¿Tienes costumbre de tomar notas cuando consumes contenidos? Quizás estás viendo un vídeo en youtube, leyendo un libro, asistiendo a una charla, siguiendo un curso online… o quizás leyendo un post en internet, como éste. Al final, dedicamos muchas horas de nuestra vida a exponernos a nuevos conocimientos y fuentes de información. Y en el momento, a medida que lo procesamos, parece que todo tiene sentido. Lo entendemos y nos parece evidente que lo recordaremos pasado un tiempo. Pero tras unos días, incluso unas horas… ¿cuántas de esas cosas que nos parecían tan claras nos lo siguen pareciendo? ¿Cuántas hemos, directamente, olvidado? Y si lo hemos olvidado… ¿de qué ha servido?
Lo cierto es que tomar notas es una de las claves del aprendizaje eficaz, pero hay que hacerlo bien. Éstos son los errores más habituales que cometemos al tomar notas:
- No tomar notas: vale, es una pequeña trampa. Pero es sorprendente la cantidad de personas que se pasan la vida consumiendo contenidos sin tomar notas. Puede que a ti también te pase. ¿Y por qué es un error? Primero porque el mero hecho de tomar notas nos involucra de una forma mucho más activa en la comprensión de lo que estamos leyendo/escuchando. Focaliza nuestra atención. Y por si fuera poco, las notas resultantes se convierten en una herramienta muy interesante. Nos sirven de referencia futura, base para el recuerdo, la relación y la acción.
- Tomar notas literales: hay veces que nos esforzamos en que nuestras notas sean una transcripción casi literal de lo que leemos/escuchamos. Y eso inhabilita en gran medida el poder de la herramienta. Cuando estamos transcribiendo nos convertimos en máquinas de «registrar palabras», sin que medie un esfuerzo de compresión, filtrado, priorización, relación… de la información que estamos recibiendo. Así que en realidad estamos trasladando a un momento posterior esa labor (si es que llegamos a hacerla), perdiendo un tiempo precioso.
- No dejar espacio: quizás por una mala concepción del «aprovechamiento del espacio», podemos tender a abigarrar nuestras notas. Márgenes estrechos, poca separación entre párrafos y entre líneas… El problema es que, por un lado, conseguimos un resultado denso y visualmente poco atractivo. Y eso tiene impacto a la hora de trabajar con nuestras notas (¿a quién le apetece enfrentarse a una página de texto pequeño y apretado, sin estructura aparente, sin espacio para respirar?). Y por otro, estamos quedándonos sin margen de maniobra para completar, añadir información o elementos gráficos… en un momento posterior.
- No procesar las notas: como en algunos sistemas electorales, las notas requieren de una «segunda vuelta». No es suficiente con el trabajo que hacemos en el momento de consumir el contenido (si bien no es lo mismo leer un libro que asistir a una charla). Es bueno volver sobre ellas para revisarlas, completarlas, resaltar las ideas clave, identificar elementos accionables (¿hay información en la que quiera profundizar? ¿hay cosas concretas que puedo aplicar? )… En definitiva, se trata a la vez de hacer un segundo ejercicio de incorporación del conocimiento, y a la vez de pulir la nota de cara a su utilidad futura.
- No añadir elementos gráficos: el texto es importante, pero no es la única forma en la que nuestros cerebros procesan la información. De hecho, las imágenes pueden incorporar mucha información de forma directa, y añadir estructura a nuestras notas. Diagramas, separadores, llamadas de atención, dibujos metafóricos… sin necesidad de irse al extremo del sketchnoting, añadir elementos visuales a nuestras notas las enriquece y las hace más útiles.
- Abusar de destacados, subrayados y colores: recordando el viejo aforismo, «cuando todo es importante, nada es importante». La misión del subrayado (o de cualquier elemento visual asimilable) es destacar las ideas principales. Por propia definición, tienen que ser una proporción pequeña del total del contenido. El objetivo es poder procesar la información de forma rápida, y si destacamos casi todo no estaremos cumpliendo con nuestro objetivo.
- No archivar las notas: tomamos notas, las procesamos… ¿y luego qué? ¿Dónde acaban? Papeles sueltos, cuadernos amontonados, archivos desperdigados en nuestro disco duro… Sí, han cumplido parte de su misión, pero en el medio y largo plazo las notas tienen también una función. Si no somos capaces de tenerlas ordenadas y accesibles perderemos esa parte de su poder. Tampoco hace falta un sistema complejo de archivo: basta con que, en formato físico o digital, seamos capaces de recuperarlas y trabajar con ellas.
- No trabajar con las notas: una vez elaboradas y procesadas, las notas siguen teniendo una función. La primera, es que nos sirven para consolidar el conocimiento a través de la repetición espaciada; es decir, se trata de integrar una rutina de «repaso de notas» a lo largo del tiempo de forma que seamos capaces de trasladar esa información a nuestra memoria a largo plazo. Pero además, si las hemos procesado adecuadamente, las notas son la base para fases posteriores del proceso de aprendizaje, como la relación de conceptos, la identificación de acciones prácticas que se deriven de ese conocimiento o de áreas en las que profundizar a futuro.
El aprendizaje eficaz tiene dos componentes importantes: uno, que nos permita incorporar conocimientos y desarrollar habilidades de forma sólida y utilizable a largo plazo. Y dos, que se haga de la manera más eficiente posible, sacando el máximo partido del tiempo y esfuerzo que dediquemos. Para ambos objetivos, tomar notas es un elemento clave.