Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí


No es tan fiera la tarea como la pintan

Llevo tres días rumiando, malhumorado, por una tarea pendiente (una presentación que tengo que hacer para este lunes). «Tengo que ponerme con ella». «Qué pereza». «Lo dejaré para luego». «Que no se me olvide» «Por qué me tocará a mí» «Joder, si luego no valdrá para nada». Al final, tras tres días, me he puesto a hacerla… y en un rato la he ventilado. Ya está.
Una de las ideas clave que pone encima de la mesa la «literatura» relacionada con la productividad personal (tipo «Get things done» y similares) es la importancia de abordar las tareas una por una, y concentrarse en la tarea que estás haciendo, y en nada más. De esta forma (y siempre que previamente hayas realizado el esfuerzo de planificar, priorizar, etc, etc…), las tareas «se van haciendo».
Una implicación de esta filosofía es que a una tarea no hay que dedicarle ni tiempo ni atención si no estás haciendo nada para resolverla (*). Es decir, que todos esos pensamientos típicos («buf, menudo marrón… a ver por dónde le meto mano… verás tú… y encima ya verás como… joder qué pereza… y si luego lo que hago no funciona… y… y…») no valen para nada más que para agobiarnos, para agotarnos la energía, para crearnos ansiedad. La tarea no avanza nada; es más, muchas veces a base de rumiarla se hace mucho más temible (como un cuento de la lechera, pero al revés). Y a cambio consigues que te estropée muchos momentos (en los que en vez de estar con la cabeza en lo que estás haciendo estás «raca-raca con la matraca»).
Volviendo a mi tarea del principio, ¿de qué me han servido tres días de gruñir? De nada. No digo que debiera haberla hecho el primer día; pero una vez que decides «dejarla para después», lo que no sirve de nada es mantenerla en la cabeza como una nube negra. Es infinitamente mejor meterla en el «cajón de tareas pendientes» para que no moleste, y cuando llegue su turno, pones toda tu atención en ella, la resuelves, y a otra cosa. No es fácil, pero es una habilidad que merece la pena desarrollar.
(*) Sí, a muchas tareas les viene bien una fase de «trabajo previo»; para analizarlas, identificar problemas, planificarlas… Pero, en su caso, ese «trabajo previo» no debe ser etéreo y difuso, sino que se constituye en una tarea en sí misma. Tarea a la que habrá que darle su espacio, y ejecutarla cuando llegue su momento, sin dejar que «contamine» nuestra atención de forma permanente.

4 comentarios en “No es tan fiera la tarea como la pintan”

  1. Pues yo cre que ese tipo de procastinación (a falta de un término menos pedante) es, precisamente, lo que nos facilita «pulir» los trabajos. La restricción de plazos nos impone una presión que, en algunas ocasiones, no siempre, nos hace dar lo mejor de nosotros. De alguna manera ese estar «atrapado» nos hace funcionar con una mayor claridad. El problema, claro está, es que hoy en día, nuestras actividades nos enfrentan a muchas situaciones de este tipo y ahí el GTD tiene su aplicación.

    Responder
    • Si no digo yo que no. El problema es cuando esa procrastinación no es «sana» (considero «sana» cuando vas dejando las ideas reposar, cuando vas enlazando cosas, sin prisa pero sin pausa…), sino enfermiza. Es decir, cuando en vez de aprovechar el retraso en la actividad, únicamente sirve para ponerte ansioso.

      Responder

Deja un comentario