Hace más de 12 años que tengo este blog. Durante la inmensa mayoría del tiempo, no me he preocupado demasiado de «qué contenidos» iba creando. De hecho, una de las cosas de las que me he enorgullecido es del carácter «orgánico» del blog, de que he ido hablando de lo que me apetecía y cuando me apetecía. No ha habido un «criterio editorial», ni un «calendario de publicación». Al menos no explícito, claro; supongo que de una u otra forma mi mente sí ha ido diciendo «esto cabe» y «esto no cabe».
El caso es que en los últimos tiempos estoy cambiando un poco el foco. No demasiado, pero si «un poco». La serie de historias de profesionales independientes, las entrevistas en formato podcast, el canal de youtube, los contenidos sobre aprendizaje, la lista de correo de Skillopment… son iniciativas más concretas, más intencionales. Y como tal, también más sujetas a reflexión y a análisis.
¿Qué tipo de contenido quiero hacer? ¿A quién va dirigido? ¿Qué tal funciona? ¿Gusta, o no gusta? ¿Es «rentable», cumple sus objetivos? ¿Cómo enfocar los siguientes pasos? Estas son algunas preguntas que me hago. Sin volverme loco, no vayáis a pensar. Sé que esto tampoco es una ciencia exacta, que no se pueden sacar conclusiones en el corto plazo, y sigue habiendo un factor de «esto lo hago porque quiero». Pero aun así.
En este contexto, una de las cosas a las que le estoy dando vueltas es a la combinación de «contenido» y «tono». Y me explico.
Cuando uno crea contenidos pensando en otros, hay una doble aspiración inicial. Por un lado, «resultar útil». Es decir, alguien llega a ti en busca de algo: respuestas, entretenimiento, información, lo que sea. Puede ser a través de buscadores, o a través de referencias de un tercero. El caso es que viene buscando un contenido concreto, útil, aplicable. Y tú aspiras a crear esos contenidos, a que alguien cuando los lea vea satisfecha esa curiosidad y, si es posible además, le guste tanto que se lo recomiende a otros.
Hay también una voluntad de «construir autoridad». Es decir, no solo de satisfacer una necesidad puntual, sino de posicionarse como «experto en la materia». Que quien llegue a tus contenidos se quede con la copla de que merece la pena tenerte en el radar. Ya estos dos primeros objetivos no siempre coinciden: hay veces que construyes autoridad sin ser útil, y hay otras donde puedes ser útil sin construir autoridad.
Pero también creo que, si aspiras a generar una cierta continuidad en el consumo de tus contenidos, tienes que crear una conexión que vaya más allá de lo «intelectual». Porque reconozcámoslo, si nos ceñimos a lo intelectual hay miles de contenidos potencialmente iguales o mejores que los tuyos. Si te limitas a competir en buscadores con contenidos asépticos estás condenado a pelear por las migajas. Si quieres «construir una audiencia», necesitas conectar con ella en otros niveles. Y ahí es donde tiene que diluirse la frontera entre «lo que dices» y «quién eres», donde tiene sentido que entren (en mayores o menores dosis) detalles de tu vida personal, donde cabe contar historias. Que, en definitiva, des motivos para que la gente (alguna gente) quiera escucharte a ti, y no a otro. Que haya gente que tenga curiosidad por saber «qué es de este tipo, en qué andará metido esta semana». Y todo esto, a ser posible, cumpliendo con las dos primeras aspiraciones de utilidad y construcción de autoridad.
A todo esto cabría añadirle, de una forma más o menos directa, una cuarta dimensión: la voluntad de hacer negocio, de sacar algún rédito más o menos directo (en forma de generación de leads, oportunidades de negocio, «compra mi libro», clicks de publicidad, «apúntate a mi curso»… lo que sea).
Últimamente me descubro analizando los contenidos bajo este cuádruple prisma. No solo los míos, si no todos los que consumo. Intento ver qué tienen aquellos contenidos «que me apetece seguir», y cómo equilibran estas cuatro necesidades. Intento sacar conclusiones, y ver cómo me las puedo aplicar a mí mismo. Teniendo en cuenta, claro, cuál es mi propia personalidad, y cuál es la «reputación» que puedo querer construir; no hay soluciones universales.
La verdad es que mirar los contenidos bajo este enfoque me está resultando interesante. Lo cual no quiere decir que el equilibrio sea sencillo de conseguir…
Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí
Este es un asunto recurrente para quienes tenemos costumbre de escribir. Por simplificar: ¿lo que pide el cuerpo o lo que creemos que conviene para nuestra actividad profesional? Un buen lío, sobre todo si mezclas personal y profesional, día sí y día también. Desde luego que a ti te veo mucho más «profesional» últimamente. A lo mejor nos sirves de referente para balancear bien ambas facetas. Cuando vuelva a la vida civil, tras el doctorado, prometo ponerme con ello 🙂
Sí, en los últimos tiempos he metido un «empujón» consciente a esa faceta más «profesional». No sin incomodidad, porque supone hacer algo distinto, pero tampoco tanta (porque en este caso «me lo creo», y me siento a gusto con el discurso). Pero sigo creyendo que hace falta la parte «personal», que es la que hace que este blog sea mi blog y no el de «cualquier otra persona». Supongo que es cuestión de ir equilibrando.
También me he dado cuenta de que hay dos públicos muy distintos, el de los «habituales» (que te conocen, aprecian cierta continuidad/coherencia, etc.) y el de los «ocasionales». Cada uno busca una cosa, cada uno requiere un tono… y es otra cosa que hay que equilibrar.