El timo de los libros de texto

Me pregunto cuánto habrán avanzado las matemáticas en el último año como para justificar un cambio en los libros de texto de primaria. O qué nuevos descubrimientos nos habrán hecho replantearnos la Historia que se enseña a un niño de 10 años. Desde luego, el idioma español ha cambiado mucho en los últimos 365 días, los tiempos verbales ya no son lo que eran, y hay nuevas normas para saber si una palabra se escribe con g o con j. Y bueno, qué decir de las innovaciones pedagógicas, que los niños del 2017 no aprenden igual que los del 2016.
Llega el final del curso, y llega el papelito para informarnos de los libros de texto que hay que comprar el año que viene (disponibles cómodamente bajo petición en el colegio). Oh, sorpresa: los libros que valían el año pasado ya no valen este año. La editorial ha sacado una nueva edición con nuevos dibujitos, o cambiando el problema de sumar manzanas por otro de sumar peras, o el colegio ha decidido que los libros de la editorial B son muchísimo mejores que los de la editorial A. Sumas libros del niño, sumas libros de la niña… casi 500 euros.
En condiciones normales, podríamos guardar los libros del hermano mayor para que la pequeña los usase cuando llegue el turno. O podríamos establecer un mercado de préstamo, o de venta de segunda mano si quieres, para que los libros de un curso sean reaprovechados el año siguiente por otras familias. Pero no, no es posible: lo que hay que hacer es pasar por caja, y pagar este impuesto revolucionario que cobran las editoriales con el beneplácito (¿gratuito?) de las administraciones. A veces me cuestiono incluso hasta qué punto los colegios están pringados en la trama («si te cambias a mi editorial y obligas a tus alumnos a comprar mis libros te doy un porcentaje»).
El resultado es el mismo: un expolio a las familias, una subvención encubierta a todo un sector. ¿Y qué puedes hacer? Nada. Paga y calla, imbécil.
Firma la petición en Change.

Plusvalía municipal (o Impuesto sobre el Incremento de Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana)

Estoy en un estado cercano a la indignación. Hace unas semanas formalizamos por fin la venta del piso en Madrid. Me quedaba (bueno, aún me queda) por pagar el impuesto municipal por el incremento del valor del piso (y del garaje). Descarga del programa de autoliquidación, rellenar formulario, calcular autoliquidación… ¡y 2.425,65 del ala! Y otros 252,96 por el garaje. ¡Vivan los impuestos!
Con esto, el Ayuntamiento de Madrid se suma a la panda de buitres y chupasangres que se regodean en las compraventas de los pisos. Se unen al señor Notario, que por hacer un trabajo administrativo (¿esto coincide con esto? si, pues listo – pasen por caja) te pega el palo. Al banco donde tienes la hipoteca, que te cobra 3 euros por hacerte el certificado de cuánto les debes y otros 3 euros por hacerte el certificado de que ya no les debes nada. Al administrador de fincas, que te cobra 15 euros por certificar que pagas religiosamente. A Hacienda, que te pega un palazo sobre la plusvalía si no reinviertes en comprar otra vivienda. A los de las mudanzas. A los de las inmobiliarias. A…
Cuando todo haya acabado, haré un post con números: por cuánto compramos el piso, por cuánto lo vendimos, y cuánto dinero se ha quedado en el camino en forma de impuestos, «servicios profesionales», intereses… ¿Pelotazo inmobiliario? Pelotazo el que pegan todos éstos, que están encantados con que el mercado inmobiliario se siga moviendo (cuantas más compraventas, más cobran) y a precios cuanto más altos mejor (si vamos a porcentaje… mejor el 30% de mucho que el 30% de poco). Ellos simplemente ponen la mano y a otra cosa, mariposa.
Y sí, ya sé que los servicios hay que pagarlos. Y que los impuestos son buenos. Pero tengo la sensación de que en estas cosas inevitables, hay mucho pescador que se aprovecha del río revuelto.

El julio del autónomo

Este es mi primer pre-verano como autónomo. Y hay tres cosas justo ahora que me hacen echar de menos mi condición de asalariado…
En esta época, uno ya estaba pensando en las vacaciones. Ese periodo en el que te podías ir cuatro semanas enteras, desconectar totalmente del trabajo y llenar la cabeza con otras cosas. Sin embargo, la sensación que tengo es que siendo autónomo esa «desconexión» no va a ser tanta… al final, y más en un negocio como el de los blogs, no es posible «echar la persiana» y desentenderse. Los blogs siguen online, se sigue publicando… y tú sigues siendo el responsable.
También en esta época uno vislumbraba la paga extra. ¡Bendito invento! Por que el efecto psicológico de una paga «de más» es estupendo, aunque sepas que es a lo que tienes derecho. Y este año el autónomo no tiene paga extra… está sometido a la vulgaridad de sus facturas corrientes y molientes.
Y qué decir de la devolución de Hacienda… otros años, merced a unas retenciones ajustadas y a la deducción por vivienda habitual, declarar el IRPF era una fiesta porque la devolución era casi otro sueldo. De nuevo, puro efecto psicológico porque en realidad era dinero que te habían estado «quitando de más» durante el año y no hacían sino devolver lo que ya era tuyo. Pero coño, rencontrarse con ese dinero era como ver a un amigo al que hace tiempo que no ves… Sin embargo, el autónomo y las retenciones a cuenta del simple 15% hacen que a la hora de ajustar cuentas con la Agencia Tributaria el saldo sea mucho menos alentador. Por los pelos me han devuelto algo. El año que viene, me tocará pagar (todo el año de autónomo, y encima sin vivienda para deducir…)
Tres motivos, en fin, de cierta nostalgia por la nómina… (ah, y me dejaba el cuarto motivo… en julio se paga el IVA del segundo trimestre… otra «hostia» bien dada).