No suelo hablar de ello, porque tampoco tengo especial interés en darle demasiada visibilidad. Pero lo cierto es que durante este tiempo que llevo de «alma libre» he seguido haciendo trabajillos relacionados con mi vida anterior de «consultor de organización y recursos humanos». Cosas sueltas, colaboraciones como freelance… en fin, trabajos «alimenticios» que me permiten una facturación extra y que de algún modo contribuyen a financiar mis «boutades 2.0».
El caso es que no hace mucho me llegó un posible trabajo, que rechacé porque me generó ciertos «reparos éticos». Tenía la sensación de que no dormiría agusto si lo abordaba, y decidí (aunque no está el horno para muchos bollos) no aceptarlo. El cliente potencial me dijo que no sabía a qué me refería con esos «reparos»… y yo ya no sé si es que yo soy más escrupuloso de lo que debería, o si estaba haciendo lo correcto.
Sin entrar en muchos detalles, se trataba de hacer un trabajo de organización (descripción de puestos y análisis de personas para evaluar el ajuste persona-puesto). Hasta ahí todo bien. El problema es que el trabajo estaba condicionado a dar un resultado concreto (señalar a una persona determinada como la de «peor ajuste») con un objetivo expresado claramente: servir como coartada para su despido amparándose en una reducción de empleo por causas objetivas.
Son varias las cuestiones que me echaron para atrás. La primera, el carácter «teledirigido» del trabajo. Me gusta pensar que, cuando hago un trabajo de consultor, se trata de aportar un determinado valor a la empresa. Valor «constructivo», en el sentido de ayudarla a crecer, a estar mejor preparada. Que recurren a mi conocimiento y experiencia para ayudarles a clarificar el panorama, para dotarles de herramientas que les permitan mejorar. Y en este caso no había nada de eso. Se trataba, únicamente, de hacer una pantomima, de fabricar una prueba «falsa» al gusto del consumidor. Entrecomillo «falsa» porque puede que, en un trabajo bien hecho, saliese efectivamente que esa persona tuviese el peor ajuste. Pero también puede que no. Lo cierto es que no iba a tener la oportunidad de descubrirlo por mí mismo, y que esta empresa nunca se hubiera interesado por un trabajo de este tipo si no fuera para este objetivo concreto.
Encima, el resultado del trabajo no es precisamente «aséptico». El resultado era mandar a una persona a la calle. No soy tan iluso como para pensar que trabajos anteriores que he hecho no han tenido consecuencias. Si haces una definición de competencias, aunque el ideal es que la empresa lo use para desarrollar y dar formación a las personas que presenten desajustes, sabes que eventualmente puede significar la salida de alguien. Si ayudas a hacer más eficiente un proceso sabes que puede significar que no haga falta tanta gente para gestionarlo. Si haces un planteamiento estratégico, sabes que habrá personas que se verán más favorecidas y otras que menos. Si defines un esquema retributivo sabes que eso significará probablemente que unos salgan ganando y otros vean limitadas sus ganancias.
Incluso soy consciente de que, en más de una ocasión, algunos clientes habrán abordado proyectos de este tipo con la esperanza/seguridad de obtener un resultado concreto (y conociendo la situación como la conocen, y «dirigiendo» de forma sutil el trabajo del consultor, no es difícil que lleguen a él). Pero, con eso y con todo, nunca me había enfrentado a una situación donde se definiese de forma tan expresa que lo primero fuese el resultado («esta persona, a la calle») y mi trabajo fuese tan sólo una justificación. Me sentí, en cierta forma, como si me dijesen «toma esta pistola, y pégale un tiro… pero que parezca un accidente».
Y mira que yo defiendo que un empresario debería poder decidir con quién cuenta en su empresa y con quién no, y que no debería ser necesario recurrir a este tipo de triquiñuelas para sortear una legislación laboral que considero muy mejorable. Puede que incluso el empresario tuviese motivos más que de sobra para el despido, y que ante las dificultades para conseguir un despido procedente ésta fuese la única opción que ha podido encontrar para hacerlo efectivo a un coste razonable. Puede que incluso, si yo estuviese en su lugar, viese plenamente justificado el movimiento y lo promoviese sin pestañear (no lo sé, nunca me he visto en una situación similar y no sé cómo lo afrontaría). Pero así y todo, en este caso yo no iba a tener la posibilidad de decidir por mí mismo quién tenía la razón; iba a ser un mercenario ejecutor, «coge el dinero y no hagas preguntas».
Ser freelance tiene algunas servidumbres, pero también alguna ventaja. En un caso como este, no te ves obligado (por tu jefe, por tu empresa) a aceptar un trabajo así. Puedes decir no (aunque lo cierto es que siempre puedes decir «no»; simplemente, aquí la presión es sólo la que tú te pongas), y la única consecuencia es el «lucro cesante» (que en este caso ni siquiera sé cuánto hubiese sido) que se produce en tu cuenta corriente (bueno, y en este caso hacer quedar mal a la persona que nos puso en contacto). Precisamente uno de los motivos que me llevó a abandonar el mundo corporativo era poder tomar este tipo de decisiones sin tener que darle explicaciones a nadie.
No sé si he hecho bien, o si soy un «pringao». No sé si la situación era para tener tantos escrúpulos, o es que yo soy demasiado «especialito». Pero la verdad es que mientras me la contaban las tripas me gritaban «no lo hagas». Y creo que sentirse agusto con la propia conciencia es algo que vale mucho.
Foto: Michael Kharsis
Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí
Creo que hay una clara diferencia entre lo que has hecho otras veces y lo que tenías que hacer en este caso, o mejor dicho, en lo que te pedían antes y lo que te pedían ahora. Aunque al final el resultado fuera el mismo, no es lo mismo.
Sinceramente, si tienes dudas sobre si deberías haber aceptado o no este trabajo, es que aún tienes que pensar muchísimo en cuál es tu ética en el trabajo.
Si aceptas:
– Conviertes tu trabajo en una pantomima y te dejas manipular
– Mientes al dar un resultado que no es el real
– Y mientes sabiendo que es para despedir a alguien injustamente,
Igual el empresario tiene motivos para despedir a esa persona, pero tú no eres quien para juzgarlos y ponerte de su lado. Si quiere echarla, que siga las reglas del juego. Son muy duras, pero son las que hay.
Yo creo que hiciste bien, o por lo menos yo he hecho lo mismo algunas veces. Eso va a personas, pero para mi el trabajo debe ser algo positivo y que haga a gusto. Si no, ¿para qué se tira uno al monte? Para no tener derecho a paro (o casi), para adelantar el Iva de facturas no cobradas, para no cobrar las vacaciones si es que puede hacerlas… para todo eso no es, ¿verdad? 😉
Me doy cuenta que aún existen profesionales honestos.
Pero sin duda, el empresario no se habrá detenido, pues desafortunadamete alguien más hará el trabajo sucio, y esa es la razón por la que es casi imposible cambiar un sistema: siempre habrá alguien dispuesto a dar el paso que tu no diste.
Saludos!
Vaya lío que tienes, no sé si has escrito ésto para´nosotros o para tí.
Da igual, bastaba con que hubieras escrito el último párrafo.
Que te vaya bien y que no pases muchas veces por ése dilema!
Estoy de acuerdo con vosotros. Quizás el resultado acabe siendo el mismo, pero no es lo mismo. Y efectivamente, uno se tira al monte para poder elegir.
Sabogal, imagino que sí, que al final encontrará alguien que le haga ese trabajo sucio. Imagino que con eso irán a juicio, y puede que sirva para algo, o puede que no. En todo caso, yo no quiero estar allí para verlo.
Nachete, por todo eso la respuesta fue «no». Sin muchas dudas con respecto a mi propia conciencia. La duda es saber si mi conciencia y mi ética es «especialita» por rigurosa, y en realidad el mundo funciona así.
Porque probablemente lo que más me ha sorprendido es la naturalidad con la que me planteaban la situación, y la extrañeza por mi respuesta: «no entiendo a qué te refieres».
Gildo, como gran parte de lo que escribo, tiene mucho de «para mí». Y no, en realidad no es un lío, sino una forma de expresar mi razonamiento, un «desahogo» si quieres… ya que al cliente no se lo iba a decir así de directo
Muy buena entrada si señor.
Y si me lo permites iba a hacer una entrada en mi blog sobre la conciencia tranquila en el trabajo y me gustaría enlazarte 🙂
Me ha gustado mucho
Un saludo
Pues me parece estupendo. Suficientemente duro es el trabajo del día a día como para encima tener que reconcomerse…
Un apunte personal. Estuve trabajando 4 años en una empresa que, entre otras cosas, llevaba temas de defensa. Yo, y así se lo dije al jefe en determinado momento, dije que no quería trabajar en temas de defensa. No me apetecía trabajar en el software del guiado de un misil. Me dijo que no había problemas, que en la empresa había otros temas, y podía trabajar tranquilamente en ello, que lo respetaba y demás.
Yo trabajé siempre en temas de aeroespacial (satélites y demás).
Una de las razones por las que dejé la empresa (había otras más gordas, de todas formas) fue porque no me terminaba de sentir a gusto por ese tema. No era horrible, porque yo no era el que lo estaba haciendo, pero no me gustaba saber que estaba colaborando de alguna manera…
Tenía compañeros que no les importaba, que decían que si no lo hacían ellos lo haría otro, etc. Y a mí me parece absolutamente respetable, pero cada uno tiene la moralidad que tiene, y hay que intentar ser lo más coherente posible con uno mismo (aunque todos tengamos incoherencias de vez en cuando) y buscarse las castañas para poder estar a gusto con lo que hacemos, que con lo que cuesta trabajar estando a gusto, como para no estarlo….
Un aplauso. . . .
Antes de que escribieras esta entrada. .. por tus comentarios en Twiter.. ya supuse que este sería el tema, lo hemos comentado en casa, y hemos acertado.
Si hubiera muchas personas honestas, el mundo cambiaría.
Pues Raúl, creo que debes ser íntegro hasta el final, y ya has demostrado tantas veces tu integridad que no dudaba que esto lo rechazarías.
De un trabajo salen siempre consecuencias, pero una cosa es saberlas a priori, y otra como fruto del trabajo, como consecuencia.
Es como si te dicen: «si aprietas este botón una persona desconocida se irá a la calle, pero te llevarás XXXX €». Habrá quien lo haga sin dolor, claro.
Enhorabuena por ser coherente siempre con tus ideas y principios.
Buenas Raul, yo también creo que has hecho lo correcto, para los que tenemos la «mala suerte» de tener conciencia fuerte, tenemos el problema de que tenemos que seguirla. Pero quiero pensar que esto nos ayuda también y nos lleva al final por el buen camino. La gente sin conciencia creo que tira por el «lado oscuro» es más rápido, pero te cierra muchas puertas, mucha gente no quiere tener al lado a alguien sin conciencia.
En cuanto al tema de que si no lo haces tú otro lo hará, me parece una excusa bien mala de evadir la moral. Si alguien te quiere contratar de sicario, dices que si, porque otro lo va a hacer si no? Se que es un ejemplo muy extremo, pero en el fondo es lo mismo. Creo que cada uno debe revisar su escala de valores y una vez la tenga clara actuará en consecuencia, aunque a veces suponga dejar de tomar un atajo o una ayuda muy apetecible.
Me alegro de que actuases así y me ratifica que eres una persona con conciencia en la que podría confiar de cara a cualquier proyecto 🙂
Está bien hacer caso «a las tripas»… Si no se les hace caso, podrían darte «recordatorios» muy dañinos
Lo menos que se le puede ofrecer a alguien cuando se le pide que haga trampas, es que saque una tajada por el riesgo. Quizá un % del despido del sujeto, a cambio de un informe realizado en un par de horas, con tu firma 😉 Es lo razonable.
Pero como no eres un tramposo, no le des más vueltas.
Además, quién con niños se acuesta, con cuervos se levanta, o algo así…
Un abrazo,
Hola Raúl.
Luchas por tus valores (a mi entender, buenos valores) y por tu libertad. Por tu forma de ver y hacer las cosas y eso es no puede ser otra cosa que bueno.
Te impacta en tu cuenta de resultados, claro está, y desde ese punto de vista, eres un «pringao», pero en estos asuntos importa aquello de El Principito: «lo esencial es invisible a los ojos». El dinero es muy importante -mucho- pero no lo esencial de las cosas.
Qué mejor aquí que citarte cuando hiciste referencia a Mc Coy….
http://blog.raulhernandezgonzalez.com/2010/02/sobre-el-exito/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+VidaDeUnConsultor+%28Ra%C3%BAl+Hern%C3%A1ndez+Gonz%C3%A1lez+-+Blog%29&utm_content=Google+Reader
Solo puedo decir: ¡Enhorabuena Raul!
Te entiendo, yo rechacé un trabajo (entre otros motivos) por la ética, y no me arrepiento.
La suerte que tienes es que has podido decidir, probablemente si hubieras estado trabajando para una gran empresa te hubieran enviado a ese cliente y no te hubiera quedado más remedio que hacer el trabajito.
Te leo desde el principio he vivido tu cambios, los nacimientos en realidad tu evolución y en cierta forma te envidio o eres como una referencia siempre tu blog por lo menos una vez al mes tengo que entrar para saber de tí. ¿Mi ídolo? En cierta forma sí, porque fuiste capaz de arriegar de dar el salto. Yo no no he sido capaz y sigo trabajando para una empresa y claro «trago» no me queda más remedio. Cierto que tendrás tu problemas pero creo que con los años cada día pesa más el no poder tomar decisiones, el no poder decir estoy haciendo el gilipollas y esto no lo quiero y tu puedes hacerlo, puedes seleccionar tus proyectos (por supuesto unos te gustarán más otros menos pero tienes un espacio para decidir en que inviertes tu tiempo).
No, no eres un pringado. Pringados somos los que no arriesgamos, los cobardes, los que no somos capaces de dar el salto, esos si que somos pringados.
Copio: «Pero la verdad es que mientras me la contaban las tripas me gritaban “no lo hagas”.
Tú lo dices: nunca hagas algo que no te siente bien al estómago. Si te sienta mal, sabes que está mal, así que no debes hacerlo.
Gracias por tu blog 😉