Cuando voy caminando por la calle, me gusta ir fijándome en los locales comerciales. En los ocupados, y en los vacíos.
Me gusta echar un vistazo dentro, ver qué venden, cuánta gente hay. Mi mente de «economista» intenta hacer un bosquejo de la viabilidad del negocio: ¿cuáles son los costes? ¿cuáles los ingresos? ¿esto da para ser rentable? Reconozco que muchas veces no me salen las cuentas. ¿Cómo es posible que este chiringuito salga adelante? He tenido contacto con algunos pequeños negocios, y sé que hay que remar mucho para que las cuentas cuadren. Y hay «negocios» que me llaman mucho la atención, porque soy incapaz de entender qué cuentas de la lechera se habrá hecho el promotor para meterse en ese lío. Luego la realidad se impone y, cuando al cabo de unos meses ves el negocio cerrado, piensas: «joder, si es que era de cajón». Aunque he de reconocer que otras veces veo cómo el negocio permanece (¿ganando dinero?), y pienso «algo hay que me estoy perdiendo».
También suelo mirar los locales vacíos (¡cuántos hay!). Me da por elucubrar: «¿y si abriese yo un negocio?». Lo he pensado muchas veces a lo largo de los años, pero siempre llego al punto de bloqueo. ¿Qué negocio podrías poner, que «funcionase»? ¿Qué necesidad no cubierta existe? ¿Qué valor puedes aportar? Como cliente… ¿qué negocio echas en falta, por qué estarías dispuesto a pagar (a ser posible mucho y de forma recurrente)? Y no me salen demasiadas respuestas claras.
Siempre me ha llamado mucho la atención la mentalidad del «emprendedor», del «negociante», del que se lía la manta a la cabeza y dice «venga, yo abro y a ver qué tal va». Y se mete en gastos, reformas, decoración, publicidad, stock (las inversiones en el «mundo físico» siempre me impresionan)… y hala, a torear. Y luego si sale, bien; y si no pues a cerrar y a probar otra cosa.
Hay algo cierto, y es que a algunos les funciona. Pero no puedo dejar de pensar en todos aquellos a los que no, los que reman como locos para al final tener que rendirse, con suerte sin haber perdido demasiado dinero en la aventura.
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Webdospuntocero: mucho proyecto, poco negocio
Para mí la diferencia está clara, pero sigo percibiendo una enorme confusión entre lo que es un proyecto y lo que es un negocio en este mundo «dospuntocero» en el que vivimos. Gracias a la tecnología, los API’s, la comunidad… hoy en día un tío con unas nociones de programación (o incluso sin ellas) puede montar un proyectito «2.0» en un par de días (a veces, ni eso). Llámalo blog, llámalo red social, llámalo mashup… dicho y hecho. Y así asistimos día tras día al lanzamiento de nuevos «proyectos 2.0», muy monos ellos. Hay mucha creatividad por ahí suelta, sin duda.
Pero… ¿negocios? Tirando a pocos. Me refiero a esos proyectos que tienen ingresos, es más, que tienen ingresos superiores a sus gastos (en niveles razonables, claro: ingresar 10$ de Adsense NO es un negocio). De esos hay muy pocos. Lo cual tampoco es malo: es bonito/curioso ver los proyectos que van surgiendo por ahí, yo mismo he puesto en marcha algunos. Pero de ahí a hablar como si esos proyectitos «para pasar el rato» fuesen poco menos que «thenextbigthing», a considerarse una start-up por hacer una cosa de estas o autodenominarse CEO por haberlo puesto en marcha… pues no.
Ya está bien. Llamemos a las cosas por su nombre, y no confundamos churras con merinas.