Consejos para los nuevos universitarios

Leo en Presión Blogosférica (un blog que, vaya usted por dios, he descubierto gracias a mi denostado Blog Day) un muy interesante post sobre recomendaciones para los que en estos días se preparan para iniciar su andadura en la universidad o para aquellos que todavía están en ello. Ángel recoge sus recomendaciones en los siguientes epígrafes, y yo hago memoria para ver qué hice en su momento:

  • Aprende inglés (pero bien): el tema del inglés lo tenía bien atado desde antes de la Universidad, pero lo cierto es que debería haber hecho más por practicarlo y por profundizar en un inglés más «de negocios».
  • Acostúmbrate a hablar en público: tampoco lo trabajé demasiado. Bien es verdad que me sale razonablemente bien de forma natural :).
  • Aprende sobre la comunicación no verbal: bueno, no sé si me hubiese apuntado a un taller de esas cosas. Dicen que soy bastante expresivo (o gesticulante) pero creo que eso no basta.
  • Conviértete en un profesional del Office: me parece imprescindible. Con el Word y con la Excel me manejaba con cierta soltura. El Powerpoint tardó en llegar a mi vida… pero bueno, siempre me he llevado bien con estas máquinas infernales, así que se me daba bien el tema.
  • Si no eres financiero, aprende finanzas: la interdisciplinariedad es algo que considero muy importante. Precisamente este verano mi mujer (ingeniero informático) y yo (licenciado en administración y dirección de empresas) dedicamos una velada a discutir sobre este tema. Yo pienso que para un técnico es importante tener nociones de empresa que le permitan poner la técnica al servicio del negocio, y que un generalista tiene que tener al menos unas ideas de las áreas técnicas para tomar decisiones solventes.
  • Trabaja: desde luego, poco. Tuve prácticas a tiempo completo como parte de la carrera (vamos, que computaba como un semestre). Estuvieron bien, pero no fuí de los que se mataba por conseguir prácticas de verano. El año para estudiar, el verano para descansar. El jefe que tuve en esas prácticas me llegó a llamar «vividor» cuando le hice ese planteamiento…
  • Aprende a escribir: fui un lector precoz y, hasta los 18 años, también habitual. Tenía y tengo mis lagunas, pero en general pienso que me expreso razonablemente bien.
  • Conoce tu mercado: de esto tampoco me preocupé demasiado. No era fan (tampoco lo soy ahora) de los periódicos salmón, y ponerme a «estudiar» empresas y líos entre ellas no me resultaba muy apetecible. Creo que fué un error que no tuvo demasiada trascendencia para mí, pero lo podría haber tenido.
  • Aprende a convivir y a trabajar en equipo: a convivir aprendí más o menos bien a fuerza de Colegio Mayor, aunque sigo siendo bastante maniático y celoso de mi espacio. En cuanto a trabajar en equipo, siempre digo lo mismo: yo con un equipo de gente buena trabajo de puta madre. Si no, francamente, prefiero trabajar solo. Como se puede ver, no aprendí mucho de esto :).
  • Aprende sobre lo que quieres en la vida: agua. Nada de nada, no creo que le dedicase demasiado tiempo de reflexión a esto. La carrera era algo que empezaba en primero, seguía en segundo… así hasta quinto de donde, con suerte, salías colocado para empezar tu trabajo. Todo inercia. La inercia no me fué mal, pero siempre tuve la sensación de que me llevaba la corriente…

La verdad es que son todos buenos consejos, cosas que la Universidad de por sí no te va a enseñar pero a lo que merece la pena dedicar algún esfuerzo porque tienen un gran impacto (me atrevería a decir que bastante más que las asignaturas que vayas estudiando – aprobando – olvidando). Como se suele decir, «consejos vendo que para mí no tengo» o «haz lo que digo y no lo que hago» 🙂

Calidad vs. rentabilidad

La calidad es un valor muy en boga. Calidad total, EFQM, Six Sigma y no sé cuantas cosas más. La idea de fondo es que, cuanta mayor sea tu calidad, mejor será tu posicionamiento como empresa.
Pero yo tengo mis dudas. Obviamente, ceteris paribus (que gran expresión, por cierto), prefiero algo de más calidad a otra de menos calidad. Pero generalmente para conseguir una mayor calidad tienes que invertir más: mejores materiales, mejores equipos, más y mejores personas, etc. Y esa inversión adicional (y la calidad generada) sólo será rentable en caso de que tu mercado lo valore y esté dispuesto a pagar por ello un sobreprecio mayor que el que a tí te supone ponerlo en marcha.
Por lo tanto, presuponer que la calidad va a llevar a la rentabilidad se me hace precipitado. Ejemplos se me ocurren unos cuantos: todo el mundo dice que La 2 es el canal de televisión de más calidad… pero es el que menos ingresos genera. Pienso también en los vendedores de refrescos de la playa (esos que gritan sudorosos «hay fanta, cocacola, lemon, biaaaaaarrr»): ¿conseguirían una mayor rentabilidad con patatas Lays en vez de patatas del Día?. O en los cerrajeros que decía Andrés el otro día: ¿realmente la «calidad» es tan importante en un producto/servicio que sólo vas a utilizar una vez en tu vida y que difícilmente tendrás oportunidad de recomendar a nadie más? Vas a pagarle un buen puñado de euros al tío que venga, sea un gañán o un fanático de la «calidad total».
En fin, no sé, tengo la sensación de que antes de lanzarse a la carrera de la calidad, hay que plantearse si eso se va a traducir en el bottom-line. Y, como casi todo en esta vida, creo que depende.

Lo bueno y lo malo de los nuevos proyectos web

Creo que todo el mundo estará de acuerdo con que en los últimos tiempos vivimos un periodo de efervescencia de proyectos tecnológicos basados en web: redes sociales, google-maps mash-ups, diggs y sus clones, agregadores de feeds RSS, directorios, wikis, CMS para blogs, sistemas de marcadores al estilo del.icio.us, aplicaciones para To-do’s, agendas… en Genbeta se puede ver todos los días cómo aparecen multitud de nuevos servicios.
La reducción de precios de hosting y la facilidad de promoción a través de la web ha hecho que poner en marcha un proyecto de este tipo no requiera demasiado: un poco de tiempo, ciertas habilidades de programación/diseño y unos pocos euros.
Esto es una maravilla, ya que facilita que prácticamente cualquiera pueda transformar sus buenas ideas en un producto (beta, por supuesto :D). Esto, que es buenísimo puesto que facilita una especie de innovación distribuida y una competición por mejorar constantemente funcionalidades, es también su mayor problema.
Y es que todos estos productos/servicios son, por definición, gratuitos. Si no lo son, quedan automáticamente fuera del mercado, puesto que siempre hay una alternativa gratuita que la gente va a preferir, acostumbrados como estamos a no pagar por casi nada, y no llegarás a darte a conocer. Una vez alcanzado cierto éxito, tienes que seguir siendo gratuito. Pero con ese planteamiento, es difícil construir un modelo de negocio que permita sostener el experimento durante un tiempo, ya que los ingresos por publicidad son migajas que apenas dan en el mejor de los casos para cubrir costes. Y sin un modelo de negocio, no hay recursos para seguir mejorando el servicio o incluso para simplemente mejorarlo. Mientras tanto, surgirá otra alternativa gratuita que algún «friki» ha puesto en marcha con cuatro euros y que mejora tu producto. Y estás fuera del mercado.
Además, la avalancha de nuevos servicios dificulta que ninguno consiga posicionarse como referencia y lograr así una masa crítica de usuarios que le permita experimentar algunos modelos de negocio basados en la cautividad de los mismos o simplemente superar el punto de equilibrio en la consecución de beneficios con la publicidad.
Así pues, lo bueno y lo malo de los nuevos proyectos web es lo mismo: su amateurismo, que por un lado permite que salgan continuamente nuevos servicios y productos mejorados, pero que por otro lado les condena en su inmensa mayoría a la fugacidad y a los usuarios a no poder tener un mínimo de estabilidad en las herramientas que usamos.

El turno de tarde

Siguiendo con el tema de los turnos, me comentaban en esta misma fábrica que el turno de tarde (el que va desde las dos del mediodía hasta las 10 de la noche) era el preferido por los jóvenes. Y es que es un turno muy goloso si te gusta la fiesta: trabajas, a las 10 sales de currar y te vas de marcha. Duermes toda la mañana, te levantas a mediodía, comes algo y hala, a currar otra vez.
Obviamente esto es sólo para los verdaderos «hardcore» de la fiesta, esos que gustan de salir entre semana. Pero haberlos haylos, y no son pocos. En el peor de los casos en los que no se salga, siempre puedes disponer de la noche para estar tranquilamente en casa sin miedo a trasnochar un poquito, y si necesitas hacer «recados» tienes toda la mañana para ello.
Por supuesto, este turno es difícilmente compatible con una vida social que no transcurra de noche, claro. Pero oye, ¡cada uno le saca sus ventajas!

Turno de noche

En la fábrica de un cliente para el que trabajé me contaban lo complicado que era el tema del turno de noche. Si bien no todos los turnos eran iguales, y en el de noche las funciones eran más de complemento a la producción y limpieza, había unas 50 personas que tenían que hacer dicho turno.
Me contaban que durante un tiempo funcionaban con turno rotativo (una semana de mañana, una de tarde, y una de noche) hasta que en un momento hubo una masa crítica de gente que prefería tener turno fijo por la noche, y así quedó fijado ya para todos.
Nosotros estuvimos un día (bueno, una noche, en realidad la primera parte de la noche) haciendo trabajo de campo allí. La verdad es que no tiene pinta de ser nada fácil tener ese turno. Vas al revés que todo el mundo, lo cual puede ser un incordio para tu vida social y familiar. Pero es que además no dejamos de ser animalitos (diurnos, en nuestro caso) y el cuerpo (y la mente) no reaccionan muy bien a las alteraciones de los ritmos circadianos.
En todo caso, creo que es mejor tener un turno fijo (aunque sea el de la noche) que andar cambiando cada semana, porque eso sí que tiene que acabar siendo mortal de necesidad. Aunque parece que hay quien no está de acuerdo (y seguramente tenga razón, yo solo hablo de lo que creo que pasaría conmigo… y ni siquiera lo he experimentado).
PD.- Por cierto, que googleando un poco me he encontrado con un blog llamado Crónicas del Turno de Noche… y es que esto de los blogs es lo que tiene, que hay espacio para todos.

La importancia de disponer de un curriculum online

Ayer me llegó, a través de un contacto, una oferta de trabajo bastante maja. Me preguntaba este contacto si conocía a alguien a quien le pudiera encajar, y él y yo coincidimos en ponerle la cara de un conocido común (conocido para él, amigo para mí). Así que quedé encargado de ponerme en contacto con esta persona para pedirle un curriculum que poder enviar.
Resulta que esta persona está de vacaciones, sin conexión. Por lo tanto, no vió mi email. Pero sí contestó a mi llamada posterior. El problema es que no tenía forma de hacerme llegar un curriculum. Al final la mejor solución que se nos ha ocurrido es que él me diera sus claves de Infojobs, y lo que he hecho ha sido crear un curriculum breve con la información de Infojobs y mandarla…
Todo esto se hubiera solucionado de forma mucho más fácil si mi amigo hubiese tenido una copia actualizada de su CV disponible online. No necesariamente «expuesta al público», pero sí accesible a través de un link para el que lo necesitara, en una de esas páginas de alojamiento gratuito… Evidentemente no podría ser un CV muy específico (de esos que todas las guías recomiendan adaptar a cada oferta de trabajo), sino uno genérico pero que al menos permitiese salir del paso.
No estoy hablando de tener una página web o un blog con la información del CV (eso puede sonar a «chino» o a «friki» en muchos departamentos de selección), sino un documento Word o un PDF que sea fácilmente adjuntable en un email, o imprimible para enviar por correo ordinario (sí, todavía hay de esos 😉 ).
Las herramientas de contratación online (como la propia Infojobs) o de redes sociales (como eConozco o LinkedIn) ofrecen la posibilidad de crear un CV automáticamente a partir de la información existente en sus bases de datos. Pero tienen dos problemas, a mi juicio, que invalidan esta opción: una es que la información la agregan de forma poco «inteligente», es decir, el aspecto del CV es totalmente robótico, con campos sin rellenar, con demasiada información simplemente porque consta en su base de datos… Por otro lado, insisten en «marcar» esa copia del CV con el logotipo de la empresa. Y eso arruina, en mi opinión, el aspecto del mismo… si pensasen en el usuario (y no en ellos mismos y en su autopromoción), permitirían hacer un CV más personalizado en cuanto a contenido, y desde luego «aséptico» en cuanto a la imagen.
Por cierto que, aunque esta no sea una prioridad en este momento, debería aplicarme el cuento… 🙂

Corbata y verano, combinación aberrante

Llega el verano, la ola de calor… y aquí seguimos, con la corbata al cuello. La verdad es que en todos los sitios en los que he trabajado he tenido códigos estrictos respecto a la vestimenta: riguroso traje. Sólo en contadísimas ocasiones se autorizaba un «business casual» que al final venía a consistir en otro uniforme compuesto de pantalones de algodón y camisa a rayas (y si era con el caballito en el pecho, mejor :D). Pero vamos, ya digo que en muy raras ocasiones: reuniones especiales o cursos de formación. El resto del tiempo, corbata que te crió.

Me cuentan un amigo que el otro día se recibió un mensaje por parte de RRHH en el que se decía que se había observado a personas que no respetaban el código de vestimenta al no ir con americana y corbata por la oficina, y que ese no era el comportamiento esperado por parte de la empresa… ahí, ahí, preocupándose de las cosas importantes del negocio.

Lo cierto es que, allá por finales de los 90 y con el auge de las .com y su rollo «afuera las corbatas» discutí largo y tendido con un amigo que trabajaba en uno de esos sitios que tenían playstation, futbolines y buen rollito a tutiplén (y que luego acabaron vendiendo las mesas a los empleados). Él me decía que no, que las corbatas eran una opresión del sistema y no sé cuántas cosas más por el estilo. Yo le decía, por el contrario, que la imagen era importante y que si como empresa quieres transmitir determinados valores (rigor, seriedad, etc.) no está de más que la imagen acompañe.

Supongo que, como en casi todo, ni calvo ni con tres pelucas.

PD.- Por cierto, que este amigo ahora es un funcionario de pro que va con su trajecito y su corbata como un campeón… ¡y es que al final el sistema acaba oprimiéndonos a todos si queremos pasar por el aro!

PD2.- ¿Y cómo voy a hacer yo la transición de encorbatado a blogger? No me va a ser tan fácil, no… me voy a sentir desnudo sin corbata.

Tiempo de evaluaciones

Se acerca el mes de agosto, y es tiempo de evaluaciones. Tiempo de alegr�as y decepciones, de expectativas cumplidas y de frustraciones, de agravios comparativos, de cabreos, de clamar por las injusticias cometidas, de listas con nombramientos, de envidias soterradas, de subidas de sueldo y de congelaciones.
Creo que la evaluaci�n es un proceso dif�cil, pero necesario. A nadie nos gusta oir lo que otros tengan que decir de nuestro trabajo, y tendemos a no aceptar demasiado bien las cr�ticas. Tampoco es f�cil evaluar a tus colaboradores, y ponerte en el brete de decirles a la cara lo que en el fondo piensas de ellos. Pero para las organizaciones es bueno separar el grano de la paja. Aunque a veces se cometan errores, aunque los procesos dejen huecos para peque�as o grandes injusticias o arbitriariedades, obviar las evaluaciones es negativo en s� mismo. Lo que hay que hacer es mejorar al m�ximo los procesos para intentar que esas injusticias sean las menos.
En mi caso, este a�o, estoy viviendo el proceso de evaluaci�n con un l�gico desapasionamiento. Es como esos viajes astrales, donde dices que eres capaz de salirte de tu cuerpo y verte a t� mismo. Soy un «muerto viviente», ni eval�o ni me eval�an, no hay subida de sueldo para m�. Y todas las pasiones que se desatan a mi alrededor («a �ste le han nombrado y a m� no», «la subida de este a�o es una mierda», «pues a Fulanito le han dicho que mejor que se vaya») me resbalan.
Qu� cosas, tantos a�os viviendo las evaluaciones como algo consustancial a mi trabajo, y ahora ya no lo son.

En casa con el peque�ito

Este fin de semana mi peque�ito ha estado malito, con fiebre y esas cosas que tienen los beb�s. Esta ma�ana, como todav�a tiene un poco y ha pasado una noche regular, me he quedado yo con �l en casa.
La verdad es que en ese sentido no puedo decir que no haya tenido suerte. Para m�, es lo m�s natural decir «hoy no voy a la oficina, me quedo cuidando al ni�o». Para mi mujer, sin ir m�s lejos, es algo casi impensable. Tendr�a que coger un d�a de vacaciones, justificarlo ante no s� qui�n…
Lo mismo con los horarios del d�a a d�a. Los m�os son flexibles, pero para bien y para mal. Puedo permitirme llevar al ni�o a la guarder�a a las 9 y despu�s ir para el trabajo, y nadie pone malas caras. Para mi mujer, llegar 10 minutos m�s tarde del horario ya supone un problema.
En fin, supongo que son dos formas distintas de entender la relaci�n empresa-empleado. Yo tengo muy claro cu�l es la que mejor funciona… para m�

T� a Boston, yo a California

Esta semana hablaba con una persona. Su mujer vive y trabaja en Mallorca. �l vive y trabaja en el Pa�s Vasco. Los fines de semana, coge un avi�n y va para la isla. Me consta que no es un caso aislado, que hay bastantes parejas que viven una situaci�n similar: alejadas por sus trabajos durante la semana, tratando de sostenerse en los fines de semana.
�Menuda conciliaci�n! Yo me imagino una situaci�n as�, y francamente, no s� si le ver�a sentido. S� quiz�s para un plazo corto de tiempo, y siempre que la compensaci�n (econ�mica, de desarrollo profesional, de lo que sea) fuese muy evidente. Pero vivir en esa situaci�n sin tener una perspectiva de cu�ndo finalizar�, habituarse a ella… no, creo que no podr�a. Es muy dif�cil construir nada s�lido as�.
Aunque, como siempre, para gustos los colores. Y si a los dos les parece bien… pues nada. �Y los hijos? Para ellos s� que tiene que ser duro (en este caso, no s� si los hay o no). De todas formas, hay muchos matrimonios que aun viviendo en la misma ciudad ven poco o nada a sus hijos, as� que estar�an en las mismas.