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Educar para la globalidad

El otro día, durante una agradable comida con gente muy interesante, surgió un tema de debate al que llevo dando vueltas desde entonces. Tiene que ver con la educación de los hijos. Se pusieron sobre la mesa dos modelos contrapuestos: por un lado, una persona (no te cito porque es un tema personal, si quieres manifiéstate en los comentarios 🙂 ) comentaba su experiencia como directivo internacional, habiendo vivido durante dos años en Estados Unidos con toda la familia incluyendo sus tres hijas pequeñas. Por otro lado, yo planteaba mi caso, trasladándome a un pueblo como Aranda.
Él defendía lo bueno que consideraba para sus hijas el exponerlas a esas experiencias vitales, a conocer otros mundos y otras culturas desde pequeñas, y lo bien que eso les iba a preparar de cara a un futuro en un entorno global. Yo por mi parte, reconociendo ese impacto positivo, ponía el foco en lo que yo considero un elemento muy importante para el desarrollo de un niño: la estabilidad, el crecer en un entorno tranquilo, sin estar sometido al contínuo ir y venir, al cambio de colegios, y de amigos y de… en definitiva, lo importante que sería para él tener unas «raíces», un lugar al que llamar «mi casa».
La cuestión es… ¿me estaré equivocando? ¿O no? Tengo la sensación de que hay un equilibrio difícil de conseguir. Que las dos cosas (exponerse a experiencias nuevas, y un cierto grado de estabilidad) son importantes, y que en cierto modo llegan a ser incompatibles. Que, en última instancia, tienes que apostar por una cosa o por otra. Y como siempre que eso ocurre, te queda la duda de saber si has apostado por la correcta.
PD.- Sí, ya sé, no todo es blanco o negro. Se puede vivir en Aranda y «conocer mundo», y se puede ser en cierta medida «nómada» sin por ello perder un foco de referencia (y más ahora que los transportes y las tecnologías de la comunicación han acortado las distancias). Pero creo que, aun con zonas grises, siguen siendo dos modelos claramente distintos.

13 comentarios en “Educar para la globalidad”

  1. Evidentemente -como casi todo en la vida- ambas cosas tienen sus pros y sus contras. Pero me atrevo a apuntar que estos ‘pros-contras’ son relativos, es decir, una cosa es positiva o negativa PARA… y la otra positiva o negativa PARA…
    Por otro lado, participar de ambas experiencias te abre los ojos en ambas direcciones.
    También me atrevo a decir que los años (el tiempo), la situación personal y familiar, nuestro propio entorno y vida personal, hacen que nos inclinemos más por una u otra experiencia. Algo parecido a lo que nos has compartido en anteriores ocasiones sobre la ciudad grande – ciudad tranquila y tu añoranza salmantina.
    Lo cierto es que conseguir ese equilibrio (no sólo nosotros mismos, sino también quienes dependen de nosotros o comparten su vida con nosotros) es difícil y no deja de ser un reto sacarle partido a cualquiera de ambas situaciones. La madurez personal y aprender a convivir seguro que son de gran ayuda para ello.
    Mi experiencia personal es que de joven Salamanca me parecía chica y quería huir (y de hecho paré poco por aquí), pero ahora no la cambio por nada.
    Seguimos cerca, Raúl.

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  2. Comprendo tus dudas y comparto tu opinión. Si te sirve de consuelo te diré que por supuesto que te estás equivocando. No conozco a nadie que acierte en temas de educación. Tampoco es importante. Lo verdaderamente importante es ser consciente de ello y estar alerta no creyendo que hemos acertado y lo hacemos bien. En todo, pero especialmente en temas de educación, equivocarse es la única manera de aprender. Eso sí, procura equivocarte de poquitos en poquitos y no la cagues mucho, para no tener que hacer rectificaciones salvajes.
    Dicho esto, y declarándome más local que global y equivocándome al generalizar, creo que el mundo que espera a nuestros hijos será muy competitivo y requerirá aceptar trabajos de mucha movilidad, teniendo Aranda como un objetivo, pero trabajando en Ginebra, París, New York o donde sea.
    A no ser que tu hijo sea un afortunado que le baste con las pequeñas cosas y no necesite nada superfluo para vivir. Si en tu casa no hay tele y tu hijo no quiere zapatillas de marca puede que tu educación en valores supere a la presión del medio, pero eso es muy dificil.
    Las dos opciones entre las que dudas son bastante límites y cuenta mucho la edad de los hijos: No creo que sea bueno que los niños se muevan sólos por el mundo antes de haber pasado el pavo. En familia da igual si eres nómada o sedentario y la calidad de vida en Aranda es mayor que la de cualquier capital del mundo.
    Suerte y a seguir dudando, que es lo que hace falta. De equivocarse ni hablamos.

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  3. Mi situación es como la tuya. Yo vivo muy bien en un pueblo de la Siera de Madrid.
    En cualquier caso, habría que ver hasta qué punto, el hecho de justificar tu desarrollo profesional agarrándote a que esto o aquello es bueno para tus hijos, no es más que una excusa para que tu conciencia descanse. (Lo digo por el caso de EE.UU.)

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  4. Creo que educar para la globalidad es principalmente una actitud. Evidentemente vivir en otras culturas es una experiencia, pero esa experiencia no es gratis y, en mi opinión, puede facilitar el desarraigo cultural y social.
    Vivo en un pueblo de la sierra madrileña y me siento más cercano a tu enfoque. A pesar de que he podido trasladarme con mi familia al extranjero, mejorando profesionalmente con ello, mi mujer y yo hemos dado siempre prioridad a la estabilidad.

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  5. Vivir en Aranda no es vivir en una burbuja en la que no tienes conciencia del mundo de alrededor. Pablo tiene una amiga medio alemana, otro colombiano y en clase hay otras nacionalidades así como otros niños con los que juega por la calle. Desde primaria, el colegio al que va es bilingüe (castellano, inglés). Y con 3 años ya entra en el mundo de pocoyó donde dentro de poco empezará a chatear con gente de todo el mundo. Así que no creo que le esté dejando atrás en ningún sentido. La globalización no es sólo cosa de grandes ciudades, se puede vivir en un pueblo y compartir culturas.

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  6. Raúl:
    Gracias por la discreción al no mencionarme directamente. No tengo problema en maniifestarme y «descubrirme».
    Coincido en casi todo: en que la comida fue muy agradable, en que el tema es muy controvertido y en que hagamos lo que hagamos, en algo nos equivocaremos y en algo acertaremos.
    Parto de la base, como se dijo en la comida y se ha dicho también aquí, que el mundo en el que vivirán nuestros hijos será muy diferente al nuestro, y que tenemos la responsabilidad de educarles, en la medida de lo posible, para llegar a ese mundo lo suficientemente preparados.
    Si eso viene de la estabilidad de Aranda (o de donde sea) o de la movilidad, creo que es intranscendente, y habrá niños que hayan vivido toda su vida en la sierra de Madrid y sean globales y otros que hayan rodado de país en país y no vean más allá de sus zapatos.
    No creo, como dice #2 que esté buscando tranquilidad de conciencia, ya que nuestra aventura internacional fue buscada como experiencia familiar, y tanto desde un punto de vista profesional (mío y de mi mujer) como económico nos ha supuesto un esfuerzo importante que un año después de volver seguimos pagando.
    Yo creo que la vida es cambio constante, y lo será más en el futuro, y creo que debemos ayudar a nuestros hijos a sentirse cómodos en ese cambio. Creo también que una de las desventajas que tenemos en Europa frente a EE.UU. es la falta de movilidad profesional.
    Cuando volvimos a Madrid hubo bastante gente que nos comentó: «qué ganas tendríais de volver, porque como en España no se vive en ningún sitio» y nuestra respuesta fue siempre la misma «¿Y tú cómo sabes cómo se vive en España si no has salido nunca de tu barrio?».
    Es una cuestión de apertura de mente, y eso puede logarse de muchas formas. Lo que sí te puedo garantizar es que hoy mis hijas saben que el mundo es muy grande, que se hablan muchos idiomas, que hay muchas religiones y a respetarlas, que fuera de «casa» se puede vivir muy bien, que hay otras formas de relacionarse y de estudiar, que el jamón está muy bueno, pero también otras cosas lo están, que puedes tener amigos y comunicarte con ellos por correo o messenger… y que no pasa nada por desplazarse y tener que adaptarse a algo nuevo.

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  7. ¡Ah! Me dejaba una cosa en el tintero:
    ¿Por qué centrar la estabilidad en la localización y no en el entorno familiar?
    ¿Es más estable un niño que siempre está en el mismo sitio, pero ve a su padre (o madre) cada quince días, que uno que se muda de país cada dos años y está siempre con sus padres?
    Todo es cuestión de qué dimensión estemos valorando.

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  8. el tema es la estabilidad, das por hecho que quedarse en un sitio por mucho tiempo es estabilidad, pero creo que no es correcto, conozco mucha gente que no se han movido de su barrio y son muy inestables.
    La estabilidad creo que no la provoca que te desplaces mucho o poco, eso es simplemente un movimiento, la estabilidad deriva de como gestiones esos cambios, ese movimiento, al fin y al cabo estamos hablando de cambios, la misma inestabilidad puede ser provocada al cambiar de ciudad como cambiar de escuela como cambiar de amigos como darte cuenta que los reyes, tu ya sabes.
    si como padre transmites la buena gestión emocional de los cambios ya tienes varios puntos para la estabilidad de tu hijo.
    que viaje no quiere decir que sea más abierto, eso depende de la educación que reciba, puede ser más abierto un niño que no haya salido de su barrio pero a tenido una buena educación que otro que haya dado la vuelta al mundo.
    seguramente es más fácil que sea abierto quien viaje que quien se quede en casa, pero seguramente ese sea abierto por experiencia no por razonamiento, y cuando tenga que encarar cosas desconocidas si no ha usado nunca el razonamiento…
    cierto es que si vamos a los extremos no creo que ninguno sea bueno.
    y por supuesto seguramente viajar es mejor que no hacerlo al menos por mi experiencia, pero no por la estabilidad sino por el entretenimiento de lo nuevo por conocer.
    sobre lo de las raíces, también es muy bonito poder sentir que tu casa esta en España como en Australia.
    y para terminar de dejar menos claro que haría yo, a mi me encanta la ciudad pero si tuviera hijos me gustaría que vivieran los primeros años en un pueblo donde puedan jugar en el bosque, ir en bici, etc, como hice yo en mi infancia,ya que en una ciudad ese contacto con la natura y libertad de movimiento no lo tienes, y cuando somos niños jugar libremente no se si dará estabilidad pero diversión y aventuras seguro que si.

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  9. Cómo no, opiniones para todos los gustos… 😀
    En cuanto a lo de «tranquilizar conciencias», también cabría preguntarse si la «opción pueblo» no es también una decisión más cómoda para nosotros y por eso tratamos de racionalizar sus beneficios para los niños…
    Es verdad que la estabilidad familiar puede ser un punto de anclaje importante. Pero claro, la familia (si denominamos «familia» al núcleo familiar; ¿dónde quedan abuelos, tíos, primos…?) no es el único elemento en la vida de los hijos. Tener un mismo colegio, una misma casa, un mismo barrio, un mismo grupo de amigos… no es irrelevante.
    El mundo del mañana va a ser cambiante, sí. ¿Pero para todos? ¿Todo el mundo va a vivir en el «cambio extremo»? Yo también soy de los que piensa que vamos para ese lado, pero quizás no hasta ese punto del «ciudadano global».
    En fin, es más que probable que yo esté mediatizado por mi propia experiencia. Yo fui a un mismo colegio de los 5 a los 18 años. Luego sí, ya mi vida cambió, fui a estudiar fuera, he cambiado de empresas, incluso de tipo de trabajo… pero no sé, tengo la sensación de que esa estabilidad durante todos esos años me ha dado «cimientos».

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  10. Creo que en eso hay que ser sinceros con uno mismo y vivir de una manera que sea «la adecuada» a cómo pensamos, sin influenciarnos «demasiado» por lo que sea bueno para nuestros hijos.
    Creo que, si uno está convencido que vive mejor en un pueblo, lo suyo es vivir en un pueblo. Y si cree que lo mejor es cmabiar cada año de residencia porque «su cuerpo se lo pide», pues entonces será lo mejor…
    Creo que, de esta manera, se enseña a los hijos que cada uno debe seguir su propio camino..
    Hombre, todo matizado, claro, si cambiamos de trabajo cada 3 meses el jaleo para cambiar de colegio a un niño puede que nos lo haga pensar muy mucho, pero creo que debe sentirse como algo natural, no sentir que te estás sacrificando fuertemente y viviendo de manera antinatural tu vida por «darle un futuro mejor», o que tenga un trauma porque no consigue aprender otro idioma, o cosas de ese estilo, pero dentro de un orden, creo que hay que vivir tu vida de la manera en la que crees que debes hacerlo y no «forzarte» a algo opuesto a tus apetencias porque racionalices que es lo mejor para tus hijos…
    Que luego ellos ya harán lo contrario 😛
    PD: Yo es que en el colegio que estuve muchos años me pegaron durante todos esos años, así que eso de las raices… pues es muy subjetivo 😛

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  11. He venido a comentar desde el reader con una idea basada en la experiencia de un amigo español que lleva 40 años viviendo en los EE.UU. Mi conclusión es la que Alberto ha expuesto en #7.
    Mi amigo del colegio tiene tres hijas (ahora con 24, 21 y 18) que han vivido 3-4 años en Boston, Nueva York, Madrid, Miami y Boston antes de salir de casa para estudiar en la universidad.
    Su madre (Kennedy) siente que las raíces de sus hijas están en Boston. Su padre (Fernández) las sitúa en Madrid (donde él vivió 8 años cuando era un chaval). Las dos mayores, que son con las que he hablado cuando cursaron aquí un cuatrimestre universitario, dicen querer regresar a Madrid para vivir y trabajar. En ello están.
    De mi observación concluyo que el padre parece estar teniendo más éxito que la madre al «implantar» las raíces a sus hijas, que dicho sea de paso, no he visto que hayan tenido ningún problema para adaptarse a los distintos lugares en que han ido viviendo.
    A lo que voy, pase finalmente lo que pase en este caso, creo que la estabilidad, gustos y afectos de los hijos, hasta que superan la adolescencia, se derivan más de lo que ven y escuchan en casa que en los barrios que la rodean, ya sean tangibles o electrónicos.
    Ahora bien, creo que su exposición directa a distintos entornos sociales y culturales permite que verifiquen experimentalmente lo que se les ha contado en casa y, por lo tanto, lo asimilen y recuerden mucho mejor.

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  12. Hola a todos.
    Sigo muy de cerca a este consultor. Consultor anónimo, nada anónimo, por cierto. No en vano lo conozco desde hace 33 y casi 9 meses.
    Mi idea en relación al tema es muy sencilla: lo único importante es la raíz. No importa que al «árbol» se le transplante de un «tiesto a otro, ni del último tiesto a la tierra» : si lleva bien las raices, si estas raices se cuidan, si se abonan con cariño, con ternura , tiene una alta probabilidad de Vivir muchos años. Aunque siempre un error, una enfermedad,»amigos» no amigos, pueden hacer que el arbol se tuerza. Resumiendo: si los niños encuentran en casa y en su entorno cariño, respeto, amistad, libertad, educación, si sus padres les dedican su vida,…lo que venga después siempre será bueno. Ell@s decidirán si van o vienen. Pero siempre sujetos a sus raices.

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  13. Yo opino que en los primeros años de vida un niño lo que necesita es la estabilidad de la que hablas y esas «raíces» que son muy importantes para tener una referencia fija en el viaje de la vida.
    Cuando uno ya cumple años (adolescencia quizás) el cuerpo le va pidiendo una cierta apertura hacia otros horizontes, pero es bueno que esta «apertura» llegue de manera natural y no impuesta por las circunstancias.
    Yo me crié en un «pueblo» (25.000 hab) y tuve una infancia muy feliz y estable. Ahora puedo plantearme todos los horizontes que quiera teniendo la referencia de mis raíces, que jamás olvidaré.

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