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Simplicidad vs precisión

Tengo encima de mi mesa un caso paradigmático de «simplicidad vs precisión«. Estoy diseñando una herramienta de seguimiento financiero, y pocas cosas hay más susceptibles de «precisión» que las finanzas. De hecho, el seguimiento y el reporte financiero debería ir «al céntimo». Y sin embargo…
Ocurre que en el diseño inicial había una serie de requerimientos: «quiero controlar esto y aquello, tener este nivel de detalle, etc.». Fenomenal, me puse manos a la obra. Pero una vez puesto en marcha, el feedback fue «uf, esto es demasiado lioso… tengo que meter demasiados datos… la visualización es difícil… TENDRÍAMOS QUE SIMPLIFICAR«.
La relación entre complejidad y exactitud es directamente proporcional. Una solución simple normalmente no te va a dar la mayor de las exactitudes. Si quieres mayores grados de precisión, tienes que aumentar la complejidad. Ahora bien, ésta no es una relación 1 a 1. A veces una solución sencilla te da un nivel de exactitud bastante importante, y no merece la pena ir más allá. A veces esa relación es abrupta (necesitas un incremento sustancial en la complejidad para mejorar sensiblemente la exactitud), a veces es progresiva (a medida que introduces complejidad marginal obtienes mejoras marginales en el otro ámbito), a veces es exponencial, a veces escalonada… en definitiva, hay una curva que relaciona las dos variables, pero la forma de esa curva no es evidente.
Sucede además que «complejidad» es una variable subjetiva. Lo que para unos es complejo, para otros no lo es. Aquí toca hacer un esfuerzo de empatía, porque la primera reacción de un egocéntrico no es la más constructiva del mundo («si no lo entiendes no es mi problema»… sí que lo es, en realidad). Cuando alguien te dice que algo (que has hecho tú) «es lioso», es que a él le parece «lioso» e, independientemente de lo que tú puedas opinar, su realidad es esa. De nada vale lo que tú creas, porque al final quien lo tiene que usar es él. Lo que sí está en tu mano es explicar a qué renuncias con la simplificación.
Otro elemento que hay que tener en cuenta es que la «exactitud» también es una variable relativa. ¿Realmente necesitas «exactitud», o te basta con una «aproximación razonable»?. Depende de las circunstancias, claro, pero (de nuevo aparece aquí nuestro amigo Pareto) posiblemente hay un punto de que «con el 20% de la complejidad puedes conseguir el 80% de la precisión», y que con ese 80% de precisión te baste y te sobre. Entender dónde está ese punto de «aproximación razonable» es otro factor que hay que manejar, y de nuevo la empatía es una herramienta fundamental.
Finalmente está la cuestión del diseño. Es decir, sea cual sea la curva que relaciona complejidad y exactitud es posible «moverla hacia la izquierda» haciendo un trabajo más o menos intenso de diseño. Cuando digo «mover a la izquierda» quiero decir conseguir el mismo grado de precisión reduciendo la complejidad. A veces esa reducción es real (haciendo las cosas de otra manera), y a veces es solo aparente (tienes que montar unas «tripas» complejas que dan una apariencia de usabilidad simple). En todo caso se requiere un análisis profundo, tiempo, esfuerzo, conocimientos… Como dice Richard Branson, «es complicado hacer algo simple». Aquí el problema que te puedes encontrar es de plazos, de dedicación (y por lo tanto coste)… a veces resulta difícil explicar que «algo simple» en realidad tiene mucho trabajo detrás.
En definitiva, un proceso muy interesante, no exento de frustraciones pero también muy enriquecedor.

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