Llevaba unos días con ganas de dar mi opinión sobre la huelga del transporte, que en realidad es extrapolable a cualquier situación en la que un colectivo se queda mirando (o, peor aún, coacciona) a Papá Estado para que le saque las castañas del fuego.
Pero hoy he visto este video de Sin Accesorios (Subvenciones, paros y huelgas)… y ya poco más tengo que añadir.
Cuando las vacas son gordas, los beneficios «a la saca». Cuando vienen las vacas flacas… a cortar las carreteras, a agredir a los trabajadores, a manifestarse, a hacer lobby… hasta que el Estado (o sea, todos) claudique y subvencione. Hablamos del transporte, pero podíamos hablar de las constructoras, de los bancos, de los especuladores inmobiliarios que querían forrarse vendiendo su piso…
Señores; si suben sus costes, trasladen esos costes al precio final de sus servicios. Si resulta que a esos precios tienen menos trabajo… pues mala suerte. Cambien de actividad a otra que sea más rentable. ECONOMÃA DE MERCADO, se le llama. Si no pueden subsistir económicamente… es que probablemente no hagan falta en el sistema económico (si fueran necesarios, seguro que la gente paga lo que les pidan). O haber ahorrado cuando ganaron dinero (que ahí poco se les oyó diciendo «oigan, yo voy a pagar un dinero extra a Hacienda que, como gano mucho… para ser solidario»).
Sí, lo sé; al final, por una vía o por otra, acabamos pagando los mismos. Bien sea por impuestos, bien sea por mayores precios. Pero ¿sabéis que? Que si es por la vía de los precios, como consumidor sigo manteniendo la suprema decisión de comprar, o no comprar. Y, a través de esa decisión, hago que subsistan los bienes más necesarios, y desaparezcan los menos necesarios. Que subsistan las empresas más eficientes, y que desaparezcan las ineficientes.
Pero por la vía de la subvención, ese poder me lo roban. Y se da «café para todos», y se mantienen empresas y sectores que no sobrevivirían por sí mismos bien porque no tienen demanda suficiente, bien porque no ofrecen un buen producto, bien porque son ineficientes.
Ah, no, y que nadie me venga con la demagogia de las «pobres familias» y la «solidaridad». Porque aquí sólo hay solidaridad para los que más gritan, para los que más daño hacen, para los que no les importa boicotear un país o tomar como rehenes a los ciudadanos para favorecer SUS intereses. «Hoy por ti, mañana por mí…» pero ocurre que cuando me toca a mí (y me quedo sin trabajo, o me sube la hipoteca, o tengo que pagar diez mil pelas cada vez que lleno el depósito del coche), no hay nadie al otro lado.
Como bien dice Juan Martín… ¡a mamarla!