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Un capote a la autoayuda

«Viví una semana siguiendo los consejos de un libro de autoayuda y fue una mierda«. Así de contundente se muestra esta crónica que enlazo, por lo demás de tono superficial y anecdótico, pero que en todo caso refleja una corriente de pensamiento diría que bastante habitual. «Los libros de autoayuda no sirven para nada».
Yo, al menos en parte, discrepo.
Creo que en los libros denominados de «auto-ayuda» se suelen encontrar píldoras interesantes que pueden hacerte pensar. De hecho, no es difícil rastrear la conexión de estos contenidos con otros más clásicos de la psicología, la filosofía o las corrientes religiosas. Eso sí, todo convenientemente desmenuzado y empaquetado para su rápido consumo. Y es ahí, claro, donde empiezan las expectativas irreales.
Cualquier conocimiento sobre el ser humano digno de ser resumido en una frase suele ser el producto de años de destilación. «Conocete a ti mismo», «Solo sé que no se nada»… no dejan de ser resúmenes de descubrimientos, epifanías, a los que alguien llegó al cabo de años de rumiar su experiencia de vida. Y que consigue resumir en una frase más o menos ingeniosa, de apariencia simple… pero que tiene mucha miga detrás. Lo que pasa es que esa miga no se transmite a través de la frase: tú la puedes leer, la puedes comprender desde un punto de vista intelectual («ah, esto quiere decir que tal y que cual… ok, entendido»). Pero hasta que no experimentas cosas similares a las que experimentó el que acuñó la frase, no vas a entenderla más que de una forma superficial. Como sucede con las típicas «frases de padre» que te hacen poner los ojos en blanco cuando eres un chaval, pero que luego cuando te ves tú en la posición del padre dices «hostia, ahora lo entiendo, ¡qué razón tenía!». Y entonces se lo dirás a tus hijos, intentando transmitirles ese conocimiento… pero ellos pondrán los ojos en blanco igual que tú hiciste, y sólo el paso de los años les permitirá entenderte.
La cuestión es que si te quedas ahí, en la superficie, es fácil despreciar ese conocimiento latente. «Esto es un montón de chorradas». Como probablemente pensaríamos al leer cualquier tratado filosófico (recordad las clases de BUP…), solo que encima la autoayuda tiene el estigma añadido de que está «escrito para que cualquiera pueda leerlo» (razón de más para considerarlo «de baja calidad»).
Yo procuro, cuando cae en mis manos algún texto que pudiéramos calificar de «auto-ayuda», leerlo al menos con curiosidad. Tratando de buscar sentido a lo que leo más allá de las palabras simples, intentando relacionarlo con mi experiencia vital. No pretendo encontrar en ellos un «guiaburros» (y quizás ahí es donde mucha gente se equivoque), sino un motivo de reflexión, un hilo del que tirar. Por mucho que un gran cocinero te escriba una receta, tienes que intentar hacerla tú cien veces antes de que te salga algo ni medio parecido; el que quiera un recetario que simplemente «haciendo los pasos» le permita a la primera cocinar como Adriá lo tiene complicado. De la misma forma, el que quiera arreglar su vida leyendo un libro (por muy sesudo que sea, que luego hablamos de eso), tampoco logrará su objetivo. Pero si te pica el gusanillo, quizás puedas empezar tu propio camino de descubrimiento, de reflexión, de experimentación… hasta conseguirlo.
Otro asunto distinto es «el negocio de la auto-ayuda». Es evidente que en torno a estos contenidos hay montado todo un tinglado que da bastante grima, autores y editoriales que lo que buscan es «sacarte los cuartos» a base de pastiches y refritos, blogs que repiten una y otra vez la misma historia, libros que desarrollan una única idea estirándola como chicle a la venta en cada librería de aeropuerto, conferencias que se dan como quien enciende la churrera, rebautismo de conceptos viejos para hacerlos pasar por novedosos, apelación a tus bajos instintos («descubre cómo ser feliz» y otros anzuelos) con el único objetivo de hacer caja, medios de comunicación que sirven de altavoz por intereses comerciales, etc, etc. Obviamente todo este mundo de buitres me da mucho repelús, igual que sucede en muchos otros ámbitos. Y hay mucha gente que, de forma poco consciente, se deja enredar por esa maraña. Una pena, pero así es el mundo, me temo; como digo no es algo precisamente exclusivo de la autoayuda.

1 comentario en “Un capote a la autoayuda”

  1. Estupendo adticulo Raul.
    Pienso que eso pasa tambien (en cierta medida) con la lectura de blogs, pues el contenido (en el mejor de los casos) es un destilado de reflexiones del autor, aunque (como en el tuyo) la reflexion tiene continuidad con la informacion a la que se enlaza, lo cual enriquece mucho el proceso.
    Por cierto: he leido el post del enlace sobre el Social media y no puedo estar mas de acuerdo.
    Saludos

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