Existe una figura, que carga con un estigma permanente, que es la del «vendemotos«. Personas que haciendo uso de mucha labia, y mucha (desde mi punto de vista mal denominada) «habilidad comercial», consiguen «colocar» productos y servicios a sus clientes que no se ajustan a sus necesidades/expectativas, cuando no directamente fraudulentos. Y luego, si te he visto, no me acuerdo.
Sin embargo, siempre que pienso en los «vendemotos», pienso que existen porque tienen su figura complementaria: los «compramotos». Nadie vende si no hay alguien que compra. Si hay alguien que vende una moto, es porque alguien ha accedido a comprarla.
Y ese alguien, ese «compramotos», tiene una gran parte de responsabilidad en la transacción. Hay demasiada gente que no pone la diligencia necesaria en una transacción comercial. Gente crédula, que se deja deslumbrar por las antedichas «habilidades comerciales», y acepta tratos que acaban volviéndose contra él. Todo lo que te cuente un comercial, da igual de lo que sea, da igual lo que te diga, hay que cogerlo con pinzas, aplicarle (como Descartes) la «duda metódica». Investigar, pedir credenciales (y comprobarlas), probar antes de comprar, etc.
Y luego vienen los lloros, «es que fulano es un vendemotos». Probablemente lo sea. Pero tú se la compraste.
PD.- También lo digo; el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…
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Interesante reflexion.
Yo acabo de sufrir lo que comentas, pero al incorporarme a mi última empresa: el vendemotos consiguió convencerme de las enormes posibilidades que se abrían ante mí, del plan de carrera, de la incorporación a la sociedad a poco bien que salieran las cosas… y a los 6 meses me vi inmersa en un ERE.
Soy una compramotos, sí, pero acabo de devolverla. He presentado mi dimisión. Y ya veré lo que hago.
Me ha gustado tu reflexión, Raúl.
Un abrazo
Bea