Cabalgando hacia el ocaso
Hay una imagen muy del cine clásico. El cowboy, una vez arreglados sus asuntos en el pueblo de mala muerte al que el destino le llevó, se monta su caballo y se dirige hacia el ocaso, sin mirar hacia atrás…
Es una imagen que me viene a la cabeza cada vez que termino un proyecto profesional. Pasas varias semanas, meses, a veces incluso años… vinculado a un proyecto, a un grupo de personas… y llega un día que el proyecto termina. Y tú ya no pintas nada allí, es el momento de subirte a tu caballo y marchar en busca de nuevas aventuras.
Estas despedidas nos suceden a todos, en la vida personal y en la profesional. Pero en la vida del knowmad son consustanciales a nuestra forma de trabajar. Nuevos clientes, nuevos proyectos, relaciones intensas por periodos definidos de tiempo… que luego se diluyen irremediablemente.
No es culpa de nadie
Hace unos días precisamente comía con una persona «del pasado», compañera de fatigas en uno de mis proyectos con la que sí he mantenido buena relación. Después de un rato me preguntó: «oye, y de aquí de la empresa, ¿con quién tienes contacto?». Y me puse a contar… y me sobraban dedos de una mano.
Durante mucho tiempo viví esa realidad con cierta frustración. ¿Por qué era incapaz de mantener esas relaciones a lo largo del tiempo? Si, alguna mantienes, pero la mayoría se van difuminando. ¿Será culpa mía, debería haber hecho más esfuerzo? ¿O son los demás, que también podían poner algo de su parte?
Tardé en darme cuenta de que no es culpa de nadie. Que simplemente las cosas son así. Cada uno tenemos nuestro camino. Ocasionalmente otros caminos se acercan al nuestro, y transcurren paralelos durante un tiempo. Y luego se separan. Pero no es uno el que se separa del otro, ni el otro del uno… es que cada uno sigue su trayectoria.
Cotidianidad
Hablaba Javier Marías en una columna de las amistades desaparecidas. Y cómo, si bien hay relaciones que sabes por qué desaparecen (un malentendido, una discrepancia…) hay otras que simplemente se diluyen como azucarillos en el agua.
«Pero demasiadas veces no sabemos por qué se desvanece una amistad […] No ha habido riña ni roce, ofensa ni decepción. Poco a poco desaparece de nuestra cotidianidad, o él nos hace desaparecer de la suya»
Quizás sea ése el concepto clave. La «cotidianidad». Las relaciones necesitan del sustrato de un tiempo y un espacio compartidos. Sin ellos, por mucha buena voluntad que pongamos, la relación se marchita. Y al final, nuestro tiempo y nuestro espacio son limitados, y cambian, y no dan para mantener en ellos a todas las personas que alguna vez los habitaron.
Así que, en vez de sentir frustración, resentimiento… quizás lo que toca es aceptarlo como una realidad inevitable, y sentirse afortunado por el tiempo compartido sin descartar, quién sabe, que los caminos se vuelvan a cruzar en el futuro…
Así me despedí yo…
En la despedida de uno de mis proyectos más intensos redacté unas líneas. El último párrafo decía así…
«Termino ya; ha llegado el momento de separar nuestros caminos. He hecho esto el número de suficiente de veces como para saber lo que va a pasar. Con suerte, el tiempo me permitirá mantener un puñado de amigos de toda esta etapa; pero con la mayoría, las ocasiones de vernos irán desapareciendo. En todo caso, me daré por satisfecho si pasados los años os queda un recuerdo agradable, personal y profesional, de mí. Por mi parte no tengo claro qué me deparará al futuro; lo que sí os puedo asegurar es que cuando recuerde estos días sentiré un pellizco de nostalgia, y pensaré en lo afortunado que he sido por compartir este tiempo con vosotros.»
Y así, con estas palabras, me subí a mi caballo y me dirigí al ocaso.
PD.- Como ves, he añadido un episodio del podcast Diarios de un knowmad dedicado a este tema. Si te gusta, puedes suscribirte en iVoox y en iTunes, comentar, recomendar, compartir…
¡Me encanta la figura del cowboy, Raúl! Yo, en mi caso, soy más bien Mary Poppins: cuando el trabajo está ya hecho cojo mi bolsa y mi paraguas y ¡a volar!. Sea cual sea el personaje, la emoción es la misma y es extraordinario vivir ese tipo de proyectos tan especiales. Totalmente de acuerdo contigo.
Emma, Mary Poppins es una metáfora genial!!! Que no sé yo si encontraré paraguas que me sostenga, pero por lo demás… 😀