Hace unos días, en el transcurso de uno de mis talleres, estábamos hablando de las dificultades que encontramos en el día a día para aprender, y más concretamente de la omnipresente «falta de tiempo«. En un determinado momento, uno de los asistentes confesó: «¿Y sabes lo más curioso de todo? Que resulta que yo anoche estaba en la cama con la tablet viendo vídeos sobre cómo hacer un compostero con lombrices».
Son las doce de la noche. Has pasado un día exigente en términos de responsabilidades profesionales, personales… estás cansado, te vas a la cama… pero de la nada aparece el tiempo y la energía para dedicárselo a aprender algo nuevo. ¿Cómo es posible?
La libertad de aprender lo que quieras
Apuesto a que todos hemos tenido momentos así, momentos en los que ni la «falta de tiempo» ni el cansancio han sido obstáculos para hacer algo. ¿Por qué para unas cosas sí, y para otras nos topamos con un muro infranqueable?
El principal factor sea, posiblemente, la completa libertad. Hacer algo porque uno quiere y le apetece de verdad. No porque en la escuela te lo manden, no porque en la empresa te digan que es una competencia a desarrollar, no porque tú mismo (en un ejercicio intelectual) pienses que «es bueno para mi futuro». Simplemente te sale de dentro, y lo haces.
Es más, si no lo haces… no pasa nada. No hay un compromiso externo, más allá del que tú quieras asumir contigo mismo. Nadie te fuerza a hacerlo, ni a ir más allá de donde quieras ir. ¿Quieres enterarte de qué va eso de las lombrices? Perfecto. ¿Quieres convertirte en un experto? Tú mismo. ¿Quieres montar un compostero en tu terraza? Es tu proyecto, tú decides. ¿Te aburres del tema? Lo dejas, y santas pascuas.
La inquietud real
Esa motivación interna nace de una inquietud. Y es una inquietud real, no impostada ni generada desde fuera. A veces serás capaz de identificar por qué te nace, y a veces te sorprenderás a ti mismo. ¿Qué es lo que ha hecho que surja? ¿Por qué ahora, y no hace tres meses ni dentro de dos años? En realidad da igual, el hecho es que está ahí, y que es una fuerza motivadora que te impulsa a actuar.
Este impulso te lleva a generar un microaprendizaje. Ese chispazo de inquietud te hará aprender hasta que esa inquietud quede satisfecha. Aquí no se trata de «hacer una carrera», ni de «hacer un curso», ni de «leer un libro completo». No buscas dominar una materia en general. Buscas calmar el picor. A veces ese picor será más fuerte, y te llevará a profundizar más y más. A veces te bastará con satisfacer una curiosidad de forma más superficial, y entonces la inquietud desaparecerá. Volverás a estar demasiado cansado, y a no tener tiempo. Hasta el próximo chispazo.