Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí


Transparencia y credibilidad

No sé hasta qué punto quiero personalizar este post (poco), pero tampoco sé hasta dónde puedo exponer mi idea sin personalizarlo. Creo que optaré por la reflexión general sin personalización.
Situación: uno comete un error.
Opción a): se reconoce el error, se rectifica públicamente y se tratan de extraer conclusiones para evitar ese error
Opción b): se hace lo posible por ocultar el error, borrando las pruebas si es necesario, con tal de figurar como si no se tuviesen fallos
¿Quién os resulta más creible y más confiable? ¿El que comete un fallo y lo asume, o el que trata de esconderlo para que parezca que no los comete?
En fin, cada cual decide qué hacer y cómo comportarse. Yo tengo claro que, a pesar de que la situación genere un «tirón de orejas», uno debe apechugar con lo que hace y defenderlo. «A lo hecho, pecho» que dice el refranero. Y aguantar las tortas que le toquen, en vez de escurrir el bulto.
Todos cometemos errores. No te fies de quien no lo haga.

12 comentarios en “Transparencia y credibilidad”

  1. Supongo que tenemos inconcientemente o concientemente tendencia a buscar la opción A, por si cuela. Dicho esto, yo personalmente valoro mucho más la opción B, asumir un error me parece una muestra de tremenda madurez y honestidad y el primer paso para no volverlo a cometer.

    Responder
  2. Desde el punto de vista de marca, la respuesta está clara, la primera.
    Porque un error se admite (o no y te echan a la calle), pero lo que no se acepta es la falta de honestidad.
    Una persona, empresa o producto puede recuperarse de un error, pero no de una mentira.
    De un error se aprende, incluso pagando un precio, pero cuando a uno le ponen la etiqueta de deshonesto o poco fiable, no hay demasiado que hacer.
    Desde luego, la vida no es justa y como siempre la decisión va a ser personal y va a depender de la escala de valores del protagonista.

    Responder
  3. Bueno, hay políticos, empresarios, entrenadores de futbol, periodistas, etc… que son tremendamente poderosos, famosos o admirados y simplemente porque usan la técnica de «negación del error». Es decir, ni reconocen su error ni tratan de ocultarlo, simplemente se niegan a reconocerlo.
    Hay una frase que no recuerdo de quién es que dice algo así como «Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Tal vez se pueda aplicar también a los errores.
    Yo personalmente creo que reconocer el error es lo que mejor funciona a largo plazo, tanto en relaciones personales como profesionales.

    Responder
  4. Sin duda la opción A (se reconoce el error, se rectifica públicamente y se tratan de extraer conclusiones para evitar ese error), aunque también, sin duda, es la menos practicada, está claro que depende del perfil del puesto (o la empresa) y de lo que estemos hablando, pero desde fuera creo que todos vemos más positivo que se nos diga, «me he equivocado por esto o lo otro» y también depende mucho de las consecuencias del error, no es lo mismo un error banal que uno que incluso pueda poner vidas en peligro, habiendo una gran laguna entre ambos extremos que puedan costar más o menos tiempo o dinero (o ambas cosas), considerando que desde luego a más coste o daño produzca la situación más claramente deberíamos actuar de acuerdo a A, aunque la realidad suele ser la contraria, a menor coste del error se dice más abiertamente, y a mayores consecuencias se intenta escurrir mas el bulto.
    Lo que desde luego aumenta elegir la A es la credibilidad.
    De todos, modos detrás de ‘mucha A’ hay, valga la redundancia, mucha estrategia publicitaria… marcas que mandan a revisión un modelo de coche porque tiene ‘tres tornillos’ defectuosos, las baterías de los portátiles, la correas de las wii, etc… a veces errores serios y mas o menos importantes y, otras muchas veces, simples campañas de imagen.
    Saludos.

    Responder
  5. Si hablas de políticos, estamos sin lugar a dudas en el caso B: tratar de culpar al otro aunque sea costa de la verdad.
    En la vida real, creo que tiene que ver con la responsabilidad, capacidad de responder personalmente por tus acciones, y es mejor un tiron de orejas a tiempo que un batacazo por un precipicio.

    Responder
  6. Si nos referimos a cuestiones laborales, creo que lo mejor es decirlo. Quizá «vistiendo» bien el error, vendiendo también la humildad que supone reconocerlo, como se quiera, pero decirlo, y cuanto antes mejor para intentar arreglarlo si se puede. Porque a la larga la mierda acaba saliendo a la superficie y puede ser peor. Mi experiencia profesional me dice que pocos errores quedan ahí durmiendo el limbo eternamente.

    Responder
  7. Jeje, estaba escribiendo un post y acabo de pillar a qué te refieres 😛
    El problema de la opción B es que quedarás bien con algunos (los que no hubieran sido testigos de primera línea de tu error), pero quedarás fatal con los que sí se hayan enterado. Tarde o temprano este número crece, las cosas se acaban sabiendo. Y más en esto de internet, que siempre nos quedará la caché 😉
    salu2

    Responder
  8. Has dado en el clavo, Cristina :). En fin, yo creo que lanzar esta pregunta a esta audiencia era un poco tramposo – los que venís por aquí sois más o menos afines a mi forma de pensar (si no, no me aguantaríais :)), así que supongo que entra dentro de lo lógico que coincidamos en lo esencial…

    Responder

Deja un comentario