Ayer tuiteaba César Rodríguez una cita atribuida a Eisenhower
Planning is everything and the plan is nothing
Planificar lo es todo, el plan no es nada. Leí esta aparente contradicción, e inmediatamente «tuvo sentido» para mí.
Cualquier plan, por mucho esfuerzo que pongas en su elaboración, nace «muerto». Desde el minuto uno se van a producir circunstancias no previstas que lo invalidan y obligan a replantear su contenido. Pudiera parecer, entonces, que es una tontería tomarse la molestia de llegar a definir un plan; total, ¿para qué?
Sin embargo, aunque resulte paradójico, planificar sigue siendo imprescindible. No tanto por el resultado, sino por el proceso. Cuanto más esfuerzo hayamos hecho en planificar, más preparados estamos para «improvisar» cuando el plan original salte por los aires (algo que va a suceder sí o sí). Es en el proceso de planificación cuando conocemos los elementos que entran en juego, las relaciones entre ellos, el contexto, los recursos, la dinámica de funcionamiento de aquello que estamos intentando acotar. Y es precisamente ese conocimiento el que nos permite entender rápidamente por qué el plan no se desarrolla según lo previsto, saber qué alternativas tenemos y reaccionar con agilidad (incluso con aparente «intuición»). Una improvisación «bien informada», muy diferente a la del que no planificó; porque éste se ve obligado a tomar decisiones con rapidez… y sin el conocimiento desarrollado durante el proceso de planificación tiene mucha menos base para hacerlo.
Así visto, puede resultar un poco frustrante. Saber que debes dedicar tiempo y cariño a planificar, y a la vez saber que el resultado valdrá en sí mismo para poco. Pero si cambiamos el enfoque, y nos damos cuenta de que lo importante no es «el plan» en sí mismo, sino el conocimiento al que llegamos en su elaboración, esa frustración desaparece. No queremos un plan perfecto, sino desarrollar las habilidades que nos permitan gestionar la realidad imperfecta.
Es que, normalmente, el plan «salta por los aires» sólo en parte. Es cierto que los planes son papel mojado, pero suelen contener una visión global que permiten orientarse. Además de que la planificación ayuda a desgranar qué hay que hacer y entender los pasos. Esos pasos pueden cambiar, pero se entienden mucho mejor (ellos y sus alternativas) con el proceso.
Lo que se dice siempre, son un mapa. Si un camino está cortado, puedes seguir usando el mapa para saber dónde debes desviarte para seguir tu rumbo, o si eso no es posible, cual es el sitio al que ir…
Muy buena entrada 😉