10.000 pasos para un sedentario
El pasado 29 de diciembre se produjo un hito relevante para mí. Mi pulsera medidora de actividad me indicó que había sumado, desde el uno de enero, más de 3.650.000 pasos. Eso quiere decir que acabaría el año con una media por encima de los 10.000 pasos por día (al final fueron 3.675.656). Un montón de pasos, casi 3.000 kilómetros de «zapatilla».
Ya sé, ya sé. Habrá gente que piense «bueno, no es para tanto». Para mí, la verdad, lo es. No por la cantidad, por mucho que se suela usar esta cifra como referencia, sino por lo que implica.
Tengo un estilo de vida sedentario. Mi trabajo, mi ocio… suele desarrollarse con el culo pegado en la silla. La mayoría de los días, de hecho, trabajo en casa por lo que ni siquiera tengo la excusa de «ir al trabajo» para moverme (aunque para muchos eso significa sentarse en un coche, que tampoco es moverse demasiado). Nunca fui un deportista. En definitiva mi inercia, mi rutina, no tenía hueco para la actividad física.
Lo importante no son los 10.000
10.000 pasos son, en esas condiciones, un reto. Exigen dedicar un buen rato, todos los días, a hacer algo que no era «natural» para mí: por lo menos una caminata de hora y pico, y normalmente un complemento adicional en forma de recados/paseo extra.
Es eso, y no los 10.000 pasos, lo que me satisface. Haber convertido algo inicialmente ajeno para mí en una rutina. Saber que hay un momento del día en el que me calzo las zapatillas, me pongo mis auriculares y salgo por alguno de los caminos que me rodea. ¿Hace frío? Te abrigas. ¿Hace calor? Buscas la sombra. ¿Llueve? Chubasquero. ¿Te da pereza? Sales igual, que se te quita. Todos los días, sin (casi) excepción. Sin plantearte si «te apetece». Simplemente, hacerlo.
Cómo consolidar la rutina
¿Qué factores han contribuido a consolidar esta rutina? Creo que, fundamentalmente, convertirla en algo que disfruto. Supongo que al principio se me haría cuesta arriba, «hoy no me apetece», «hoy estoy cansado». Pero mi rato de caminar es un rato en el que voy escuchando mis podcasts, haciendo alguna fotillo para el Instagram, en el que estoy a mi bola, en el que me va dando el sol o el viento. Llego a casa satisfecho, con la sensación de que he movido el cuerpo, de que la sangre ha fluido, de que mi cabeza está despejada. Suelo volver de mejor humor, además de satisfecho conmigo mismo.
Curiosamente, me doy cuenta de que estas sensaciones son las que tanto he oído contar a los que corren o van al gimnasio. Aquello de que «el cuerpo te lo pide», y que se me hacía tan raro. Y mírame…
Pulsera medidora de actividad
¿Qué impacto ha tenido la pulsera en todo esto? Diría que, al principio, me sirvió como «piedra de toque». Porque tú sales a dar una vuelta, y no sabes si el paseo es más o menos largo, si has acumulado más o menos pasos. La pulsera me ayudó a calibrar cuánto tiempo necesitaba para cubrir determinado número de pasos (10 minutos son 1000 pasos, más o menos), o qué rutas me hacían cubrir el objetivo… y a partir de ahí automatizar.
También me ha servido como acicate. Por ejemplo, si llegaba a la tarde con 7.000-8.000 pasos, me servía como impulso para decir «venga, te bajas un rato a la calle y haces 20-30 minutos más, y llegas a los 10.000; que no te cuesta nada, y es una pena no echar esos pasos a la saca». Y también como limitador para los días «flojos» (que también los ha habido): «hoy puedo permitirme un poco menos porque ayer hice más de la cuenta».
En teoría estas apps te permiten comparar tu actividad con la de tus «amigos» en redes sociales, pero la verdad es que yo nunca he sido competitivo, así que eso es algo que no me ha servido de mucho.
¿Y el impacto?
Bueno, aquí estaría bien poder decir que gracias a esta rutina he conseguido perder X kg… pero lo cierto es que no ha sido así. De hecho, este año he ganado peso. Esto es algo que podría desanimarme («bah, tanto esfuerzo para nada… «), pero nada más lejos de la realidad. Sé que esto es bueno por sí mismo. Claro que me gustaría que hubiese tenido un impacto más positivo en términos de peso, pero no ha sido así. Y no pasa nada. Habrá que hacer otras cosas adicionales, con la alimentación, con un ejercicio más intenso… pero este hecho no le resta un ápice de valor a lo conseguido. Lo cual me alegra, porque creo que es un indicador de que es un hábito que he conseguido integrar.
De hecho en estos días de inicio de año, cuando me planteaba los «buenos propósitos», descarté el incluir lo de «caminar» como uno de ellos. No porque no lo vaya a hacer, sino porque creo que está tan metido en mi día a día que no necesita que lo eleve a ese nivel.
Seguiremos caminando. Paso a paso.
Raul, haces que lo dificil parezca facil, haces que lo complicado parezca sencillo. Muchisimas gracias por esas sesiones que hemos hecho, en las que hemos hablado de todo y tanto me han ayudado. Un abrazo enorme.