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Pagar por trabajar, ¿y por qué no?

Hace unas semanas saltó a la palestra una iniciativa de la agencia SCPF: un programa de prácticas en la empresa durante 10 meses a cambio de 20.000 euros. No, no es la empresa la que da 20.000 euros, sino que es el becario quien, además de trabajar, tiene que pagar. Ante esto, las reacciones han sido furibundas: «Timo, nueva vuelta al mercado laboral, vergüenza, viral, promo, vaya cara…». Y yo, francamente, no sé dónde está en problema.
Ya expliqué hace tiempo la diferencia entre coste, valor y precio . Cómo, en cualquier intercambio entre dos partes, ambas renuncian a algo para conseguir otra cosa a cambio. El valor que cada una de las partes otorga a aquello a lo que renuncia y a aquello que consigue es completamente subjetivo; y es esa subjetividad la que permite que haya márgenes de negociación.
En el caso que nos ocupa, alguien que quiere hacer esas prácticas (y por lo tanto, «entrega su trabajo») espera conseguir algo a cambio. Normalmente uno espera dinero, pero también puede recibir experiencia, conctactos, reconocimiento… y es cuestión de cada uno saber en cuánto valora todo eso. Por la otra parte, alguien que ofrece esas práctica entiende que está ofreciendo algo de bastante valor, y que además le supone un coste, y espera algo a cambio: puede ser sólo el trabajo, o puede que quiera más.
Una visión «estándar» implicaría que «yo doy trabajo, tú das dinero». Pero si ampliamos un poco los horizontes, y entendemos que en esa relación hay más cosas en juego, se abre el espacio para que las partes encuentren un espacio de equilibrio diferente al estándar. Como por ejemplo, llegar al punto de «pagar por trabajar».
Obviamente, a quien no da ningún valor a cuestiones como la experiencia, los contactos, la «puerta abierta» para un trabajo futuro… ese arreglo de «pagar por trabajar» le parece una aberración, incomprensible. La cosa está clara para él; nunca participaría en un acuerdo de ese tipo. Perfecto, no hay ningún problema. La cuestión es que el hecho de que a ti no te convenza un determinado intercambio, no quita para que a otro (que valora de forma subjetiva y por lo tanto diferente) sí le convenza. ¿Quién eres tú para decidir por otro? Si hay alguien a quien pagar 20.000 euros por ser becario de SCPF le parece bien, ¡déjale que lo haga! Allá el con sus decisiones. Y si no hay nadie, a lo mejor SCPF decide que en vez de cobrar 20.000 sólo puede cobrar 10.000. O a lo mejor acaba renunciando a cobrar nada, o acaba teniendo que pagar para que alguien haga prácticas… o a lo mejor decide que si no es a ese precio prefiere no tener becarios. Ellos sabrán.
Hay muchas cosas en el mundo por las que yo no pagaría, y me consta que hay gente que sí que las paga. De la misma forma, yo gasto dinero y tiempo en cosas que a muchas otras les parecerá un absurdo. ¿Quién tiene razón? Pues todos, porque al fin y al cabo cada uno somos dueños de nuestro dinero, de nuestro trabajo, de nuestro tiempo. Y somos nosotros los que decidimos libremente qué valor le damos, y a cambio de qué lo entregamos.
En definitiva, esto no es más que un ejemplo de libro del funcionamiento de los mercados. Oferta y demanda, que se cruzan para alcanzar un equilibrio: el punto en el que aquello que ganan las dos partes y a lo que renuncian les parece bien. Y a quien no le parezca bien ese punto de equilibrio, con no participar en el intercambio lo tiene todo resuelto.

23 comentarios en “Pagar por trabajar, ¿y por qué no?”

  1. Pues en este barco no me enrolo… No por cabezonería, sino porque no puedo dejar de ver la naturaleza jurídica del asunto y un vicio en el intercambio de prestaciones esenciales: trabajo a cambio de precio, por mucha negociación (y renuncia) que haya de por medio. Si el becario es quien pone las dos prestaciones, trabajo y dinero, eso es un «enriquecimiento injusto» como el Titanic de grande, y ya puede la empresa argüir que la remuneración es en especie, en contactos, en «oportunidades» y en el blasón de San Cosme… El origen ulterior de la norma está en un contrato social al cual se supedita la voluntad de los particulares, un pacto para que esto no sea una jungla y tal… sabes mejor que yo el rollo. Alguien puede consentir en ser esclavo, a cambio de que le den un lecho de paja y dos ranchos al día, pero la esclavitud, my friend, está abolida. Es un ejemplo, no quiero asociar la oferta de becaría que mencionas al más mísero estado de la libertad humana. Pero en general los que tratan de vender lo de «sembrar para mañana» me dan mucha risa, sobre todo en estos tiempos en que nada ni nadie te asegura que haya un mañana.
    Otra cosa es que la capacidad de la norma para frenar tales excesos liberalistas vaya menguando, hasta convertirse en uno de esos montoncitos de arena que los niños ponen en la playa para que el agua no arrastre su castillito, y no vayamos a asistir ahora y en el futuro a proposiciones mucho más «atrevidas», y hasta dantescas, de lo que es un intercambio de prestaciones en el ámbito laboral. Yo desde que vi ofertas de becarios senior ya no tengo capacidad de sorpresa…
    Y sí, siempre nos podremos hacer autónomos si no nos gusta lo que nos ponen en el plato. Pero ¿te imaginas un panorama en que incluso al autónomo, fuera donde fuese a picar, solo le ofreciesen rancho y lecho de paja, contactos, oportunidades, canguingos y patas de peces?

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    • La esclavitud está abolida (y obviamente no me voy a meter en debate jurídico contigo, pero intentaré hacer mi argumento…), en cuanto sea un estado coercitivo, «como hagas amago de irte a otro sitio te doy latigazos hasta que mueras». Si eliminamos ese factor, ¿quién eres tú para definir cuál es el precio justo en una interacción? ¿Por qué te vas a arrogar tú la capacidad de decir «qué es lo que debe pagarse»?. ¿Con qué derecho? Si un señor dice que desea «trabajar por comida»… ¿vas a decir tú que lo sientes, pero que no se lo permites?
      Me pongo en la situación que dices, la del autónomo que «solo encuentra rancho y lecho de paja». Pues amigo, esa es la realidad. Son lentejas. Si ofreces algo de valor, estás en posición de negociar. Si hay una sobreoferta de lo que tú ofreces, a lo mejor «rancho y lecho de paja» es lo mejor que puedes conseguir. Y oye, si no te gusta, pues a dedicarte a otra cosa. Como ya argumenté cuando hablaba del que quería dedicarse a la petanca. ¿Acaso al señor que va por ahí ofreciendo sus servicios como petanquista le pagan mucho? ¿O «rancho y lecho de paja» le parece cojonudo, porque la realidad habitual es que es él quien paga por poder realizar su actividad? Por supuesto puede plantarse en «el Salario Mínimo Interprofesional» que se inventa la ley, pero a ese precio no habrá trato y fin de la historia porque ninguna ley me puede obligar a contratar a un petanquista.
      Leche, Ángel, ¿cuántos «conferenciantes» van «a rancho y lecho de paja» a los sitios? No es un escenario ficticio, es la realidad en muchos «mercados». Afortunadamente, siempre hay posibilidad (pero eso es responsabilidad individual) de buscar otros mercados, de diferenciar tu oferta, de intentar en definitiva mejorar tu posición competitiva.
      Y es que al final, una de las esencias del mercado es que si una situación te parece envidiable siempre puedes «apuntarte al chollo» (por el lado de la oferta o de la demanda, el que te toque), y con esa mera acción el mercado se reequilibra. Si lo de SCPF «funciona», surgirán otros que ofrezcan lo mismo por un poco menos. Nuevo precio de equilibrio. Y así hasta que se llegue a lo que el mercado, «la mano invisible», o sea la sociedad en su conjunto, considere «justo».

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  2. A mí no me parece mal que esta posibilidad pueda existir, ya que, como dices, es elección de cada uno elegirlo o no. Sin embargo, hay cosas que creo que se derivan de esto que no me gustan tanto, y que tienen mucho que ver con el concepto que tenemos del trabajo tanto trabajadores como empresarios:
    – Está claro que SCPF se vale de su buen nombre para poder poner esta oferta, que viene a ser el equivalente a una especie de máster. Sin embargo, al orientarlo de esta manera (y no como algo con un exigente proceso de selección para darte una beca, intentando encontrar a una joya en bruto), y concebirlo así, están haciendo un máster en lo que lo único que se comprometen a hacer es a tenerte en el trabajo, y ya están sacando rendimiento por ti. A lo mejor se cuidan mucho de enseñarte, y de ponerte en equipos que hacen cosas interesantes, pero los incentivos que pueda tener en que aprendas algo (en lugar de, bien un máster al uso, donde se supone que recibes formación; bien un becario «de lujo», donde intentas encontrar a alguien prometedor) son mínimos. Así que puede fácilmente terminar en una situación de «tú haces como que aprendes, nosotros hacemos como que te enseñamos, y al final pones en tu CV que has trabajado aquí 10 meses».
    – Y esto lleva al segundo punto. La experiencia. Es curioso que se busque «trabajar en la empresa X» en lugar de «trabajar haciendo Y». Creo que todavía estamos en un punto en el que enseñamos/nos creemos que la manera de empezar «con buen pie» en el mundo laboral es con una empresa reconocida, así sea poniendo cafés. Reconozco que no me gusta nada cómo se plantea la educación, con másters interminables y «preparación sin fin», así sea de títulos que, seamos serios, no parece que tengan demasiado sentido en muchos casos. Creo que nos seguimos planteando la vida como una especie de videojuego en etapas, pasas la primera pantalla y llegas a la segunda. Terminas la segunda y sigues a la tercera, etc… Terminar la educación supone terminar con eso, y entiendo que hay gente que le da vértigo y prefiere pensar «que no está suficientemente preparada», a pesar de que todo esté orientado casi sin relación con lo que es el mundo laboral.
    – Pero todavía. ¿No estamos reduciendo la vida laboral a muy pocos años? Me explico, se supone que necesitas «preparación y experiencia» para trabajar en cualquier sitio, así que mucha gente tarda en conseguir su primer trabajo. Y, luego, tenemos metidos en la cabeza que, a partir de 40 años, ya somos «viejos» y poco menos que «inempleables», todos nerviosos por que nos echen y podamos encontrar otro trabajo. ¿No era que valorábamos la experiencia? Ah, un poco, si es mucha ya no… No sé, me resulta curioso que reduzcamos de manera tan artificial el momento «óptimo» de un trabajador a unos 10 años, más o menos…
    En fin, sé que toco muchos palos distintos, pero es que a todo este jaleo le veo poquísimo sentido… (otra cosa es que no tenga ningún reparo en pensar que, si ellos quieres, pues ellos sabrán, claro está)

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  3. Estimado Raúl,
    tu explicación es cristalina. Y como siempre, la gente, a juzgar por los dos comentarios de tus lectores anteriores, no entiende la esencia de tu argumento.
    Ya puedes explicar por activa y por pasiva que en un intercambio voluntario ambas partes obtienen valor, pues de otra manera el intercambio no se llevaría a cabo. Nada, no lo comprenderán, no entenderán que el valor es subjetivo. Repetirán los consabidos clichés sobre la esclavitud, la legalidad y la ley de la jungla.
    No se dan cuenta de que en la jungla no hay intercambios voluntarios ni cooperación, sino coacción. Tú lo único que dices es que hemos de dejar que las personas entren en los intercambios voluntarios que ellas decidan.
    Creo que la gente, como el comentarista inicial (Ángel), no acepta la libertad de los demás y no está a gusto con la idea de que las personas decidan por sí mismas cómo emplear su tiempo y su dinero. Supongo que la libertad es un concepto que no tiene importancia para él. Por supuesto, disfrazan su disgusto con la libertad personal de humanitarismo y justicial social.
    Pero bueno, es lo de siempre. Enhorabuena por el artículo. Qué pocas veces vemos a alguien defender lo obvio impopular.

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    • Gracias por la sugerencia, pero llegué a este punto de «moderación previa de comentarios» (sólo para la primera vez que alguien comenta) por la experiencia… para mí está bien así aunque entiendo que puede resultar frustrante de inicio 🙂

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  4. Una de las falacias más grandes es la de que un mercado es libre meramente con que no esté intervenido. Falso, para que un mercado sea libre tienen que darse muchas más condiciones: entre ellas, que ninguna parte tenga poder de fijación de precios. Y este es el caso más claro de poder desproporcionado de fijación de precios que he visto en mi vida.

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    • Davidm, «poder desproporcionado de fijación de precios». Perdoname, pero eso no es cierto. SCPF propone (que no fija) un precio. Los aspirantes pueden aceptarlo, o no. Pueden dirigirse a otros ofertantes que fijan un precio diferente. ¿Dónde está la «fijación de precios»?
      Antonio, que a ti te parezca una tomadura de pelo (algo legítimo) no eleva tu opinión a verdad absoluta. Lo que para ti es una tomadura de pelo, para otro es el chollo de su vida porque «por solo 20.000 euros puede meter la cabeza en una prestigiosa agencia» (exagero… bueno, o no, quién sabe que de todo hay en el mundo). Por lo tanto no hay «ética» que valga; o mejor dicho, no vale imponer tu ética a la de los demás.
      Como bien decía Homo Mínimus en su tuiter, «¿Prohibirías a tu amigo salir con esa vecina tan fea a la que tú no tocarías ni con un palo?». Que a ti te parezca fea no implica que a tu amigo también se lo parezca. Si él quiere, algo habrá visto en ella. Y ya está, a ti tampoco te hace ningún mal.
      Homo Mínimus, estoy en esencia de acuerdo contigo. Ángel o Jaime no son sospechosos de «trollear» (son viejos conocidos de este blog), y siempre es interesante leer sus puntos de vista discrepantes. Aun así, en este caso, yo lo tengo claro.

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  5. Jurídicamente se cambia trabajo por precio, pero el precio no ha de ser necesariamente dinero. Puede ser cualquier cosa que tenga valor para el que la recibe.
    La clave aquí está en «para el que la recibe». Intentar limitar eso, es extremadamente peligroso.
    Por lo mismo se podría pensar que en una universidad se paga por un esfuerzo que es estudiar. ¿No sería también injusto?
    Si la respuesta es : » Pero ahí aprendes», entonces empiezas a ver la semejanza con el caso que estamos viendo.
    Un saludo.

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  6. No pienso que deba prohibirse algo así. Dios me libre. Lo que sí digo es que me parece (es una opinión, no una verdad absoluta) una tomadura de pelo y por tanto criticable desde un punto de vista ético.

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  7. La misma reflexión puede aplicarse a todo el sistema: ¿deben existir los convenios?¿según qué impuestos?¿horarios comerciales?¿precios pactados?¿no puedo poner una farmacia, un taxi, etc?¿no puedo despedir a un mal trabajador sin tener que pagar un pastizal?¿no puedo ser apátrida?

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  8. En absoluto creo que Ángel o Jaime sean troles (además, es un calificativo que me fastidia mucho). Yo, con toda seguridad, soy más trol que cualquiera de ellos.
    Seguro que en su ámbito privado no se les ocurriría prohibir a nadie salir con chicas feas a las que ellos no tocarían ni con un palo, ni obligar a sus amigos a tener o no tener ciertos tipos de prácticas sexuales.
    Pero pasan al ámbito público, y puesto que es el gobierno –ese ente abstracto– el que se encarga de mandar y coaccionar (legítimamente dicen) a los ciudadanos, entonces ellos se ahorran el trabajo sucio de ejercer la violencia para imponer sus valores. El gobierno cumple esa función por ellos.
    Es esa contradicción de imponer sus valores personales a los demás en los intercambios voluntarios, indirectamente a través del gobierno o el estado, la que no acaban de ver.
    Un saludo.

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  9. En un mercado libre, nadie impone ningún precio. Como bien dice Raúl, solo puede «proponer». Y la otra parte acepta, hace una contraoferta o se retira pacíficamente y busca otro intercambio que le satisfaga.
    Es lo mismo que en las relaciones personales libres: una mujer maravillosa con «gran poder de mercado» (= muchísimo atractivo y muchísimos pretendientes) pretende de mí una atención continua, regalos, cenas en lugares caros y contrato matrimonial. Y si declino, tiene mil moscones detrás que le darán lo que quiere.
    ¿Fija esa mujer tan estupenda el «precio» de intercambio de sus favores por los míos?
    No, no los fija, solo propone unas condiciones, y yo soy libre de aceptar o rechazar la oferta o de iniciar un proceso de negociación más o menos formal que dé con un acuerdo conveniente para ambos.
    Esta es la ventaja moral del mercado frente a la coacción del estado u otros organismos públicos.

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  10. Bueno. Extraer de mi comentario, quizá desacertado, quizá no, si acaso defensor de los primeros términos del Estatuto de los Trabajadores, corolarios autoritarios o proclives a negar la libertad individual para todo o casi todo, me parece demasiado sumario, desorientado y además en formas agrias. Pero no queda otra que respetarlo. Quizá el señor Homo Minimus sepa muy bien (quizá no) lo que hago en mi vida privada y en mi vida pública gracias a esa portentosa capacidad para el análisis.
    ¡¡Lo confieso!! Me has «retratao», tío 😛

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  11. No se me alborote el gallinero… 🙂
    Cuando decía que Ángel o Jaime no son «trolls», me refería a que son personas sensatas y sólidas cuya opinión merece la pena siempre ser escuchada. Aunque en este caso no me convenzan 😀

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  12. Por alusiones 😛
    Reconozco que me pasa por salirme algo del «tema», y, aunque lo he dicho, lo volveré a decir. Tienen todo el derecho, y si alguien acepta, pues él sabrá mejor que yo si le merece la pena o no. También SCPF sabrá mejor que yo o que nadie más si lo que gana compensa o no. No se lo voy a prohibir a nadie, ni a echarme las manos a la cabeza, porque es algo voluntario. Faltaría más.
    Mi comentario era más a colación de que me parece que hay algo equivocado (en mi opinión) en la manera en la que se enfocan estos temas en España, en lo que son los becarios, y en la percepción de la entrada al mundo laboral (y, si me tirais de la lengua, lo que quiere decir «ser trabajador» incluso). Sé que no era «el tema propuesto» y me he salido un poco por la tangente. Disculpas.

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  13. Un cliente se acerca a un oligopolio o monopolio. El oligopolio propone su precio. El cliente dice que no, y se va del mercado. Porque no hay mercado fuera del oligopolio. Y como el cliente es libre de salirse del mercado, lo consideramos un mercado «libre».
    ¿No?
    Pues no, por supuesto que no. La situación descrita no es, bajo ningún concepto, un mercado libre. En un mercado libre no solo hay libertad para aceptar la propuesta o rechazarla. También hay un poder equilibrado para negociar el precio. Y si no, no es un mercado libre.

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  14. Daviddm, creo que no entiendes la naturaleza ni el funcionamiento básico de un mercado. Un mercado no es un lugar donde todo el mundo consigue lo que quiere en las condiciones que desea.
    No es más que un mecanismo de cooperación social y de intercambio.
    A mí ningún monopolio o oligopolio de yates de lujo me echa del mercado. Simplemente, no tengo el poder adquisitivo suficiente para comprar un yate de lujo.
    Por otra parte, no hay ningún problema en que un mercado tenga pocos oferentes o uno solo, siempre que no sea por razones legales, por ser un monopolio legal.
    Mientras haya libertad de entrada y salida de oferentes y demandantes es un mercado libre.
    Y te repito una vez más: que el precio de un determinado mercado no interese a un comprador o vendedor particular no vuelve al mercado menos libre.
    Un poco de economía básica evitaría tanto debate y malentendido.

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  15. En esencia estoy de acuerdo en que cada uno es libre de hacer lo que quiera. La empresa de ofrecer y los becarios de contratar (de hecho he leído en declaraciones del propio responsable de SCPF que en el primer día ya llamaron 40 personas para interesarse sobre ello). Pero con peros. No es tan sencillo.
    Una cosa es lo que el mercado es capaz de autorregular y otra lo que la ética o el sentido común nos dicta.
    Lo que quiero decir es que el hecho de que haya gente que se inscriba y pague los 20.000 no hace que la iniciativa sea una buena idea, ni a nivel de reputación ni a nivel de cuenta de resultados.
    ¿Está mal o está bien? Como dices, es subjetivo. ¿Lo hubiera hecho yo? No. Si fuera SCPF mi negocio sería trabajar para mis clientes, no la formación, la figura del becario me parece más una obligación por parte de las empresas y en ningún caso deberían ser pagando. Pagar, además, es siempre una mala forma de discriminar el talento.

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  16. Homo Minimus, let’s agree to disagree.
    Considero que eres tú el que no entiende el funcionamiento de un mercado ni la economía básica. Un mercado libre no es un mercado con libertad de entrada y salida, sino además, un mercado de competencia. Mercados oligopolísticos y monopolísticos no son libres, independientemente de que el monopolio tenga origen legal o privado (especialmente, si es de origen privado).
    No he dicho que el precio «interese o no» ni que «todo el mundo consiga lo que quiere», sino que exista una capacidad real de negociación. El pricing power y la maquinación para alterar el precio de las cosas son conceptos reales de economía y derecho, échales un vistazo.

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  17. David, no estoy de acuerdo contigo en definir este caso como «oligopolio» ni «monopolio». Hombre, si defines el mercado como «hacer prácticas en SCPF» obviamente sí, es un monopolio, porque solo SCPF puede ofrecer ese bien. Pero «hacer prácticas en una agencia» hace que cualquier agencia y cualquier becario puede concurrir. La capacidad de negociación no se da entre dos agentes concretos, sino entre el conjunto de la demanda y el conjunto de la oferta.
    Obviamente, cuanto más perfecta sea la competencia (infinitos ofertantes, infinitos demandantes, información 100% conocida y compartida), mejor funciona el mercado.

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  18. Raúl, ahí ya estaba hablando de una forma general, no de este caso.
    Sin embargo, no me parece descabellado, en la actual situación de paro, decir que todo el mercado de trabajo es un oligopolio. Bueno, admito que puede ser una ligera trolleada. 🙂

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