La posverdad no es necesariamente mentira

Hace unas semanas reflexionaba sobre lo manipulables que somos los humanos, y la facilidad con la que nos creemos cualquier mierda. Hilando con aquella reflexión, resulta que ahora está muy de moda el término «posverdad». El otro día El Tabernero decía en twitter: «Estoy harto del término ‘posverdad’. ¿Por qué somos tan tontos de comprarlo? ¿Hemos maquillado tanto a la mentira como para no reconocerla?».
El problema de la «posverdad» es que no hace falta que sea mentira. A veces lo es, pero hay muchas formas de manipular la verdad sin necesidad de decir una mentira. Una frase sacada de contexto, por ejemplo: «¿Acaso no dijo usted estas palabras textuales?» Bueno, sí, las dije… pero dije muchas cosas que le daban contexto, y lo que usted está haciendo al sacar ese entrecomillado es echarme a los leones. O una foto encuadrada de tal o cual manera, o sacada en un instante u otro: «¿Esta foto no es real?» Sí, es real, pero no refleja ni la situación, ni el tono, ni lo que pretendía decir. O el enfoque de una noticia, centrándose en unas cosas y no en otras. O un caso anecdótico que se eleva a categoría de general: «¿Está negando que ese caso sea cierto? ¿Está negando la experiencia de esta persona?» No, pero lo que define la realidad no es un caso concreto, sino una tendencia, unos datos. O la exacerbación de los aspectos emocionales o simbólicos de una noticia, buscando la empatía y la solidaridad acrítica. O un detalle sin importancia al que se le da rango de noticia de portada día sí y día también. O lo contrario, informar en letra pequeña de lo que no te interesa: «¿Acaso no lo publiqué?». O dar voz a los que defienden una idea, sin dársela a los que defienden la contraria. O ridiculizar una idea escogiendo a un hombre de paja («miren lo que ha dicho este señor»). O lanzar insinuaciones vagas, de forma que nunca te puedan acusar de «usted dijo esto» cuando, en realidad, sí lo estás diciendo. O usar estadísticas retorcidas. O esconder el origen de los datos sobre los que se basa una afirmación. O coger un estudio de calidad limitada y hacer aseveraciones «científicas» con ello.
Etcétera. Decenas de formas de manipular sin necesidad de mentir. Tácticas que usan sin ningún rubor los de aquí y los de allá, los de este lado y los del otro. Y en medio nosotros
Posverdad.

Nos creemos cualquier mierda

Hoy estaba curioseando un rato en LinkedIn cuando he visto que alguien ponía una imagen con una estadística relacionada con el proceso de ventas. «Joder, qué impactante», he pensado. «Voy a ver los datos originales», y me he puesto a buscar el estudio que se supone que servía de base al cuadro. En la búsqueda, he llegado a varias páginas donde se explica que esos datos son… falsos. No existe tal estudio. De hecho, ni siquiera existe la entidad que se supone que había hecho el estudio. Nada. Cero. Son datos que alguien, como tú y como yo, un día se inventó. Puso como fuente un nombre aparente, y la empezó a usar. Y «la manada» hizo el resto.
Hace pocos días circulaba por internet una foto con un cartel de una inmobiliaria en unos terrenos quemados, acompañada de grandes gestos de indignación, «qué cabrones, con los terrenos recién quemados y ya están sacando tajada». Ya sabemos, los putos especuladores que provocan incendios para recalificar terrenos. Resulta que la foto era falsa. De hecho, es que es falso que haya una relación entre incendios y oscuros intereses. Pero qué más da…
Nadie se para a cuestionarse las cosas. Tenemos el dedo rápido para replicar cualquier «información» con un mínimo de verosimilitud (y a veces ese listón lo ponemos muy muy muy bajo), siempre y cuando refuerce nuestras creencias previas. En el fondo da igual si es verdad o es mentira: parece verdad, y coincide con lo que pienso, así que adelante.
Asusta pensar con qué facilidad se puede manipular a la masa. Cualquiera puede (podemos) inventarnos cualquier cosa, darle una mínima pátina de verosimilitud, apoyarlo con algo de «argumento de autoridad» (aunque sea inventándonos un estudio, o atribuyendo unas declaraciones a un experto falso), y dejar que la naturaleza humana haga su trabajo. Una vez que la historia se ponga en marcha, nadie podrá detenerla. Por cada persona que se pare a cuestionarla y señale su falsedad, habrá nueve que se la traguen doblada y la repliquen, incluyendo medios de comunicación (que se supone que están precisamente para lo contrario, pero que en su afán de dar «noticias» muy rápidas y que consigan mucha audiencia son una máquina de divulgar mierdas).

The amount of energy necessary to refute bullshit is an order of magnitude bigger than to produce it

Somos seres terriblemente manipulables. Da miedo.