«¿Sabes usar el powerpoint?«. Esta pregunta me la formularon en una entrevista dentro del proceso de selección que me llevó, allá por 1998 (el proceso fue a finales del 97) a mi flamante puesto de becario en una consultora. «Bueno, lo básico, no lo he dado mucho uso hasta ahora», respondí.
Mentira. No lo había usado nunca. Pero al menos sabía lo que era. El programita ése que venía junto con el Excel y el Word, que alguna vez había abierto para curiosear a ver de qué iba… y que había cerrado aburrido tras cinco minutos.
Pero eso, al parecer, ya era una ventaja competitiva. Una compañera que también estaba en el mismo proceso me dijo «¿a ti te han preguntado no sé qué de un pogüerpoin?» «Pues sí» «¿Y sabías lo que era?» «Sí, algo me sonaba» «Pues yo ni idea».
Aquella misma tarde, al volver a mi cuarto del Colegio Mayor, me puse a trastear un rato con el ordenador y el dichoso Powerpoint (sí, lo tenía instalado, merced a uno de esos discos piratas con el Office completo), a ver si me enteraba bien qué narices era aquello. Supongo que aquel día haría mi primera presentación, mis primeras transparencias. Y hasta ahora.
Todavía de vez en cuando alguien ve alguna de mis presentaciones más «tradicionales» y dice «vaya, cómo se nota que eres consultor». Pues sí, debe ser eso. Powerpoint y consultor, esa pareja.
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Lo mejor es oír hablar a mis compañeros Javier y Ramón de los que «programan» en PowerPoint. Pseudotecnólogos que no entienden de implantaciones, incidencias, problemas o dificultades.
Sus Powerpoints «compilan» a la primera (el papel todo lo aguanta), se ponen en marcha en tiempo récord y suponen increíbles avances y radicales recortes de costes para todo a lo que se acercan.
Vendedores de humo que se creen que por poner algo en una transparencia ya deben ser venerados como gurús y salvadores del mundo. Pero de trabajar, nada de nada.
El PowerPint lo soporta todo, incluida la estupidez humana, lo mejor es que el 90% de la gente se da cuenta cuando les están vendiendo humo, pero lo toleran porque normalmente detrás del vende humo hay un traga marrones que sí sabe lo que hace.
Y digo yo que una buena presentación, con contenido, es muy útil, aunque el contenido y la forma no suelen ir en consonancia.
Raúl, tienes que dar cursos de presentaciones eficaces a todos los que saben hacer las cosas.
Un saludo
Raúl, llevo dos días siguiendo tu blog, al cual llegué de casualidad.
En alusión al tema que tratas, recuerdo en una reunión de un proyecto europeo de Logística, en el que un consultor italiano con cierta edad y sobrada experiencia comentaba la siguiente anecdota al auditorio.
Resulta que su mujer, después de muchos años de convivencia, no sabía a que se dedicaba su marido. Un día le preguntó que en que consistía su trabajo, a lo cual mi colega le respondió llanamente: «yo hago powerpoints»
Guillermo, bienvenido.
«Hacer powerpoints». Me recuerda a aquellos que estaban picando piedra y que, al preguntarles qué hacían, uno dijo «picar piedra, ¿no lo ves?» mientras que otro dijo «yo estoy construyendo una catedral».
No seais malos. El powerpoint es una herramienta, que puede ser usada para el bien (transmitir ideas, etc.) y para el mal (vender motos).
¡Que nadie me toque los powerpoints! 😛
Por cierto, las «presentaciones eficaces» no suelen ser una cuestión de «powerpoint», sino de habilidades de comunicación (en términos generales). Ocurre que, en muchas ocasiones, los que tienen habilidades «técnicas» (que requieren de determinadas aptitudes: capacidad de atención a los detalles, ser minucioso, etc.) luego les cuesta abstraer para comunicar (sintetizar, focalizarse en lo importante, pensar en «lo que interesa al otro», etc.)
En ocasiones hago PowerPoints… ¡y me gusta!
Pues las presentaciones son mi dolor de cabeza, y no es que no sepa usar el power point, sino que no cuento con la creatividad plástica suficiente como para aprovechar sus recursos, ahora mismo estoy parado con una presentación que he de hacer de la bloguía de empleo que me está frustrando…
SM
Si el contenido y la forma no van en consonancia, no es una buena presentación.
Un «ppt» es un medio para vender una idea. Sea un plan de sistemas, un proyecto, un servicio de logística o un fondo de pensiones. Y para vender una idea, hay que saber hacerla entender a los que escuchan.
Y, si, es cierto, el que ha pasado por una de esas consultoras tan fáciles de descalificar suele (hay excepciones) saber hacerlo mejor que el que no lo ha hecho. La cultura de esas empresas te hace fijarte en los detalles, en los puntos finales, en el tipo de letra, en los colores, en los pequeños detalles. Y además, te da experiencia para contarlo.
Yo he visto presentar ofertas de servicios logísticos en que cada trasparencia era de su padre y de su madre, con varios tipos de letras, con fotos y dibujos o con letra tamaño 12 en un párrafo de siete líneas. Por muy bueno que sea el servicio que ofreces, no lo estás trasmitiendo. Estás trasmitiendo una chapuza.
Y, si además de contar con una buena presentación como soporte, ensayas antes, eres bueno hablando, te adaptas al auditorio (lugar y personas) y te expresas con claridad, entonces es cuando haces una presentación eficaz. Sólo unos pocos afortunados son capaces de hacer una presentación eficaz sin el soporte de «ese ppt» (Steve Jobs, por ejemplo). Y son muchos más los que pueden arruinar un buen ppt al intentar presentarlo.
Me hizo acordar a mis primeras armas con el ppt. Y a que en los últimos años he visto a verdaderos maestros del ppt capaces de vender un buzón a fuerza de transiciones bien puestas.