Este año, para las vacaciones, he decidido que el smartphone se queda en casa.
Es curioso. Hace años, leía a gente decir que «me voy de vacaciones, tiempo de desconexión» y no lo entendía. Me parecía que esa visión de separar «vida conectada» de «vida desconectada» no tenía ningún sentido, que no pasaba nada por llevar un aparatito en el bolsillo que te permitía mantener el hilo con el mundo aunque tu entorno físico cambie. Que eres tú quien controla al aparato, y no al revés. Que tu «yo digital» es inseparable de tu «yo físico», y que está bien que así sea.
Pero en los últimos tiempos estoy teniendo una sensación extraña, de «pérdida de control». Lo comentaba hace días cuando hablaba de mi colección de pantallas. El móvil se ha convertido en un apéndice que creo que está empezando a interferir en mi día a día. He adquirido rutinas demasiado absorbentes con él. Me levanto y me pongo a ver el twitter, del twitter pasas al facebook, al instagram, echas un vistazo a los periódicos online, pasas al correo, el whatsapp, un repasito al Clash of Clans… y vuelta a empezar. Me he descubierto rellenando prácticamente cualquier momento de «inactividad» con el móvil (y lo que es peor, dejando que esos momentos se expandan más allá de la teórica «inactividad»); y en demasiadas ocasiones, prestando más atención a lo que pasa en la pantallita que a lo que pasa a mi alrededor. Lo cual es lamentable cuando «lo que pasa en la pantallita» es básicamente irrelevante y no aporta prácticamente nada a tu vida. Pero es bonito, siempre hay nueva actividad, tiene mecanismos de refuerzo psicológico… y es fácil dejarse llevar.
Así que aprovechando que voy a estar unos días fuera, he decidido separarme unos días de este apéndice. He recuperado un móvil antiguo, un «dumbphone», y voy a dejar el «smartphone» en casa. El teléfono elegido es menos «dumb» de lo que me gustaría, porque en realidad permite una conexión básica a la red de datos que en un momento dado podría servirme para «quitarme el mono»… pero creo que su carácter primitivo (ni táctil, ni apps, ni gaitas en vinagre) será suficiente como para romper las rutinas de las que antes hablaba. En realidad iba a escoger un modelo más antiguo (¡de 2003, nada menos!) pero los «amigos» de Vodafone pretendían cobrarme 9€ por liberarlo… y no me ha dado la gana.
¿Cómo van a ser estos días? Nada de twitter (¿qué hará el mundo sin mis agudas reflexiones?), nada de facebook, nada de «hago una foto y la subo a instagram», nada de «a ver qué ha cambiado en las portadas de los periódicos». A ver cuántos momentos al día me descubro echando mano al bolsillo con intención de usar un aparato que no está allí. A ver qué efectos tiene «el mono» sobre mí. A ver a qué se enfrenta mi cabeza sin ese confortable mecanismo de evasión.
PD.- Es curioso. Hace casi 7 años hice un repaso a «los móviles de mi vida»… lo llamativo es que ese aparato al que ahora llamo «dumbphone» y que califico de «primitivo», en aquel entonces era para mí «el móvil casi perfecto» que «cubría muy bien mis necesidades en movilidad». Lo que cambian los tiempos, Venancio, qué te parece…
dos cuestiones:
1.- ¿no se te acumulará el trabajo al volver de vacaciones? Cientos de mensajes de Facebook, twitters, fotos que subir…. Puede ser un efecto rebote, cuidado!!
2.- necesitarás rellenar el tiempo con algo en que distraerte. Si no, esos tiempos muertos se pueden hacer molto lunghi.
Pero como idea me parece muy sana y muy necesaria. Ánimo!!!