me permite «conectar» con personas afines, mucho más valor todavía.

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  3. Me ha parecido muy interesante la reflexión. Pero yo añadiría un cambio a la pregunta clave, y la dejaría en: «¿Esto aporta valor a mi vida AHORA?
    Me he dado cuenta de que muchas veces «guardo» algo porque, aunque ahora esté seguro de que no lo voy a utilizar, sé que es parte de un camino que algún día me gustaría recorrer.
    El problema es que es imposible que podamos recorrer todos los caminos. Hay que renunciar y decidir que es lo que NO vamos a hacer, y guardando algo (información, objetos, etc) nos aferramos un poco a eso, parece que no lo dejemos atrás del todo y duele un poco menos.
    En fin, que gracias por la reflexión. Me ha venido fenomenal, llevo borrados hoy por lo menos cincuenta correos y enlaces 🙂

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  4. Uf, ese «por si acaso» es un elemento fundamental de los programas estos de gente con Síndrome de Diógenes. Siempre encuentran un «futuro posible» en el que vayan a usar todo lo que acumulan 😛
    En serio, tiene mucho peligro. En el mundo digital también (hablemos de lo que tengo yo guardado en Pocket, por ejemplo), pero como no se ve parece que no molesta (pero sí).
    De todas formas, contra ese razonamiento del «por si acaso» siempre está el «bueno, pues cuando lo necesites lo buscas». No necesitas guardar, si al final ese futuro se hace real ya te ocuparás entonces.

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