Bueno, pues venga, a completar mi semana neoliberal y neocon. Hoy, los bancos y los créditos.
En los últimos días asistimos en España a una pugna entre el Gobierno que presiona a los bancos para que den más créditos (que ayudarían a reactivar la economía española… aunque sea a corto plazo) y los bancos que dicen que ellos encantados, pero que prestarán a quien ellos quieran que para eso es su dinero, y que es una irresponsabilidad dar créditos a diestro y siniestro.
Ya lo adelanto, voy con los bancos.
Veamos, los bancos no son un instrumento de la política monetaria del Gobierno, ni son una ONG. Son un agente económico independiente, negocios que buscan su máxima rentabilidad. Toman un dinero prestado a un tipo de interés (y si no te gustan sus condiciones, no les des el dinero y te lo guardas debajo del colchón), y lo prestan a otro tipo de interés más alto (y si no te gusta, pues vive con el dinero que tengas en vez de adelantar el dinero que ganarás, presuntamente, en el futuro). El tipo de interés que fijan para sus operaciones es el que quieren, no está regulado: lo que sí existe es competencia entre ellos (y surgen las carreras por dar depósitos más caros, o por dar hipotecas más baratas), que es lo que viene a estabilizar un tipo de interés «de mercado» (porque si alguno se sale de madre, perderá clientes).
La crisis financiera de 2008 surge cuando algunas entidades, atraídas por el «caramelo» de las altas rentabilidades, invirtieron en activos «peligrosos» (las hipotecas subprime) incurriendo en un riesgo excesivo. Ellas pensaban que lo controlaban, pero se les fue la mano. En principio, tampoco debería haber habido mayor problema: el que invirtió mal, que se fastidie y asuma las pérdidas, fin de la historia.
El problema, aparte de las pérdidas (más o menos cuantiosas), se transformó en un problema de liquidez. Los bancos necesitaban el dinero fresco que pensaban ganar para pagar, a su vez, sus deudas. Al no recibirlo, se encontraban con que no podían pagar. Tenían falta de liquidez. La forma de arreglarlo era pidiendo dinero a otros bancos… pero claro, los otros bancos se mosquean, «a ver si éstos luego no van a poder devolverme» y les suben los tipos de interés. «Si quieres te dejo dinero, pero me pagas más intereses». Aun así, muchos bancos decidieron que mejor no prestar a nadie.
Esta situación tuvo un efecto triple:
a) Como no tenemos mucha liquidez, dejamos de dar créditos. Nos gustaría, pero no tenemos «suelto». Muchas empresas, que dependen de ese crédito para financiar sus operaciones (necesitan dinero para pagar sus deudas mientras que ellos cobran las suyas) de repente se ven sin ese recurso… y empiezan a retrasar sus propios pagos, a no poder hacer frente a ellos… mientras que a su vez ven que quienes les debían dinero no les pagan.
b) Como los tipos de interés de mercado suben, el euribor (que no es más que un reflejo de esos tipos, nada más) también sube y encarece las hipotecas.
c) Algunas entidades van tan justas de liquidez que corren el riesgo de no poder devolver los depósitos de sus clientes. Y eso sería el acabose, porque significaría que la gente no podría recuperar sus ahorros… muy mal rollo.
Ante esta situación, los Gobiernos hicieron cuatro cosas principalmente:
a) Actuar como prestamista de los bancos: como entre vosotros no os dejáis dinero, voy a abrir yo líneas de crédito para inyectar liquidez al sistema. Me lo tenéis que devolver, por supuesto, pero de momento solucionamos la papeleta a corto plazo.
b) Bajar los tipos de interés oficiales: no sólo os presto dinero, sino que además lo hago a un tipo de interés más reducido que el de mercado. Aunque con un cierto tiempo de decalaje, eso se traslada a los tipos de interés de los préstamos entre los bancos (porque si las Administraciones me prestan a X, no te voy a pedir dinero a ti a X+2%) y acaba repercutiendo en el euribor, aflojando la presión sobre los hipotecados.
c) Ampliar el límite de aseguramiento de los depósitos de los usuarios con el famoso «Fondo de garantía»: no creemos que suceda eso de que los bancos no os puedan pagar los depósitos. Pero si sucede, no os preocupéis que el Estado os respaldará. Al final, el objetivo era tranquilizar a la opinión pública y evitar que, víctimas del pánico, se lanzasen en masa a retirar sus depósitos (situación para la que, ni en condiciones normales, ningún banco está preparado: no tienen tu dinero allí esperándote, sino que lo utilizan para prestarlo a otros, etc…)
d) Inyectar aún más liquidez a los bancos comprándoles activos. Vale, yo os doy para que tengáis dinero «suelto», pero a cambio nos tenéis que dar esos activos.
Prestemos atención. Entre todas estas medidas, en ningún sitio el gobierno ha dado dinero «por la cara» a los bancos. Se lo han prestado (a cambio de que lo devuelvan en el futuro) o se lo han cambiado por otras cosas. En ningún caso «se les han cubierto sus pérdidas», «les dan nuestro dinero a los bancos», «cuando los bancos pierden pagamos todos, pero cuando ganan se lo quedan ellos», etc. Que son cosas que he oído con cierta frecuencia en estos tiempos (incluídas personas presuntamente preparadas), y simplemente no es verdad. El objetivo era que los bancos pudieran recuperar la situación de liquidez que necesitan para hacer negocios, y evitar el riesgo de que esa falta de liquidez pudiese tranformarse en impagos.
Bueno, pues después de estas actuaciones, se supone que los bancos pueden estar jodidos (porque las malas inversiones que hicieron se las tienen que comer, son pérdidas o menos beneficios para ellos) pero tienen liquidez. En teoría, tienen dinerito fresco para seguir prestando, pagando sus deudas… y seguir haciendo su actividad habitual de intermediación.
Pero hete aquí que, entre tanto, la situación de la economía real se ha deteriorado. En parte por la crisis de crédito, y en parte (en mi opinión, en España de forma muy notable; por eso estamos sensiblemente peor que otros países de nuestro entorno, a los que la crisis de crédito también ha afectado pero no tenían «el extra» del problema estructural) por el propio agotamiento del modelo económico. Las empresas no es ya que tengan problemas de financiación; es que tienen problemas para vender. Y no sólo porque sus compradores «no tengan dinero», sino porque aunque lo tengan no quieren comprar, visto cómo está el panorama. Y si las empresas no venden, los empleos se destruyen: quien está en el paro no va a dedicarse a gastar alegremente, y quien todavía tiene trabajo prefiere guardar «por si acaso».
En este contexto, los bancos que ya tienen «dinerito fresco» dicen… coño, ahora no lo presto. Porque si lo presto, corro el riesgo de que no me lo devuelvan. ¿Cómo le voy a prestar dinero a esta empresa, si veo que se está yendo al hoyo? ¿Cómo le voy a prestar dinero a este individuo, si creo que su puesto de trabajo peligra? Normal. Es su dinero (recordemos; nadie les ha regalado dinero de las cuentas públicas), y ellos deciden el riesgo que quieren asumir (que es más bien poco, y más después de haber patinado con los «subprime» y de haber encajado las pérdidas).
El Gobierno se encabrona. Dice que «los bancos tienen que prestar» y que «se les acaba la paciencia». Coño, qué fácil es decirle a los demás lo que tienen que hacer con su propio dinero. Los bancos, lógicamente, se resisten: que preste el Gobierno su propio dinero si quiere; o que asuman el riesgo de los impagos; que ellos no tienen por qué hacerlo.
Detrás de esto, al final, está la creencia del Gobierno de que «si inundamos el mercado de crédito, el consumo se reactivará, las empresas volverán a funcionar, contratarán a gente y todo volverá a ser como antes». Algo que yo pienso que es falso; el sector inmobiliario y constructor no va a ser como era antes, el sector industrial seguirá erosionándose en el contexto de globalización, etc, etc. La crisis de crédito es coyuntural, pero la crisis gorda es la estructural. Los bancos, me da la impresión, piensan como yo. Por eso no prestan dinero, porque saben que no es verdad que «todo volverá a ser como antes», y que en los próximos años va a ser difícil recuperar una buena parte de lo que presten ahora.
Luego están los que opinan que «los bancos son los culpables de la crisis, ahora que apechuguen». De nuevo, bajo la concepción de que aquí el único problema ha sido financiero (en el que los bancos sí han tenido un protagonismo claro) y que tienen una especie de «deuda moral» con la sociedad. Pero lo cierto es que los bancos ya están apechugando, comiéndose las pérdidas derivadas de su exposición a activos tóxicos (unos más, y otros menos; cada uno en función de lo aplicado que fuera en la gestión de sus riesgos), y en buena lógica hasta ahí llega su responsabilidad: lo de las «deudas morales» es muy subjetivo y no entra en ningún balance.
Obligarles ahora por decreto a dar créditos de los que saben que no van a recuperar una parte es completamente ajeno al estado de derecho, un paso peligroso para la seguridad jurídica necesaria para la actividad económica. Hacerlo indirectamente mediante la presión (señalándoles con el dedo para que el público en general se les eche encima) no es, evidentemente, mucho mejor. Pero lo peor de todo es que, aunque acabaran claudicando e inundando el mercado de créditos… no estaríamos nada más que poniendo un parche a corto plazo, gestando una nueva crisis subprime (gente que no devuelve sus créditos fue la base de todo el problema) y sin arreglar los problemas de fondo.