Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí


Gestionar la incertidumbre. O no, que total qué más da.

Antes que nada, el contexto. Participábamos el amigo Ángel y yo en un artículo para Xataka sobre «fotos de tus hijos en internet». Yo defendiendo la idea de «no pasa nada», y Ángel jugando el papel de defensor de las leyes y «temeroso de las consecuencias». El caso es que la discusión siguió, en el blog de Antonio Ortiz, y también en twitter. Llegamos al punto de que Ángel defendía que «como no sé qué va a pasar con esas fotos, prefiero no ponerlas», y yo la de «hasta que no se demuestre lo contrario, no pasa nada». Y en estas estábamos cuando Ángel escribió «Quiero, necesito y preciso un post tuyo de cómo manejas la incertidumbre. Como lector tuyo que soy lo reclamo y exijo… pofavó :)»
La incertidumbre. Falta de certidumbre. Falta de certeza. Falta de conocimiento seguro y claro de algo. En este caso, el futuro. ¿Qué pasará en el futuro? ¿Qué consecuencias tendrá?
Inicialmente, la lógica nos dice que si existe incertidumbre al respecto de algo, debemos incrementar nuestro conocimiento sobre la materia. Es probable que no podamos hacerlo al 100%, pero cualquier avance en ese sentido nos permitirá acotar mejor qué probabilidades hay de que se sucedan distintos escenarios, y qué consecuencias pueden vincularse a los mismos. A mayor luz, menos oscuridad.
Pero, recuperando las conclusiones que extraje del libro «Stumbling on happiness», tenemos que saber que esa extrapolación que hacemos del futuro está necesariamente contaminada, y por lo tanto debemos darle un valor relativo. No es solo que nuestra capacidad para predecir el futuro (y por lo tanto para definir escenarios y probabilidades) esté profundamente sesgada por nuestra visión del presente (el futuro rara vez se parece a lo que habíamos imaginado), sino que nuestra capacidad para conocer a priori nuestra reacción ante ese futuro también es bastante limitada. Por lo tanto, por mucho que nos esforcemos en acotar el futuro, tenemos que asumir que en gran medida es un esfuerzo vano.
Así pues, «gestionar la incertidumbre» es algo que no debería quitarnos el sueño. Lo que haya de suceder, sucederá. Mientras tanto, creo que es importante hacer las cosas según aquel viejo lema del «leal saber y entender», hacerlas como nos parezca más adecuado en cada momento, sin mortificarnos (ni paralizarnos) con las consecuencias que tendrá en el futuro. Con sensatez, sin extremismos. Y al mismo tiempo, procurarnos un adecuado grado de flexibilidad, de forma que seamos capaces de reaccionar de forma solvente ante el mayor número de eventualidades posibles.
Y finalmente, con un punto de «mentalidad zen», aprender a aceptar la vida como venga. Que las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran, ni mucho menos como las habíamos planificado.

6 comentarios en “Gestionar la incertidumbre. O no, que total qué más da.”

  1. Sobre «gestión de la incertidumbre» no puedo dejar de recomendar a Nassim Nicolás Taleb y su Antifragilidad.
    A mí me gusta la estrategia de haltera: protegerte de los peores resultados (ser muy conservador) y apostar a sucesos improbables pero de altísimo rendimiento (ser muy agresivo).
    Mi resumen en:
    http://homominimus.com/2013/07/23/como-asumir-riesgos-con-inteligencia/
    Sin duda, una cierta actitud estoica de aceptación que no conduzca a la pasividad es también muy recomendable.
    Leo Babauta en su último libro ‘El pequeño libro de la satisfacción; cómo ser feliz con quien eres mientras haces cosas’ explica esa mentalidad de aceptación de una manera tremendamente sencilla y propone ejercicios prácticos:
    http://homominimus.com/2013/10/09/el-pequeno-libro-de-la-satisfaccion-de-leo-babauta/
    Saludos y disculpas por las autocitas, aunque creo que son relevantes para el tema de tu artículo.

    Responder
  2. Muy interesante… yo siempre he pensado que tratar de anticipar las consecuencias de algo o lo que va a venir en el futuro próximo normalmente no sirve para nada más que generar intranquilidad y angustia, a no ser que sepas gestionar la incertidumbre adecuadamente!
    También me surge ahora la reflexión que nuestro entorno cada vez más trata de restarnos esa incertidumbre… cada vez exigimos más feedback inmediato que antes ni nos cuestionábamos (simplemente aprendíamos a esperar), por ejemplo ahora mandas un mensaje en Facebook y te dice si ha sido leído, lo mismo con el Whatsapp, nos sienta mal si una parada de metro o autobús no tiene el indicador de los minutos que quedan para el próximo tren o bus, nos cuesta recordar algo o estamos teniendo un debate sobre algo y lo buscamos en Internet… Cada vez más damos por hecho tener una respuesta inmediata a lo que nos rodea. Cada vez vemos más reducida nuestra necesidad de aguantar la incertidumbre 🙂 esperamos que la vida nos de las respuestas rápido!

    Responder
  3. Muy bueno tu sitio!… más claro, menos ambigüo, que un libro de autoayuda o un Manual del Buen Emprendedor y menos denso que Nietzche,…
    en fin, gracias por este edificante post… sé que parezco irónico… pero juro que es verdad, que lo pienso así, a todo lo que dije anteriormente… gracias, salú, Raúl!

    Responder
  4. Fe de erratas sobre un comentario invisible/ borrado/
    censurado: donde dijo ambigüo, debió decir ambiguo… «al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen.»

    Responder
  5. Me parece muy importante la mentalidad zen. Casi todos los programas de la vida se arreglan con la aceptación. Es complicada pero esencial.
    Por otro lado es importante buscar reducir al mínimo la incertidumbre, pero una vez la tengamos delimitada operar en virtud de probabilidades, conocidas o estimadas.
    No es lo mismo ignorar lo que ocurrirá, que es algo que pasará casi siempre, a ignorar la posibilidad de que algo ocurra, que es algo más complicado. Y no es lo mismo ignorar el rango que ignorar la cifra exacta.
    Para ejemplificarlo: no es lo mismo la posibilidad de tener un accidente en un avión, que no puedo conocer, pero si puedo determinar como una cifra estadística; que ignorar la posibilidad estadística de que mi nuevo libro sea un éxito.
    Una vez determinado eso, opto por tratar de suponer las probabilidades de que algo ocurra ( o suponerlas si no las puedo saber) y el beneficio que se producirá ( o estimarlo si no lo conozco) y decidir en función de un análisis coste beneficio.
    Se me está yendo de las manos este comentario, así que paro ya.
    Un saludo.

    Responder

Responder a Homo Minimus Cancelar la respuesta