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Alubias de lata

Supongo que sabes quién es Chicote.

Es ese cocinero español que tiene un programa en la tele. 

Él va a un restaurante, y empieza a ver como funciona. Y empieza a «alucinar pepinillos», y a sacar suciedad de los rincones más insospechados, a tener arcadas cuando huele algunos tuppers, y a resoplar como una locomotora. Luego les da una charlita motivadora, unas ideas para mejorar, les reforma un poco el restaurante y hala, al siguiente.

Aunque todos los episodios sean muy parecidos, me gusta Chicote.

El caso es que, en uno de los episodios, iba a un restaurante de Asturias. Y en ese restaurante presumían de fabada. 

Así que llega un cliente, pide una fabada. Y en la cocina se van a una balda de la despensa, abren una lata de fabada envasada, la echan en un cazo… y hala, fabada para el caballero.

La cara de Chicote era un poema. «¿Ésta es vuestra famosa fabada?».

Lo que te decía, se pasa el día «alucinando pepinillos», el pobre.

Pero claro, es que «hacer una fabada de verdad lleva tiempo». Eso es lo que decía la dueña, como excusa. Así que nada, lata y a correr.

¿El problema? Que obviamente no es lo mismo una fabada de lata que una fabada bien hecha. Y eso que las fabadas de lata cada vez están más decentes. Pero no es lo mismo. 

Y si vives en un piso de estudiantes, o eres un soltero torpe y vago, pues mira: mejor lata que nada. Pero si eres un restaurante, lo de la lata no cuela. A ver, a algún turista despistado igual sí se la das. Pero es raro que un cliente se vaya contento con una fabada de lata calentada en un cazo. Es raro que pague a gusto.

Es raro que tenga ganas de volver. 

Y entonces te toca llamar a Chicote, «¿qué es lo que he hecho mal?».

Pues básicamente no dedicar el tiempo y el esfuerzo necesario para hacer una fabada en condiciones. Y francamente, tampoco te hacía falta Chicote para darte cuenta.

Pensaba en esto estos días. Y es que tenemos que facilitar una sesión de trabajo con un equipo directivo. Una sesión de dos horas, no te vayas a creer. Pues si te digo la cantidad de tiempo que le estamos dedicando a prepararla… que a veces piensas: «para dos horas, la que estamos liando».

Pero esto es como la fabada. Si le dedicas tiempo, sale rica. El cliente queda contento. Y paga a gusto lo que le cobras, aunque sea un dinero. Y tiene ganas de volver. 

Y yo quiero que los clientes vuelvan. 

Y no quiero ver a Chicote nada más que en la tele.

PD.- Te dejo con una pregunta… ¿cuántas veces dedicas el tiempo necesario para una buena fabada, y cuántas veces sirves fabada de lata?

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