Al hilo de un tuit de Iker Merchán conozco el proyecto de Casa Tía Julia: una joven decide comprar y rehabilitar una casa en un pueblo perdido de Soria. La casa es la de su tía abuela Julia, está en el pueblo donde ella pasó sus veranos de infancia, y el objetivo es transformarla en un «refugio de ideas», un lugar en el que encontrar «TIEMPO en un entorno lejos del ruido y las prisas para poder crear, innovar, compartir y generar ideas», y construir en definitiva «un motor que reactive una comarca especialmente deprimida de Soria (la provincia más deshabitada de todo España) y de crear un espacio que promueva la creatividad y los nuevos enfoques en cualquier ámbito de trabajo y entorno.»
Me he pasado un rato leyendo acerca del proyecto, su historia, su creadora, cómo va, cuáles son los planes, cómo se están financiando…
Mi parte racional ha hecho un diagnóstico rápido: «una chaladura que no va a ningún sitio». Quiero decir, ¿una casa perdida en no sé sabe dónde? ¿Una inversión de decenas de miles de euros? Ya me dirás tú cómo y cuándo se van a recuperar, vale, a lo mejor algún loco le ve la gracia, pero esto es el mundo real, y los proyectos para sostenerse necesitan masa crítica. Tiempo, esfuerzo, dinero, energía… para nada. Que pase el siguiente.
Pero mi parte irracional, romántica, utópica (que también la tengo; lo que pasa es que normalmente está bastante escondida) le ha visto el alma al proyecto. Se ha emocionado con la aventura quijotesca de «la de la Nuri», ha visto sus ojos brillantes de ilusión, se la ha imaginado hablando apasionadamente de la casa de la tía Julia, de la cantidad de ideas que tiene para el futuro, de su visión del éxito.
Y sabéis qué… que he comprado una Teja Juliana para apoyar el proyecto. Quién sabe. Es probable que, dentro de un par de años, mi parte racional acabe diciendo «¿Ves? Ya te lo dije, era un imposible». Pero mientras tanto, habrá habido alguien que ha puesto su empeño en hacer realidad una utopía, alguien que habrá disfrutado de cada paso del camino. El mundo necesita gente así, proyectos así. Todos lo necesitamos para hacernos creer que otro mundo es posible.
«Normalmente se sueña una cosa y se hace otra. No te dejes engañar: intentar realizar los sueños es lo único que al final de la vida te reconcilia contigo mismo.»