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La alubia en el yogur y los absurdos del sistema educativo

Clásico ejercicio del colegio: coger una alubia, ponerla entre algodones dentro de un envase de yogur, humedecer los algodones durante varios días y observar cómo germina. Y ahí están las madres (no hay machismo en esta frase; mera descripción) en el patio, intercambiando impresiones. «¿Habéis conseguido que germine?» «Yo no sé si es que la estoy regando poco» «Pues yo la riego todos los días y no sale». Sí, sí, frases en primera persona del singular. No es que el niño riegue o deje de regar; son los padres quienes lo hacen. ¿Qué sentido tiene esto? Una madre llega a afirmar que «es normal, su hijo no es agricultor».
El primer impulso al escuchar estas historias de «padres que hacen los deberes» (hay una gran diferencia entre «ayudar con los deberes» y «hacer los deberes») es pensar en su irresponsabilidad. Pero… ¿somos los padres los principales culpables?
Nos enfrentamos a un sistema educativo que te planta una serie de deberes y tareas que hay que hacer «sí o sí». Da igual si te resulta provechoso o no, da igual si te interesa o no. Da igual si tienes muchos o pocos. Hay que hacerlos, hay que cumplir. Y si no los haces, incidencia al canto, «punto negativo», bronca, tutoría. Tres cuartos de lo mismo sucede con los exámenes y las notas: apruebas o suspendes.
Leía estos días Drive, el libro de Dan Pink sobre la motivación, en el que se plantea que el método del palo y la zanahoria (la motivación extrínseca) acaba matando la motivación intrínseca. En el mejor de los casos consigues que la gente cumpla («compliance», conformidad), es decir, que se haga lo que haya que hacer para conseguir el premio o evitar el castigo (eso suponiendo que premio y castigo llegan a ser suficientemente relevantes), pero ni un ápice más. Si puedo encontrar atajos, mejor que mejor. Si puedo copiar el resumen de internet, antes termino. Si llevo una chuleta al examen, arreglado. Si copio me libro de los problemas. Si el padre hace los deberes, menos problemas para todos. Al fin y al cabo lo que importa es el resultado. ¿Disfrutar del proceso? ¿Alimentar la motivación intrínseca (esa que funciona en ausencia de estímulos externos)? Bah, para qué.
Llegados a este punto, nos encontramos con los críos que llegan cansados a casa, obligados a dedicar todavía una o dos horas a ponerse con unos deberes que no les apetece ni huevo hacer. Si les dejas a su aire, no los hacen. Estar encima de ellos es cansado, conflictivo, exige tiempo y dosis enormes de paciencia que no siempre tienes. Y al final si lo que importa es el resultado… pues veo hasta entendible que llegues a coger el atajo del «acabamos antes si lo hago yo». Obviamente no lo defiendo, creo que se le hace un flaco favor a los chavales (acostumbrarles a que ante cualquier dificultad «ya llegan papá y mamá y te lo resuelven»; luego pasa lo que pasa). Pero también pienso que el origen del problema está antes. Que la propia concepción del sistema educativo tampoco hace un gran favor a los críos, a su aprendizaje, a su felicidad o a su capacidad de desempeño futuro.
¿Cuál sería la alternativa? Una educación basada no en el «cumplir», sino en incentivar la curiosidad y las aptitudes naturales de cada niño individual. Si a fulanito le gusta leer, recomiéndale libros, escúchale cuando te los resuma… siempre en positivo (no con el método de «hay que leerse un libro cada quince días y traer una ficha rellena, y el que no lo haga…»). Si a menganito le gusta la naturaleza, enséñale cómo germina una planta (¡es un proceso fascinante!), anímale a que cuide de sus propias plantas, que traiga semillas de distintos tipos, que haga fotos de los distintos estadios de crecimiento… Si le gusta pintar dale a probar distintos materiales, anímale a usar distintas técnicas… El que quiere bailar, anímale a hacer coreografías, ponle ejemplos de bailes para que vayan incorporando… En definitiva, se trata de iluminar el camino por el que los niños andan, no obligarles a ir por el camino que tú crees que debe llevar.
Claro, esto es un esfuerzo de la leche. Para individualizar a cada niño, para reaccionar de forma tremendamente flexible a las inquietudes y los ritmos de cada uno, encontrar la forma de seducirles y de proporcionarles la guía que necesitan para ir creciendo. Y no solo un esfuerzo para los profesores, también para los padres. Y si ni los padres a veces estamos dispuestos a poner la atención, el tiempo, la paciencia necesarios… como para pedírselo a la comunidad educativa.
¿Y si a un niño no le interesa nada? No me creo que haya nadie que esté con niños y piense esto de verdad. A todo el mundo le interesa algo. Unos cazan lagartijas, otros juegan al fútbol, a otros les encanta leer. O los videojuegos, sí, qué pasa. O los desastres naturales. Si les dejas solos, te das cuenta que cada uno tira para lo suyo.
«Ya, pero entonces no aprenderán lo que es importante»… Lo que es importante… ¿Qué es importante, en realidad? Sí, vale, saber sumar, saber leer… ¿hacer raíces cuadradas? ¿los afluentes del Duero? ¿senos y cosenos? ¿las partes de una célula? ¿qué es el esternocleidomastoideo?. Soy de la opinión de que «lo importante» es en realidad muy poco. Que lo que es relevante para nuestro día a día es algo que aprendemos de forma muy orgánica, mirando a nuestro alrededor, observando a los que nos rodean. Que si tenemos cerca a alguien (en este caso los padres y los maestros) que aprovechan las circunstancias de nuestra vida para ir dándonos información crecemos sin darnos cuenta, sin presión, sin obligación… y de una forma infinitamente más alineada con nuestro propio ser, más autónoma, más motivada, más provechosa… más feliz, y más productiva.

15 comentarios en “La alubia en el yogur y los absurdos del sistema educativo”

  1. Estoy de acuerdo contigo y aunque comprendo que la figura de la alubia es solo un ejemplo quiero comentarte mi caso:
    La profesora de mi hijo, curso equivalente al infantil de 5 años, les hace este mismo taller pero con semillas de girasol. En efecto se convierte en tema de conversación entre los padres pero lo más llamativo es que la maestra da por hecho que todas las plantas van a morir y se desentiende del tema.
    Mi hijo en cambio se ocupa de su girasol voluntariamente. No sólo lo riega sino que lo pone al sol, lo resguarda del frío nocturno (vivimos en Normandía, Francia) y comenta su crecimiento. Sin embargo ya no es de interés para la profesora que da por finalizada la práctica. Así que sus padres hemos decidido continuar el proyecto de forma autónoma. Mi hijo entiende que su girasol es un ser vivo, y cinco meses después de que lo plantara en el cole, sigue siendo su tarea en casa.

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  2. Genial reflexión, estoy un poco harta de «lo que es importante», cuando en general «lo que es importante» lo he olvidado o, simplemente, no me es útil, mientras que hay otras cosas «no tan importantes» que la verdad me hubiera gustado aprender.
    Me ha encantado, comparto.
    Gracias

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  3. Menos mal que esas mamás vaciaron el yogur. Hay niños que creen que todavía hay yogur porque ni siquiera miraron cuando su mamá lo lleno de algodón.
    Nos hemos creído que sacando buenas notas, estudiando mucho te irá bien las cosas. Ese pacto social por seguir el curriculum, se desmonta fácilmente cuando los chicos empiezan a trabajar tras sus estudios. No es el currículum sino la agenda la que determina como Antonio empezó a trabajar en el taller de un amigo de su tío. Las habilidades interpersonales tienen mas valor. Y en el futuro lo será más aún, eso al menos dice una encuesta a no se cuantos directivos que dan empleo. Buscan dos cualidades: creatividad (y los deberes caseros la destruyen) y la adaptabilidad. Un niño dócil y cumplidor le va a costar adaptarse a los cambios porque está acostumbrado a obedecer.
    Los padres que se convierten en sucedáneos de profesores particulares no fomentan el espíritu critico

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  4. Ni pies ni cabeza. Lo que ‘es relevante para el día a día’ te deja desarmado contra cualquiera que venga con una visión más amplia.
    La distinción no es entre lo importante y lo que no lo es, la verdadera frontera es entre lo necesario y lo que no [que no por no ser necesario es de inferior categoría, que quede claro] Y lo necesario lo digo en un sentido amplio, necesario para crear personas integrales, no futbolistas,lectores y cazadores de lagartijas.
    Lo que debería estar claro para la gente es que un niño cambia con el viento, y quien hoy caza lagartijas mañana juega al fútbol y dentro de 4 años querrá ser astronauta, medico, o concursante de Gran Hermano al paso que vamos. Lo que debemos conseguir es que para cuando llegue el momento en el que efectivamente decidan qué quieren ser, tengan las herramientas necesarias para alcanzarlo y eso implica tener que estudiar cosas que quizá en ese momento no les guste por desgracia (o por suerte, esa es una de las cosas de las que los padres no deben proteger a sus hijos, de la frustración).
    Y un comentario para Carlota, olvidarse se olvidan muchas cosas, tanto las importantes como las superfluas, pero el conocimiento nunca es inútil. Quizá nunca llegues a utilizarlo,pero no sabes a donde te va a llevar la vida. Y desde luego todas esas cosas que te ‘hubiera gustado aprender’ puedes aprenderlas ahora, actualmente puedes aprender cualquier cosa a tu ritmo a través de la red.
    Un saludo.

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  5. Muy buen artículo. Ayer tras recoger del cole a mi hijo escuchaba a un padre preguntarle a su hija si tenia deberes, la niña aun tenia un pie en el cole tras casi una jornada laboral en él. Me dio muchd pena. Al igual que me da pena los niños que desde los 3 años ya estan apuntados a toda clase de actividades extraexcolares. Si tu hijo no está en ingles o informática parece que no te importa su educacion y despues escucho cosa cómo-yo nunca le leo a mi hijo cuentos en casa-dejamos todo a los demás, cuando cualquiera puede darse cuenta que un niño aprende mas con sus padres que cualquier otra persona. Hace falta que cambie la mentalidad, pero sólo podrá ir de la mano de los padres y educadores.

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  6. Qué bonita reflexión… me ha encantado, muchísimas gracias. Que cierto es que cada uno tenemos nuestro don, nuestras inquietudes que salen de forma natural, y si la escuela no acompaña, empecemos en casa a darle luz a esos dones que tienen nuestros hijos, y así en un futuro no muy lejano conseguiremos una educación coherente con nuestros dones.
    Pero creo de veras, que el cambio empieza desde los papás, debemos ser capaces de ver el don de nuestros hijos y fomentarlo, permitirles horas de juego y menos extraescolares, permitirles ser pequeños descubridores del mundo y de sí mismos.
    un saludo

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