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Pausa y duelo

Cuenta Tara Brach, en su libro Aceptación Radical, la historia de los primeros vuelos militares que, allá por los años 50, buscaban batir records de altitud. Enfrentados a condiciones desconocidas los pilotos intentaban aplicar su entrenamiento para controlar los aviones… con catastróficos resultados. Hasta que un día Chuck Yeager, en medio de las turbulencias, sufrió un golpe y se desmayó. 

Y claro, desmayado no puedes controlar un avión.

¿Qué sucedió? 

Que el avión inició un peligroso descenso… hasta altitudes donde las maniobras aprendidas por los pilotos sí servían. Chuck Yeager se despertó a tiempo, recuperó el control de la aeronave, y consiguió regresar.

Y en el proceso aprendió algo importante: a veces lo mejor es dejar de intentar controlar las cosas y dejar que pase lo que tenga que pasar. Porque nuestros intentos de control no solo no ayudan, sino que pueden incluso entorpecer.

Tara Brach utiliza esta historia para ilustrar la importancia de «la pausa»: momentos (o etapas) en las que dejamos de pelearnos con el mundo, intenando controlarlo, y dejamos que las cosas fluyan.

Si sigues habitualmente esta newsletter quizás hayas notado algo: en las últimas semanas no te ha llegado.

Cosas de la pausa.

Según la escala de estrés de Holmes y Rahe un divorcio es el segundo evento vital más estresante, solo por detrás de la muerte de la pareja. 

Y es que, por muy bien que lo quieras llevar, y por muy civilizado y sereno que lo afrontes, divorciarse implica muchos reajustes: logísticos, emocionales, relacionales, económicos, identitarios. 

Implica, sobre todo, gestionar una pérdida.

Un duelo.

Elizabeth Kübler-Ross habla de cinco etapas del duelo: la negación, el enfado, la negociación, la depresión y la aceptación. Pero, aunque resulte útil hablar de «etapas», lo cierto es que no es un proceso lineal. Las etapas se mezclan unas con otras, a veces en el curso del mismo día. Por semanas parece que estás más cerca de la aceptación, y luego algún evento te vuelve a echar para atrás, y te encuentras dando tumbos por el enfado o la tristeza.

Un cacao que, salvando las distancias, se parece a las condiciones desconocidas que enfrentaban los pilotos de los años 50 cuando se elevaban miles de metros sobre el suelo. Un cacao en el que, a lo mejor, una pausa es lo mejor que puedes hacer.

Te confieso que, desde la autoconsciencia, es curioso verse metido en esas turbulencias. Ir identificando las emociones y las sensaciones, y asociándolas a las distintas etapas.

La parte buena es que sabes que es un proceso y que, en algún momento, las turbulencias cesarán y volverás a alcanzar cierta estabilidad.

La parte mala es que ser consciente del proceso no te libra de vivirlo con toda la intensidad.

Esta newsletter tiene también una parte buena y una mala.

La buena es que es «de autor», muy personal y muy honesta. Aquí no hay refritos, ni «publicar por publicar», ni asepsia. Todo nace de la reflexión personal y de las ganas de compartir.

La mala es que es «de autor», muy personal y muy honesta. Y eso implica que el contenido de la newsletter (incluso su propia existencia) va ligada al momento vital de quien la escribe, a sus inquietudes e intereses en cada momento. Y eso a veces hace que las temáticas no sean tan «estables», o tan ceñidas a la promesa inicial, o tan «estrictamente profesionales» como a lo mejor alguien podría esperar.

Si me llevas leyendo un tiempo esto es algo de lo que ya te habrás dado cuenta. Y como sigues por aquí puedo concluir que no te disgusta del todo. Gracias por eso 🙂

Lo digo porque básicamente eso va a seguir siendo así: no concibo esta newsletter de otra forma.

¿Y a partir de aquí qué?

Pues como suele suceder en la vida… lo iremos descubriendo, yo el primero :).

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