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La primera vez

Dicen que la primera vez nunca se olvida. Pues va a ser verdad. La primera vez que tuve que enfrentarme en solitario a un cliente fué en Asturias. Era un proyecto para una entidad financiera, que consisitía en una serie de cursos sobre liderazgo, trabajo en equipo, oportunidades comerciales… para la red de oficinas (tanto «personal de base» como directores de oficina) seguida de reuniones individuales con cada una de las oficinas (primero con el director, y luego con todo el equipo) para llevar los conceptos de los cursos a su día a día.
Yo estuve en los cursos de «ayudante» junto con otro compañero más senior. Tranquilo y protegido, porque solo tenía que ser majo, ayudar con el material y con las actividades que hacíamos… todo bien. Pero luego llegaron las reuniones individuales, y tras hacer un par de ellas conjuntas, tuvimos que separarnos.
Se da la circunstancia de que mis padres trabajan en una entidad financiera, en una oficina. Y yo tenía que presentarme, con mis veintipocos años, delante de unos señores y señoras que podían ser mis padres a contarles cosas de «experto».
Qué angustia. Pero mi compañero me dijo algo que, en el fondo, es verdad. Me dijo «lo que importa es como te ven ellos. Y ellos te ven como un experto de una empresa importante, y eso te da mucho camino ganado. Además, vas a hablar de cosas de las que ellos no saben demasiado, por lo que con cuatro cosas que les cuentes, ya vas a ser un experto para ellos».
Luego fuí, ví… y no sé si vencí. Quiero decir, no sé si mi intervención ayudó a alguien o no. Pero no hice el ridículo, cosa que me preocupaba sobremanera. Luego vinieron más clientes, más situaciones nuevas, más agobios. Pero nada como la primera vez.

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