Accidente aéreo de LEGO

Hoy estaba paseando por El Corte Inglés de Castellana (en Madrid) y me he encontrado con esto en el escaparate…
Lego accidente aéreo
Es lo que parece: un aeropuerto de LEGO en el que se muestra un avión accidentado partido por la mitad en medio de la pista, rodeado de policías, bomberos…
No sé si es que tengo yo la sensibilidad un poco alta o qué, pero me ha parecido de un gusto discutible y un tacto inexistente la forma de presentar la escena, teniendo en cuenta que este verano se produjo en Barajas una de las peores catástrofes aéreas en España. ¿A quién se le habrá ocurrido la genial idea? No sé, igual os parece una exageración por mi parte, pero creo que no es un detalle que hable muy bien de la marca «El Corte Inglés» (e, indirectamente aunque no tengan nada que ver con el asunto, tampoco de «LEGO»).

Yevadme al G20, por fabor

No suelo meterme mucho en cuestiones políticas. Pero no he podido evitarlo. El papel que está haciendo nuestro Gobierno a cuenta de su no inclusión en los grandes centros de decisión y consenso internacional para avanzar en la resolución de la crisis es sencillamente patético. Todavía siguen con el soniquete de lo influyentes que somos, y de lo importantes que somos a nivel internacional… y lo cierto es que a cada ocasión que se presenta, el resto del mundo nos vuelve a ignorar.
Y ahí tenemos a «toda la diplomacia española» mendigando de un lado a otro un huequito en esas reuniones, aunque sea en el gallinero, aunque sea para poner los cafés. Todo sea con tal de salir en la foto y sacar pecho ante los ciudadanos. ¿Y si resulta que, a última hora, nos dejan ir? Todavía nos venderán que hombre, por supuesto, que no podíamos faltar, que se les debía haber traspapelado la invitación.
Es la diferencia entre ser influyente de verdad, y pretender que se es influyente. Al influyente de verdad no le hace falta mendigar por las esquinas un poquito de atención.
En fin, siempre resulta un tanto vergonzante ver como nos intentan vender la moto a los ciudadanos, cómo nos toman por idiotas sin caérsles la cara de vergüenza.. Antes fue el «no hay crisis, y quien hable de crisis es un antipatriota», la «champions league de la economía», etc. Ahora es el «somos un país influyente, aunque el resto del mundo no lo sabe».
Mi duda es si son tan rematadamente lerdos como para creérselo de verdad, o tan rematadamente manipuladores como para creer que nos lo tragaremos.
PD.- Ahora son éstos porque son los que gobiernan. No me cabe la menor duda de que «los otros» harían tres cuartas de lo mismo.
PD2.- La foto original que ha servido como base al montaje es ésta.

La crisis que vendrá en enero

El otro día charlábamos en la comida sobre, cómo no, la crisis. Y yo sacaba un argumento que, hasta ahora, he escuchado poco: lo que viene en enero.
Las empresas, en su gran mayoría, tienen sus años fiscales vinculados con el año natural. Los planes, los objetivos, los PRESUPUESTOS… se preparan para todo el año. Centrándome en los presupuestos, lo que quiero decir es que en la mayoría de empresas los presupuestos que se están ejecutando ahora son los que se elaboraron a finales de 2007, cuando lo de «la crisis» era todavía un runrun.
Estos días estarán ya empezando en todas las empresas con el proceso de presupuestación para el año que viene. Ahora, cuando están cayendo chuzos de punta, es cuando las empresas tienen que decidir «bueno, qué, tal y como está el panorama… ¿en 2009 queremos gastar mucho o poco?». Si vosotros tuviérais (o tenéis) una empresa… ¿cuál es vuestra respuesta, visto lo visto?
Mi percepción es que, cuando llegue enero, el parón va a ser sonado. Miles de proyectos se van a paralizar, esperando «a ver si escampa». Miles de empresas se van a «retirar a sus cuarteles de invierno», reduciendo el gasto tanto como puedan; por no hablar de la Administración. El problema es que «reducir el gasto» significa directamente reducir los ingresos de sus proveedores. Hasta ahora, mal que bien (y teniendo en cuenta que sobre todo en empresas grandes los presupuestos aprobados son casi como una ley) se han ido apurando los presupuestos hechos el año pasado. Pero en enero… el grifo se va a cerrar, y de qué manera.
Curiosamente, enero es «dentro de dos meses», que es cuando según el Ministro de Trabajo la crisis debería estar finiquitada. Buf… muy optimista le veo yo al señor Corbacho.
Porque es que además yo creo que España está en las peores de las situaciones para, una vez que el mercado de crédito vuelva a la normalidad, la actividad económica recupere el pulso. Los problemas estructurales de España (concentración en sectores productivos intensivos en mano de obra no cualificada que han cerrado un ciclo, baja productividad, falta de espíritu emprendedor, poca proyección exterior, etc, etc.) siguen ahí, no han desaparecido. Cuando pase la tormenta, vamos a vernos nuestras propias miserias con toda su crudeza. Y ahí no valdrá echarle todas las culpas a «la crisis internacional».
¿Pesimista yo? Bueno, si alguien me convence de lo contrario…

La doctrina del shock

He visto este mini-documental (o anuncio promocional, en realidad) elaborado por Naomi Klein (autora de No Logo y que ahora está en promoción de su libro La doctrina del shock) en el blog de Julen. Resulta interesante su tésis: igual que se provocan estados de shock a nivel individual (se hacía con los enfermos mentales y se aplicó en el ámbito miltar para «ablandar» prisioneros), también es posible hacerlo a nivel general (bien sea aprovechando situaciones exógenas o bien provocándolas directamente); una sociedad en estado de shock admitirá la imposición de cambios y de normas mucho más facilmente de lo que lo haría en condiciones normales.
Naomi Klein me genera una cierta distancia. Creo que es una activista: no quiero decir que eso sea malo per sé, pero sí que sus libros y sus planteamientos hay que leerlos siendo conscientes de que no es ni pretende ser una «analista imparcial», sino que pretende movilizar las conciencias hacia sus tésis. Pero aun así, no está de más ver lo que cuenta.
Yo estoy en proceso de leer todavía No logo. Me cuesta un montón, no sé si es por el estilo narrativo del libro o por una pésima traducción (que transforma el libro en farragoso y cansino). Pero está bien leer de vez en cuando a los activistas, para ensanchar nuestra visión del mundo.

¿Por qué hay doping en el ciclismo?

Lo del ciclismo y el doping es ya muy triste. Pero claro, el deporte no es deporte, sino negocio. Y ahí está el quid de la cuestión. Aun así, resulta sorprendente que sabiendo la presión antidoping que hay en algunos deportes y en algunos lugares, todavía haya quien decida arriesgarse a que le pillen (cuando es tan probable).
Javier Ares, un periodista que me ha encantado siempre, apuntaba el otro día una explicación llena de sentido común. Nos parece que un ciclista «se arriesga», pero no es así. Muchos no tienen nada que perder. Si no consiguen destacar, se ven condenados a un equipo de tercera o, directamente, a colgar la bicicleta e integrarse en la «sociedad civil» sin nada. Su alternativa, si no se dopan, es el fracaso. Por lo tanto, a muchos les parece que merece la pena correr el riesgo: si no les pillan, pueden destacar y conseguir ese contrato profesional jugoso que les permita ganarse la vida. Y si les pillan… tampoco estarán mucho peor de lo que estarían sin doparse.
Triste y duro, pero cierto. Me recuerda a lo que me contaba un amigo sargento que estuvo en Senegal con las crisis de inmigrantes ilegales que salían de allí hace unos meses. Me contaba que las personas que se embarcaban en esos viajes sabían perfectamente los riesgos que corrían. Sabían de las probabilidades de morir en el viaje. Pero aun así, subían en los cayucos; la alternativa cierta de quedarse en tierra era tan mala, o incluso peor, que asumir los riesgos inherentes a llegar a Europa.

De las huelgas y las subvenciones

Llevaba unos días con ganas de dar mi opinión sobre la huelga del transporte, que en realidad es extrapolable a cualquier situación en la que un colectivo se queda mirando (o, peor aún, coacciona) a Papá Estado para que le saque las castañas del fuego.
Pero hoy he visto este video de Sin Accesorios (Subvenciones, paros y huelgas)… y ya poco más tengo que añadir.
Cuando las vacas son gordas, los beneficios «a la saca». Cuando vienen las vacas flacas… a cortar las carreteras, a agredir a los trabajadores, a manifestarse, a hacer lobby… hasta que el Estado (o sea, todos) claudique y subvencione. Hablamos del transporte, pero podíamos hablar de las constructoras, de los bancos, de los especuladores inmobiliarios que querían forrarse vendiendo su piso…
Señores; si suben sus costes, trasladen esos costes al precio final de sus servicios. Si resulta que a esos precios tienen menos trabajo… pues mala suerte. Cambien de actividad a otra que sea más rentable. ECONOMÍA DE MERCADO, se le llama. Si no pueden subsistir económicamente… es que probablemente no hagan falta en el sistema económico (si fueran necesarios, seguro que la gente paga lo que les pidan). O haber ahorrado cuando ganaron dinero (que ahí poco se les oyó diciendo «oigan, yo voy a pagar un dinero extra a Hacienda que, como gano mucho… para ser solidario»).
Sí, lo sé; al final, por una vía o por otra, acabamos pagando los mismos. Bien sea por impuestos, bien sea por mayores precios. Pero ¿sabéis que? Que si es por la vía de los precios, como consumidor sigo manteniendo la suprema decisión de comprar, o no comprar. Y, a través de esa decisión, hago que subsistan los bienes más necesarios, y desaparezcan los menos necesarios. Que subsistan las empresas más eficientes, y que desaparezcan las ineficientes.
Pero por la vía de la subvención, ese poder me lo roban. Y se da «café para todos», y se mantienen empresas y sectores que no sobrevivirían por sí mismos bien porque no tienen demanda suficiente, bien porque no ofrecen un buen producto, bien porque son ineficientes.
Ah, no, y que nadie me venga con la demagogia de las «pobres familias» y la «solidaridad». Porque aquí sólo hay solidaridad para los que más gritan, para los que más daño hacen, para los que no les importa boicotear un país o tomar como rehenes a los ciudadanos para favorecer SUS intereses. «Hoy por ti, mañana por mí…» pero ocurre que cuando me toca a mí (y me quedo sin trabajo, o me sube la hipoteca, o tengo que pagar diez mil pelas cada vez que lleno el depósito del coche), no hay nadie al otro lado.
Como bien dice Juan Martín… ¡a mamarla!

Las agresiones de los vigilantes

El tema lleva en el candelero unos días. Unos vigilantes de seguridad en el Metro de Madrid rodean y agreden a un usuario, y lo graban con el móvil. Me produce una repugnancia inmensa ver esas imágenes (quien no las haya visto, en youtube las encuentra).
No es nada nuevo. Son los mismos tipos que en el colegio abusan de un compañero o amenazan a un profesor, que en casa maltratan a su mujer, que le arrean unos guantazos de impresión a sus hijos, que en el fútbol dan una paliza al del equipo contrario, que se ríen de un deficiente disminuido, que hacen el gilipollas con el coche poniendo el riesgo a los demás. La tecnología únicamente nos permite poner en imágenes algo que siempre ha pasado. Para este tipo de gentuza, lo de grabar en el móvil es una forma de llevarse su «trofeo de guerra». Por supuesto que no les avergüenza. ¿Cómo les va a avergonzar, si se sienten orgullosos de lo que hacen?
Siempre abusando de alguien más débil, siempre buscando una posición de fuerza (atacar en grupo, meterse con quien no puede defenderse, abuso de autoridad, etc.). En este caso, lo más inquietante es pensar que a unos tipejos así alguien les ha dado un uniforme y les ha dicho «eh, venga, a vigilar que vosotros sois los buenos». Da pánico pensar que te puedas cruzar con alguien así. ¿Qué filtros de selección han pasado esa gente?
Y no, que nadie me venga con el rollo de que «el trabajo de vigilante es muy duro, se tienen que enfrentar a cosas muy desagradables, tienen que ser un poco destripaterrones». Eso no es una excusa. Lo que muestran estas imágenes no es a un aguerrido vigilante usando la fuerza en un enfrentamiento con una banda callejera. Es un grupo de vigilantes contra un individuo, posiblemente embriagado, al que atizan mientras está indefenso, que sueltan risotadas mientras lo graban en video. Habría que ver a estos valientes cuando aparecen los Ñetas o los Latin Kings.
No es una cuestión de valentía, de inteligencia, de fuerza o de dureza. Es una cuestión de valores. Y esos, o se tienen (porque te los han inculcado desde pequeño) o no se tienen. Quizás el problema sea que no hay tanta gente que reuna todos los requisitos como para cubrir todas las necesidades, y entonces se hace la vista gorda si faltan algunos. Y total, los valores… ¿de qué sirven?

La complejidad y el mundo funky

Estoy releyendo Funky Business. Creo que conviene hacerlo cada cierto tiempo; es desasosegante, pero revelador.

Mañana, despertaremos en un mundo en el que todos seremos conscientes de estar condenados a ser libres: libres para elegir. No habrá alternativa. […] Con la capacidad de elección llega la responsabilidad. Cuanto mayor sea el número de posibilidades, mayor será la responsabilidad que tengamos como individuos. Hemos adquirido una gran responsabilidad en una época en la que las viejas certidumbres se han evaporado. […] El caos ha vuelto. Lo malo es que los seres humanos no reaccionan bien ante la incertidumbre. Los cambios producen, inevitablemente, desazón. Una de las respuestas más habituales es reducir de forma drástica la libertad. […] Creemos que la respuesta ideal pasa por aceptar la complejidad, no por tratar de eliminarla. La complejidad es aterradora, pero también fascinante. Tenemos que tener el valor de enfrentarnos a ella.

UPyD … ¿y por qué no?

Hoy en el Beers&Blogs ha estado Rosa Díez. Curioso, por cierto, que su presencia me haya generado infinitamente menos rechazo (vamos, nulo en realidad) que el que me generó la visita de Miguel Sebastián hace unos meses (y Rosa Díez no deja de ser una periodista política en campaña… aunque con menos gorilas y menos cohorte de periodistas). No sé, será que he asumido la normalidad de estas situaciones. O que Rosa Díez tiene su blog «de verdad» (y no uno de pinypon como el del candidato Sebastián). O que Rosa Díez me parece de largo mucho más honesta y menos dada a meramente «salir en la foto» (sensación que me ha confirmado en el rato que ha estado por allí). O pura incoherencia por mi parte, qué le vamos a hacer. Pero bueno, éste no es el tema, si no su partido, Unión, Progreso y Democracia (UPyD)
Se acercan las elecciones… y mi voto por decidir. Yo soy uno de ésos que, teniendo unas ciertas nociones políticas, no se casan con nadie a priori: PP o PSOE, he votado a los dos en el pasado. Y para ser honestos… no tengo ganas de votar a ninguno de ellos en esta ocasión. A unos porque me han dejado la amarga sensación de que no merecían la confianza que les dí, y a los otros porque no han hecho nada por recuperar la confianza que dejé de tener en ellos.
La abstención no es una opción. Y no por aquello de «si no votas, luego no te quejes» (que me parece un argumento ridículo), sino porque ya ha quedado demostrado que la abstención (a pesar de alcanzar unas cifras escandalosas, y cada vez peores) es algo que los políticos ni sienten ni padecen: aunque vote el 10% del electorado y el 90% se quede en casa, con ese 10% se hace el reparto de poder y a llenar el parlamento como si tal cosa, sin cuestionarse qué legitimidad pueden tener con esas cifras.
Creo firmemente que en España hace falta un tercer gran partido nacional. Un partido equilibrado ideológicamente, que rompa el binomio formado por unos PP y PSOE empeñados cada día más en convertir la política en una lucha «contra el otro» en vez de una pelea «a favor del ciudadano». Un partido con una cierta representatividad que haga el papel de árbitro en la lucha de poder y se lo quite a partidos de corte nacionalista que no se preocupan en absoluto del bien de todos los españoles, sino única y exclusivamente del de su región, y que sesgan de forma desproporcionada la acción de unos Gobiernos que se ven obligados, pactos mediante, a gobernar más a favor de unos españoles que de los demás.
Es evidente que la consolidación de una opción de estas características es difícil. Es una cuestión de historia (los grandes partidos tienen una masa de votantes ya hecha, un nuevo partido nace de cero), de recursos económicos (los partidos grandes parten con mucho dinero y una gran infraestructura para promocionarse, los pequeños no), de apoyo mediático (los medios apoyan a los partidos con posibilidad de gobernar: son los que luego les dan las noticias, y el dinero a través de innumerables campañas institucionales) y de una ley electoral que castiga a quien obtiene «muchos poquitos» frente a quien obtiene «pocos muchos» (ganar un diputado para un partido de corte nacional requiere muchos más votos porque quedan repartidos entre todas las provincias resultando insuficientes para ganar el diputado en esa provincia, aunque en conjunto sean muchos más votos que los que, concentrados en una única provincia y por lo tanto dando acceso a la plaza, puede recibir un partido de corte nacionalista).
Visto así, podría pensarse que el voto para UPyD es un voto «inútil». Pero quizás, por encima de conseguir representación parlamentaria o no, lo que está en juego es transmitir un mensaje. Mensaje de que hace falta alguien que ocupe ese espacio político. De que sobra crispación y falta equilibrio. Quizás si se juntan unos cuantos miles de votos alguien empiece a pensar que otra política es no sólo posible, sino también demandada por parte de la sociedad. Quizás con esos miles de votos se consiga poner el foco de atención sobre este germen de alternativa, se atraigan más recursos, más personas… y se le dé aire a la iniciativa para que dentro de otros cuatro años tenga más cuerpo y esté más cerca de jugar un papel más importante.
Así que… ¿por qué no?
PD.- Obviamente, no llego a estas conclusiones porque Rosa Díez haya ido al B&B. La alternativa de un partido nacional «distinto» es algo que siempre he manejado como idea atractiva, y me interesé por UPyD hace ya unos meses (incluso valorando, pero muy superficialmente, una posible afiliación). No cabe duda de que es un partido todavía por hacer, con muchos posicionamientos ideológicos por definir, en el que surgirán inevitablemente vicios propios de este tipo de organizaciones (luchas por el poder, ambiciones, tejemanejes, etc.)… pero hoy por hoy es, al menos, una alternativa distinta. A este PP ya lo conozco, y no me gusta. Y a este PSOE también, y tampoco me gusta.