Venía al volante desde la playa y me dió por poner la radio. Debate sobre el Estado de la Nación. Y en vez de quitarlo… ¡voy y lo dejo! Masoquista que es uno… el caso es que he tenido un dejá vù. Corría supongo que el 84, u 85. Fiestas del colegio. Partido en la cumbre. El A, contra el B. Yo no jugaba (nunca tuve aptitudes ni creo que actitudes para el deporte), solo animaba. Y nosotros gritábamos «Â¡El Aa! ¡El Aa!» y los de enfrente gritaban «Â¡El Bee! ¡El Bee!». Y nosotros más fuertes «Â¡El AA!». Y ellos «Â¡El BEE!». Y así hasta quedarnos afónicos. En realidad no importaba mucho cómo jugaba cada uno, ni siquiera casi quién ganara. Sólo gritar más fuerte que los otros el nombre de nuestra clase.
Y así está la política de este país. Incluso en el Congreso, presunto pilar de nuestra democracia parlamentaria. Los míos son los mejores, los otros los peores. Si habla el mío, aplaudo en pié. Si habla el del otro, le grito y le interrumpo. «Â¡El AA! ¡El BEE!». No importa en realidad lo que se dice, si está bien o mal dicho, si responde a una realidad o a un deseo. De hecho, pese a ser presuntamente un debate, hay poca correlación entre lo que el uno dice y el otro responde. En realidad, lo único que importa es enardecer a la masa de hooligans.
Mal está que lo hagan los políticos. Pero es que uno se va a leer qué opinan los periódicos… y se encuentra los mismos o peores ultras. Al enemigo, ni agua. «Los otros» no han hecho nada bien, nosotros todo lo hacemos bien. Y luego el «debate» se traslada a la calle. Y así estamos, metidos en este permanente diálogo de besugos. Y llegarán unas nuevas elecciones, y volveremos a las mismas: medio campo de futbito gritando «Â¡El A!» y otro medio gritando «Â¡El B!», sin pararse a mirar el partido. ¿Y así hasta cuándo?
Que hartito estoy de esta gente. Lo malo es que no hay forma de librarse de ellos.
PD.- Se me olvidaba una de mis favoritas… «Â¡Aunque gane, aunque pierda, el B es una mierda!». Por si no lo habíais notado, la H de Hernández me colocaba, aunque fuese por poco, entre las filas del «A». Luego llegó sexto y me vi trasladado (por aquello de que de dos clases se pasaba a tres) al B. Vaya paradoja, tantos años de desgañitarme contra el B y ahora yo era del B… y llegó COU y volví a ser A… supongo que ahí descubrí que no valía la pena casarse con unas siglas ni tampoco hacerse hooligan de nada, porque el mundo era un pañuelo (o, como decía Marisol… la vida es una tómbola tom-tom-tómbola)
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Ja, ja, ja… un post «remembering».
Me ha encantado, lástima que yo siempre fuera… al «C».
Jeje, justo hace un par de días hablaba en mi blog de una discusión que se había creado en otro blog, y comentábamos lo inerte que llegaba a ser esa discusión en la que los participantes, ciegos ante todo argumento, sólo acertaban a ponerse del lado que les tocaba y echar mierda sobre el contrario.
Es patético, pero la triste realidad es que las discusiones sobre temas polémicos tienden a polarizarse.
salu2