Siempre me ha llamado la atención el proceso de formación de una perla. Un cuerpo extraño cae en un molusco, y éste reacciona empezando a recubrirlo de nácar. Poco a poco, capa a capa, lo que era una pequeña partícula evoluciona hasta convertirse en algo mucho más grande.
Me gustan los proyectos que se forman igual que una perla. Que empiezan siendo algo pequeñito, que involucran a pocas personas, a veces incluso a una sola. Que evolucionan poco a poco, a su ritmo. Que van sumando voluntades y afinidades de forma natural, sin prisas, sin imposturas. En los que existe una verdadera implicación por parte de todo el mundo, en los que sólo están los que realmente quieren estar, donde las complicidades y los objetivos comunes son la piedra angular, donde compartir la experiencia es más importante que los resultados tangibles. Son proyectos, por definición, ilusionantes; porque cuando dejan de serlo, cuando uno no se encuentra agusto, simplemente se aleja de ellos.
Lamentablemente, parece que estos proyectos tienen que quedar circunscritos al ámbito personal; las empresas tienen que ganar dinero, y tienen que ganarlo ya, y hay que controlarlo todo… y eso de dejar que las cosas simplemente «pasen» no es una opción . Y ni siquiera en el ámbito personal estaremos a salvo, porque incluso ahí tienden a aparecer urgencias, imposiciones, agendas ocultas… que dan al taste con la motivación intrínseca. A falta de ésta, tanto en la empresa como fuera, buscamos otras motivaciones; el dinero, el status… pero el resultado difícilmente será igual. Y desde luego la experiencia durante el proceso no será ni comparable.
Foto: K8monster1
proyecto colaborativo
¿Quién debe marcar el ritmo?
Hace unas semanas, me interesé por un proyecto colaborativo que me apeteció. Me puse en contacto con quien lo lideraba, ofrecí mi colaboración… estupendo. Pasados unos días, hice mi primera contribución al mismo, y unos días después hice una segunda con la que completaba todo lo que podía hacer hasta el momento.
Había otras personas vinculadas al mismo proyecto. Un par de ellas habían hecho también el 100% de su contribución, otro par de ellas un 50%… y el resto un 0%. El caso es que hasta que no hubiese una masa crítica de personas contribuyendo, el proyecto no podía seguir adelante.
Había dos opciones: avanzar al ritmo marcado por quienes sí estaban contribuyendo (y dejar atrás a los que no, incluso sacándoles del proyecto), o seguir esperando y «animando» a los que no contribuían en espera de que lo hiciesen para avanzar. Hasta ahora se ha optado por la segunda, y creo que es un error.
Si una persona no ha contribuído pasado un tiempo razonable, es que no tiene ningún interés en hacerlo, y no lo va a hacer. En el mejor de los casos, después de mucho insistir, hará algo para cubrir el expediente… y así hasta la próxima vez. Pero siempre será una rémora, alguien a quien hay que insistirle para que aporte, un «peso muerto» que va a dificultar el avance del proyecto en vez de impulsarlo.
Mientras tanto, los que sí han contribuído a buen ritmo ven como, a pesar de dicha contribución, las cosas no van a ningún sitio por culpa de la tolerancia con los que se retrasan. Y llega un punto en el que se plantean qué sentido tiene dar pedales y esforzarse por impulsar un barco que en cualquier caso se va a mover al ritmo de los más lentos. Conclusión, ley del mínimo esfuerzo, «que tiren otros» y, si acaso la cosa remonta, ya veremos. Pero claro, si los que tiran dejan de tirar… pues proyecto moribundo o directamente muerto.
¿Cómo habrían sido las cosas de seguir el ritmo de los entusiastas, aun a riesgo (o a certeza) de dejar atrás a otros? Pues probablemente el proyecto tendría un nucleo menor, pero muy activo, que permitiría que fuese evolucionando poco a poco hasta acabar desarrollándose correctamente.
El café para todos, el «que nadie se quede atrás», es algo que desincentiva el esfuerzo y los avances. Porque mide a todos con el mismo rasero de la mediocridad.
Desconfío de las iniciativas comunales
A mí el rollo «comuna» nunca me ha gustado… las decisiones asamblearias, el «esto es una iniciativa de todos», el «peace and love»… me generan mucha desconfianza. Creo que estas iniciativas suelen nacer con muy buenas intenciones, y normalmente impulsadas por personas verdaderamente altruistas y que creen en eso de «todos aportamos, todos nos beneficiamos». Incluso hay ocasiones en las que eso funciona bien, al menos durante un tiempo.
Pero la experiencia me dice que no tardan en aparecer personas (que pueden «descolgarse» desde fuera o ser uno de los impulsores iniciales) que empiezan a querer controlar y manipular esas iniciativas. Puede ser por una cuestión de carácter (hay personas más «dominadoras» que otras, o que les gusta más figurar), pero creo que es más habitual que sea por una cuestión de intereses: y es que al final, si uno consigue «mangonear» lo suficiente, se encuentra con que otras personas (imbuidos de ese «espíritu colaborativo») son las que reman mientras uno va cómodamente guiando la embarcación…
Pasa en el ámbito profesional, en el ámbito político, en el ámbito del voluntariado o las ONG, en el ámbito asociativo (desde un sindicato a una asociación de vecinos)…
Por eso no soy muy dado a sumarme con entusiasmo a este tipo de cosas. Lo suelo hacer con cautela, y al primer indicio de comportamientos interesados, me inhibo completamente. Me gustan las cosas claras, y el chocolate espeso. Cuando alguien me dice «quiero hacer esto porque me interesa a mí, y aparte creo que los demás también pueden tener beneficios» puedo compartirlo o no, pero lo respeto. Pero cuando alguien dice «hagamos esto por el bien de todos», «esto te interesa más a ti que a mí», y venga «buen rollito» y «we are the world»… mmmmm… desconfianza. Hay veces que puede ser verdad, pero no suelen tardar en surgir comportamientos que chirrían, luchas de intereses, agendas ocultas… y todo al garete.
Cuando trabajo en algo, me gusta saber quién manda. No me parece mal que alguien «mande», o «lidere» un proyecto. Si me adapto al estilo y criterios de quien manda, perfecto. Si no, hago mutis por el foro y santas pascuas. Y si algún día tengo yo un proyecto propio, estará muy claro que es mi proyecto y no trataré de vestirlo de otra forma; así todo el mundo sabrá a qué jugar.
Llamadme carca, reaccionario, neocon o como queráis. Pero yo es que en la naturaleza humana veo más de egoismo e interés que de altruismo y entrega desinteresada… Aun así hay veces, como he podido comprobar recientemente, que la realidad me demuestra que es posible. Pero me gusta estar con el radar siempre activado en busca de indicios… para saber a qué atenerme.