Es una sensación que ocurre de vez en cuando. Ves a otra persona y te gustaría ser como él: «mira qué tipo más simpático», «mira qué bien se defiende ante las cámaras», «mira con qué tranquilidad afronta las situaciones de crisis», «mira qué bien habla en público», etc…
Lo cual no está mal, como vía para detectar elementos de mejora. Pero creo que hay un error de base en la comparación, y es que cada uno tenemos nuestro propio estilo. ¿Es que para ser gracioso tengo que contar chistes como el de la tele? ¿Tengo que tener los nervios de Clint Eastwood para momentos de tensión? ¿Tengo que reaccionar como fulano o mengano?
Probablemente no. Cada uno tenemos nuestra forma de ser, nuestro estilo. Con sus cosas buenas, y sus cosas malas. Y, como ya he dicho en alguna ocasión, es mucho más rentable centrarse en hacer que las cosas buenas sean excelentes en vez de intentar que las cosas malas pasen a ser mediocres. Posiblemente eso nos descalifique para determinadas situaciones o rumbos vitales o profesionales (aquellos en los que se necesitan cosas en las que nosotros somos malos). Pero permitirá que destaquemos especialmente en otras (aquellas en las que se necesitan cosas en las que nosotros somos buenos).
No se puede ser «todo para todos». Seamos nosotros mismos. ¿Y tú, en qué eres bueno?
PD.- ¿Y esto a qué viene? Pues a una mezcla de inseguridades ante determinadas situaciones (en las que me gustaría poder/saber reaccionar como otros «modelos» que has podido ver por ahí) y de sueño acumulado (ayer, despierto a las 3:30 de la mañana. Hoy, 4:30). Cuando tengo sueño, divago…
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