Después de una etapa tan larga como fue la de Vips muy metido en un proyecto (y por lo tanto, shame on me, descuidando un poco bastante aquello del networking) ahora estoy en otra fase de «reconectar» con personas. No solo con las que ya conozco, que también, si no tratando de expandir mi horizonte. Nuevos perfiles, nuevos sectores, nuevas ideas, nuevas posibilidades de hacer cosas… Es algo que reconozco que me cuesta (no está demasiado en mi naturaleza, soy más bien ermitaño, introvertido, perezoso…), pero encuentro que es imprescindible no solo como forma de «generar oportunidades» (que también, claro; que hay que seguir comiendo), sino de «enriquecimiento personal e intelectual«. Es a través de otros como crecemos, como ampliamos nuestro conocimiento, como confrontamos y consolidamos nuestras ideas, como se nos ocurren cosas nuevas…
En este proceso, hay una barrera con la que me enfrento. Y es la importancia que le doy al «feeling». Hace poco, unos antiguos compañeros me hablaban de una persona con la que «me podría interesar contactar». Vale, contadme más. «La verdad es que no pegáis ni con cola… «. Uy, mala cosa. Es decir, tal y como ellos lo planteaban había una oportunidad interesante, él me podía servir a mí para llegar a un determinado tipo de clientes, yo le podía servir para darle soporte a proyectos… pero al introducir la variable de «compatibilidad», todo se venía un poco abajo.
Y es que para mí cualquier relación profesional funciona «mientras las dos partes estén a gusto». Y un factor fundamental en ese «estar a gusto» es para mí la «compatibilidad personal». No se trata de que siempre tengas que trabajar con los mejores amigos del mundo, pero sí creo necesario una mínima afinidad en valores, comportamientos, prioridades, formas… Si no se da esta afinidad, por muy «lógica» que pueda parecer la colaboración, incluso por muy lucrativa que resulte, se va a ir al traste más pronto que tarde. Y prefiero explorar si existe esa compatibilidad antes de meternos en un compromiso. Porque mira, para andar tarifando, mejor no profundizar; cada uno por su lado, que hay muchos peces en el mar.
Este énfasis en la importancia del feeling tiene para mí algunas consecuencias. Mi periodo de maduración de relaciones profesionales es lento y trabajoso. Tenemos que «rozarnos» varias veces, con cierto grado de «conversación intrascendente» de por medio, antes de que me sienta cómodo hablando de «proyectos».
Esto es algo que resulta difícil de aceptar para algunas personas con una visión más «transaccional» de las relaciones. Hace poco, por ejemplo, contactaron conmigo para «hacer un proyecto de evaluación y desarrollo de personas». Bueno, vale, te escucho… «tendrías que venir aquí mañana, porque el proyecto empieza la semana que viene». Lo paré. Lo siento, no hago proyectos en la primera cita. No sé quién eres, no sé cómo trabajas (de hecho, tú tampoco sabes quién soy, ni cómo trabajo). No estás buscando un «partner» con el que desarrollar proyectos, si no un recurso de quita y pon para salvarte en una emergencia. No me gusta, yo no trabajo así. Evidentemente, ese posible proyecto se esfumó, y con él la ganancia económica que hubiera detrás.
Lo cual me lleva a la segunda consecuencia… y es mi énfasis en el «feeling» hace que muchas posibles relaciones se caigan por el camino, antes de poder pensar en sacarles partido. Podemos ponerlo como que soy exigente (connotación positiva) o como que soy un tiquismiquis (con la connotación negativa). Pero es así.
Así que me veo enfrentado a un dilema. Si quiero mantener una dinámica de proyectos, colaboraciones, etc… que sea sostenible con la vida que quiero, una de dos: o rebajo la exigencia de mi «filtro de feeling», o me convierto en una «máquina de socializar» que me permita lanzar muchas relaciones (sabiendo que muchas se van a perder luego por el camino). Y es un dilema porque ninguna de las dos opciones va demasiado con mi naturaleza. Me cuesta mucho trabajar con personas con las que no encajo… y lo que es peor, se me nota. Y tampoco soy un socializador nato, me cuesta un mundo.
Pero claro, quiero hacer cosas… así que hay que avanzar por uno de los dos caminos, o por una combinación de los anteriores.
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En lo de «no hago proyectos en la primera cita» te he visto bastante bien.
Me conecto solo para decirte que me siento 100% identificado, no ya en el plano profesional, sino en el personal. Sobre todo en el importante matiz de «Me cuesta mucho trabajar con personas con las que no encajo… y lo que es peor, se me nota».
Sin embargo, con el tiempo voy aprendiendo a transigir un poco más, y a asumir que no todos a mi alrededor tienen que encajar a la perfección.
En tu caso, al ser profesional, me parece que tendrás que adecuarte al binomio oferta/demanda y establecer tu nivel de aceptación en base a lo que te puedas permitir.
Saludos de un long time lurker.
En todo esto hay un proceso interesante de autoconciencia. Cuando te das cuenta de que no eres el centro del mundo, de que tu forma de actuar no es la única ni necesariamente la válida… te vas haciendo un poco más tolerante. O sabes que debes serlo. Y entonces te enfrentas al reto de tu propia resistencia…
Gracias por el lurking 🙂
Muy bueno este artículo.
Buscando algo que complementará la idea de los importante que es sentarse a conversar en un entrevista, encontré este articulo que soporta perfectamente lo que quiero decir. Así que estaba actualizando mi linkedIn lo usé como referencia en esa parte que dice, consejos para contactar con …
Saludos y mucho gusto