Hace más de 12 años que tengo este blog. Durante la inmensa mayoría del tiempo, no me he preocupado demasiado de «qué contenidos» iba creando. De hecho, una de las cosas de las que me he enorgullecido es del carácter «orgánico» del blog, de que he ido hablando de lo que me apetecía y cuando me apetecía. No ha habido un «criterio editorial», ni un «calendario de publicación». Al menos no explícito, claro; supongo que de una u otra forma mi mente sí ha ido diciendo «esto cabe» y «esto no cabe».
El caso es que en los últimos tiempos estoy cambiando un poco el foco. No demasiado, pero si «un poco». La serie de historias de profesionales independientes, las entrevistas en formato podcast, el canal de youtube, los contenidos sobre aprendizaje, la lista de correo de Skillopment… son iniciativas más concretas, más intencionales. Y como tal, también más sujetas a reflexión y a análisis.
¿Qué tipo de contenido quiero hacer? ¿A quién va dirigido? ¿Qué tal funciona? ¿Gusta, o no gusta? ¿Es «rentable», cumple sus objetivos? ¿Cómo enfocar los siguientes pasos? Estas son algunas preguntas que me hago. Sin volverme loco, no vayáis a pensar. Sé que esto tampoco es una ciencia exacta, que no se pueden sacar conclusiones en el corto plazo, y sigue habiendo un factor de «esto lo hago porque quiero». Pero aun así.
En este contexto, una de las cosas a las que le estoy dando vueltas es a la combinación de «contenido» y «tono». Y me explico.
Cuando uno crea contenidos pensando en otros, hay una doble aspiración inicial. Por un lado, «resultar útil». Es decir, alguien llega a ti en busca de algo: respuestas, entretenimiento, información, lo que sea. Puede ser a través de buscadores, o a través de referencias de un tercero. El caso es que viene buscando un contenido concreto, útil, aplicable. Y tú aspiras a crear esos contenidos, a que alguien cuando los lea vea satisfecha esa curiosidad y, si es posible además, le guste tanto que se lo recomiende a otros.
Hay también una voluntad de «construir autoridad». Es decir, no solo de satisfacer una necesidad puntual, sino de posicionarse como «experto en la materia». Que quien llegue a tus contenidos se quede con la copla de que merece la pena tenerte en el radar. Ya estos dos primeros objetivos no siempre coinciden: hay veces que construyes autoridad sin ser útil, y hay otras donde puedes ser útil sin construir autoridad.
Pero también creo que, si aspiras a generar una cierta continuidad en el consumo de tus contenidos, tienes que crear una conexión que vaya más allá de lo «intelectual». Porque reconozcámoslo, si nos ceñimos a lo intelectual hay miles de contenidos potencialmente iguales o mejores que los tuyos. Si te limitas a competir en buscadores con contenidos asépticos estás condenado a pelear por las migajas. Si quieres «construir una audiencia», necesitas conectar con ella en otros niveles. Y ahí es donde tiene que diluirse la frontera entre «lo que dices» y «quién eres», donde tiene sentido que entren (en mayores o menores dosis) detalles de tu vida personal, donde cabe contar historias. Que, en definitiva, des motivos para que la gente (alguna gente) quiera escucharte a ti, y no a otro. Que haya gente que tenga curiosidad por saber «qué es de este tipo, en qué andará metido esta semana». Y todo esto, a ser posible, cumpliendo con las dos primeras aspiraciones de utilidad y construcción de autoridad.
A todo esto cabría añadirle, de una forma más o menos directa, una cuarta dimensión: la voluntad de hacer negocio, de sacar algún rédito más o menos directo (en forma de generación de leads, oportunidades de negocio, «compra mi libro», clicks de publicidad, «apúntate a mi curso»… lo que sea).
Últimamente me descubro analizando los contenidos bajo este cuádruple prisma. No solo los míos, si no todos los que consumo. Intento ver qué tienen aquellos contenidos «que me apetece seguir», y cómo equilibran estas cuatro necesidades. Intento sacar conclusiones, y ver cómo me las puedo aplicar a mí mismo. Teniendo en cuenta, claro, cuál es mi propia personalidad, y cuál es la «reputación» que puedo querer construir; no hay soluciones universales.
La verdad es que mirar los contenidos bajo este enfoque me está resultando interesante. Lo cual no quiere decir que el equilibrio sea sencillo de conseguir…
blogs
La evolución de las publicaciones
Hace unos días, en el transcurso de una comida, comentaba Antonio Ortiz sus nuevas responsabilidades dentro de Weblogs SL: centrarse en labores de investigación e innovación sobre cómo evoluciona la creación y distribución de contenido online, para así poder dirigir a la empresa en el camino correcto con el transcurso de los años.
Para poner en contexto a quienes no conozcan la historia, Weblogs SL es una empresa que nació hace más de diez años alrededor del concepto de los «blogs temáticos». Antonio es uno de los socios fundadores, y durante un tiempo yo estuve vinculado a la empresa (como editor y coordinador de alguno de los blogs, y luego realizando labores de servicios a empresas). El caso es que, por aquel entonces, los blogs eran «el futuro». Todos los que nos acercábamos a ese mundillo teníamos la sensación de estar explorando nuevos caminos («cómo, ¿que cualquiera puede publicar lo que quiera en internet así sin más?»), y compartíamos la excitación de sentirnos pioneros.
Pero claro, han pasado diez años, y con ellos muchas cosas. Vinieron las redes sociales, vino el video, y muchos otros cambios en la forma de publicar, consumir y distribuir contenidos en la red. Lo que hace diez años era «lo novedoso» ya se ha quedado no sé si obsoleto, pero sí «viejuno». Más de una vez se ha proclamado su muerte, y aunque es verdad que aquí seguimos, a veces tiene uno la sensación de ser unos «abueletes de internet», contando batallitas de los «buenos viejos tiempos».
En este sentido, es obvio que el planteamiento de Antonio de «buscar alternativas/complementos» al blog como concepto tiene todo el sentido. Y de alguna manera vino a ponerle el cascabel a una sensación que yo he venido teniendo en los últimos tiempos. Llevo escribiendo este blog más de 11 años, me siento muy cómodo con él. Me permite expresar ideas e inquietudes, desarrollar razonamientos… Creo que escribo cosas interesantes, sin mucho «bullshit», que pueden servir como elemento de reflexión a otras personas, y que en paralelo pueden reforzar mi «marca personal». Y sin embargo, tengo la sensación de que su alcance cada vez es más limitado. Cuando publico algo, me leen un «puñado de incondicionales» que todavía siguen viniendo vía RSS (gracias, amigos :D) o incluso de forma directa (hola, mamá). Si pongo el enlace en twitter o en linkedin, se suma otro piquito de visitas. En algunas ocasiones se genera un pequeño efecto viral gracias a algún retuit o alguna mención, efecto que muere pronto. Y ya, el ciclo de vida del contenido muere ahí.
Siempre he dicho que mi blog tiene mucho de «espacio de reflexión personal» (y por eso escribo lo que quiero, cuando quiero y como quiero) pero sería poco honesto decir que «me daría igual si no me leyese nadie»: a todos nos gusta la sensación de que lo que hacemos gusta a otros, y si son más, mejor. ¿Qué es lo que me gustaría entonces? Desde luego no se trata de «número de visitas» así en bruto: no vendo publicidad por miles de visitas, así que en general lo relacionado con el SEO, el «clickbaiting» y similares me interesa más bien poco. Más bien se trata de buscar visibilidad e interacción, pero sin cambiar el «fondo» de lo que publico (que al fin y al cabo es lo que me gusta y lo que me interesa). Me gustaría llegar a más gente interesante, provocar más reflexiones y más curiosidad, generar más posibilidades de interacción, de debate, de colaboración… en el fondo, recuperar las sensaciones que tenía al principio de mi historia bloguera.
Le estoy dando vueltas a lo que cuento (quizás sea menos interesante de lo que yo mismo creo), a cómo lo cuento (quizás mi estilo no es muy apetecible), a dónde lo cuento (a lo mejor el blog debería mutar en otra cosa, en otros medios, en otros formatos), a cómo lo «muevo»… Por otro lado, siempre me ha dado pereza «fingir»: la idea de tener un calendario editorial, o de seleccionar temas no por lo que a mí me apetezca sino «por lo visible o lo viral que pueda resultar», o de recurrir a técnicas baratas (en plan «lo que sucedió a continuación te parecerá increíble»), o de ser intencionadamente polémico y macarra para generar ruido, o de ser más «ligero» para ser compartido sin necesidad de pensar mucho, o de ser más «sesudo» para producir contenidos «de referencia», o…
Hace unos días repescaba un artículo de Blogoff donde se reflexionaba sobre los contenidos que triunfan en redes sociales, y cómo en esta dinámica los contenidos de más «chicha» quedan relegados en favor de contenidos más ligeros, más intrascendentes… pero a la vez más fácilmente consumibles y compartibles. Decía Nicholas Carr que internet nos estaba volviendo tontos, y yo no sé si es que nos vuelve tontos o si simplemente nos pone muy fácil hacer caso a nuestro instinto primario de evasión.
La duda que tengo es… ¿hay espacio, en este contexto, para el tipo de contenido que a mí me apetece y me interesa generar? ¿Puedo hacer algo para que encaje mejor en esta dinámica de consumo y difusión de contenidos, sin «estrujarlo» hasta cambiar su esencia? ¿O debo asumir que la visibilidad y la viralidad están reservados para otro tipo de historias, incompatibles con mi estilo? ¿O directamente hacerme caso a mí mismo y asumir que lo que hacemos en realidad no le importa a (casi) nadie?
Hablar por rellenar

Un periódico tiene que rellenar un número determinado de páginas. Una televisión o una radio tienen que rellenar 24 horas de programación. Rellenar. En eso consiste su labor, para así maximizar los ingresos por publicidad. ¿Y cómo se rellena? Pues como sea, pero hay que hacerlo.
Digo esto porque tengo la sensación (desde hace mucho tiempo) de que en los medios tradicionales, sujetos a esta necesidad de «rellenar», los contenidos vienen a dar igual. Se trata de llenar minutos y páginas «al peso». Si hay que dar noticias irrelevantes, se dan. Si hay que alentar debates absurdos e interminables, se alientan. Si hay que centrarse en detalles absurdos, pues sea. Si hay que tirar de refritos, se tira. Todo es cuestión de rellenar. Y en algunos «medios digitales» se detecta una tendencia similar. No se trata de rellenar un espacio determinado, pero sí de «generar tráfico». Así que si para eso hay que hacer contenidos de cualquier pelaje por docenas, pues se hacen. Todo sea por maximizar el tráfico, y la relevancia en buscadores, o sea, las impresiones publicitarias. Porque al final, el objetivo es el mismo.
Lo que me sorprende es ver otro tipo de «medios», más personales y/o profesionales en los que esa pulsión «publicitaria» no existe, pero que sin embargo caen en estrategias similares. Veo blogs que repiten una y otra vez las mismas ideas expresadas de forma ligeramente distinta una de otra, que se empeñan en darle vueltas y más vueltas a detalles y casos irrelevantes tratando de hilar finísimo en temas que no aportan gran cosa. ¿Para qué? No lo sé. A mí se me hacen aburridos, intrascendentes y repetitivos… y acaban cayéndose de mi lista de lecturas.
A mí, como lector, me gusta que se vaya al grano. Que me den las ideas importantes, de la forma más clara posible. Pin, pan, y a otra cosa. En una palabra, síntesis. Eso, trasladado a los medios tradicionales, podría ser un periódico de 4 páginas, un informativo de 5 minutos. Eso, el día que haya algo interesante… porque puede que haya días, o semanas, en los que no sea el caso. Decir lo que tengas que decir, y callar cuando no tengas nada relevante que ofrecer.
Por eso, suelo desconfiar mucho de cualquier medio que tenga establecido una «frecuencia de publicación». Que me van a meter un debate de 3 horas, un programa semanal, un informativo de 35 minutos, un periódico de 48 páginas, o 50 posts por semana… si es con cosas interesantes bien, y si no, con material de relleno. Idem con aquéllos a quienes se les nota la preocupación porque «hace mucho que no escribo», «no se me ocurre de qué escribir», «me he propuesto escribir un post semanal». Porque cuando uno siente que tiene algo interesante que decir, no necesita forzarse. Y si tiene que recurrir a la «fuerza de voluntad»… malo.
Foto: Luc de Leeuw
Los blogs y su impacto en la carrera laboral
El pasado 2 de agosto se publicó en el suplemento económico de La Vanguardia un pequeño artículo llamado «Los blogs amplían horizontes» (descargar en pdf), referido al impacto potencial que mantener un blog puede tener sobre la carrera profesional. Nuria Peláez, la autora del artículo, se había puesto en contacto conmigo para hacerme algunas preguntas (al parecer, había llegado a mí a través de algo que escribí hace ya un tiempo, y también relacionado con cuando lancé mi página «profesional») y ahí aparece un pequeño extracto de lo que comentamos.
En todo caso, como lo que aparece en el artículo se queda un poco lacónico, reproduzco aquí las preguntas y respuestas originales, para matizar mejor mi opinión que creo que se queda un poco difuminada. Y es que, para mí, lo importante es lo que contesto en la última pregunta y que podríamos resumir en este párrafo: «Pero, para ser más exactos, no es «el blog» quien te permite hacer esto, sino la red de contactos que se va tejiendo entorno a él: gente que lee tu blog, gente a la que lees, gente con la que interactúas… al final vas encontrándote a mucha gente, con la que tienes afinidad e intereses comunes, te acabas conociendo bastante bien… y es entonces cuando surgen las oportunidades».
O sea, que son las relaciones, no las herramientas (en este caso, el blog). A continuación, las preguntas y respuestas originales:
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Por qué decidiste escribir un blog
Siempre he sido aficionado a internet. En 2004 empecé a leer unas cosas llamadas «blogs», unas webs un poco distintas a los habituales «portales» porque tenían un formato mucho más personal, parecido a un diario, donde el autor contaba sus cosas y además interactuaba con sus lectores a través de los comentarios. Investigando un poco, vi que era muy sencillo crear y mantener tu propio blog, así que decidí probar y hacer uno que dediqué a contar, sobre todo, mis pensamientos y experiencias en el día a día de mi trabajo como consultor.
Por qué decidiste colgar tu CV en tu blog
Al principio no lo hice. Escribía de forma anónima, con un seudónimo («Consultor Anónimo»). Por un lado, me daba cierto respeto pensar que alguien de mi entorno «real» (especialmente en el trabajo) pudiese vincularme con el blog y lo que se contaba en él. Y por otro, tampoco veía ninguna ventaja en poner mi nombre; escribir de esta forma «despersonalizada» me permitía extraer conclusiones generales a partir de mis experiencias concretas, que quedaban difuminadas.
Sin embargo, poco a poco empecé a establecer contactos a través del blog: con otros colegas, con otros bloggers… y cada vez se fue haciendo más evidente que algún día tendría que «salir del armario» y dar la cara con nombre y apellidos. Una vez tomada esa decisión, la idea de hacerlo con todas las consecuencias (poniendo no sólo el nombre, si no un perfil personal y profesional, datos de contacto, etc.) me pareció incuestionable: por un lado permitía a mis interlocutores conocerme mejor, y por otro lado podía servirme de escaparate para abrir nuevas oportunidades.
Cuántas visitas ha recibido tu blog en este tiempo, y tu CV
Mi blog blog.raulhernandezgonzalez.com ha recibido, a lo largo de los años, más de 600.000 visitas (más de 900.000 páginas vistas). Mi web personal www.raulhernandezgonzalez.com (en la que se incluye el CV), unas 14.000 visitas (unas 22.000 páginas vistas).
¿Qué crees que ha aportado a tu carrera profesional tu blog?¿Te han surgido oportunidades concretas a través del blog?
Mi blog me permitió hacer un importante cambio de carrera, dejando la consultoría más tradicional para dedicarme más al mundo de internet. También me permitió establecerme como consultor individual, y me ha proporcionado unos cuantos clientes. Pero, para ser más exactos, no es «el blog» quien te permite hacer esto, sino la red de contactos que se va tejiendo entorno a él: gente que lee tu blog, gente a la que lees, gente con la que interactúas (primero en comentarios cruzados, referencias… y luego más tarde conociéndoles en la vida real)… al final vas encontrándote a mucha gente, con la que tienes afinidad e intereses comunes (si no, no les leerías, ni ellos a ti), te acabas conociendo bastante bien (leer las opiniones de alguien a lo largo de varios meses te permite hacerte una idea muy clara de cuáles son sus valores, sus posicionamientos, sus conocimientos sobre un sector, etc.)… y es entonces cuando surgen las oportunidades. Por lo tanto, no creo que sea automático («pongo un blog = surgen oportunidades») sino que el blog es un medio, una excusa, para establecer relaciones valiosas… que son las que generan (como siempre lo han hecho) las oportunidades.
Autocensura y transparencia
Diego Marino es fundador y responsable de Abiquo (una empresa con muy buena pinta, desde mi humilde visión no-técnica, relacionada con el cloud computing). Y hace años que mantiene su blog, Externalidades. Al menos, hasta ahora.
Lo cuenta en su último post. Ha decidido pararse a reflexionar y dejar el blog en suspenso. Una experiencia (¿mala? – luego lo decidimos) con un potencial inversor (que decidió no participar en una ronda de inversión porque había leído el blog y le había dado sensación de «descontrol» en la empresa) le hace plantearse hasta qué punto lo que cuenta en su blog puede ser perjudicial para su empresa…
«Este blog surgió para contar “realmente” de que iba eso de montar una startup. Harto de leer autobombos de “hacemos, crecemos, ampliamos…” y demás falacias, pensé que tendría algún interés contar la realidad. La de verdad. La de los días buenos y la de los días malos […] El problema viene cuando eso puede suponer algún problema a la empresa. Y ese es el momento de parar y reflexionar. Lo siento, pero me importa más la “imagen” de abiquo, que vuestras ganas de leer vivencias de primera mano»
Por supuesto, me parece muy respetable. Pero creo que es una mala idea.
En primer lugar, el mismo Diego reconoce que «también creo que mucha de la gente que se nos ha acercado ha sido por la sinceridad al mostrar la realidad». Se resiste a hacer un análisis coste/beneficio, pero creo que es un análisis muy pertinente. ¿Qué ha aportado el blog (en realidad, la actitud abierta, la transparencia… el blog es sólo el canal, lo que importa es la actitud) de positivo, y qué cosas malas ha traído? Es verdad, si se deja de publicar el blog (o sea, si cambiamos la actitud abierta por una actitud cerrada) se protege uno frente a las posibles consecuencias negativas… pero a costa de perder lo que aportaba de bueno. Sabiendo que nunca llueve a gusto de todos, hay que tomar la decisión que maximice el beneficio. Sí, la transparencia te puede dar un disgusto alguna vez, ¿pero cuántas satisfaciones te proporciona?
Luego hay que valorar hasta qué punto esas consecuencias percibidas como negativas lo son en realidad. Lo que plantea Diego es que, si hubiese dado una imagen mucho más controlada (o sea, edulcorada, de folleto y anuncio… aunque no respondiese a la realidad) quizás hubiese convencido a ese inversor. Mi pregunta es… ¿y qué hubiese aportado eso de bueno? Sí, consigues el trato a corto plazo. Pero a medida que fuese pasando el tiempo, y el inversor fuese descubriendo la realidad tras la fachada de cartón piedra que le habías preparado en primera instancia… ¿qué situación se hubiera generado? Hace no mucho reflexionaba sobre lo importante que me parece decir toda la verdad cuanto antes para evitar desengaños y pérdidas de tiempo. Pues eso. Si este inversor tiene sensación de descontrol por lo que lee en el blog… ¿no es mejor que lo detecte cuanto antes y no más tarde?
Eso no quita para que, como le reconozco en un comentario, no haya que perder de vista que lo que estás publicando lo pueden leer terceros y que puede tener consecuencias. Y que, por lo tanto, tampoco se trata de publicar cualquier cosa a lo loco, que algunas cosas te las tienes que guardar, que otras las tienes que modular, que no es bueno ser vehemente ni escribir bajo los efectos de ningún calentón, que hay que procurar hacer casos generales y no casos particulares…
Yo mismo experimenté una sensación parecida cuando abandoné anonimato fundacional y empecé a poner mi nombre y apellidos. Aunque yo nunca he sido nada «leñero», de repente tenías la sensación de que ya no podías escribir con tanta libertad (e incluso te daba yuyu pensar que alguien, leyendo posts pasados, pudiese sentirse aludido y con razón). Inevitablemente, algunas cosas cambiaron en mi forma de escribir (incluso llegué a implantar unos «posts recalentados» para tratar de desligar lo más posible los posts de las situaciones reales que los originaban). Aun con eso y con todo, con algunas pequeñas dosis de autocensura (que no pretenden restringirme al terreno de lo «políticamente correcto», sino que responden a un mínimo sentido común), sigo pensando que el mostrar cómo es uno, cómo piensa, cómo actúa… trae más beneficios que perjuicios. Las cosas buenas, para que se sepan. Y las menos buenas (y que acabarán aflorando antes o después) para que nadie se lleve a engaño.
Impresor de chorretero

Hernán Casciari se ocupó de cerrar el Evento Blog, y de qué manera. Un discurso divertido (fiel a su estilo; también se puede escuchar en mp3), pero también con una notable carga de profundidad.
Quizás el fragmento que mejor resume su intervención es éste:
«Desde hace un cuarto de siglo vengo utilizando (para escribir mis cuentos y mis crónicas) las diversas herramientas de escritura que me proponen los tiempos: lápiz, cuaderno; tiza, pizarrón; bolígrafo, carpeta; máquina de escribir, folio A4; máquina de escribir eléctrica, folio carta; ordenador 286, wordperfect 5.0, formulario contínuo, impresora de chorro. Etcétera.
Nunca, en todo ese tiempo, a nadie se le ocurrió bautizarme cuadernero, ni pizarronero, ni carpetero, ni olivetero, ni wordperfectero, ni impresor de chorretero. »
El blog como mera herramienta. Muy potente, sí (nadie creo que lo dude a estas alturas). Pero herramienta al fin y al cabo. Y como buena herramienta, lo único que importa es qué hacemos con ella.
Hace ya tiempo que decíamos no ser bloggers («blogueeeeero»), si no «pelotudos que tienen un blog«. Y que lo deseable sería que «tener un blog» fuese algo tan corriente que resultase invisible de puro cotidiano.
Ésa es la muerte del blog que vaticina Casciari. La muerte de la herramienta como protagonista de la historia, y el retorno de los focos a quienes los merecen: las personas, sus ideas, su actividad, su talento…, que se apoyarán siempre el vehículo que mejor les sirva. Que ahora se llame «blog» o que mañana se llame de otra forma es, sencillamente, irrelevante.
Foto | Victoriano Izquierdo
Los blogs están muertos… ¡y una leche!
Leo con curiosidad el sobre el tema. Lo lanzaban hace unos días en Wired, y rápidamente se han apresurado a trasladarlo a los medios «patrios» (El Mundo, 20 Minutos).
¿Muertos? ¿Pasados de moda? Pero… ¿de qué me estáis hablando?
Es obvio que, desde 2004 hasta ahora, los «blogs» han cambiado. Pero su esencia sigue siendo la misma: dar la posibilidad a quienes no tienen recursos ni económicos ni técnicos de publicar su mensaje «urbi et orbe». Por supuesto que el planteamiento ha evolucionado: hay muchas más plataformas, más variedades (se suma la imagen, el video, el microtexto, los agregadores de enlaces…), más funcionalidades (especialmente el componente de red social). Hay gente que, para cumplir el objetivo básico de un blog (comunicar sus mensajes) está usando otras plataformas: a veces de forma complementaria, a veces de forma sustitutiva. No todo el mundo se siente agusto con la idea del blog, y necesita otros canales distintos, más inmediatos, con otros medios. No pasa nada, está bien. ¿Pero eso significa que los blogs están muertos?
Yo sigo escribiendo mi blog, y por muchos años. Cada día con más ganas, con más satisfacción, con más interés en el intercambio de opiniones de los comentarios. Y sigo leyendo blogs: lugares donde gente extraordinariamente interesante cuenta sus experiencias, sus opiniones, sus reflexiones. Cosas que, a día de hoy, no encuentran mejor acomodo en ninguna otra plataforma. También uso twitter, y flickr, y facebook y casi cualquier cosa que cae en mis manos. Y de ninguna manera sustituyen a mi blog.
Aceptemos que hay blogs comerciales y «profesionalizados» (suponiendo que eso sea malo; eso lo decidirá cada lector). Y que hay blogs falsos, y granjas de enlaces, y gente que se deja llevar por conseguir unos euros, y agencias de comunicación que cuelan sus notas de prensa, empresas que quieren usar a los bloggers… un montón de cosas que pueden «restan frescura». Pero ya lo he dicho más veces: si hay en tu «radar de lectura» cosas que no te gustan…no es culpa de «la blogosfera». ¡Es culpa tuya por no seleccionar bien! Aunque asumiésemos que el 99% de los blogs son irrelevantes, spam, falsos, «faltos de frescura», dominados por intereses oscuros o cualquier otro problema que se nos ocurra… ¡el 1% restante es extraordinario! Gente con conocimientos, con pasión, con interés por comunicar… que habla de los temas más diversos que uno se pueda imaginar.
¿Los blogs muertos? Venga, hombre, no me hagas reir.
Intuyo que hay una agenda oculta en todo esto. Los mismos que pusieron a los blogs de moda hace unos años ahora quieren echarles tierra por encima. Quizás no les guste eso de que haya contenidos de calidad en internet, y quieren seguir con el formato tradicional de «yo soy el único que genera contenidos y el único al que merece la pena atender». O quizás es que quieran arrimar el ascua a alguna de sus sardinas (en forma de intereses en alguno de los productos que pretendidamente sustituyen a los blogs). O quizás sólo armar un poco de barullo.
O quizás es que haya gente que todavía no haya entendido de qué va esto, y piense que salir en los rankings, acumular lectores, tener muchas páginas vistas (vengan de donde vengan) o salir bien posicionados en Google… es el objetivo. Evidentemente, si hay más gente generando contenidos, la expectativa de audiencia media desciende y hay menos espacio para convertirse en un «fenómeno de internet»
¿Pues sabéis qué os digo? Que con vuestro pan os lo comáis. Yo seguiré con mi blog, y seguiré leyendo los blogs interesantes que ya leo, y seguiré descubriendo nuevos blogs escritos por gente tremendamente capacitada que habla sobre las materias que a mí me interesan. Y me da igual que «blog» sea una palabra que no vuelva a acaparar una portada de revista, o que los periódicos decidan dejar de llamar «blog» a sus columnas de toda la vida, o que los «bloggers influyentes» cierren sus blogs. Porque nada de eso significa, en realidad, que estén muertos. Yo, desde luego, los veo más vivos que nunca.
Siempre los mismos
Hoy (ya ayer) estuve en el evento Blogs La Conversación, en su tercera edición. En realidad estuve poco rato: llegué muy tarde por la mañana por temas profesionales, y me fui pronto por la tarde por temas personales… al final en realidad he estado el rato del descanso a mediodía (en el que he podido socializar, que al final era de lo que se trataba, para qué nos vamos a engañar), y apenas 10 minutos en la sala.
Pero bueno, a lo que iba. Creo que Octavio y Antonio han hecho (pienso que desde la primera edición, además) un esfuerzo por montar una programación «diferente», abordando temas que no son tratados hasta la saciedad en otros tantos saraos blogosféricos («los blogs y el dinero», «bloggers y periodistas» y cosas similares). En esta ocasión, había una mesa dedicada a «Blogs e inmigración», otra sobre «Banca 2.0», otra sobre la visión confrontada entre «nativos digitales» vs. «inmigrantes digitales», y otra sobre «Los límites de las redes sociales» (bueno, ésta un poco más recurrente, pero también con matices diferenciales)… en fin, tratando de salirse del abanico habitual de temas.
La organización funciona muy bien, los medios son fantásticos… pero hay algo que falla. Entras en la sala, miras alrededor… y allí están (estamos) los mismos de siempre. Los «sospechosos habituales» o «eventuales». Mucho portátil, mucho iPhone, mucho tuitero… Obviamente el problema no es que estén (estemos) éstos. El problema es que no hay mucha más gente fuera de este círculo (y ni siquiera demasiada de dentro).
Y ese, para mí, lo que falla no en Blogs La Conversación, sino en otros muchos saraos «blogosféricos»: la incapacidad para romper el círculo endogámico y atraer a otros colectivos ajenos. Estamos instalados en la dinámica de «de nosotros, para nosotros». Lo cual es muy entretenido (vas y charlas mucho con muchos conocidos, de temas que a todos nos pirran, incluso conoces a alguna persona nueva) pero se queda ahí, no va mucho más lejos. En realidad, hacemos una y otra vez «Beers&Blogs» (o sea, buscarnos excusas para tomarnos unas cañas con los amigotes blogueros), aunque a veces lo disfrazamos de «evento», «conferencia», «presentación», «jornadas» o lo que fuere.
En vez de abrir nuestra forma de ver las cosas al mundo, de «evangelizar» y ganar nuevos adeptos para la causa, nos conformamos con montar entretenimientos a nuestra medida y guisárnoslo entre los de siempre. A lo que voy es que si hay una mesa de inmigrantes, la sala tiene que estar llena de inmigrantes. Si hay una mesa sobre banca 2.0, la sala tiene que estar llena de directivos y empleados de banca. Etc. Gente que no haya oído hablar en su vida de un blog, y que gracias a lo que escuche se plantée «oye, pues igual tiene sentido esto que cuentan, voy a probar a ver qué pasa».
Es probable (bueno, seguro) que haya quien piense que «no estamos para eso». Que el montar cosas «para los de siempre» es suficientemente bueno por sí mismo, y que tampoco tenemos por qué ir más allá. Bueno, pues por muchas veces, ya digo que yo me lo paso muy bien. Pero me queda un cierto regusto amargo, como de que «para ese viaje, no hacen falta alforjas».
En fin, espero que se entienda lo que quiero decir. Como dice mi amigo Alejandro, es una «reflexión que lanzo al aire, ¡piénsenlo!«
Las lecciones del caso Referenta
Hoy ha salido a la luz lo que podríamos llamar el «Referentagate» o «el caso Referenta». Pero vayamos por partes.
Referenta es un proyecto que se puso en marcha hace unos meses, tras el cual estaban gente como Jero Palacios o José Antonio Gelado (de los que tengo buena opinión en líneas generales). Estuvieron un tiempo tramándolo en silencio, y finalmente salió a la luz con vocación de ser un sitio con contenidos tecnológicos elaborados en profundidad (artículos más largos y trabajados de lo que suelen ser habituales como norma general en los blogs comerciales), y con un interesante componente de red social. El resultado no estaba mal: más allá de que yo no fuese lector habitual (temáticas muy alejadas de mi día a día) sí me parecía percibir ese «toque diferente» en los contenidos.
El caso es que hoy nos enteramos de que el equipo fundador de Referenta ha sido apartado de la web y, tras un par de semanas sin actualizar el sitio, aparecen un par de noticias verdaderamente patéticas (un cortaypega, una nota de prensa y un post de dos párrafos) elaboradas por personas diferentes al equipo habitual, y un comunicado del anterior equipo de Referenta explicando que ellos no tienen nada que ver con eso.
Ya en algunos posts se deja entrever el fondo de la situación: los accionistas mayoritarios (que no eran el grupo fundador, sino unos socios «capitalistas» con posición muy mayoritaria en el capital; algo que a mí me ha pillado por sorpresa, porque había asumido que la empresa era del equipo) no estaban de acuerdo con la línea editorial de «pocos artículos bien trabajados» y querían cambiarla por «muchos y menos trabajados», y lo mejor que se les ocurre es apartar de la noche a la mañana al equipo original.
Sin saber más de lo que he leído por ahí (y por lo tanto con riesgo de «pasarme de frenada» con alguna reflexión), se me vienen a la cabeza estos puntos reseñables en la situación, a modo de lecciones:
Lección 1: las empresas son de quien tiene más acciones
Así, sin más. Quien tiene más acciones, toma las decisiones. No importa que haya socios minoritarios (o incluso no socios) que sientan que la empresa es suya, porque no lo es. No cabe llevarse las manos a la cabeza por algo así.
Lección 2: no actúes como si la empresa fuera tuya cuando no lo es
Ligada directamente a la lección 1. No merece la pena poner toda tu pasión, todo tu esfuerzo, dar la cara o pelearse hasta la extenuación por un proyecto que no es tuyo. Porque cualquier día, el dueño real del proyecto te da una patada, y de nada vale ser el «dueño moral». Si lo haces, le estás haciendo el trabajo sucio a otros.
Lección 3: si realmente amas el proyecto, no entregues el control de tu empresa
Algo que es a veces difícil de cumplir. El dinero es importante, pero tiene un coste. Y no sólo en términos de intereses, sino de someterse a la voluntad y al control de otros que no eres tú, que te imponen por dónde debe ir tu proyecto. Entonces, el proyecto deja de ser tuyo. Hay otras vías de financiación que no pasan por entregar el control. Y si lo entregas, entonces asume las lecciones 1 y 2.
Lección 4: de verdad, antes de entregar el control, valora si es necesario
Teniendo en cuenta lo anterior, creo que entregar el control debe ser la última opción. Y aquí creo que los chicos de Referenta cometieron un error. Sin duda, con dinero todo se hace más fácil (se hace un diseño molón, se programa una herramienta desde cero, se paga a los editores desde el minuto 1…), pero se asumen unas servidumbres importantes. ¿Hubiera podido Referenta nacer y desarrollarse sin esa inversión inicial? Yo creo que sí, otros lo han conseguido antes. Quizás hubieran tardado más, o los editores tendrían que haber trabajado «de gratis» al principio, o hubieran tenido que conformarse con algo menos que una plataforma a medida. Pero… el proyecto hubiera sido suyo y lo hubieran llevado por donde ellos querían.
Lección 5: si no hay más remedio que entregar el control, cuidado con quién lo haces
Supongo que esto es fácil decirlo a toro pasado, y que ellos pensarían que eran perfectos. Pero viendo cómo se ha desarrollado la historia… ¿realmente estos socios eran los más indicados? Quizás hubiera sido mejor tardar un poco más en encontrar al socio adecuado (alguien de quien te puedas fiar, que confíe en el proyecto, que no actúe de cualquier manera). Ése es un trabajo que puede llegar a costar años, pero seguro que hay gente así.
Lección 6: las formas son importantes
Hay formas y formas de hacer las cosas. Se puede llegar a una situación en la que hay intereses contrapuestos, se puede llegar al punto de decir «aquí el que manda soy yo y ésta es mi decisión». Pero no hay que perder nunca los papeles: las cosas se explican con respeto y se busca la mejor salida posible, un plan de transición razonable (aunque cueste algunos euros más)… y que cada uno siga su camino. Pero cerrar este tipo de situaciones a portazo limpio dice poquísimo de quien lo hace.
Lección 7: ¡es el talento, idiota!
Igual piensan los accionistas de Referenta que ahora podrán hacer con el proyecto lo que quieran. Pero no, simplemente han matado lo mucho o poco que hubieran logrado hasta ahora. Un proyecto así (prácticamente cualquier proyecto) se sostiene esencialmente de talento y pasión. El dinero es (a veces; no siempre) necesario, pero no es nunca suficiente. Es un commodity. Lo que hace que un proyecto destaque no es el dinero. Con su actuación, han eliminado el «alma» de Referenta. Ahora tienen un dominio y un archivo de noticias de unos meses, una fea reputación… y poco más. Tienen dinero, pero no tienen proyecto ninguno.
Bonus track: ¿era sostenible el modelo que proponían en Referenta?
No sé lo que buscaban los accionistas de Referenta: visibilidad, notoriedad, páginas vistas… lo que parece claro es que el enfoque de «pocos posts, muy profundos» no les estaba convenciendo. Puede que haya sido falta de paciencia… o puede que mi teoría de que los blogs comerciales sólo se sostienen con muchas entradas de perfil medio no ande tan desencaminada. Mi sensación es que una apuesta como Referenta podía convertirse en un «blog de culto», pero no en un medio masivo con millones de páginas vistas.
En fin, una situación feucha en la que lamento que se haya visto envuelta gente a la que le tengo cierto aprecio. Pero, aunque suene feo, también nos puede servir a todos para escarmentar en cabeza ajena; creo que aparte de una actuación cuestionable (sobre todo en las formas; en el fondo ellos sabrán lo que quieren para su empresa) por parte de los accionistas de referencia en la web, también ha habido un punto de ingenuidad o de expectativas equivocadas en el equipo, lo cual supongo que hace que duela más el desengaño.
¿Qué busco yo en un contenido escrito?
Enlazando con el post anterior, en el que decía que no suelo leer blogs comerciales, he estado tratando de poner negro sobre blanco qué es lo que sí me gusta leer
- Datos: obviamente, es la base de todo. La información pura y dura. Pero tienen que ser pulidos y enriquecidos, si no, no dicen gran cosa. Huyo de los contenidos que se quedan en el dato.
- Criterio: es lo que sirve para separar el grano de la paja, lo importante de lo intrascendente. Yo no necesito que alguien me cuente todo, sino que me filtre y me «mastique». Y para eso hace falta independencia y conocimientos.
- Contexto: los datos por sí mismo no dicen nada si no se introducen en un contexto. ¿Cuáles son las circunstancias que rodean a un dato? ¿Cuáles son los antecedentes?
- Relaciones: un contenido se enriquece cuando, además de contar las cosas, se enlazan y se comparan con otras. Eso permite establecer paralelismos, extrapolar, definir tendencias. ¿Qué pasó otra vez que se dieron circunstancias parecidas? ¿Qué sucedió en este otro sector, o en este otro momento? ¿Cuáles son los parecidos, o las diferencias, con otros casos? Me gustan especialmente los contenidos en los que los datos están al servicio de este análisis comparativo y no son el fin último.
- Opinión: ¿cuál es el punto que se quiere transmitir? La información por la información tiene un valor, pero éste crece de forma notable si el autor la interpreta y «se moja» sacando conclusiones, con las que se puede estar de acuerdo o no, pero que dejan traslucir un razonamiento que en sí mismo aporta valor.
- Personalidad: a mí particularmente me gusta que en todo el proceso se note la mano del autor. Conocer sus experiencias concretas, sus sesgos, sus filias y sus fobias. No sólo permite entender mucho mejor todo el proceso argumentativo, sino que aporta matices muy valiosos.
Creo que estos puntos definen bien el «retrato robot» de los contenidos que me gusta leer. ¿Los hay en blogs comerciales? Sí. Pero mezclados con otros muchos que no encajan en el perfil.