Estrés, vacaciones y trabajo

Cómo evoluciona tu estrés antes, durante y después de las vacaciones


Éste gráfico lo creó Jorge Cham, autor de PHDComics.com, y refleja la evolución del estrés a medida que se acercan las vacaciones, durante su desarrollo, y al terminar.
¿Quién no se siente reconocido en ese «efecto fin del mundo» de justo antes de las vacaciones? Todo el mundo corriendo para dejar las cosas más o menos cerradas. O queriendo tener las reuniones que no han tenido en los meses anteriores. O endosando marrones a los pobres que se quedan.
O en esa sensación de alivio y desconexión que se produce en los primeros momentos de las vacaciones. Mente en blanco, el trabajo te parece un mundo lejano. Hasta que te empieza un runrún en la cabeza… debería echar un vistazo… que no se descontrole nada… ¡pero no, estoy de vacaciones! ¡Fuera de mí ese pensamiento!
Hasta que al final cometes el error de entrar al mail, y empiezas a agobiarte pensando en todo lo que tienes pendiente, o en lo que pueda estar pasando. Y te enfadas contigo mismo por no haber defendido mejor tu paz mental. Y empiezas a mirar alrededor, y a fantasear con tener un chiringuito en la playa, o con comprarte una casa de campo y unas gallinas y dedicarte a plantar tomates.
Los últimos días transcurren como una cuenta atrás. Los días caen inexorables, y el final de las vacaciones llega. Atasco, vuelta al hogar. Primer día en la oficina, no me acuerdo de la contraseña, avalancha de emails… Otro pico de estrés hasta que te das cuenta de que, si en dos o tres semanas de ausencia tampoco ha pasado nada… quizás no estés aportando nada. Afortunadamente, enseguida vuelves al ritmo cotidiano, normalizas tu actividad y esas rumiaciones quedan en el olvido.

Trabajo y descanso: división fuerte o relación fluída

Yo he vivido todas esas fases. Aunque para ser sinceros, antes más que ahora. Cuando trabajaba por cuenta ajena, la división entre «tiempo de trabajo» y «tiempo de ocio» era mucho más radical. Estos días estoy de vacaciones (y no quiero saber nada del mundo), y estos otros estoy trabajando (y no hay lugar para el ocio).

Sin embargo, desde que decidí cambiar el rumbo, esas fronteras se han difuminado. Intento que esa división sea mucho menos radical. Eso me permite hacer cosas propias de vacaciones cualquier día (leer un libro, dar un paseo, pasar un rato con la familia)… y ver con naturalidad el dedicar unos cuantos ciclos mentales a trabajar un documento o a gestionar una llamada de trabajo y luego bajar a la playa o a la piscina.

Para mí es una forma mucho más natural de gestionar el tiempo, sin necesidad de recurrir a esas murallas que separen un ámbito de mi vida de otro. Y más aún ahora que la tecnología nos da tantas opciones para hacerlo.
Eso sí, es importante aprender a gestionarse en ese entorno fluido. No dejar que ninguno de los dos aspectos (trabajo y «no trabajo») se desequilibren demasiado. Y ahí tenemos sobre todo una responsabilidad individual para gestionar nuestra atención, aprovechar al máximo el tiempo y defender con asertividad nuestras decisiones.

PD.- Como ves, he añadido un episodio del podcast Diarios de un knowmad dedicado a este tema. Si te gusta, puedes suscribirte en iVoox y en iTunes, comentar, recomendar, compartir…

Días mínimos para desconectar en vacaciones

El otro día, durante la comida, discutíamos sobre las vacaciones; ese fenómeno por el que quien más y quien menos (unos porque las disfrutan, otros porque las sufren) se ve afectado en esta época veraniega. En concreto, hablábamos sobre «cuánto tiempo de vacaciones es necesario cogerse seguido». Un compañero argumentaba que «por lo menos tres semanas: la primera te la pasas desconectando, y la última empiezas ya a darle vueltas a la cabeza… así que tres semanas son las necesarias para realmente poder desconectar un buen puñado de días».
Mi planteamiento va por otro lado. En primer lugar, creo que si uno se va de vacaciones tres semanas en realidad se está yendo cinco: la última de trabajo te la pasas con la cabeza en otros sitios y con una sensación de «bueno, ya total qué más da». Y la primera tras el regreso te la pasas intentando arrancar los motores, ponerte al día… hasta intentando acordarte de la contraseña del ordenador. En todo caso, exagere más o menos, soy de los que piensa que no es bueno «perder el hilo» durante demasiados días de lo que pasa en tu actividad profesional. Descansar es bueno, sí; desconectar también. Pero esa especie de visión de «tierra quemada» con la que la gente afronta sus vacaciones (o los fines de semana o, en general, su «tiempo libre») no la comparto. Vida personal y vida profesional, tiempo libre y tiempo de trabajo, son dos caras de la misma moneda; yo no concibo vivirlas como si fueran Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, ajenas completamente la una de la otra aunque compartan la misma realidad.
Con este enfoque, para mí lo importante es ser capaz de gestionar bien la contínua transición que existe entre «pensar en el trabajo» y «pensar en otras cosas», entre «hacer cosas de trabajo» y «hacer otras cosas». Ser capaz de poner tu cerebro y tu espíritu «en modo trabajo» o «en modo tiempo libre» a voluntad, con la mínima fricción entre uno y otro. Poder disfrutar al máximo de cada minuto de tiempo libre tanto si es de tres semanas, de una semana, de un fin de semana, de una hora o de cinco minutos, sin dejarse agobiar por lo que venga antes o después. Poder interrumpir ese tiempo libre si las circunstancias lo hacen necesario, hacerlo de forma concentrada, ágil y eficiente… y en cuanto se termine la interrupción volver a disfrutar del descanso sin que eso signifique que el resto del tiempo libre haya quedado «contaminado».
En definitiva, nunca he compartido esa separación radical entre trabajo y tiempo libre. No creo en «una vida de trabajo para luego disfrutar en la jubilación», en «sufrir todo el año y disfrutar en vacaciones», en «por fin es viernes» y «odio los lunes». Trabajo y ocio conviven todos los días, y es imposible que sea de otra manera; en nuestra mano está aprender a disfrutarlo con naturalidad.

Cuatro meses de vacaciones

Llevo unos meses metido «de hoz y coz» en un proyecto muy interesante. Y una de las cosas que lo hacen interesante es su carácter transversal. Es decir, estoy en contacto con muchas personas de muchas áreas de la empresa cliente. Eso incluye recursos humanos, administración, control de gestión, sistemas, y también operaciones, con muchos centros de trabajo distribuídos y con distintos niveles de supervisión.
Pero durante este verano, ese hecho se ha vuelto en mi contra. Y me explico.
En mi época de «consultor corporativo», todo el mundo se cogía vacaciones en agosto. Alguno las adelantaba una o dos semanas en julio, y alguno las dejaba para irse la primera quincena de septiembre… pero vamos, en general estaban muy concentradas. Se daba por hecho que los clientes (en general) se iban en agosto, por lo que era el mes que nosotros también aprovechábamos (o nos hacían aprovechar, ya me entendéis).
Sin embargo, en este proyecto todo se ha complicado. Para empezar, este cliente no cierra en agosto, ni mucho menos. Por lo tanto, ni en las operaciones ni en los servicios centrales hay ningún incentivo para concentrar las vacaciones en agosto. De hecho, se organizan para irse unos antes, otros después, solapándose más o menos para dejar cubiertas las responsabilidades (insisto en el «más o menos»; el que se queda «de guardia» puede apagar los fuegos de sus compañeros ausentes, pero siempre de forma reactiva… y eso en el mejor de los casos). Total, que algunos empezaron con las vacaciones en junio, y otros terminarán bien entrado octubre. Y alguno se guardará alguna semanita para más adelante.
El problema lo tengo yo, el del «proyecto transversal». Avanzar durante estas semanas ha sido complicado. No es ya que algunas cosas concretas se queden casi paradas durante las tres o cuatro semanas que su responsable se va. Es que cuando intentas coordinar asuntos que afectan a varios departamentos, resulta que cuando no falta uno falta el otro. Y cuando el uno se incorpora, es el otro el que «yo ya la semana que viene me voy». Y todo se enfanga, se ralentiza… y aquí seguimos.
Ah, si alguien se pregunta por mis vacaciones… se limitaron a una semana (que incluía un festivo; o sea, cuatro días en realidad). Pero con el patio como está, no es algo de lo que uno se pueda quejar.

Urgencias en festivos

El día de Navidad tuvimos que ir a urgencias. Nada grave, pero mi mujer llevaba ya dos días con dolores fuertes en la garganta y toses. Y basta que esté embarazada para que cualquier precaución sea poca, a ver si por un quítame allá una infección va a tener más problemas. Así que allí nos fuimos, a las urgencias del centro de salud de Aranda de Duero.
Evidentemente, no éramos los únicos (aunque tampoco era un desmadre de gente). Varios niños pequeños con toses de esas que parece que se les salen los pulmones y con carita de fiebre, algún adulto con pinta de cólico… pero lo cierto es que allí estaban: las enfermeras atendiendo las admisiones, los médicos atendiendo pacientes… Día de Navidad, y mientras otros disfrutamos de las celebraciones con familia y amigos, otros se ponen al pié del cañón para darnos servicio si lo necesitamos.
Y si te paras a pensar, hay muchos como ellos a los que les toca sacrificar la fiesta: policías, servicios de transporte, retenes de quitanieves, bomberos… E igual que a veces usamos los blogs para protestar cuando algo no nos parece bien, esta vez he creído que merecía la pena usarlo para reconocerles y agradecerles el sobresfuerzo que supone trabajar cuando los demás no lo hacen.

De vacaciones por Navarra

Bueno, pues punto final a las largas y variadas (¿y merecidas? qué más da…) vacaciones de este año. La primera semana de septiembre hemos estado en una casa rural en Navarra, haciendo excursiones por los alrededores… todo estupendo. Ayer me di cuenta de que, curiosamente, Navarra era la única comunidad autónoma en la que no había estado nunca: en todas las demás he estado (de visita, por trabajo, de pasada…) pero hasta aquí nunca había llegado. Ahora, ya puedo decir que sólo me faltan las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla :).
Nuestro centro de operaciones era Casa Maricruz, un alojamiento rural en Villanueva de Arce (la foto del post es precisamente la vista del pueblo). Una casa muy agradable (ver reseña en 11870), con su huerto y sus animalitos, en una zona de por sí muy bonita, y a tiro de piedra de bastantes lugares interesantes… por lo que hemos pasado la semana muy entretenidos.
Hemos visitado el mítico lugar de Roncesvalles (donde el Cantar de Roldán y su olifante; tiene el aroma de la historia), incluido el monolito en la cima del collado de Ibañeta (que está todo pintarrajeteado por unos vándalos de aspiraciones nacionalistas… vaya forma de cuidar su tierra). También aprovechamos para cruzar la frontera (tras una bajada mareante por el lado norte del puerto) y visitar el bonito y recomendable pueblo de Saint-Jean-Pied-de-Port (lugar amurallado con reminiscencias medievales, a los pies de los Pirineos, era el punto de confluencia de las distintas rutas del Camino de Santiago desde Europa antes de entrar en España).
También tuvimos la ocasión de hacer un poco de senderismo por la Selva de Irati (aunque un desafortunado y lamentable error nos hizo equivocarnos de sendero y nos alteró los planes previstos; pero dentro de lo que cabe la alternativa no fue mala… eso sí, me pegué una paliza imprevista porque tuve que desandar el camino a recoger el coche, y dejamos constancia de que valientes montañeros estamos hechos).
Otro día lo aprovechamos para visitar Pamplona y pasear por su casco antiguo, incluyendo el recorrido de los encierros (me sorprendió que es más cuesta arriba de lo que me había imaginado) y una comida en el Café Iruña (muy bonito, pero una comida y un servicio que dejan bastante que desear; imagino que les basta con vivir de la fama de Hemingway). También pasamos un rato en la Ciudadela, muy tranquila y agradable.
Y otra de las jornadas estuvimos viendo las Foces de Lumbier (un paseo muy agradable, en el que se puede ir con la sillita del niño y todo), el monasterio de Leyre y el castillo de Javier (muy bonitos ambos… aunque me dejaron una sensación de estar «demasiado» restaurados, lo cual le resta un poco de autenticidad…).
En fin, que mucha actividad, mucho coche arriba y abajo, un entorno natural estupendo… ¿qué más se puede pedir? Ahora lo que tengo es unas cuantas fotos que tendré que ir procesando poco a poco…

Atardecer en Salamanca

Atardecer en Salamanca

Unos días en el hogar familiar en Salamanca fueron la segunda etapa de nuestras vacaciones.
No es porque sea mi ciudad, hay que reconocer que Salamanca es una ciudad realmente fotogénica. El sol del atardecer realza los colores de la piedra de Villamayor y provoca ese dorado tan especial, y tan reconocible.
Aunque también es el momento ideal para sacar la silueta de las catedrales, la nueva y la vieja, que son el símbolo de la ciudad. El truco para fotografiar siluetas, como en el caso de las puestas de sol, hacer la medición de la luz en la zona del cielo, para que todo lo demás quede subexpuesto (o sea, oscuro). En este caso, además, he alterado un poco el balance de blancos (para darle un color más cálido al atardecer), y he toqueteado un poco con la herramienta «filtro degradado» del Lightroom 2.

Vacaciones de verdad

Este año, vacaciones con todas las letras. Ni trabacaciones ni puñetas. Los dos últimos años, las vacaciones de verano han sido más extrañas de lo que solía ser habitual. Donde antes había una desconexión total (al salir por la puerta de la oficina, todos los asuntos laborales se quedaban allí), estos dos últimos años ha habido temas de los que preocuparse: en 2006 con el cambio de trabajo, los blogs de eBay y de Cienladrillos recién puestos en marcha, la preventa de NH, la coordinación de El Blog Salmón y mi propia contribución como editor. En 2007 a todo lo anterior se sumaba el blog de Fox, los cinco blogs de NH… cosas que seguían funcionando aunque yo no estuviera, y que me «preocupaban» (¿estará yendo todo bien? ¿me llamará alguien por estos temas?), que me obligaban a llevarme la oficina portátil y que me impedían desconectar adecuadamente.
Este año no. Este año, una vez finiquitado el tema de Actibva, no hay nada concreto en el horizonte. No hay tareas que hacer, responsabilidades de las que estar pendiente. Desde luego, vacaciones sin ordenador. Si incluso me he planteado llevarme un móvil viejo, sin conexión a internet ni gaitas… pero bueno, me llevaré mi k780i para echar un ojillo relajado al correo, echar algún twitt deslabazado y publicar alguna cosilla en formato «foto comentada».
Y a pasar unos días agradables con la familia, lejos del ordenador, y lejos de la rutina cotidiana. A dejar que los pensamientos fluyan y a llenarse de energías para un nuevo curso muy interesante.

Unos días de relax

Benidorm
Aprovechando que mis padres están unos días en Benidorm (prejubilación, divino tesoro), nos vamos a ir la familia completa cuatro días a la playa. Unas minivacaciones, ¡yuju!. Sábado de viaje, domingo y lunes allí, y el martes el camino inveso. Bueno, menos da una piedra. Lo justo para que los abuelos y la tía disfruten del pequeñajo en la playa (bueno, y nosotros también).
Así que que ustedes lo pasen bien, la semana que viene más!
Foto | OjoDigital