El otro día leía una entrada en El Canasto, «Los 3 pasos para conseguir el equilibrio entre vida y trabajo«. En él, dice Jeroen Rosa Ortiz (que escribía un post invitado): «me costó años darme cuenta de que me empeñaba en ‘retener’, en ocuparme cosas que no eran ni tan útiles ni tan importantes como yo pensaba. Tus empleados, becarios, compañeros… son un recurso a tu alcance que puedes usar».
Realmente, un principio básico de la productividad es distinguir entre lo que merece la pena hacerse y lo que no. Lo ideal, como también se plantea en «Getting Things Done» o en «Los 7 hábitos de las personas altamente eficaces», es saber a dónde quieres llegar, qué cosas son importantes para ti… y dedicarse a hacer cosas que nos acerquen a ese destino. Al resto de cosas hay que decir directamente que no, o en el peor de los casos decir que sí pero delegándolo siempre que podamos.
La cuestión es que siempre va a haber una serie de «tareas de mierda» («ni tan útiles ni tan importantes») que hay que hacer sí o sí (porque nos obligan, porque no queda más remedio). Y aquí es donde al consejo de Jeroen Rosa se le puede buscar una vuelta: los empleados, becarios, compañeros (yo incluyo proveedores también, por ejemplo) son recursos que puedes usar para endosarles esas «tareas de mierda» que a ti te resultan tan improductivas, tan desalineadas con tus objetivos vitales. ¿Y qué pasa? ¿Que para ese compañero, empleado, becario, proveedor… esa tarea se transforma en significativa, les permite la plena realización? La probabilidad es pequeña. Lo más seguro es que sea para ellos también una «tarea de mierda». A lo mejor ellos tienen suerte y también consiguen endosárselo a alguien más. Pero al final de la cadena, siempre habrá alguien que tenga que ejecutarla.
Al final, las «tareas de mierda» constituyen un producto de mercado. Existe una oferta y una demanda. Siempre acabará habiendo alguien que las ejecute. A lo mejor hay un porcentaje de gente que lo hace con gusto, y que se siente realizada con ello (lo que para mí es una «tarea de mierda» a lo mejor para otro es una vocación: win-win), pero probablemente muchos otros lo hacen por una recompensa («porque me pagas»), o por una amenaza («si no lo hago me despides»)… que podemos decir que es una forma de «lograr sus objetivos» (no por la propia ejecución de la tarea, sino por el dinero que se recibe a cambio), pero claro, no es lo mismo.
Y esto desmonta un poco esa visión «idealista» de «hacer sólo las tareas que te realicen». Todos, en un momento u otro, nos vemos desarrollando «tareas de mierda». Porque todos somos, en algún momento, ese empleado, becario, compañero, proveedor… al que le endosan algo que otro no quiere hacer.
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Buen post; estoy 100% de acuerdo contigo.
Por cierto, aunque el artículo ha sido publicado en El Canasto, yo no soy el autor. El post ha sido escrito por Rosa Ortiz.
Actualizo!
Me pregunto quien realiza el servicio de basuras de Marinaleda. Como dudo que alguien se haya ofrecido… supongo que todos los ciudadanos, por cuestión de igualdad. 😛
¡Buen post!
Una «vuelta de tuerca» interesante del tema, Raúl.
Aunque existan «tareas de mierda» que nadie quiere hacer, muchas veces sólo depende del punto de vista.
Quizá es una visión idealista, pero personalmente intento verlo como un win-win!
Saludos