Imagínatelo: estás preparando una presentación, y le estás dando vueltas. ¿Cómo lo hago? ¿Qué cuento? ¿Qué ideas, qué ejemplos, qué imágenes, qué gráficos?
Entonces llega alguien, y te dice: «Te ofrezco un millón de euros, pero con una condición: cuando acabe tu presentación, escogeré a cinco personas de tu audiencia y les pediré que me digan cuáles eran tus tres ideas clave. Si responden correctamente, el dinero es tuyo».
¿Cómo sería tu presentación si te ofreciesen este reto? Seguro que te dejas de florituras, y vas mucho más al grano. Seguro que defines los mensajes de forma clara y concisa. Y te encargarás de machacarlos una y otra vez para que queden bien claritos. ¿A que sí?
Una presentación es eficaz cuando consigue transmitir un mensaje de forma clara y contundente. Cuando la gente que la escucha se lleva a casa, al terminar, unas pocas ideas clave. ¿De qué narices sirve si no la presentación? De nada.
Por lo tanto, a la hora de plantear cualquier presentación, la pregunta principal es: ¿qué tres cosas quiero que mi audiencia se lleve sí o sí?. A partir de ahí ya vendrá la estructura, el diseño, las imágenes, el storytelling y lo que queramos. Pero siempre subordinados a esas ideas clave que nos obsesiona transmitir… como si nos jugásemos un millón de euros.
PD.- Esta idea la leí en un artículo de Joey Asher en FastCompany, y me encantó. Joey Ascher es el presidente de Speechworks
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