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El cartón de Podemos

Cuando lo del 15-M, seguí el fenómeno con atención. Joder, llegué a bajar a la calle a sentarme en una plaza aquí en el pueblo, éramos 20 personas. Compartía la sensación de que «algo no estaba bien» con el funcionamiento del país, de la política, de la economía. Y esos momentos extraños de «catarsis compartida» me hicieron sentir que a lo mejor podíamos cambiar algo.
Claro, que esa sensación difusa de que «hay que cambiar algo» está muy bien, pero luego hay que llevarla a lo concreto. Y ese «cambiar algo» evidentemente no significa lo mismo para todo el mundo. Yo soy un defensor de la economía de libre mercado y de la responsabilidad individual, y lo que creo que tenía (y tiene) que cambiar está más relacionado con la falta de transparencia en las instituciones, el sobredimensionamiento de las Administraciones, el conchabeo entre la política y la economía (aquello del «capitalismo de amiguetes», que ni es capitalismo ni es nada) y una mayor presencia de la sociedad civil (o sea, tú, yo, el vecino de al lado) en las decisiones del día a día.
Cuando surgió lo de «Podemos», los observé con curiosidad. Sonaba bien aquello de «ni de derechas ni de izquierdas», lo de «los de abajo vs los de arriba», lo de «la gente normal», lo de la «decencia», lo de «los círculos»… quizás, a lo mejor, podíamos estar frente a un catalizador de un movimiento social que efectivamente sirviese para cambiar las cosas, para coger la ilusión de una ciudadanía más bien harta y transformarlo en energía renovadora.
No tardó, claro, en caérseme la venda. Lo de «ni de izquierdas ni de derechas» no se sostuvo, aquello era un partido de izquierdas puro y duro, con ramalazos de izquierda antigua y demodé. Lo de los «círculos» no tardó tampoco en caer, democracia interna para qué, lo importante es el «núcleo irradiador» y el culto al líder que ha ido laminando con mano de hierro cualquier disidencia. Han seguido insistiendo en gestos que cada vez me resultan más vacíos, más fachada. Han ido desdiciéndose de todas sus proclamas. Aplican con soltura la ley del embudo, aquello de señalar lo que los demás tienen en el ojo haciendo como que ellos no tienen nada en el suyo. Me resulta ya ridículo y risible (tanto como «los del otro lado») la forma en que siguen vendiéndose a sí mismos como la última cocacola del desierto, el referente moral «del pueblo», los representantes legítimos de «la gente».Si en algún momento me los creí, fue muy al principio: hace ya muchos meses que no solo no me los creo, si no que los considero un peligro, como a cualquiera que hable en nombre de «el pueblo».
Y sin embargo, me alegro de que estén en las instituciones. Me alegro de que hayan «pillado cacho» en algunos Ayuntamientos, que tengan un grupo parlamentario, que se vean en la situación de tener que «pactar acuerdos». Me alegro porque es muy fácil torear desde la barrera. Es muy fácil criticar desde la calle, desde «el activismo», desde la manifestación. Ahí se puede decir lo que uno quiera, se puede echar toda la mierda que haga falta, criticar cualquier decisión que tome cualquier partido o persona que esté en condiciones de tomarlas. Y todo manteniendo el aura de superioridad moral, algo fácil cuando no tienes que decidir nada, ni gestionar nada.
Pero ay, amigos. En el momento en el que eres tú el que decide, el que eres tú el que gestiona… se te empiezan a abrir las costuras, se te empieza a ver el cartón. Dar cargos a alguien del partido con una experiencia discutible es algo no solo tolerable, sino casi evidente. Contratar a parejas y a ex-parejas ya no es nepotismo, es cosa de curriculum. Cargar la gomina del alcalde al presupuesto es lo mínimo que se puede hacer. Las huelgas de los servicios públicos ya no molan, son ataques. Lo que antes eran privilegios a los que «la gente normal» no accedería, ahora ya sí. Hay que disculparles que se salten los procedimientos, porque claro, ellos vienen del activismo. Y suma y sigue.
Cada día que pasan en las instituciones es un día en el que su antaño «superioridad moral» queda retratada con hechos. Cada día es más insostenible esa visión carismática e inmaculada de «los decentes» y «los defensores de la gente», de las grandes palabras que son fáciles de decir porque no hay que acompañarlas de hechos. Quedan como lo que son: un partido mortal, de carne y hueso. Con gente válida y con sinvergüenzas. Con unas ideas y unas propuestas concretas, que te pueden gustar más o te pueden gustar menos… pero que pasan a ser discutidas en igualdad de condiciones con otros partidos que defienden otras ideas.
Siempre habrá, claro, un colectivo de «fanboys» que seguirán negando la mayor (¿no los tienen también todos los partidos?). Que seguirán pensando que no tienen mácula, que si cometen algún error será un pecadillo sin importancia, posiblemente producto de un error bienintencionado. O porque habrá algún individuo que lo hace mal, pero que es eso, una manzana podrida. O que, en el peor de los casos, los otros son peores y roban más. A esos no habrá quien les convenza, claro. Pero una vez rota la burbuja de la superioridad moral, cada vez habrá menos «gente normal» (de la de verdad, como tú y como yo) que se deje deslumbrar con espejitos de cristal.

3 comentarios en “El cartón de Podemos”

  1. Es evidente que no hacemos la misma lectura ideológica del asunto (tanto la tuya como la mía lo son) porque tú de fijas, y pones el foco, en unos aspectos distintos a los míos.
    En mi opinión, no existe, ni existirá, el capitalismo puro “sin amiguetes”. Esa es una quimera, un invento de laboratorio de los liberales ortodoxos (y que conste, te lo dice uno que tiene vocación libertaria). Tampoco me creo que el capitalismo, tal como lo conocemos, con todas sus contradicciones, va a propiciar “una mayor presencia de la sociedad civil” en las decisiones del día a día. No le interesa. Al Capitalismo le fastidia la participación “en igualdad de condiciones”. No hablo del Capitalismo teórico, de libros, porque entonces si quieres, te cuento cómo me enseñaron a mí lo que era el Comunismo. El cuento era estupendo, solo que había que conseguirlo.
    Para mí, Raúl, Podemos no son “LOS decentes”, pero de momento, son “MAS decentes” que muchos de los que conocemos en las instituciones. Ya se verá. Lo que sí está claro es que “los otros” que conocemos son peores, y han robado más. Ser escepticos es una opción legitima, pero que los partidos tradicionales han robado, y nos toman el pelo, es una evidencia como la copa de un pino, asi que esos sí que son «peligrosos». Démosle una oportunidad a estos nuevos…
    Por eso no coincido contigo en la razón de por qué te alegras más de que Podemos esté dentro. A ver, comparto que obligarlos a lidiar con la realidad les hará más humildes, porque a mí me disgusta profundamente la arrogancia que a menudo transmiten, sobre todo el “núcleo irradiador” porque dentro de Podemos hay gente buenísima que no es así. Pero sinceramente, no es lo que más me alegra de que estén dentro.
    Creo, de verdad, que esta gente está decidida a sacudir el sistema, a “armar lío”, a “molestar de verdad”, y eso nos hace mucha falta. Es gente que se esfuerza en pensar out-of-the-box, y eso me gusta. Se necesita mucha más diversidad (y moscas cojoneras) dentro de las instituciones, y ellos aportan la mayor varianza entre los partidos representados.
    Además, tienen una clara vocación de vigilancia de las instituciones, porque es lo que han prometido, y forma parte del ADN de su identidad por la que sus votantes más fieles les han «comprado». Si no lo hacen ellos, va a chirrear más, así que están más comprometidos.
    También me interesa que haya dentro de las instituciones gente que se haya curtido en movimientos sociales, al margen de los partidos. Para mí, son lo más cercano a la Sociedad Civil que hay en el Parlamento.
    Todo eso es lo que a mí me alegra de que estén dentro. Que les sirva como cura de humildad, también, pero me parece más accesorio si se compara con las otras ventajas que he comentado. No hablas de esas ventajas en tu post, pero supongo que es porque no las valoras, ni las reconoces como yo.

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    • Acepto la lectura ideológica; desde luego de la mía no tengo dudas de que tiene sus sesgos 🙂
      A mí, en general, no me gustan los planteamientos maximalistas. Y aquí los amigos tienen (al menos en lo que «venden») comportamientos y posturas que lo son. Y eso me disgusta, me incomoda. Esa arrogancia a la que te refieres me repele.
      ¿Que traen algo nuevo a las instituciones? Tengo mis dudas. No sé cuánto más nuevo es que lo que se ha venido ofreciendo desde IU toda la vida. Con un respaldo social limitado, dicho sea de paso. Podemos ha jugado a «vestir la mona» con un barniz diferente, pero ese barniz se está cayendo, y (al menos para mí) su puesta en escena cada vez es más hueca.
      ¿Y «los otros»? Sí, está claro, han estado casi cuatro décadas en el poder, han tenido oportunidad de desarrollar comportamientos deleznables y necesitan un «repaso»; como (seguro) les pasaría a estos otros en el momento en el que toquen pelo. ¿Todos? No, seguro que no. Pero ojo, tampoco cometamos el error de meter a todos los de «la vieja política» en el mismo saco: que hay muchas personas «a pie de calle» que han mostrado un notable nivel de compromiso con sus pueblos y sus ciudades sin haber metido la mano en ningún saco.
      Finalmente, respecto a ideologías, para mí hay un factor que hace que el capitalismo sea mucho más razonable que el comunismo: es mucho más compatible con la naturaleza egoísta del ser humano. A partir de ahí, podemos ponerle riendas para que no se desboque, pero es mucho más factible que construir un sistema que basa sus premisas precisamente en «si el hombre no fuese como es».

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  2. Raul:
    Segun he entendido (perdona si he leido mal), que a ti te gusta el Capitalismo porque se construye sobre la premisa de “un hombre que es como es”. Vaya, compañero, admiro sinceramente tu seguridad para poder afirmar eso, o sea, saber cómo es realmente el hombre (ese que “es como es”). Para mí, es una asignatura pendiente, solo sé que no sé nada sobre el ser humano. Lo que intuyo es que un sistema, un determinado contexto (o sea, unas políticas), pueden estimular y apagar comportamientos. Un mismo hombre, o ser humano, puede ser más o menos egoísta según donde lo pongas, según qué valores se fomenten más. Y OJO, no me vas a ver defendiendo nunca cualquier premisa al otro extremo, que proponga anular la individualidad o la responsabilidad individual. Hay una extensa literatura que argumenta y explica la esencia social y colaborativa del hombre, igual que la hay que se empeña en demostrar su profundo egoísmo. En fin, que este asunto es complejo, y no estaría tan seguro de que el Capitalismo encarne “el fin de la historia”, como contaba el Sr. Fukuyama.
    Volviendo a tu comentario, ¡¡por supuesto que no meto a todos los de la vieja política en el mismo saco!! Sé que ha habido gente trabajando duro en los pueblos, por la gente. Me consta. Pero yo te devuelvo la reflexión en el mismo sentido. Porque el texto de tu post sugiere eso mismo. Reduces a Podemos a la arrogancia de su núcleo irradiador, que a mí (ya lo dije con otras palabras) también me repele. Por terminar, intento no dejarme atrapar por ese sentimiento, y pensar en lo que significa para la Democracia que esta gente tan distinta, tan peleona, con tantas ganas de “molestar”, entre a las instituciones. Y me llamó la atención en tu post de que no comentaras nada de eso, de esa parte positiva.
    Un saludo, y gracias por contestar.

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