Esta mañana me desperté temprano sin querer. Y antes de darme cuenta, la cabeza se me había puesto en marcha. Empecé a darle vueltas a unas ideas. Las visualizaba, las describía, las relacionaba, las reformulaba. Cada vez más rápido, tenía la sensación de que mi cerebro estaba revolucionado, como sucede a veces con los ordenadores cuando se les exige demasiado y empiezan a resoplar los sistemas de ventilación. Algunas de las ideas parecían interesantes, pero se me escapaban entre los dedos. En otros momentos me daba cuenta de que estaba dando vueltas una y otra vez al mismo detalle, como en bucle.
Un trabajo cerebral interesante… y por sí mismo bastante improductivo. Sí, es verdad, el cerebro necesita tiempo para trabajar por sí mismo, sin que haya un ejercicio consciente de «foco», y está bien que así sea. Pero también es verdad que, si uno se encuentra asistiendo de forma consciente (o al menos parcialmente; sospecho que esa sensación que tenía era producto de esa fase de transición entre sueño y vigilia) al proceso, es una pena no aprovechar para tratar de «solidificar» parte de esos pensamientos.
Así que eso es lo que he hecho. Me he levantado a por el portátil, y me he puesto a escribir en un documento las ideas que estaban pululando por mi cabeza. No he tardado mucho, y tampoco he tratado de elaborarlas demasiado. Un simple listado de puntos que me ha parecido interesante dejar por escrito, y sobre los que ya volveré más adelante para trabajarlos.
Lo curioso es que tras este ejercicio, mi cabeza se ha relajado. Las ideas ya no están rebotando unas contra otras a toda velocidad. Están en otro lugar, capturadas para poder procesarlas más adelante, (como plantea el método GTD) con mayor foco.
Hace tiempo encontré por ahí esta ilustración (rascando un poco, veo que es del ilustrador Asaf Hanuka). Me pareció muy representativa. Muchas veces, la mejor forma de que la cabeza se «desalborote» es fijar las ideas en un papel.
Esta es uno de los principios del sistema GTD: Nuestra mente es muy mala para «retener» temas en backlog. Si algo nos ronda por la cabeza, si tenemos algo que nos está preocupando y sobre lo que queremos trabajar, lo que hay que hacer es apuntarlo en un sistema de gestión fiable para que nuestra cabeza pueda «descasar» sabiendo que es algo que podremos recuperar más tarde, que no se nos va a olvidar.
Por cierto… Genial la ilustración 🙂
Para esto uso mucho papel y boli o el widget de evernote en el móvil.
Y si se trata de pensamientos negativos? Sirve también ponerlos en papel o eso los consolida?
Seguro que alguien puede responder con más propiedad que yo. Yo solo puedo hablar de mis sensaciones, de mis experiencias. Y sí, poner en papel los sentimientos negativos también ayuda. Gran parte del potencial negativo de los pensamientos reside en su capacidad de estar «rumiándolos», dándole vueltas sin parar. Así, su efecto multiplicador es casi infinito. Mientras que por otro lado, al ponerlos por escrito, diría que les ponemos un bozal, limitamos su efecto dañino. Nos separamos un poquito de ellos, los vemos con más distancia.
Pennebaker, por ejemplo, investiga la función terapeútica de la escritura en este libro: Expresing writing: words that heal.
http://www.amazon.com/Expressive-Writing-Words-that-Heal/dp/1611580463/ref=sr_1_sc_1?ie=UTF8&qid=1426585389&sr=8-1-spell&keywords=pennbaker
En este y otros libros corrobora tus sensaciones.