Este verano, como ya es tradicional, intenté (confieso que cada día lo hago con menos brío) evangelizar un poquito con esto de las redes sociales entre mi grupo de amigos «de siempre» (algunos desde parvulitos, no digo más). Con el mismo poco éxito que otras veces, por cierto.
El caso es que uno de los argumentos que utilizaban para justificar su falta de interés en el tema era que «lo de Facebook está lleno de pesados». Se referían a ese tipo de personas que se están continuamente apuntando a grupos, e invitándote a ti, te invitan a eventos que no tienen nada que ver contigo, juegan a jueguecitos y te comunican cada uno de sus avances, comparten cada canción que les gusta o cada pensamiento que se les pasa por la cabeza… que es verdad, que hay mucha gente «pajúa». «Por ejemplo, tenemos un amigo que es que está todo el día dando el coñazo», me decían.
A lo que yo les pregunté… ¿y cómo es ese amigo cuando os encontráis en la «vida real»? «Pues la verdad es que es un pesado, el pobre». Pues claro, hombre. El que es un pesado, un cansino o un poco tontolaba en el día a día, es muy probable que traslade esa misma personalidad a las redes sociales. O a lo mejor es que, simplemente, es un conocido del que tampoco te interesa su vida con tanto detalle. Pero para eso existen los filtros. Puedes eliminarle de tu timeline por completo, o eliminar actualizaciones procedentes de determinada aplicación, o clasificar a tus contactos en listas para verlos por separado… y así configurar tu Facebook como tú quieras, independientemente de lo «pesado» que pueda ser alguno de tus contactos. A quien, en última instancia, podrías desagregar. En definitiva, que depende de uno mismo el hacer más o menos cómodo el uso de la red social.
Pero sea por desconocimiento o por desinterés, la gente se queda en el «es que facebook tiene muchas chorradas» o «es que hay gente muy pesada», y deja de aprovechar (quizá porque tampoco ha llegado a apreciarlo) todo lo positivo que tiene. Pero como decía al principio, yo voy perdiendo ya el ímpetu evangelizador: el que quiera verlo que lo vea, y el que no pues nada.
Foto: Maks Karochkin
Antipático 2.0
El otro día se produjo esta conversación en mi Facebook. Una persona me invita a ser su «amigo«:
Invitación:
«Hola Consultor poco Anónimo: hace ya algún tiempo que te sigo por blog y twitter, y gracias a éste último me acabo de enterar de que estás por aquí.»
Mi respuesta:
«yo es que soy «ubicuo», estoy en todas partes :D. Sin embargo, en Facebook procuro aceptar como «amigos» a gente que tengo bastante «controlada» (gente con la que me he encontrado físicamente, con la que he tenido algún tipo de relación profesional o personal…), ya que creo que es la forma en la que más sentido tiene para mí. Espero que no te moleste que «ignore» tu solicitud por el momento; a ver si en el futuro tenemos ocasión de tratarnos con más intensidad y así poder cambiar el «status».»
Contestación:
«OK Raúl, acepto tu política de amistades en FB. Con ésta me da la impresión que te será muy difícil establecer nuevas relaciones virtuales mediante herramientas 2.0. Pregunta quasi-retórica ¿Es adecuado el uso de las herramientas 2.0, sólo para el mantenimiento del mundo previo 1.0?»
Mi respuesta:
«Para mí el objetivo nunca ha sido «establecer nuevas relaciones». Utilizo las herramientas para seguir contenidos que me interesan: por motivos personales, profesionales o de puro entretenimiento. Si de ese seguimiento (y de la interactividad que permiten esas herramientas) surge un acercamiento que deriva en relación profesional o personal, pues fenomenal. Pero si no, pues tampoco pasa nada: una cosa no está condicionada a la otra.
Lo cual tampoco significa que use las herramientas 2.0 para «mantener el mundo previo 1.0». Pero el uso de herramientas que exige reciprocidad (como Facebook) para mí solo tiene sentido si reconoce una relación real y equilibrada. Relación que puede haber nacido fuera de internet o también dentro, pero que existe en las dos direcciones: gente a la que conozco y que me conoce (no necesariamente en persona), con la que he interactuado mínimamente…
Porque es que si no no le veo sentido (para mí) al uso de estas herramientas. No acabo de ver qué gracia tiene tener 5.000 contactos en Facebook de los cuales al 95% no conoces (simplemente los aceptaste porque aceptas todas las invitaciones). ¿Qué interés tienen las actualizaciones de esas 5.000 personas, sus fotos…? ¿Qué valor aporta a alguien que ve tus 5.000 contactos y te pide referencias de ellos, cuando no puedes decir nada sobre ellos?
Por eso, en este tipo de herramientas recíprocas, prefiero pecar de «antipático» y mantener un cierto criterio «estricto» (que luego no es tanto) a la hora de calificar a alguien como «contacto» antes que pecar de lo contrario. El que quiere interactuar conmigo sin conocerme (o sin que yo le conozca) tiene abiertos un montón de canales para hacerlo sin necesidad de «ser amigos» en estas herramientas.»
Y así es como yo veo el uso de las redes sociales.
Vida de un Consultor en Facebook
Soy usuario de Facebook desde hace un tiempo. No muy intensivo, es cierto, pero frente a los que opinan que es un «invento del diablo», a mí me parece un muy buen servicio. ¿Por qué? Pues porque frente a lo que ha venido siendo habitual (creo un producto, como Flickr para fotos, youtube para videos, linkedin para contactos profesionales…etc, etc, etc y te obligo a reproducir tu «red social» en él) te permite crear tu «ecosistema social» (es decir, quiénes son tus amigos) y DESPUÉS añadir un montón de servicios sobre él. Es decir, primero la red social, luego el servicio. De esta forma, tienes hecha la red social una vez, y luego añades los servicios que quieras sin tener que reproducirla una y otra vez (probablemente, la barrera de entrada más importante para estos servicios).
El caso es que he pensado en usar una de sus funcionalidades como apoyo a este blog. Se trata de la posibilidad de crear páginas de un producto (en este caso, el protagonista es este blog) del que los usuarios de Facebook pueden hacerse «fans», y de esta forma interactuar sobre la base de este «hecho común».
El objetivo es doble. Por un lado, permitir a todos los que leéis habitualmente el blog (y que seáis usuarios de Facebook, y queráis haceros «fans», claro) tener un lugar común en el que poder interactuar. Hay una pequeña comunidad alrededor de este blog (lectores y comentaristas habituales), y creo que de esta forma será más fácil tener a todo el mundo ubicado, tanto para mí como para vosotros mismos. Un pequeño «quién es quién» dentro del blog.
Y por otro lado, solucionar un pequeño problema de «asincronía» que tengo en Facebook. En ésta, como en otras redes sociales, me gusta considerar como «amigos» solamente a aquéllas personas que conozco, con las que he interactuado, donde el conocimiento es mutuo. Sin embargo, me encuentro con frecuencia peticiones de contacto que me dicen «agrégame, que leo tu blog». Y aun a riesgo de pecar de «desagradable», tiendo a rechazar estos contactos porque en fin, puede que el lector por el mero hecho de seguir el blog considere que me «conozca», pero lo cierto es que en la mayoría de los casos yo no sé quién es él, más allá de «alguien que me lee en el blog»… lo cual no me permite decir nada bueno ni malo de él.
De esta forma, con la página en Facebook, hay espacio para los dos perfiles. Mis «amigos» (aquéllos en los que el conocimiento es mutuo) serán mis contactos. Pero aquéllos que quieran vincularse de alguna manera conmigo, sin existir ese conocimiento mutuo, podrán hacerse «seguidores» de la página y de esta forma iniciar un vínculo que, con el tiempo, puede dar lugar a una relación más equilibrada.
Así que nada, os animo ha haceros «seguidores» de la página en Facebook. Y los que no tengáis perfil en Facebook, os recomiendo que os lo hagáis. Creo que tiene mucho potencial, y que las «molestias» que otros usuarios reportan vienen más bien derivadas de un mal uso de la herramienta (dar de alta a cualquiera como contacto, hacer invitaciones a diestro y siniestro…) que de su esencia.
La verdad de Facebook
Yo soy de los que cree que Facebook, a pesar de sus «problemas» (el principal; la diarrea que a algunos les entra invitando a cualquier chorrada que se les ocurre o usando decenas de aplicaciones chorras), es una estupenda idea: en vez de hacer como el resto de las redes sociales («propongo una funcionalidad, y te obligo a re-crear tu red social específica para hacer uso de la funcionalidad»), le da la vuelta al concepto; «crea tu red social, y sobre ella construye tantas funcionalidades como quieras»).
Pero hay que reconocer que este Orlando Uradaneta, al que he conocido en Las Termópilas, lo ha clavado:
Yo no sabía que había tanta gente desocupada y, sobre todo, tanta gente «pajúa»