Tengo un ebook, un Kindle DX para ser más exactos, desde hace casi dos años (je, recuerdo la reflexión que hice en su día sobre Kindle vs. iPad… y al final he acabado teniendo los dos, aunque en realidad sólo el Kindle es realmente mío, porque el iPad es comunal… ). En este tiempo, creo que le he dado buen uso… hasta donde he podido.
Me explico. Los ebooks son fantásticos, desde mi punto de vista, para la lectura lineal. Novelas, ensayos… cualquier libro que se lea «ordenadamente» tiene en estos aparatos un lugar natural. Yo, desde luego, no echo de menos (como alguna gente) eso del «olor a libro», ni tampoco el «pasar páginas». Es decir, la experiencia para mí es tan buena o incluso mejor que la que puedas tener con un libro en papel, y encima con las ventajas derivadas de la digitalización.
Sin embargo, hay otro tipo de libros para el que creo que los ebooks no están tan bien capacitados: los libros de consulta, libros técnicos, etc. En estos libros, para mí, es fundamental la capacidad de «hojear» (¿u «ojear»). De hacer una visión global del libro pasando sus páginas rápidamente para entender su estructura, de moverse alante y atrás buscando una información concreta (a veces sin más pistas que cierto recuerdo visual), de realizar anotaciones y utilizar ayudas visuales para desentrañar el contenido, etc… en definitiva, no son libros que no están pensados para leer «empezando por el principio y acabando por el final».
Tony Buzan, en su libro «Use your head», explica muy bien cuál es la aproximación correcta para trabajar con este tipo de libros de cara a un aprendizaje eficiente. Y los ebooks están, para mí, mucho peor adaptados a esa forma de abordar un libro que los volúmenes tradicionales en papel. Porque sí, hay herramientas que permiten hacer anotaciones, y si están bien editados los libros (con índices, etc… que desde luego dista de ser la norma) puede ser más fácil moverse entre sus páginas… pero sigo pensando que todavía no está bien resuelto.
Con lo cual, uno se encuentra en una disyuntiva. Porque el ebook es muy cómodo de llevar, y además el acceso a las versiones digitales de los libros es mucho más fácil (y, según y cómo, «económica»)… pero de cara a sacar partido a este tipo de libros, supone un handicap. Y me pregunto si la tecnología será capaz, en algún momento, de superarlo; yo, desde luego, todavía veo que queda bastante camino por recorrer.
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Funda casera para el Kindle
Creo que no lo dije por aquí, pero después de mis dudas sobre si comprar un Kindle o un iPad, al final me decidí por el Kindle. Mi experiencia hasta ahora es muy agradable; quizás lo mejor que se puede decir de este dispositivo es que, mientras lo usas, te olvidas de él. Simplemente, lees. Y eso es de lo que se trataba.
El caso es que con su uso me di cuenta enseguida de un «fallo» de Amazon: venderlo sin una funda. Es un dispositivo que, por su naturaleza, anda todo el día de acá para allá. Lo coges, lees un rato, lo dejas encima del sofá, necesitas metérlo en una bolsa para llevártelo por ahí, terminas de leer y lo dejas por cualquier sitio… expuesto al polvo, a la suciedad, a las rayaduras. Realmente, creo que debería venderse de serie con una funda, por cutre que fuese. Por supuesto, luego hay decenas de modelos a la venta… otro sacacuartos.
Así que fui madurando la idea de hacer una funda con mis propias manos. No es que yo sea precisamente «manitas», pero me parecía que no debía ser muy difícil. Estuve mirando algunas opciones, pero al final la que me llamó la atención fue ésta… así que me puse manos a la obra. Y aquí está el resultado: rápido de hacer, barato, y resultón (al menos eso creo, incluso siendo consciente de las mejoras que se le podrían introducir en un segundo intento), y permite usarlo de forma permanente (leer con la funda) o simplemente para guardarlo/transportarlo.

La idea es muy sencilla, y por supuesto es totalmente aplicable a cualquier lector de ebooks, o al propio iPad.
- Buscar un libro viejo con tapas duras que tengamos en casa, y cuyas dimensiones (no sólo de alto/ancho de la cubierta, sino también el grosor) sean adecuadas para nuestro dispositivo.
- Con un cutter, «deslomarlo»: es decir, quitarle las páginas para quedarnos únicamente con las tapas.
- Forrarlo: esto es opcional (también nos podríamos quedar con las tapas tal cual), pero a efectos estéticos y prácticos merece la pena. Yo he usado una tela plastificada (que seguro que es resistente, y además fácil de limpiar si se necesita) con pegamento de contacto; pero igual se puede usar un papel que nos guste, añadir forro transparente autoadhesivo… en fin, cada uno lo que le apetezca.
- Utilizar goma elástica (de la de las mercerías) para crear una sujección para cada una de las esquinas del dispositivo. Yo las pegué a la tapa directamente, pero luego pensé que hubiera sido mejor haberlas pegado a la la parte trasera de la goma EVA (ver siguiente punto), hacer unos agujeritos para que salieran a la superficie… y así se podía haber forrado el interior de una sola vez.
- Utilizar goma EVA (tiendas de manualidades) para forrar el interior de las cubiertas. Con un triple objetivo: cubrir las «imperfecciones» (tanto los sobrantes del forro como los «pegotes» de la cinta elástica), servir como «relleno» para que el dispositivo vaya más ajustado dentro de las tapas, y además proporcionar una superficie suave para proteger al dispositivo.
Y ya está. Evidentemente, viendo el resultado de este primer intento se aprecian detalles mejorables, y seguro que podría tener mejor acabado (yo no soy especialmente paciente ni meticuloso)… pero oye, no creo que me haya costado 5 euros (algo más si se tiene en cuenta que tienes que comprar materiales que luego te sobran: tela, goma EVA, pegamento…), además de proporcionarme un rato de entretenimiento la mar de divertido.
¿Kindle DX o iPad?
Lo noto. Está creciendo en mí. Mi ansia consumista lleva un tiempo dormida, y se está despertando…
La ruidosa aparición del nuevo aparatito de Apple, con una acogida (cuantitativa y cualitativa) bastante notable, me ha llevado a pensar que «yo quiero uno de esos». O no. En esas ando, pensando a ver qué quiero realmente.
Porque la verdad es que no necesito otro ordenador. Lo normal es que mi día a día se desarrolle cerca de mi ordenador de sobremesa. Si algún día viajo, no tengo «el mono»; me basta y me sobra con mi móvil actual (ni siquiera siento la necesidad de un iPhone/Android/loquesea; molaría, estaría chulo, pero no lo necesito). Así que… ¿qué me iba a aportar otro chisme tipo iPad? Si valiese 50 euros vale, pero es que vale 500… y me aterra gastarme ese dinero en un chisme que empiece a coger polvo por falta de uso.
En realidad, hay algo que no hago en el ordenador: leer documentos. Tengo un buen montón de pdf’s que voy almacenando, «ya los leeré». Pero me cuesta mucho sentarme delante de la pantalla para hacerlo. Si tengo que «echarles un vistazo» en busca de una información rápida no hay problema, pero si pretendo hacer una lectura sosegada… simplemente, no lo hago. Y ahí están, languideciendo en mi disco duro. Y sí que creo que, si tuviese un dispositivo cómodo para llevarme al sofá (no un portátil, que estamos en las mismas) o a la cama… le sacaría bastante partido.
Y ahí es donde entra en juego el Kindle DX. Mucho menos «fashion» que el iPad, pero mucho más adaptado a su uso concreto como lector de documentos. Más ligero. Con tinta electrónica (menos agresiva para la vista). Eso sí, no permite hacer casi nada más que «leer documentos». Y hay cosas que se parecen bastante a «leer documentos» (como por ejemplo leer los feeds a los que estoy suscrito, o las webs que me voy guardando «para leer más tarde«) que se quedarían fuera (o no, tengo que ver si hay algún «truco» para poder hacerlo). Y luego está el asunto del precio, porque el Kindle DX es otro pico…
Me gustó a este respecto la reflexión que hacía Antonio Ortiz el otro día. Realmente yo no necesito un aparato para «hacer lo mismo que ya hago durante todo el día en el ordenador, pero ahora sentado en el sofá». Ni tampoco viajo tanto como para necesitar «algo parecido a un ordenador pero más ligero». Lo que quiero es algo cómodo que me permita hacer «cosas que podría hacer en el ordenador pero no hago».
Parece que la reflexión racional me lleva hacia una opción…