Cuando voy caminando por la calle, me gusta ir fijándome en los locales comerciales. En los ocupados, y en los vacíos.
Me gusta echar un vistazo dentro, ver qué venden, cuánta gente hay. Mi mente de «economista» intenta hacer un bosquejo de la viabilidad del negocio: ¿cuáles son los costes? ¿cuáles los ingresos? ¿esto da para ser rentable? Reconozco que muchas veces no me salen las cuentas. ¿Cómo es posible que este chiringuito salga adelante? He tenido contacto con algunos pequeños negocios, y sé que hay que remar mucho para que las cuentas cuadren. Y hay «negocios» que me llaman mucho la atención, porque soy incapaz de entender qué cuentas de la lechera se habrá hecho el promotor para meterse en ese lío. Luego la realidad se impone y, cuando al cabo de unos meses ves el negocio cerrado, piensas: «joder, si es que era de cajón». Aunque he de reconocer que otras veces veo cómo el negocio permanece (¿ganando dinero?), y pienso «algo hay que me estoy perdiendo».
También suelo mirar los locales vacíos (¡cuántos hay!). Me da por elucubrar: «¿y si abriese yo un negocio?». Lo he pensado muchas veces a lo largo de los años, pero siempre llego al punto de bloqueo. ¿Qué negocio podrías poner, que «funcionase»? ¿Qué necesidad no cubierta existe? ¿Qué valor puedes aportar? Como cliente… ¿qué negocio echas en falta, por qué estarías dispuesto a pagar (a ser posible mucho y de forma recurrente)? Y no me salen demasiadas respuestas claras.
Siempre me ha llamado mucho la atención la mentalidad del «emprendedor», del «negociante», del que se lía la manta a la cabeza y dice «venga, yo abro y a ver qué tal va». Y se mete en gastos, reformas, decoración, publicidad, stock (las inversiones en el «mundo físico» siempre me impresionan)… y hala, a torear. Y luego si sale, bien; y si no pues a cerrar y a probar otra cosa.
Hay algo cierto, y es que a algunos les funciona. Pero no puedo dejar de pensar en todos aquellos a los que no, los que reman como locos para al final tener que rendirse, con suerte sin haber perdido demasiado dinero en la aventura.
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«el 90% de los emprendedores, o como dicen los modernos «start-up» fracasan a los dos años del inicio de a aventura».
Con estos datos, invitar al emprendimiento como está sucediendo últimamente, me parece una idea brillante para el que invita a emprender y tan estúpida como brillante para el que la realiza con la mentalidad del «a ver qué pasa».
Al igual que sucedió con los buscadores de oro de Alaska, muchos, muchísimos perdieron la salud, la vida y los ahorros en ese sueño febril del preciado metal. No dudo ni niego que hubo personas que encontraron oro e hicieron dinero, pero quien realmente ganaba era el que les vendía los picos, las palas y las herramientas para buscar esa pepita brillante.
Ahora, al igual que antaño, quien gana la pasta independientemente del éxito del negocio a emprender son los asesores y los consultores.
Un cuadrito canvas por aquí, un modelito de negocio por allá…. cling cling caja. Como en el Yukon, vendiendo herramientas al que las pida cegados por el brillo del oro……o de la pirita.
Enrique, está claro. «Vender picos» como negocio. Y confieso que muchas veces me siento parte de ese nicho, y no demasiado cómodo. Tengo un post pendiente sobre «aportar valor», y las dudas que me genera el valor real que aportan (aportamos) los vendedores de picos, y hasta qué punto es moralmente lícito hacerlo… Porque sí, alguien ha venido y te ha contratado. Y te paga. Le aportas valor (subjetivo), pero luego cuando se da la hostia… ¿dónde queda ese valor? Y ojo que aplica igual a consultores/asesores que al señor que reforma locales o al tipo que diseña logos para nuevos negocios…
Bonito tema, y con muchas posibles continuaciones de tu apunte. Los locales vacíos, las feas del baile que nadie quiere; los locales que en un año se han vestido de hasta diez negocios distintos, deseados, analizados como viables, pero que nunca traccionan lo suficiente para que sean la casa estable de un negocio próspero… ¿Es posible que a un local le vaya un determinado tipo de negocio que no iría en otro, no ya por ubicación y dimensiones, sino por «ángel» del propio local? ¡Basta, que me disperso!
En 1º de la Comercial de Deusto, ¿no daban una asignatura de «Abrir locales»? 😀
Lamentablemente en Deusto enseñaban poquitas cosas «de la vida real». Ni en primero, ni en quinto :S
Las farmacias suelen ser negocios en donde no miras mucha gente porque los clientes van a comprar un producto en específico. Hay negocios pequeños como los servicios de autos que sólo tienen clientes el sábado y los demás días están vacíos.
Pasándolo al mundo pyme en internet, ahora parecen haber en el mercado español un montón de marqueteros que te «ayudarán» a llevar tu pequeño negocio en internet a «otro nivel».
Siempre me he preguntado qué me puede enseñar a mí alguien que nunca tuvo un pequeño negocio real.
Si tienes algún capital deberías montar un pequeño negocio de ‘cosas reales’. Es una forma fantástica de saber qué quiere la gente, no en cuanto a producto sino en cuanto a la calidad del servicio que espera, los canales de venta, etc.