Cómo mantener el contacto

Mantener el contacto ERA fácil

Mantener el contacto con tus amigos era fácil cuando todos estabais en el colegio.

Al fin y al cabo, no había que hacer nada. Uno simplemente iba a clase, y allí compartía tiempo y espacio con ellos.

Y si no, os veíais cada fin de semana, porque era lo que uno hacía los fines de semana.

El contacto no había que mantenerlo. Simplemente sucedía.

How Teens Make Online Friends | National Apartment Association

Pero las cosas se complican cuando uno se hace mayor.

Resulta que vas coleccionando grupos de amigos: los del colegio, los de la universidad, los del colegio mayor… los del primer trabajo, los del segundo trabajo, los de clase de fotografía, los de internet, los de…

Con la mayoría de ellos, compartes tiempo y espacio durante una época… pero luego no. Cada uno vive en un sitio, trabaja de una cosa.

Y tú cada vez tienes menos tiempo. Las responsabilidades profesionales, la familia, mantener tu casa…

La inercia que durante un tiempo os juntaba, ahora os separa. Si no haces nada para remediarlo, las relaciones se enfrían, se alejan… y acaban siendo un recuerdo del pasado.

Y qué pena, oye.

Cosas que puedes hacer para mantener el contacto

Como digo más arriba, la inercia es poderosa. Y si no pones de tu parte, la mayoría de tus relaciones sociales se acaban diluyendo como azucarillos.

Es muy difícil, por no decir imposible, mantener todas tus relaciones al 100% de intensidad, como si volvieses a ser pequeño y estuvieses todo el día conviviendo con tus amigos.

Pero eso no quiere decir que debas rendirte y dejarlas morir.

Hay una serie de cosas que puedes hacer (de manera consciente e intencionada) para sostener esas relaciones en el tiempo. Si no al 100%, si a una intensidad suficiente como para que puedas disfrutarlas.

Aquí van algunas ideas:

  • Un clásico: felicitar el cumpleaños. O las navidades, o el año nuevo. Son fechas señaladas en las que a todo el mundo le gusta que se acuerden. Eso sí, si vas a hacerlo… procura personalizar un poco tu mensaje, hacer un guiño al pasado… que no sea un simple «felicidades», o un meme de copiar y pegar.
  • Recuerdos y efemérides compartidas: aprovechar el aniversario de algún evento que compartisteis… un viaje, una anécdota, un proyecto… El desencadenante puede ser muy variado: pasas por un sitio que te genera el recuerdo, o te salta una foto en tus redes sociales de «tal día como hoy hace X años», o revisando tus papeles te encuentras unas notas, o en una conversación con un conocido común sale su nombre…
  • Aprovechar noticias genéricas relacionadas con la otra persona. Por ejemplo si ves publicado en prensa alguna noticia sobre su empresa, o sobre su sector… o que sale su pueblo en la prensa… «vi esto, y me acordé de ti».
  • Reacciones a sus publicaciones en las redes sociales: las redes sociales pueden ser un coñazo. Pero también te dan la oportunidad de mirar por una rendijita a la vida de los demás. Aprovechar esas publicaciones en redes sociales para mantener el contacto es una buena opción. Y no se trata solo de darle un «like» intrascendente, sino de aprovechar para mandar un mensaje, estirar la conversación, aportar algo de valor…
  • Dar seguimiento a cosas que sabes de la otra persona: por ejemplo, si sabes que hizo un viaje… ¿por qué no preguntar al cabo de unos días qué tal le fue? Si sabes que estaba pendiente de presentarse a un examen… ¿por qué no interesarse sobre qué tal le fue? Si sabes que iba a empezar a dar clase en algún sitio… ¿por qué no preguntar qué tal la experiencia?. Si sabes que sus hijos estaban enfermos, ¿por qué no preguntar qué tal están? Entre las conversaciones previas que hayas tenido, la información que se comparte en redes sociales… tienes muchos hilos de los que tirar.
  • Aportar valor: lees algo que crees, por los intereses de la otra persona, que le puede resultar útil… ¿por qué no aprovechar para enviárselo? «Leí esto y por lo que me contaste la última vez pensé que te podría gustar», «he conocido a esta persona y creo que os podéis ayudar mutuamente».
  • Pedir ayuda (de bajo compromiso). No se trata de pedir el gran favor de la vida, sino de apoyarte en los conocimientos de la otra persona para generar un poco de conversación. Cosas del tipo «voy a ir de viaje a tu ciudad, ¿se te ocurre algún sitio chulo para comer?», o «he empezado a leer sobre este tema en el que tú eres experta, ¿me podrías recomendar un libro que merezca la pena para iniciarme?». Preguntas y peticiones que no pongan en un compromiso, que reconozcan el valor que la otra persona te puede aportar y que no les cueste apenas nada satisfacer.
  • Buscar una actividad conjunta: puede ser un club de lectura, una liga de fútbol fantasy, colaborar en un proyecto… cualquier excusa que os dé un espacio común (presencial u online) para relacionaros a pesar de la distancia.

Como verás no estoy hablando de cosas rarísimas. En realidad son comportamientos y conversaciones que, si estuvieses compartiendo tiempo y espacio con esa otra persona, saldrían de forma natural.

De hecho, son cosas que probablemente ya te suceden; te acuerdas de esa persona, y si la tuvieras al lado le harías un comentario casual. El problema es que no la tenemos al lado, y nos da pereza mandar un mensajito. Y así, con cada mensajito que no enviamos, nos alejamos más y más.

La tecnología viene en tu ayuda

Todas estas recomendaciones suenan bien.

Sin embargo, es fácil olvidar los detalles. Tenemos muchos conocidos, les pasan muchas cosas.

Happy man using smartphone and copy space | LINK Mobility

Por eso la tecnología puede ser muy útil como apoyo.

  • Ayudándote a mantener notas sobre las personas a las que conoces: ¿de qué temas interesantes hablasteis la última vez? ¿cuáles son sus intereses? ¿y sus circunstancias?
  • Recopilando ideas para mantener el contacto: quizás estés leyendo algo interesante, y te acuerdes de alguien a quien poder enviárselo… puede que no lo hagas en el momento, pero está bien apuntárselo para hacerlo posteriormente.
  • Generando recordatorios para contactar en el futuro: desde las alertas de cumpleaños a «dentro de tres meses preguntarle a menganito por su tema». Así, simplemente cuando llega el día lo recuerdas y actúas.
  • Y, por supuesto, sirviéndote para conectar: una llamada, un vídeo, un mensaje, una foto…

Cuestión de naturalidad

Hay gente que, cuando lee este tipo de recomendaciones, arruga la nariz. Les parece que esto es «forzado», «antinatural», «artificioso». Que si no surge de manera espontánea, entonces está mal.

Dislike GIFs – All Gifs At One Place

El problema, como decía antes, es que es muy difícil que surja la espontaneidad cuando no pasas tiempo junto a alguien.

O pones de tu parte, o esa relación se muere.

¿Significa eso que tienes que convertirte en un robot sin sentimientos que solo se relaciona con los demás a golpe de recordatorios? ¡No! De lo que se trata es de apoyarse en unos hábitos y rutinas para complementar lo que la distancia y la inercia se llevan por delante.

En cierto modo, es como si te resistes a ponerte gafas cuando vas perdiendo visión porque «no es natural». ¡De lo que se trata es de ver bien! Por supuesto que sería ideal tener una vista perfecta durante toda tu vida, pero no suele ser así… ¿no será mejor ayudarse de unas gafas para seguir viendo que renunciar a ver?

Por el interés te quiero, Andrés

Otro aspecto que a la gente le suele chirriar de esto de mantener el contacto es que puede resultar «falso». Que solo buscas «mantener el contacto» pensando en tu propio interés, en que en algún momento del futuro vas a sacar provecho de esa relación.

Y mira, posiblemente haya quien lo enfoque así.

Pero que haya quien lo pervierte así no significa que tú lo hagas.

No se trata de mantener el contacto con gente que te cae mal para sacarle provecho; se trata de mantener el contacto con gente que te cae bien para evitar que ese contacto desaparezca.

¿Que en el futuro ese contacto te puede ser útil? ¡Pues mira qué bien! Personalmente no le veo ningún problema a eso. A mí se me hace mucho más fácil hacerle un favor a un amigo al que conozco y aprecio que a un desconocido cualquiera.

Lo que pasa es que para llegar a ese punto de confianza hay que cuidar la relación durante bastante tiempo, sin esperar nada a cambio.

Es decir, que primero está la relación.

Genuina, desinteresada.

Mucha gente se equivoca cuando, de buenas a primeras, te viene pidiendo favores. O cuando, después de años sin hablarte, aparece a pedirte cosas. Ahí sí que chirría, y genera rechazo.

Pero si un amigo con quien tienes una buena relación te pide un favor… ¿te causa rechazo? ¡Si posiblemente seas tú quien se lo ofrezca en primer lugar!

Manteniendo el jardín de tus relaciones sociales

Alguna vez he escuchado referirse a tus relaciones sociales como las plantas de un jardín.

Networking Is All About Farming, Not Hunting. - FEI

Puedes dejar que tu jardín crezca por sí mismo, sin orden ni concierto. Lo que salga, sale, y lo que no, pues no. Las plantitas que vivan pues perfecto, y las que se mueran pues se dejan pudrir.

En términos de relaciones sociales, equivale a llevar tu día a día relacionándote con las personas con las que compartes tiempo y espacio, dejándote llevar. Y las que no… pues oye, cosa del pasado y la nostalgia.

La otra alternativa es poner de tu parte, y dedicar tiempo a sembrar semillas, a regar y nutrir las plantas, a cuidarlas… y tener el jardín como tú quieres tenerlo.

Requiere un poco más de esfuerzo, pero el resultado no tiene nada que ver.

Recomendaciones de networking para introvertidos

Estoy recogiendo experiencias de introvertidos e introvertidas a través de una sencilla encuesta. ¡Participa! Entre todos podemos ayudarnos a hacer networking para introvertidos.¡Participa en la encuesta!

Una escena introvertida

Hace unos meses vi una llamada perdida en mi teléfono. Era de una persona con la que había trabajado en el pasado. Y cuando digo en el pasado, hablo de mínimo 15 años. No habíamos tenido más contacto desde entonces. Me extrañó, pero le devolví un whatsapp: «hola, he visto tu llamada». «Sí, me gustaría hablar contigo de un tema». Y quedamos en hablar los días siguientes.

La llamada se produjo. Hicimos un breve intercambio de «cómo te va», y sacó el tema. «Necesito que me ayudes con una cosa, no sé si me puedes poner en contacto con menganito que he visto que estáis conectados en LinkedIn». Ok, vale, lo hice. Y según pasaban los días, yo pensaba que «en mi vida se me habría ocurrido llamar a alguien con quien hace 15 años que no tengo relación para pedirle nada».

Pero es que yo tengo ese punto de introversión / ansiedad social. Y para mí eso es una barrera que para otros no existe. Como resultado, hay «favores» que yo no consigo… principalmente porque ni siquiera los pido. Mientras que otros sí.

Otra escena introvertida

El evento iba bien. Las exposiciones estaban siendo interesantes, entretenidas. Llegó media mañana y «venga, hacemos un descanso para un café, 20 minutos». Y se me cerró el estómago.

Yo había ido allí solo. Y ese momento de revuelo en el descanso siempre, siempre, me resulta muy incómodo. Siento la presión de «tener que relacionarme», pero… ¿cómo? ¿simplemente me acerco a alguien y me pongo a hablar? ¿y de qué? Empiezas a deambular, te acercas donde el café… buscas un rinconcito donde estar… mientras ves cómo otras personas se van juntando en corrillos, se intercambian tarjetas, se sonríen amigablemente…

Menos mal que ya existen los móviles, y te puedes abstraer unos minutos.

Llegó la hora de volver al evento, y ya me pude relajar. Pero de nuevo, mientras las charlas vuelven a comenzar, te da por pensar que en esas situaciones podría haber ocasión de conocer gente nueva, gente interesante, gente que en el futuro podría ser fuente de oportunidades… y tú te las has perdido.

Qué es el networking, y por qué es importante

Podríamos definir «networking» como la capacidad de crear relaciones con otras personas, cuidarlas y mantenerlas a lo largo del tiempo, y apoyarse en ellas para tu desarrollo profesional. Es decir, tres componentes:

  • Crear relaciones: que sí, que a veces se crean solas. El compañero de colegio con el que te sientas día tras día, la persona que se incorpora a tu círculo de amigos, la gente con la que colaboras en un proyecto de trabajo… La vida nos ofrece algunas oportunidades para relacionarnos. Pero hay muchas otras personas a nuestro alrededor. Personas interesantes con quienes las cosas no simplemente «surgen», sino que hay que tomar la iniciativa.
  • Cuidarlas y mantenerlas a lo largo del tiempo: porque no es solo cuestión de «hacer contactos» o «coleccionar tarjetas», sino de que ese contacto se mantenga a lo largo del tiempo. Y de nuevo, en algunas ocasiones la vida lo facilita (frecuentáis los mismos círculos, os veis de forma natural con cierta frecuencia…) pero en muchas otras no. Y hay que tomar la iniciativa para que esos «conocidos» no regresen, más pronto que tarde, a su condición de «desconocidos».
  • Apoyarse en ellas para tu desarrollo profesional: a veces es pedir un favor. A veces, que te presenten a alguien. A veces simplemente que se acuerden de ti cuando les surja una oportunidad, o que le hablen de ti a un tercero. Hay muchas formas en las que tu red de contactos puede afectar de manera positiva a tu devenir profesional. Pero si no activas ese potencial… lo estarás perdiendo.

Creo que a estas alturas de la vida todo el mundo es consciente de que, para todo en la vida, es mucho más fácil ir de la mano de un conocido que «a puerta fría». Ya no es solo cuando tú estás persiguiendo activamente un objetivo; es que de forma natural surgen oportunidades, ideas, proyectos, colaboraciones… abundancia, al fin y al cabo.

Pero para eso hay que cuidar esa red de contactos como quien cuida las plantitas de un huerto. Hay que plantar las semillas. Hay que regarlas y cuidarlas mientras crecen. Y, si lo hacemos bien, con el tiempo podremos recoger algunos frutos. Pero si fallamos en cualquiera de las fases anteriores… ni hay fruto ni hay nada.

Y todo eso requiere acción. Por eso el networking para introvertidos es más complicado…

Los problemas de los introvertidos para el networking

Si tú eres introvertido/a, seguro que identificas con algunos de estos rasgos:

  • Te cuesta tomar la iniciativa para hablar con una persona desconocida (¡incluso con muchas conocidas!), mejor si la iniciativa la toman otros
  • Te incomoda estar en grupos grandes, prefieres conversaciones en grupos pequeños
  • Te agota la «charla superficial», disfrutas más cuando la conversación se pone más interesante
  • Te resulta difícil intervenir en una conversación cuando hay otros que la dominan
  • Te agobian los entornos llenos de estímulos, prefieres lugares tranquilos
  • Después de un rato de interacción social sientes que te agotas y que necesitas «recargar pilas»

Si lo piensas bien, ninguna de estas circunstancias es especialmente útil para el networking.

  • Como se te hace difícil tomar la iniciativa para acercarte a otros, quedas a expensas de que sean los demás quienes den ese primer paso. Y si no lo dan… nada.
  • Algunas oportunidades de conocer a mucha gente son precisamente esos eventos que a ti te incomodan, y en los que no te desenvuelves bien.
  • No estás a gusto con las conversaciones triviales, que muchas veces son un paso necesario antes de llegar a generar esas conversaciones más profundas que sí disfrutas… y eso te hace quedarte a medio camino.
  • El número de interacciones sociales que te apetece tener a lo largo del día es limitado, así que tu capacidad de hacer y cuidar contactos se resiente.

Y como resultado:

  • Te cruzas con muchas personas en tu vida a las que podrías llegar a conocer… pero que pasan de largo.
  • Te cuesta hacer progresar las relaciones que estableces y hacer que pasen de «conocidos» a «amigos».
  • Incluso a los que ya consideras «amigos» te da apuro pedirles cosas cuando las necesitas.

En definitiva: muchas cosas que podrían suceder en tu vida no suceden, porque tu red de contactos no es tan amplia y madura como podría ser.

Cómo hacer networking si eres introvertido o introvertida

No todo está perdido. Hay cosas que podemos hacer. Y no todas consisten en «salir de nuestra zona de confort», o de obligarnos a hacer cosas que nos incomodan. Porque resulta que los introvertidos también tenemos ventajas en nuestra forma de ser.

Y es que, si lo piensas bien, nuestra preferencia por relaciones más profundas hace que, una vez que alguien entra en nuestro «círculo de confianza», la relación sea más significativa. Cuando hablamos es para algo realmente importante. Nos gusta tener esos espacios de intimidad donde se fortalecen los vínculos. Conectamos. Y eso es muy importante cuando uno piensa en una «red de contactos».

Porque «red de contactos» no es simplemente que tienes un nombre y un teléfono. O que os seguís en redes sociales. Es que, llegado el caso, esos contactos moverían un dedo por ti. Y no todas las «relaciones superficiales» son así.

Así que, teniendo eso en cuenta, aquí van algunas recomendaciones de networking para introvertidos:

  • Usa a conocidos comunes: esas personas a las que ya conoces te pueden presentar a otras. Pueden tomar la iniciativa, incluso llevar el peso de la relación mientras tú vas ganando confianza y comodidad.
  • Usa otros canales: tienes el texto, el email. Canales asíncronos que reducen tu ansiedad y te permiten expresarte con calma y claridad.
  • Investiga primero: si sabes con quién te vas a juntar, intenta tener información previa. Su historia, sus proyectos, sus intereses. Es una forma de lanzar la conversación en un entorno cómodo para la otra persona, y hará que fluya más fácil.
  • Pregunta y escucha: a todos nos gusta mucho hablar de nosotros mismos, y sentir que resultamos interesantes para los demás. Así que sé tú esa persona que escucha lo que otra persona cuenta, que hace preguntas para profundizar, y que deja buen sabor de boca en el otro.
  • Ten preparada tu ru tina de conversación: hay algunas preguntas clásicas en busca de elementos compartidos (dónde has trabajado, qué has estudiado, tienes familia, etc…). Puedes sentir que son demasiado «artificiales», pero permiten iniciar una conversación sencilla y explorar puntos en común que te harán tener más comodidad.
  • Aprende unas cuantas anécdotas: utiliza experiencias de tu propia vida y aprende a contarlas como una historia, con su punto interesante, divertido… Practícalas en casa y así, cuando llegue el momento de tener esa fase de conversaciones «superficiales», tendrás recursos de los que tirar.
  • Ten preparadas escapatorias: algo tan sencillo como mirar el reloj y decir «perdona, tengo que dejarte que tengo que hacer una llamada». O cualquier otra fórmula que te permita dar por terminada una conversación cuando sientas que ya has tenido suficiente. Si ya le añades un «me ha encantado conocerte, me ha parec ido muy interesante lo que hemos hablado, me gustaría seguir profundizando», un intercambio de datos de contacto… quedas muy bien.
  • Mantente al día de la actividad de los otros, y aprovecha esa actividad para hacer un punto de contacto: si ves que alguien publica algo en redes sociales, haz un comentario. Si sabes que alguien se fue de vacaciones, pregúntale qué tal le fue. Si ves que alguien participa en un evento, deséale suerte.
  • Intenta aportar valor sin esperar nada a cambio: «leí esto y me acordé de ti», «vi este evento y pensé que podía interesarte», «estuve hablando con mi amigo Fulanito y me pareció que podría tener sentido que os conozcáis».

¿Y tú? ¿Tienes alguna táctica que te resulte útil?

Entrevista a Antonio de Ancos

Conocí a Antonio de Ancos en una charla que di en Madrid sobre aprendizaje. En el turno de preguntas, me «atizó» con la pregunta que, a día de hoy, no se me ha olvidado.

«¿Y tú todo esto cómo lo haces?»

Luego hemos ido interactuando más, leyéndonos mutuamente, hemos comido y tomado algún café. Y hace un par de semanas pensé, «¿y por qué no le invito al podcast?».

Antonio se autodenomina «consultor en sentido común», aunque se disfraza de consultor SAP. Lleva 20 años por esos mundos de dios, conociendo todo tipo de organizaciones y proyectos, y acumulando historias. Tiene una visión muy clara de lo que es el mundo del trabajo, la consultoría, lo de ser freelance (o no), lo que tiene sentido y lo que no.

En nuestra conversación pasamos por muchos sitios relacionados con carrera profesional, con aprendizaje, con marca personal y redes sociales, con networking… y tantos otros.

¡Gracias, Antonio!

El declive de las redes sociales

Cuando nacieron las redes sociales profesionales

Cuando aparecieron las «redes sociales profesionales», allá por mediados de la década anterior, parecían una buena idea. Es verdad que, al principio, sólo las usábamos los «frikis de internet». Hablarles de eConozco o de Linkedin a gente «normal» sólo provocaba gestos de incomprensión y cierta burla. Sí, es verdad, al principio tenían un punto endogámico. Pero poco a poco se fueron abriendo paso hacia el público en general.
Parecían una buena idea, digo. En cierto modo consistía en una versión digital del clásico «rolodex» pero con un añadido clave: que podías empezar a explorar los «rolodex» de tus contactos. No era solo «poner en internet a la gente que yo conozco», sino también «ver a la gente que conoce la gente que yo conozco».

El poder de los vínculos débiles

Se trataba de dar visibilidad a esas relaciones débiles, a esos «amigos de mis amigos». La teoría de los seis grados de separación decía que podíamos contactar con cualquier persona del mundo en solo seis saltos de amigo en amigo. Lo cual no dejaba de ser muy ambicioso y un poco naif (¿alguien ha contactado realmente con alguien a seis grados de distancia?). Pero activar el segundo grado de separación es algo mucho más fácil: no hay más que pedir a un amigo común que nos ponga en contacto con otro de sus amigos.
¿Y a qué te daba acceso esa nueva visibilidad? A contactar con profesionales valiosos, a oportunidades que antes estaban ocultas, a ampliar de forma orgánica tu círculo de contactos… Podías poner luz sobre un territorio antes en penumbra, y explorar opciones razonablemente fáciles de aprovechar. No era muy diferente a lo que se hacía toda la vida, solo que ahora tenías un «mapa de relaciones» para guiarte.

Contactos reales vs. contactos vacíos

Parecía una buena idea. Pero para eso hacía falta que todos fuésemos muy cuidadosos en la gestión de nuestras redes sociales. Se trata de «tener como contacto» solo a aquellas personas que realmente lo son. Personas a las que conocemos, y que nos conocen. Personas a las que en un momento dado podemos llamar por teléfono, o poner un mail, y que nos van a responder. Personas que, en definitiva, moverían un dedo por nosotros si se lo pedimos y por las que nosotros moveríamos un dedo si nos lo piden.
Ése era el plan. Pero rápidamente empezó a torcerse. Las redes sociales empezaron a convertirse en una jungla en la que pareciera que «tener más contactos» era sinónimo de «tener más éxito». Así que empezaron a volar las invitaciones para contactar «con cualquiera». Sin ni siquiera un poquito de vaselina… «invitar a todas las direcciones de email» y otras herramientas similares produjeron una avalancha de peticiones sin sentido, sin un mínimo cariño, sin un triste mensaje de presentación… Y del otro lado, la tentación de aceptarlas: «¿Por qué no? Nunca se sabe… así me ve más gente… así tengo más contactos y parezco más importante… así tengo más audiencia…»
¿El resultado? Un montón de contactos falsos, vacíos. Gente que no sabes quién es, ni qué hace, ni de qué palo va, ni cuándo ni por qué la añadiste… Gente de quien no te interesa lo que pueda decir o hacer (porque, recuerda, apenas sabes quién es), gente a la que no le responderías un mail ni le cogerías el teléfono ni le darías una hora de tu tiempo. Y eso es recíproco, claro: a ellos no les interesas tú, ni te responderían un mail ni te cogerían el teléfono ni te darían una hora de su tiempo. Porque lo único que os une es que «sois contactos en Linkedin». Menudo mérito.

La resistencia es fútil

Yo procuro seguir siendo escrupuloso, hasta el punto de poder resultar antipático. Pero sé que estoy cada vez más solo en ese empeño. Y que de poco vale si la inmensa mayoría va por otro lado. Soy como uno de los violinistas del Titanic, intentando que suene la melodía mientras todo se hunde alrededor.
Y qué pena. Porque parecía una buena idea…

PD.- Como ves, he añadido un episodio del podcast Diarios de un knowmad dedicado a este tema. Si te gusta, puedes suscribirte en iVoox y en iTunes, comentar, recomendar, compartir…

La importancia del feeling

Después de una etapa tan larga como fue la de Vips muy metido en un proyecto (y por lo tanto, shame on me, descuidando un poco bastante aquello del networking) ahora estoy en otra fase de «reconectar» con personas. No solo con las que ya conozco, que también, si no tratando de expandir mi horizonte. Nuevos perfiles, nuevos sectores, nuevas ideas, nuevas posibilidades de hacer cosas… Es algo que reconozco que me cuesta (no está demasiado en mi naturaleza, soy más bien ermitaño, introvertido, perezoso…), pero encuentro que es imprescindible no solo como forma de «generar oportunidades» (que también, claro; que hay que seguir comiendo), sino de «enriquecimiento personal e intelectual«. Es a través de otros como crecemos, como ampliamos nuestro conocimiento, como confrontamos y consolidamos nuestras ideas, como se nos ocurren cosas nuevas…
En este proceso, hay una barrera con la que me enfrento. Y es la importancia que le doy al «feeling». Hace poco, unos antiguos compañeros me hablaban de una persona con la que «me podría interesar contactar». Vale, contadme más. «La verdad es que no pegáis ni con cola… «. Uy, mala cosa. Es decir, tal y como ellos lo planteaban había una oportunidad interesante, él me podía servir a mí para llegar a un determinado tipo de clientes, yo le podía servir para darle soporte a proyectos… pero al introducir la variable de «compatibilidad», todo se venía un poco abajo.
Y es que para mí cualquier relación profesional funciona «mientras las dos partes estén a gusto». Y un factor fundamental en ese «estar a gusto» es para mí la «compatibilidad personal». No se trata de que siempre tengas que trabajar con los mejores amigos del mundo, pero sí creo necesario una mínima afinidad en valores, comportamientos, prioridades, formas… Si no se da esta afinidad, por muy «lógica» que pueda parecer la colaboración, incluso por muy lucrativa que resulte, se va a ir al traste más pronto que tarde. Y prefiero explorar si existe esa compatibilidad antes de meternos en un compromiso. Porque mira, para andar tarifando, mejor no profundizar; cada uno por su lado, que hay muchos peces en el mar.
Este énfasis en la importancia del feeling tiene para mí algunas consecuencias. Mi periodo de maduración de relaciones profesionales es lento y trabajoso. Tenemos que «rozarnos» varias veces, con cierto grado de «conversación intrascendente» de por medio, antes de que me sienta cómodo hablando de «proyectos».
Esto es algo que resulta difícil de aceptar para algunas personas con una visión más «transaccional» de las relaciones. Hace poco, por ejemplo, contactaron conmigo para «hacer un proyecto de evaluación y desarrollo de personas». Bueno, vale, te escucho… «tendrías que venir aquí mañana, porque el proyecto empieza la semana que viene». Lo paré. Lo siento, no hago proyectos en la primera cita. No sé quién eres, no sé cómo trabajas (de hecho, tú tampoco sabes quién soy, ni cómo trabajo). No estás buscando un «partner» con el que desarrollar proyectos, si no un recurso de quita y pon para salvarte en una emergencia. No me gusta, yo no trabajo así. Evidentemente, ese posible proyecto se esfumó, y con él la ganancia económica que hubiera detrás.
Lo cual me lleva a la segunda consecuencia… y es mi énfasis en el «feeling» hace que muchas posibles relaciones se caigan por el camino, antes de poder pensar en sacarles partido. Podemos ponerlo como que soy exigente (connotación positiva) o como que soy un tiquismiquis (con la connotación negativa). Pero es así.
Así que me veo enfrentado a un dilema. Si quiero mantener una dinámica de proyectos, colaboraciones, etc… que sea sostenible con la vida que quiero, una de dos: o rebajo la exigencia de mi «filtro de feeling», o me convierto en una «máquina de socializar» que me permita lanzar muchas relaciones (sabiendo que muchas se van a perder luego por el camino). Y es un dilema porque ninguna de las dos opciones va demasiado con mi naturaleza. Me cuesta mucho trabajar con personas con las que no encajo… y lo que es peor, se me nota. Y tampoco soy un socializador nato, me cuesta un mundo.
Pero claro, quiero hacer cosas… así que hay que avanzar por uno de los dos caminos, o por una combinación de los anteriores.

Redes de profesionales: ni son redes, ni son ná

El otro día caí, siguiendo una referencia, en una web de una autodenominada «red profesional de RRHH». A saber, un conjunto de profesionales «expertos en la gestión y desarrollo de personas». Siguiendo con su autodescripción, «esta red de expertos es un espacio diferente de colaboración, porque trabajamos en red entre nosotros, nos organizamos de una forma eficiente y dinámica en función del proyecto, y eso, redunda en el valor y la calidad que te aportamos.»
Soy un absoluto convencido del concepto de red. Hace ya un tiempo decía que «la metáfora de la neurona, como elemento individual pero a la vez conectado con otros, me parece muy descriptiva de nuestra realidad social y profesional. Somos individuos, sí, pero nos conectamos con otros. Esas conexiones se crean, a veces se fortalecen, a veces se debilitan, e incluso llegan a romperse.»
Pese a este convencimiento, o precisamente a causa de él, creo que ese concepto de «red profesional» que describía al principio está equivocado, que es propio de quien ha oído campanas pero no sabe muy bien dónde.
Aunque suene paradójico, la red es un concepto profundamente individual. Yo soy yo y mi red. No existe el concepto de «nuestra red». Yo tengo la mía, tú tienes la tuya. Puede que se solapen en cierta medida, pero siguen siendo entidades separadas, cada una centrada en el nexo principal que eres tú mismo.
Cuando le ponemos un paraguas común (una marca, una web, una etiqueta) a nuestras redes, estamos yendo en contra de la lógica propia de las redes. No es verdad que «nuestra red», en conjunto, seamos un bloque monolítico. Cada uno de los individuos tiene relaciones diversas con el resto de elementos dentro de esa supuesta red. Con unos eres más afín, con otros menos. Exactamente igual que sucede con elementos que queden fuera de esa red: yo tengo mis contactos, tú tienes los tuyos. Podemos compartirlos, pero nunca la relación va a ser exactamente igual con unos que con otros. Por muchos «valores comunes» que nos acerquen, seguimos siendo nodos independientes que se relacionan con distinta intensidad, tanto dentro como fuera. Esa «capa común» que dibujamos es una ficción.
Creo que lo que subyace en este tipo de enfoques es una mezcla de desconocimiento y miedo. Nos suena bien eso de la red, más o menos, pero en el fondo nos aterra asumir su realidad. Seguimos buscando el cobijo en algún tipo de estructura que nos proteja. Un logo, un nombre común, un algo. Aceptar al 100% la red implica aceptar que estamos solos, que somos los máximos y únicos responsables, que nuestra red depende de nosotros mismos, del esfuerzo que hagamos en desarrollarla y mantenerla. Para mucha gente éste es un pensamiento acongojante, y prefiere descargar esa responsabilidad en un ente superior (la empresa, la tribu, incluso la «red común»). Durante mucho tiempo eso sirvió para ir tirando. Pero creo que en esta era aguanta menos soplidos que la casita de paja del cuento de los tres cerditos.
Si de verdad nos creemos lo de la red (y francamente, no creo que haya una visión alternativa), seamos consecuentes.

Estrategia portfolio, o socializar el riesgo

En la empresa de restauración en la que estuve trabajando los últimos años había un comité llamado de «underperforming». Consistía en reuniones periódicas centradas en analizar el comportamiento de los restaurantes que peor estaban funcionando. Porque claro, cuando tienes más de cien restaurantes hay algunos que funcionan por encima de las expectativas, otros más o menos en línea, y otros por debajo. La idea del comité de «underperforming» era que prestando la atención adecuada a este «pelotón de los torpes» podían identificarse las causas, corregirlas, y así conseguir mejorar su rendimiento.
Como no era parte de mi negociado, no sé exactamente si ese comité servía para algo más allá de para «señalar». La sensación es que a lo largo del tiempo los restaurantes que sonaban por estar «a la cola» siempre eran los mismos, y que ninguno de los planes que se ponían en marcha realmente conseguían cambiar su rumbo. Ahora llevo a un gerente más experimentado, ahora cambio el equipo de mandos intermedios, ahora les llevo a un curso… mientras tanto, por contraste, otros restaurantes parecía que «iban solos».
¿Es porque en unos la gestión era mejor que en los otros? Yo tiendo a pensar que, si bien la gestión correcta es un factor relevante, en muchas ocasiones el devenir de un negocio depende de elementos no gestionables. Que hay cosas (desde la competencia, la localización, el perfil demográfico, el timing…) que marcan el rumbo con mucha más fuerza que la voluntad del gestor. En definitiva, que una buena gestión es necesaria (y ni siquiera siempre), pero no suficiente.
La cuestión es que cuando tienes cien restaurantes el problema no es tan grave. Los que funcionan mejor pueden financiar a los que funcionan peor, y te da margen para actuar. Ahora bien, como sólo tengas uno, estás poniéndote en manos del destino. Si resulta que «sale bueno», fenomenal. Pero como «salga malo», poco o nada de lo que hagas te va a salvar.
Por eso es interesante distribuir el riesgo, desarrollar una «estrategia portfolio» o, como se ha dicho toda la vida, «no poner todos los huevos en la misma cesta». Es algo que saben bien los «business angels» (que reconocen abiertamente que tratan de invertir en 20 negocios prometedores con la esperanza de tener éxito en uno de ellos que justifique las pérdidas seguras de los otros 19), o cualquier inversor prudente en general (siempre te recomendarán invertir en un índice que en un valor concreto, y si puede ser un «fondo de índices» mejor que en un índice concreto). Es algo que también sabe la naturaleza, y por eso hay especies con un índice de reproducción muy elevado… porque saben que la probabilidad de supervivencia individual es poca. Es tan elevado el riesgo de apostar por algo muy concreto, incluso cuando crees que «tienes el control» (porque «yo sé gestionar» o porque «yo conozco el negocio» o porque «yo soy un genio») que lo más aconsejable es multiplicar las apuestas.
Lo interesante es ver cómo podemos trasladar esta filosofía de «portfolio», este «repartir los huevos en distintas cestas», a nuestro ámbito individual. Por ejemplo, diversificando nuestros conocimientos y áreas de experiencia, o ampliando nuestros círculos sociales. Siempre habrá quien diga que de esta forma tendemos a la superficialidad («quien mucho abarca poco aprieta», o el «aprendiz de mucho maestro de nada»), y sin duda es algo que obliga a un mayor esfuerzo (es más fácil profundizar en algo que ya conocemos que empezar de cero con una nueva materia; igual que es más cómodo pasar el rato con los amigos de siempre que lanzarse a conocer amigos nuevos), pero por otro lado es la forma de abrir el abanico de posibilidades y de alternativas en el futuro.

¿Funciona el spam cercano?

Todos tenemos claro, creo, qué es el spam. Mensajes que llegan a tu correo de forma indiscriminada, normalmente anunciándote cosas de lo más peregrinas (desde viagra online a premios en una ignota lotería, pasando por señores que han depositado para ti una enorme cantidad de dinero procedente de Nigeria). El remitente es desconocido, el asunto es ridículo… spam sin contemplaciones.
También hay un segundo nivel de spam. Personas/empresas con las que interactuaste en algún momento del pasado, y que por su propia iniciativa deciden que está bien meterte en sus «listas de distribución», newsletters y demás. No hay ningún interés personal, eres nada más que una dirección de correo metida en un sistema automatizado que vomita mensajes periódicos. Y lo siento mucho, pero para mí esto es poco menos que lo anterior… y como tal lo trato. Botón de «spam» y si te he visto no me acuerdo (hubo un tiempo en el que me molestaba en escribir diciendo que «no me interesaba el contenido, por favor borradme», pero visto el caso omiso que se suele hacer… opté por lo más cómodo para mí).
Pero el «spam cercano» al que me refiero hoy es otro. Se trata de esos mensajes «con varios destinatarios» (a veces ocultos, otras explícitos) que un amigo/conocido te hace llegar, normalmente para anunciarte algo o (más frecuentemente) para pedirte un favor.
Reconozco que a mí no me gustan. Me condicionan de forma negativa. De alguna forma, mi razonamiento es «si tú no has sido capaz de dedicar medio minuto a enviarme un mensaje personalizado, y me has tratado como un ‘elemento de tu agenda de contactos’… no esperes que yo dedique mucho tiempo a preocuparme por lo que me envías». Sí, claro, ya sé que «es un rollo» tener que elaborar mensajes personalizados, cuando con simplemente darle a un botón puedes enviar el mismo mensaje a n destinatarios. Pero en el fondo, esta estrategia no es muy distinta que la del spam de la peor calaña. Y me pregunto si su tasa de respuesta será mucho más significativa.
¿Alternativa? Si quieres que alguien se tome un mínimo interés en ti, dedícale tiempo. Moléstate en escribir un par de líneas introductorias a cada mensaje, interesándote por la persona a la que te diriges, haciendo referencia a la relación que os une. A todos nos gusta que nos hagan sentir mínimamente especiales, y nos disgusta sentirnos «un elemento más» de una lista. Y además cada relación tiene un contexto distinto, no es el mismo acercamiento el que tienes con un «contacto de trabajo» que el de «un amigo de toda la vida», ni es lo mismo alguien con quien te ves a menudo que alguien a quien hace siglos que no ves (y no digamos si es alguien de quien llevas pasando olímpicamente todo ese tiempo). No todo el mundo sabe lo mismo de ti, por lo que cada destinatario necesita que le cuentes las cosas con matices distintos.
Por supuesto, esto implica dedicar tiempo. Y cariño. A lo mejor no podemos llegar al mismo número de destinatarios. Pero tengo la sensación de que, aunque lleguemos a menos gente, la respuesta será mucho mejor.

Con la red de fondo

Esta imagen que acompaña al post es la que tengo puesta como fondo de escritorio en el ordenador de casa. Y en el portátil. Y también en el móvil. Una representación de una neurona…
Aparte de que estéticamente me gusta, y de que le da cierta continuidad a mi actividad en distintos dispositivos, el motivo por el que he hecho de esta imagen una especie de «fetiche» es porque me recuerda dos cosas que son para mí importantes y de las que dependo.
La primera es el cerebro. Somos lo que somos por esa intrincada cadena de neuronas enlazadas. En mi caso, mi cerebro es mi herramienta de trabajo, y mi herramienta de ocio; y qué demonios, incluso en las personas con más actividad física, el cerebro juega un papel esencial. Cuidarlo, alimentarlo, ejercitarlo… son actividades clave que no se nos deben olvidar.
Y la segunda es la red. La metáfora de la neurona, como elemento individual pero a la vez conectado con otros, me parece muy descriptiva de nuestra realidad social y profesional. Somos individuos, sí, pero nos conectamos con otros. Esas conexiones se crean, a veces se fortalecen, a veces se debilitan, e incluso llegan a romperse. Ser consciente de esa red de relaciones, desarrollarla, mantenerla saludable… es otro elemento fundamental en el día a día. Te guste o no, tu red te define tanto como tu individualidad.

El networking según Ferrazzi

He estado leyendo últimamente el libro «Never eat alone» de Keith Ferrazzi, del que podríamos decir que es un «gurú del networking«.
Soy un absoluto convencido de que el «networking», tu red de relaciones, es fundamental en el desarrollo de tu vida personal y profesional. Prácticamente para todo lo que quieras hacer necesitas la ayuda de otras personas, es infinitamente más probable que esa ayuda surga surja (qué cruz tengo con las g’s y las j’s) de relaciones de confianza previamente establecidas. De ahí que «cultivar las relaciones» sea, desde mi punto de vista, una de las habilidades clave a desarrollar por cualquiera.
Me ha gustado ver reflejado en el libro una filosofía del networking que encaja con lo que ya alguna vez he expresado yo por aquí; que no se trata de tener una visión «utilitarista» de los demás («a ver para qué me pueden servir, y sólo en base a eso me acerco a ellos; y cuando no me sirvan, paso de ellos»), sino que las relaciones deben enfocarse desde un interés genuino por el otro. Sólo así se crean relaciones sólidas que, paradójicamente, son las que después pueden sernos de provecho.
A partir de la lectura del libro, y de cara a resumirlo y aprehenderlo, he elaborado un mapa mental con las principales ideas. Ha sido un ejercicio interesante (que detallaré en otro post), ya que me ha ayudado a ordenar y filtrar el contenido del libro (que peca, en mi opinión, de ciertos desequilibrios; cierto desorden en las ideas, y cierta sensación de «relleno» en algunos pasajes).
Algunas ideas, conectadas al mapa mental, que he destacado del libro (traducción libre):

  • Hay mucha más probabilidad de que alguien esté dispuesto a ayudarte si ya te conoce y le gustas
  • La gente hace negocios con gente a la que conocen y que les cae bien
  • Cuanta más gente nueva conoces, más oportunidades se abren ante ti
  • La lealtad y la seguridad que antaño ofrecían las empresas ahora sólo nos la puede dar nuestra red de contactos
  • Son los éxitos de tu equipo, lo que consiguen gracias a ti, los que hacen de ti un líder
  • Debes tratar con igual respeto a la gente que está por encima de ti como a la que está debajo
  • Toda persona es superior a mí en algo; y en ese algo, procuro aprender.
  • La única forma de conseguir que alguien haga algo es reconociendo su valía y dándoles la importancia que merecen
  • Construir una red de amigos y colegas va de construir relaciones y amistades. Debería ser divertido.
  • Sólo te puedes ganar la confianza y el compromiso de alguien poco a poco, a lo largo del tiempo
  • El verdadero networking consiste en encontrar formas para ayudar a los demás a tener más éxito
  • Puedes conseguir más éxito en 2 meses interesándote por el éxito ajeno, que en 2 años intentando que otros se interesen por el tuyo.
  • Sé interesante; alguien con quien resulte interesante hablar, alguien de quien resulte interesante hablar