En defensa del knowmad

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No sé cuánto tiempo hace que tuve mi primer contacto con el término «knowmad«, pero recuerdo que me gustó mucho. Me sentí profundamente identificado con esa forma de calificar a un perfil profesional, a sus características. Desde entonces, siempre he sentido simpatía por este concepto de «nómada del conocimiento». En este video, su creador John Moravec explica en qué consiste.
Curiosamente, el otro día cuando fui a buscar la referencia en wikipedia para enlazarla, me encontré con que los editores habían decidido eliminarla. Consideran que se trata de un neologismo que básicamente solo se usa en el entorno de su creador, que no ha cogido tracción suficiente en el resto del mundo y que, por lo tanto, no se «merece» tener un espacio propio en la wikipedia.
No puedo entrar a discutir si esto es cierto o no. Pero, independientemente de lo que opine la wikipedia, yo voy a seguir utilizando el concepto, porque después de un montón de años luchando contra una gran dificultad para etiquetarme, creo que se ajusta mejor que ningún otro que conozca a lo que soy como profesional.
Soy un conjunto de habilidades que se van desarrollando y consolidando en el tiempo. Soy unos valores y una forma de ser que determina cómo me comporto. Soy un conjunto de intereses variados y eclécticos, que además no son estables en el tiempo si no que evolucionan. Soy también la gente a la que conozco y con la que me relaciono. Todo eso, y más, es una mezcla en constante ebullición que cristaliza de múltiples y variadas formas que hacen difícil reducirlas a una o dos etiquetas tradicionales.
Durante mucho tiempo esta incapacidad para etiquetarme me hizo sentir mal, de alguna manera inferior a quienes sí podían (por su naturaleza o elección) ceñirse a una categorización más tradicional. Con lo fácil (y productivo) que es definirse como «abogado experto en fusiones y adquisiciones», «neurocirujano» o «catedrático de teología», mi obsesión era intentar «centrar el tiro». El resultado siempre fue frustrante, porque cada vez que me reducía a algo siempre tuve la sensación de estar dejando fuera demasiadas cosas.
Pero eso era antes. Ya hace tiempo que llegué a la conclusión de que todo lo que soy, con todos sus matices y su dificultad para acotarlos, no es un motivo de vergüenza, sino de orgullo. No es una debilidad, sino una fortaleza. Puedo hacer muchas cosas bien, en muchos sitios distintos, con muchas personas distintas, en muchas situaciones diferentes. Mi mezcla de habilidades, conocimientos, experiencias, relaciones, intereses… es un caldo de cultivo excelente para poder aportar valor de muchas maneras distintas, muy por encima de las limitaciones de una etiqueta. Soy adaptable, flexible, polifacético, transversal. Soy un «knowmad», y ahí fuera hay un mundo lleno de oportunidades para nosotros.

Persevera (… y con el mazo dando)

Leía ayer un artículo sobre «procrastinación» que me resultó muy interesante. No tanto por el concepto (nota: ¿qué paradoja mayor hay que procrastinar leyendo una y otra vez sobre lo malo que es procrastinar?), sino por el enfoque en la solución.
Habla el autor sobre los peligros de depender de la motivación, de la pasión, de la inspiración… para realizar cualquier trabajo. Él lo enfoca en el ámbito de la creatividad, pero no resulta difícil extrapolarlo a cualquier otro.

Sitting around being idle while in wait for inspiration is a good way to get nothing done […] Everyone longs for major victories and big breakthroughs in their work. But those would never happen if it weren’t for the little progress we take every single day by staying committed and showing up.

Perseverancia. Rutina. Compromiso. Hábito. Constancia. No cuestionarse cada día si algo «te apetece» o si «estás motivado», sino simplemente ponerte manos a la obra y hacerlo. Un día, y otro, y otro, sin justificarte en que tus condiciones no son idóneas. Nunca lo son.

It’s in the day-to-day mundane and difficult work of showing up that our ideas take shape and take flight. It’s in that place that our skills are forged bit by bit. The path to success (both in our career and in accomplishing our life goals) is rarely glamorous. It’s usually mundane and repetitive.

No puedes esperar que la inspiración, la pasión, la motivación… te guíen. Porque son elementos extremadamente volubles. Sí, de vez en cuando aparecen, y te embriagan; pero con la misma celeridad desaparecen. No se quedan contigo el tiempo suficiente como para que puedas obtener un resultado sostenible, fiable. No puedes depender de ellas, porque corres el riesgo (o mejor dicho, la certeza) de quedarte como Penélope esperando en el andén.
Hay que ponerse el mono de trabajo, e insistir una y otra vez. No todos los días tu trabajo va a ser brillante; de hecho la mayoría de las veces será mediocre. No importa, esa es la única manera de lograr resultados alguna vez. Cuando llegue la inspiración que te pille trabajando. Lo demás es como esperar a que te toque la lotería.
Recuerdo que, hace años, participé en un proyecto de formación sobre habilidades comerciales para empleados de una entidad financiera. De lo que se trataba era de incentivar a personas que llevaban toda su vida «despachando» a que se atreviesen a vender. Usábamos como recurso un fragmento de la película «Cadillac Man«. «Sí, es verdad», les decíamos. «Hay personas que tienen mejores habilidades para la venta que otras, que tienen una mayor probabilidad de éxito en el cierre de un proceso. Pero nadie , ni siquiera los mejores, tiene un porcentaje del 100%. A todos hay veces que les sale bien, y otras que les sale mal. Incluso si eres de los que tienes un porcentaje más bajo, puedes vender; lo que tienes que hacer es intentarlo muchas veces porque tu bajo porcentaje, aplicado una y otra vez, acabará dando resultado. Y seguramente en el proceso de intentarlo mejorarán tus habilidades, y con ellas tus porcentajes de éxito».
Este gráfico refleja esa idea. Si hacemos 100 intentos de algo (100 llamadas comerciales, 100 fotografías, 100 relatos, 100 proyectos…), ¿cuántos van a salir bien?. Desde luego, nunca el 100% de ellos (que sería lo que representa el área azul). Lo normal es que tengamos un porcentaje de éxito mucho menor. Digamos (a efectos del gráfico) que es un 40%. Si ese porcentaje de éxito fuese constante, tendríamos el área roja. Si lo intentamos 10 veces, 4 éxitos. Si lo intentamos 100 veces, 40 éxitos.

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Pero es que lo normal es que ese porcentaje no sea constante, si no que vaya creciendo poco a poco. En nuestros primeros intentos, el porcentaje de éxito será mucho menor. De nuestros 10 primeros intentos no lograremos 4 éxitos, sino uno o ninguno. Pero no podemos desanimarnos. A medida que vayamos ensayando y aprendiendo, irá mejorando, cada vez más rápido. Es posible que tarde en aparecer esa mejora. Es posible que nunca lleguemos a tener las mismas habilidades que alguien con más talento. Pero todos podemos mejorar, es cuestión de perseverar.
Lo que no podemos hacer es intentarlo una o dos veces, y esperar a que suene la flauta por casualidad; y si no suena (que no sonará) darnos por vencidos.
Escuchaba un podcast sobre Woody Allen, y hacían referencia a su método de trabajo. Una película por año, como un reloj. Como un martillo pilón, centrado en su proceso creativo, sin preocuparse demasiado por el éxito o fracaso de sus películas. Cuando se estrena una, él ya está enfrascado en otra. A veces más inspirado y otras menos; pero eso no importa. Una película al año. Así es como se alcanza una filmografía de más de cuarenta películas. No todas son obras maestras, pero es más probable conseguir una en una carrera de cuarenta películas que en una de dos o tres. Y desde luego sus habilidades creativas y técnicas estarán infinitamente más desarrolladas.
Picasso, Mozart, Edison, Jordan. Podemos pensar que simplemente son genios tocados por la varita de las musas, que un día se levantaron y pintaron el Guernica, compusieron el Requiem, patentaron la bombilla o metieron decenas de miles de puntos fruto de momentos de inspiración. Pero estaríamos despreciando las miles de obras de Picasso, los cientos de inventos de Edison, las centenares de composiciones de Mozart, los miles de tiros fallados por Jordan. No podemos obviar la ingente cantidad de trabajo, de constancia, de práctica, de aprendizaje, de intentos menos que geniales… que desarrollaron en sus vidas.
¿Lo mejor de todo? Que la constancia, la persistencia, el hábito… es algo que está al alcance de todos. Si quieres.

Aprendiendo a aprender

Este es un post recopilatorio después de varias semanas trabajando sobre el concepto de «aprender a aprender». En él he intentado resumir y dar homogeneidad a un conjunto de ideas procedentes de diferentes fuentes. Obviamente, el resultado es muy personal, y abierto a mejora y a crítica. Y desde luego, no pretende ser un tratado académico; apenas unos apuntes básicos. Sin embargo, para mí y en mi momento actual creo que recoge y documenta bien los aspectos esenciales relacionados con la idea.

Introducción: ¿por qué aprender a aprender?

Empecé a interesarme por este tema unas semanas atrás. «Quiero aprender algo, ¿pero qué?«, me preguntaba. Alguien sugirió entonces que una habilidad muy importante, precisamente por su impacto en futuros procesos, que es «aprender a aprender». Efectivamente, esta habilidad se convierte en una especie de catalizador del aprendizaje, en la medida en que permite hacer más eficiente cualquier esfuerzo posterior aplicado a otras materias. Así pues, me pareció un buen punto de partida al que dedicar un primer proceso de «aprendizaje focalizado».
«¿Aprender a aprender? ¿A tu edad?». Alguno dirá que, con casi 40 años, ya era hora. Posiblemente. Pero lo cierto es que hasta hoy mis procesos de aprendizaje han sido bastante… desordenados, desestructurados. Orgánicos, podríamos decir. Soy mucho de picotear de aquí y de allá, de interesarme por un tema y por otro, de «chapotear en muchos charcos», de actuar a impulsos, de leer, tuitear y no consolidar. Sin duda he aprendido cosas a lo largo del tiempo, y no me ha ido precisamente mal ni a nivel académico ni a nivel profesional. Algo habré aprendido. Pero si soy un poco crítico, creo que mi aprendizaje puede ser muchísimo más eficiente. Por eso decidí empezar a trabajar en bloques de aprendizaje focalizado, intentando dar sistemática y estructura a ese proceso. Decidir algo que quiero aprender, dedicarle unas semanas a profundizar en ello (sin dispersarme en otros asuntos) hasta llegar a un punto de conocimiento satisfactorio, recopilar dicho conocimiento y estructurar los mecanismos necesarios para mantenerlo fresco a lo largo del tiempo. Y teniendo en cuenta el carácter multiplicador de la habilidad de «aprender a aprender», decidí que fuese ésta la protagonista del primer ciclo. Este artículo es el resultado, mi resumen particular.

Contenido

He estructurado el contenido en seis bloques principales, como refleja el mapa mental que he elaborado.

Aprender a aprender mapa mental

Visión

Como decía Covey, «empezar con un fin en mente». ¿Qué voy a aprender? ¿Por qué? ¿Para qué? Tener claras las respuestas a estas preguntas es importante. «It’s hard to learn if you’re not into it», dice el doctor Terry Sejnowski. Sobre todo porque el proceso puede ser largo, dificultoso, frustrante en algunos puntos. Requiere esfuerzo y dedicación, y más en escenarios de autoaprendizaje donde tú eres el motor y no dependes de nadie que tire de ti. Habrá momentos en los que sea necesario recordarte a ti mismo «por qué» y «para qué» estás haciéndolo.
En este sentido, también es interesante el concepto de «Target Performance Level» que esboza Josh Kaufman: ¿cuál es el nivel de profundidad que queremos alcanzar en el desarrollo de un conocimiento o habilidad? ¿qué es lo que nos vemos haciendo una vez hallamos hayamos llegado a dicho nivel? No es lo mismo aprender inglés lo suficiente como para ayudar a los niños a hacer los deberes, como para defenderse en cuatro conversaciones sencillas en un viaje de dos días, como para ver series en versión original, como para desarrollar una actividad profesional bilingüe… Tener claro este «nivel deseado» permite dirigir mucho mejor los esfuerzos (qué debo aprender, y también qué debo ignorar), y nos da un criterio para valorar nuestros avances.

Materia

Una vez que sabemos qué queremos aprender, y con qué objetivo, tenemos que ser capaces de crear nuestro propio programa académico. Cualquier materia que queramos abordar va a ser más amplia y más profunda de lo que vamos a poder abarcar, por lo que es necesario reducirla a elementos más manejables. Deconstruirla, y seleccionar aquellos elementos que resulten prioritarios, las «piedras angulares» que sean más relevantes para alcanzar nuestro objetivo con la mayor rapidez posible. Y estructurarlos de forma que sigan una secuencia lógica, ya que el aprendizaje es más sólido si se va construyendo sobre elementos previamente aprendidos.
Este proceso de configuración de la materia es difícilmente lineal, requiere sucesivas aproximaciones, borradores que se van asentando poco a poco. Necesitas investigar a lo ancho, para entender la amplitud de lo que estás abordando y tener el máximo contexto posible, y a la vez realizar catas que te permitan asomarte a la profundidad, al detalle. Contamos con ayuda, claro: bibliografía introductoria, cursos básicos, expertos que nos puedan dar su visión… Aun así, es fundamental el componente crítico; al fin y al cabo estamos elaborando nuestro propio programa, para nuestros propios fines. Solo nosotros sabemos lo que queremos y lo que no, dónde queremos profundizar y dónde no.

Técnicas

Llega el momento de incorporar toda ese conocimiento a nuestro bagaje. Seguramente en el proceso de investigación que nos ha llevado a definir nuestro «programa académico» hemos ido adquiriendo una visión más o menos difusa, pero hay que consolidarla, darle más solidez.

  • ¿Cómo codificamos el conocimiento para que permanezca con nosotros? Nuestro cerebro funciona de forma básicamente relacional; cualquier contenido tiene más probabilidades de ser incorporado si está relacionado con un conocimiento anterior. El uso de analogías («esto es como aquello») es por lo tanto muy poderoso. Del mismo modo, la utilización de recursos visuales ayuda al recuerdo y la relación. Las técnicas mnemotécnicas nos permiten aprender «de memoria» (una habilidad largamente denostada, pero que tiene sin duda su utilidad). La capacidad de comprimir el conocimiento (agrupando elementos relacionados entre sí para ser tratados como uno solo) nos permite, mediante el uso de esquemas, mapas mentales, etc… consolidar grandes cantidades de información relacionada en poco espacio.
  • La práctica/repetición es el elemento fundamental de incorporación de conocimientos. Debe prolongarse en el tiempo, con una cantidad de descanso adecuada entre sesiones. Entremezclar la práctica de distintas habilidades parece que refuerza el proceso («a change is as good as a rest», dicen los anglosajones).
  • Dentro de ese escenario, es importante el concepto de práctica deliberada. Es decir, no vale con dedicar horas de cualquier manera. La práctica deliberada hace énfasis en empezar despacio, asentando las bases, prestando atención a los detalles… antes de empezar a coger velocidad y refinamiento. También resalta la importancia de centrarse en practicar y repetir aquello que nos resulta difícil, que no nos sale.
  • Por último, entre las técnicas para reforzar el aprendizaje destaca frente a otras técnicas la realización de pruebas, exámenes. Cuestionarnos sobre lo aprendido nos permite, mediante el esfuerzo necesario para responder, consolidar lo que ya sabemos y descubrir aquellos puntos que debemos reforzar.

Teoría

Algunos conceptos teóricos subyacentes, y que me han resultado especialmente interesantes:

  • La sinapsis como mecanismo principal del funcionamiento cerebral. La creación de conexiones entre neuronas es la responsable de lo que aprendemos. El cerebro es plástico, ya que constantemente están formándose esas conexiones.
  • El «chunking«, o la agrupación de elementos, es la capacidad que tiene el cerebro para tratar un conjunto de elementos relacionados como si fuera uno solo, permitiéndonos ampliar nuestra capacidad de proceso. Por eso funcionan los resúmenes, como una agrupación máxima de elementos que posteriormente se van desplegando en varios niveles de detalle.
  • El modo de pensamiento focalizado en contraposición al difuso. El focalizado, relacionado con el trabajo consciente, es el que nos permite manejar un número limitado de elementos. El difuso, relacionado con el trabajo inconsciente (el que se produce cuando estamos pensando en otra cosa, incluso cuando estamos descansando) permite la relación de muchos más elementos, la creación de conexiones menos evidentes. Ambos son necesarios, y para ambos hay que dejar tiempo.
  • La memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo. La primera nos permite trabajar con lo que tenemos aquí y ahora; pero si queremos consolidar conocimientos debemos hacer un esfuerzo consciente en trasladarlos a la memoria a largo plazo. Las técnicas de trabajo están muy relacionadas con este objetivo.
  • Conocer la curva de aprendizaje (distinguiendo además entre aprendizaje percibido y real) nos permite fijar expectativas, conocer de antemano las distintas etapas que aparecen de forma recurrente. Al enfrentarnos a una nueva actividad nos sentiremos abrumados, pero enseguido empezaremos a hilar cosas y tendremos un progreso muy rápido. Tras esa etapa de euforia, sufriremos una cierta regresión que transcurre paralela a la conciencia de cuánto nos queda por saber. A partir de ahí, el conocimiento se va consolidando de una forma mucho más realista.
  • Teoría vs práctica: la teoría es relevante solo en la medida en que nos resulte útil para alcanzar el nivel que nos hemos prefijado.

Hábitos

  • Descansar: los ciclos de esfuerzo y descanso son necesarios para facilitar el funcionamiento cerebral. Mientras descansamos, además de recuperar energía para el trabajo focalizado, permitimos que el cerebro entre en el modo difuso.
  • Sueño: el sueño forma parte de los ciclos de descanso (en el sentido en que permiten a nuestro cerebro trabajar en modo difuso, inconsciente) pero además parece que tiene un efecto fisiológico de limpieza de toxinas en el cerebro, una especie de lavado y puesta a punto que permite que los procesos cognitivos continúen funcionando correctamente.
  • Ejercicio: parece que la ciencia corrobora el viejo dicho de «mens sana in corpore sano». De hecho, la actividad física parece que es capaz incluso de promover la regeneración neuronal.
  • Eliminar barreras: disponer de todos los materiales que vayamos a necesitar durante nuestras sesiones de aprendizaje, eliminar distracciones, tener un entorno adecuado… va a facilitar que nos sumerjamos en el estudio. Se trata de ponérnoslo fácil.
  • Compromisos: la asunción de compromisos (monetarios, con otras personas, público) parece que refuerza los procesos de aprendizaje (en realidad, cualquier proceso de adquisición de hábitos)
  • Persistencia: el proceso puede alargarse, ser frustrante… por eso es importante crear hábitos que transformen el aprendizaje en rutina, utilizar mecanismos (como la técnica pomodoro) que nos ayuden a vencer a la procrastinación, incluso asumir un compromiso inicial (como el de las 20 horas de Kaufman) que nos evite abandonar cuando las cosas se pongan feas.

Filosofía

Aquí recojo algunas notas que me han resultado interesantes a la hora de abordar cualquier proceso de aprendizaje

  • Mentalidad de crecimiento: frente a la visión de mentalidad fija, la mentalidad de crecimiento defiende que independientemente de nuestros condicionantes de partida todos somos susceptibles de mejorar. Que es más importante centrarse en el proceso (que es algo que está a nuestro alcance manejar) que en el resultado.
  • Mentalidad de principiante: tenemos que luchar contra la ilusión de conocimiento (esa sensación que tenemos a veces de «yo ya lo sé», y que nos impide sumergirnos en el aprendizaje), y también asumir que el proceso de aprendizaje estará lleno de errores. De nada vale quedarnos en la seguridad de lo que ya hacemos bien, sino que debemos buscar deliberadamente aquello que hacemos mal para mejorarlo. Debemos invertir en la pérdida, saber que es fallando cuando aprendemos.
  • Interiorización: el proceso de aprendizaje, si está correctamente desarrollado, acaba resultando en una asimilación tan completa de lo aprendido que dejamos de percibirlo conscientemente. Hacemos entonces las cosas de forma automática, inconsciente; pero sólo después de haberlas repetido una y otra vez de forma consciente. La intuición, dicen, es todo aquello que hemos olvidado que un día aprendimos; o también que es el puente entre nuestro consciente y nuestro inconsciente. Una vez que hemos interiorizado algo, somos capaces de ver más allá, de prestar atención a un montón de detalles y matices adicionales que, cuando estamos en un nivel de desarrollo inferior, nos pasan completamente por alto porque nuestra atención consciente está preocupada de lo básico que todavía no dominamos.
  • Personalización: en última instancia, sea lo que sea lo que aprendamos, debemos permitir que se fusione con nuestra esencia, nuestro yo más profundo. No debemos autoimponernos una visión de la práctica que no vaya con nosotros, que se aleje de nuestra forma de ser y de ver el mundo.

Fuentes

Algunas fuentes que he utilizado para documentarme:
Curso «Learning how to learn» de la Universidad de California – San Diego
The 4-hour chef, de Tim Ferriss
The Art of Learning, de Josh Waitzkin
The first 20 hours, de Josh Kaufman
Conferencia de Anxo Pérez en Mentes Creativas
Y por supuesto, artículos, webs, etc… que he ido enlazando dentro del texto.
Seguro que en el futuro habrá más lecturas, que quizás me lleven a modificar este esquema. Pero de momento, para mis objetivos, este resumen me vale.

Los superpoderes de El Protegido

Hace unos días que conocí un nuevo podcast, Todopoderosos. En él hablan de cine, videojuegos, música… en fin, un cóctel entretenido contado de forma agradable y divertida, como en una tertulia de amiguetes. Así que he empezado a escuchar desde el capítulo uno, a ver si me pongo al día.
El caso es que en su segundo episodio hicieron un monográfico sobre M. Night Shyamalan, director de El Sexto Sentido. Y dedicaron un rato a hablar de otra de sus películas, El Protegido (protagonizada por Bruce Willis y Samuel L. Jackson), que es la que me provocó una reflexión.
En la peli, Bruce Willis es un hombre de vida completamente anodina. Un día, el tren en el que viaja sufre un terrible accidente. Todos mueren… menos él, que sale completamente ileso. Esta circunstancia le produce un gran shock, ¿por qué ha sobrevivido él y nadie más? El caso es que van pasando los minutos, y a medida que reflexiona, se da cuenta de que tiene un «superpoder»: ser «irrompible» (el título original de la peli es «Unbreakable»). Pero no es un «superpoder» que haya adquirido de un día para otro; siempre ha sido así. No recuerda haberse puesto enfermo nunca, haber sufrido ningún accidente… él siempre fue así, pero nunca se dio cuenta. Para él era «lo normal», algo en lo que no reparaba.
Mientras escuchaba la conversación sobre la película, me puse a pensar en hasta qué punto todos podemos llegar a ser un poco como el protagonista. Hasta qué punto todos podemos tener determinados «superpoderes» (llamadlo habilidades, talentos, dones, competencias…) que siempre han estado con nosotros y que, por lo tanto, nos resultan inapreciables. Quizás no siempre resulten útiles (o no sepamos sacarles utilidad, que esa es otra), o quizás no nos hagan «uno entre un millón». Pero seguro que si nos ponemos a buscar, todos tenemos algo especial.
Tendemos a apreciar (y a anhelar) los superpoderes ajenos, sin reparar en los que ya tenemos. Quizás sea cuestión de, como le pasó a Bruce Willis, descubrir cuáles son y empezar a pensar cómo podemos utilizarlos.

¿Cuándo dejaste de dibujar?

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«Aprender a dibujar» es, si lo piensas, un concepto extraño. No ves un solo niño al que no le guste garabatear como loco sobre un papel. Lamentablemente, esa inquietud se va perdiendo con el tiempo para la inmensa mayoría, enterrada bajo un montón de «saberes» más esenciales, más prácticos. Renunciamos al placer del «hacer por el gusto de hacer», y desterramos todo lo que no nos permita obtener resultados inmediatos, todo lo que no tiene un «para qué». Una pena…
Reflexión de Puño en su conferencia de 2011.

Peras al olmo

Hace unas semanas tenía una conversación interesante. Hablábamos de una persona y de algunas de sus más que evidentes carencias. Mi interlocutor concluyó, tirando de sabiduría popular: «bueno, tampoco vamos a darle más vueltas, no se le pueden pedir peras al olmo«.
Cosa que es muy cierta. Un olmo es un olmo, y por mucho que lo queramos obviar, hay cosas (como dar peras) que no están en su esencia y que nunca van a suceder. El problema surge cuando lo que necesitas son peras sí o sí, y no… cualquiera que sea el fruto del olmo.
Llegado ese momento, te planteas que a lo mejor tendrías que plantar un peral. Y si no tienes espacio para peral y olmo… a lo mejor hay que talar el olmo, por mucho valor sentimental que tenga o por mucha pena que te dé. Porque necesitas peras, y el olmo no te las va a dar.

Mapa mental de hábitos saludables

 
 

Hábitos saludables para vivir mejor

Por las fechas que son, va a parecer que estoy en modo «buenos propósitos». Ya sabes, de esos que rara vez se cumplen y que vamos reciclando año a año. Y quizás algo de eso también haya, aunque en realidad esto es algo en lo que vengo trabajando desde hace bastantes meses. (Con mayor o menor fortuna, eso es otra historia)

No creo en el principio de año (ni de curso, que es otra época muy típica) como «momento mágico» para el cambio de vida. El cambio sostenible se produce no mediante «arreones» y sobredosis de voluntad y motivación. Esto se agota enseguida. Lo importante es ir poco a poco. Se trata de incorporar a tu día a día de una serie de hábitos que se transforman en tu «nueva normalidad».

Mi lista de hábitos saludables

El caso es que he estado trabajando en mi lista de «hábitos saludables». Son cosas que quiero incorporar y reforzar en mi vida. Tienen que ver con la comida (lo que comemos y cómo lo comemos tiene un impacto brutal en nuestro bienestar), con el descanso, con la actividad física y con la conciencia.

Además, si hay algo que voy aprendiendo es que todo está relacionado entre sí… Es una especie de dinámica que puede ser positiva. Cuanto más consciente eres de tu día a día más capacidad tienes de actuar sobre ello, mejor descansas, mejor comes, más actividad realizas, más tranquilo estás… Pero también puede ser negativa (actúas por inercia, comes de cualquier forma, no descansas, te dejas llevar por tus impulsos, estás ansioso, comes…).

Leía el otro día la revisión del curso de salud minimalista de Homominimus. Y vamos en la misma línea: el objetivo no es el cambio radical, sino la tendencia positiva y la consolidación a medio y largo plazo. Como se suele decir, «piano piano si arriva lontano». O con una perspectiva más «budista», “if we are facing in the right direction, all we have to do is keep on walking”

Los hábitos saludables en un mapa mental

Para ilustrar los hábitos he usado la técnica del mapa mental. Es una forma muy interesante de ordenar los conceptos, y además visualizarlos y recordarlos. No es solo un ejercicio del «lado izquierdo» del cerebro (listar, agrupar, etc.), sino también del derecho (pintar, colorear… y sí, caricaturizarse a uno mismo también :P). Es una de las aplicaciones prácticas del visual thinking que viene bien aprender a usar.

Y un poco en línea con lo que decía el otro día de «recuperar lo físico», he colgado la versión original del mapa en la nevera (a lo mejor lo cambio de sitio, hay lugares donde lo voy a ver más :D) para que esté presente en el día a día.
Así que… ¡a trabajar!

Conocer herramientas no es lo mismo que usarlas

Como sabréis los habituales, soy aficionado a la fotografía. Me atrevería a decir que, como todos, hay una etapa (que normalmente es bastante larga, si no permanente) en la que nos puede el ansia: nos suscribimos a mil y un blogs de fotografía, compramos libros, descargamos libros, compramos revistas, leemos artículos, comparativas. Qué cámara es mejor, qué objetivo es mejor, qué flash es mejor. Tutorial para no se qué efecto en photoshop, diez consejos para hacer mejores fotos en invierno, cinco ideas para tus fotos familiares. Vemos videos de un fotógrafo famoso, fantaseamos con cómo sería nuestra vida con un equipo diferente, mejor, más grande. Posiblemente muchas de estas cosas las apuntamos para leer después, «tengo que poner esto en práctica», las retuiteamos. A veces incluso dedicamos un rato a probar a hacer alguna de ellas, «a ver cómo queda», sólo para instantes después pasar al siguiente elemento que nos llame la atención.
En definitiva, nos lanzamos con avidez a todo lo que tenga que ver con la fotografía. Pero lo hacemos de forma superficial. ¿Cuántas de todas esas ideas ponemos realmente en práctica? ¿A cuántas dedicamos realmente el tiempo y el cariño suficiente como para dominarlas? ¿Cuánto tiempo dedicamos realmente a hacer, a ejecutar, frente al que dedicamos a «informarnos»? ¿Sacamos el jugo a nuestro equipo, o nos pasamos la vida pensando en lo que podríamos hacer el equipo que no tenemos?
He empezado con la fotografía, pero obviamente quiero extrapolar la idea. Pensemos por ejemplo en técnicas de gestión… ¿cuántas horas dedicamos a leer libros, artículos, revistas, blogs… sobre cómo delegar, sobre cómo gestionar proyectos, sobre emprendedores, sobre productividad, sobre trabajo en equipo, sobre reuniones eficaces, sobre liderazgo, sobre desarrollo personal…? Muchas ideas que nos gustan, que marcamos como favoritas, que retuiteamos… y nada más. Tenemos la sensación de que «hacemos mucho», pero al final ¿cuántas de esas herramientas ponemos realmente en práctica, con la consistencia suficiente como para que tenga un impacto real?
Al final, nos evadimos al mundo del presunto «conocimiento» (porque es más cómodo, más falsamente gratificante, más estimulante para nuestro cerebro siempre ávido de novedades) y dejamos de lado la realidad de la ejecución, que tiende a ser más exigente, más aburrida, más arriesgada. Llegar a aplicar bien una herramienta, o una técnica, exige tiempo, dedicación, perseverancia, foco, enfrentarse a los inconvenientes de la realidad. En la fantasía se vive mejor.
Por supuesto, no desprecio el valor del conocimiento, de tener siempre un ojo abierto en búsqueda de las novedades. Pero creo que, del total de nuestra dedicación, deberíamos poner mucho más énfasis en la aplicación real, consistente y persistente, de un número limitado de herramientas frente al conocimiento superficial de un número ilimitado de ellas.

Helping, de Edgar H. Schein: ayudate a ayudar

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Éste es el resultado final del «sketchnote» que estaba haciendo el otro día. El objeto del resumen visual es el libro «Helping», de Edgar H. Schein. Schein es un «clásico» de la consultoría y la organización empresarial, y en este caso aplica su visión a las relaciones de «ayuda». Y es que aquí considera que todas las relaciones de ayuda son asimilables; lo mismo el terapeuta que ayuda a un paciente, la esposa que ayuda al marido, la persona que ayuda a un viandante que pregunta por una dirección, o el consultor que ayuda a una empresa.
Los mensajes principales del libro (que como ya he dicho otro día, me ha dado para mucho «runrún»), y que he tratado de reflejar en mi nota, serían:

  • Una relación/interacción de ayuda es un subtipo de relación/interacción, y como tal comparte una serie de características: las desarrollamos en base a roles que aprendemos desde críos («hacemos de», y esperamos que el otro «nos dé la réplica»), y ponemos algo en juego (y esperamos una respuesta recíproca para considerar satisfactoria la interacción). A medida que se suceden interacciones «satisfactorias», se va produciendo una espiral de creciente confianza e intimidad, en la que nos atrevemos a poner cada vez más en juego… pero también donde nos exponemos más.
  • La relación «de ayuda» es una relación que nace naturalmente desequilibrada. El que «necesita ayuda» se sitúa en una posición de inferioridad, mientras el que va a proveer la ayuda se siente superior. Y ese desequilibrio inicial supone un montón de riesgos que, si no se gestionan adecuadamente, pueden dar al traste con la relación de ayuda.
  • Si adoptamos demasiado pronto los enfoques más tradicionales de la ayuda (cuando adoptamos el papel del «doctor», que diagnostica para luego dar una solución; o la del «experto», que directamente te proporciona la solución) corremos mucho riesgo de caer en una de esas «trampas», bien por la parte del «ayudante» o del «ayudado».
  • El enfoque más adecuado es el del «consultor de proceso». Adoptar la táctica de la «búsqueda humilde» permite reequilibrar la relación (el «ayudado» no se siente tan dependiente), aumentar el conocimiento sobre la situación (y por lo tanto evitar que se nos pasen datos relevantes por alto, precipitarnos o actuar en base a suposiciones o extrapolaciones), incrementar la implicación del «ayudado» en la búsqueda de soluciones, y reforzar la confianza entre «ayudante» y «ayudado». Sólo tras esta fase de mayor conocimiento «pasivo» se puede evolucionar a un papel más activo.
  • Este planteamiento se puede aplicar lo mismo a relaciones individuales, a equipos, o a organizaciones enteras.

En fin, un libro que me ha hecho reflexionar sobre mi propia actitud como «ayudante». Tengo mucha (demasiada) tendencia a «dar soluciones» demasiado rápido, a adoptar muy pronto el rol de «doctor» o el de «experto», a saltarme los pasos de la «búsqueda humilde». Tengo que hacer un esfuerzo más consciente en poner en práctica lo que plantea Schein, a reforzar mi rol de «consultor de proceso». Creo que eso mejorará mi capacidad tanto en el ámbito profesional como en el personal.

Sketchnoting: primeros pasos

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Empecé a interesarme por el «sketchnoting» hace poquito, viendo algunos avances de Ángel Medinilla. El concepto es sencillo: añadir un componente visual a la toma de notas. Es decir, en vez de tomar notas de forma textual, aprovechar para esquematizar y enriquecer con dibujos. La idea es que, de esta forma, mejoramos nuestra capacidad de entender, interiorizar y recordar las notas que tomamos. Se trata de una de las aplicaciones prácticas del visual thinking que cualquiera puede poner en práctica.
Esto es algo que encaja bien con mi forma de tomar notas. De toda la vida, me alucinaba la gente que trataba de recoger en sus cuadernos todo lo que decía un profesor. Ya sabéis, esa gente que escribía a toda velocidad, que llenaba hojas y hojas, y que entraba en pánico si se perdía alguna frase («¿Qué ha dicho? ¿¿Qué ha dicho??»). Nunca lo entendí. A mí me gustaba escuchar lo que se iba diciendo, intentar quedarme con las ideas principales y cómo se relacionaban entre sí, y sobre la marcha ir haciendo mi esquema. Obviamente no siempre podías hacer un esquema perfecto en lo formal, pero al menos en los conceptos sí. Por eso, mis apuntes nunca fueron demasiado buenos para compartir con otras personas: en ellos ya había un trabajo de interiorización que a mí me servía… pero para quien simplemente veía el papel, la sensación que le quedaba era que «faltaban cosas»; preferían pedirle los apuntes a los «amanuenses».
Así que lo de «esquematizar» me encaja estupendamente. Lo del «enriquecimiento visual» es en lo que estoy menos curtido. Mis esquemas eran discretos: algunas flechas sencillas, algunos «bullets», algún subrayado, algún cuadro… pero poco más. Los «sketchnoters» son mucho más desinhibidos, juegan mucho con dibujos alusivos al contenido, con el espacio y la distribución de los contenidos, sombras, texturas, tipografías… un festival visual, vamos.
Según dicen los fans de esta técnica, esta mezcla de esquematización + enriquecimiento visual nos hace por un lado a prestar más atención (para identificar los conceptos importantes, o al menos los que más «resuenan» en nosotros), nos facilita también la síntesis para relacionar ideas, y nos permite recordar mejor ya que estamos usando varias memorias (no solo la conceptual; también la visual, la muscular… mezclando «cerebro derecho» y «cerebro izquierdo»).
He estado leyendo el libro «The Sketchnote Handbook«, donde se recogen (además de una forma muy coherente con la idea) los conceptos básicos y la «filosofía». Y me he puesto a experimentar.
Hay algo que no comparto mucho de inicio, y es que los «sketchnoters» ciñen mucho su trabajo a la toma de notas «en vivo» (conferencias, clases, etc.). No sé, no me convence. Por un lado, lo veo «restrictivo»… a mí por ejemplo me puede interesar mucho más aplicar esta dinámica al resumen de libros. Y además le veo inconvenientes a la construcción del resumen «según se hace»… hay ideas que en principio puedes relacionar de una forma pero luego ver que encajan mejor de otra, hay ideas visuales que de primeras te resultan interesantes pero luego ves que puedes mejorar… Y de hecho la propia estructura del espacio o las ideas que más te interesa destacar no las sabes realmente hasta que has visto el conjunto.
Es verdad que el planteamiento original del «sketchnote» es «rápido», en la medida en que se hace a la vez que se escucha, quede como quede, y como mucho se le hace algún retoque a posteriori. Por el contrario, lo que yo planteo implica más trabajo (una primera escucha con toma de notas preliminares + un segundo esquema consolidando las ideas) pero no sé, encuentro que para mí es más «completo».
En fin, que voy experimentando. El resultado desde luego puede llegar a ser muy vistoso… y la verdad, también es un proceso muy divertido en sí mismo, en cierta forma parecido (y diría que más «flexible») a los mapas mentales con los que también trasteo de vez en cuando.