Mi primer moroso chispas

Supongo que era cuestión de tiempo, y que puedo considerarme afortunado por no haber sufrido esta situación antes. Pero aun así, jode. Puedo decir que ya tengo mi primer moroso.
A finales de noviembre impartí un curso para una empresa. Con fecha uno de diciembre emití la factura. Me dijeron que pagaban a 60 días: «bueno, supongo que es lo normal», pensé, aunque me parece una mala práctica no pagar cuanto antes (¿por qué narices tengo que financiarte yo?). Pasan 60 días, no cobro… «no, es que pagamos los días 25 de cada mes». Anda, entonces resulta que por arte de magia los 60 días se transforman en casi 90. «Qué morro», pienso, pero bueno, ya sé que los procesos administrativos muchas veces funcionan así…
Pasa el día 25 y nada. Nueva llamada. «Es que verás, estamos teniendo problemas para cobrar de algunos clientes y entonces tenemos dificultades para pagar… a ver si a mediados de la semana que viene nos entran fondos y entonces hacemos los pagos…». Uyuyuy. Señal de alarma. No me gusta ni un pelo. Si haces eso, estás trasladando tus problemas a tus proveedores de forma injusta. Apuesto a que no has dejado de pagar los sueldos, ni los socios han dejado de cobrar su parte. Mejor putear a los proveedores, ¿no? Pero bueno, paciencia, a ver si la semana siguiente…
Por supuesto, la semana siguiente nada. Pasadas otras tres semanas, otra llamada. Mismo argumento. «A ver si…». Respirar hondo. Y esperar, ¿qué otra cosa puedo hacer?
Empiezo a estar seriamente preocupado por el futuro de esa factura. Cuando uno es serio y cumplidor, las cosas se hacen bien a la primera o, si por alguna circunstancia no es posible, se pierde el culo para solucionarlo cuanto antes. Pero cuando empiezas a ver este tipo de cosas, largas, excusas… es muy mala señal, es señal de sinvergonzonería, de ser un jeta y un aprovechado, de gente que lleva en su adn la idea de que «cuanto más me escaquée, mejor; y si puedo escaquearme definitivamente miel sobre hojuelas, qué listo y triunfador soy». Y por lo que oigo no debo ser el único que tiene problemas para cobrar de ese cliente… así que pinta mal.
Encima, como yo soy de los de «mi palabra es ley» y confío en que otras personas actuan así también (la mayoría de las veces funciona bien, todo hay que decirlo), no tengo ninguna documentación firmada, ningún contrato u orden de compra, nada… así que en caso de que quieran jugar a joderme, ni siquiera tengo mucho a lo que agarrarme. Y este abuso de la buena fe es algo que me duele especialmente, me hace sentir un «primo», un «pringao». Me está sucediendo algo que no me gusta, y es que a causa de este cliente me estoy volviendo desconfiado, me está pasando lo del gato escaldado (que del agua fría huye), y eso me fastidia mucho porque creo que la confianza y la buena fe son esenciales en cualquier relación profesional.
Hace unos meses alguien me pedía mi opinión sobre cómo tratar a un moroso. Y yo le respondía desde mi inexperiencia. Racionalmente, sigo pensando lo mismo: paciencia, flexibilidad, dejar de trabajar con ellos (un problema en este caso, donde es una actividad única que no tiene continuidad con la que poder presionar)… y si al final la cosa se pone fea valorar hasta qué punto merece la pena iniciar un proceso lioso, molesto y caro para cobrar (si al final, incluso en el caso de que ganes, vas a tardar siglos en cobrar y encima los costes del proceso acaban siendo mayores que lo que recuperas). Pero la sensación de frustración, de sentirse decepcionado y engañado, estafado, timado… no la conocía, y es francamente desagradable. Se te sube la bilis y dan ganas de «montar un numerito». Algo que no sé si acabaré haciendo (recordemos mi aversión al conflicto)… de momento, sirva este post como desahogo. Y a seguir esperando. El mes que viene, volver a llamar a ver qué fue de mi factura.
PD.- Otra cosa que me jode, y que alguien tendría que plantearse: el IVA de esta factura yo lo pagué a finales de enero. Dentro de poco, pagaré también el IRPF. Y todo eso, sin haber cobrado del cliente. O sea, encima de puta, poner la cama.
PD2.- Afortunadamente, se trata de una cantidad relativamente pequeña. Incluso aunque la dé definitivamente por perdida no va a hundir mi negocio, no va a ponerme en dificultades financieras, no voy a perder la casa, mi familia no va a dejar de comer… Y si siendo así yo me siento tan frustrado, no quiero ni imaginar cómo se sienten esas personas que tienen verdaderos problemas de morosidad, que ven cómo siendo honrados y profesionales su vida se desmorona por culpa de unos sinvergüenzas que te dejan un pufo de dimensiones siderales.

Cómo tratar con un moroso

El otro día me pedían por email mi opinión sobre un asunto. Una persona que, como freelance, había empezado a trabajar con un cliente. Y que estaba encontrándose con que el cliente le estaba «dando largas» a la hora de pagar sus facturas.
Un tema desagradable, la verdad. En el que no tengo mucha (ni ninguna) experiencia. Realmente no hace tanto que era «asalariado» (con empresas en las que nunca hubo ni un solo problema de pago) y mi vida como «freelance» no es muy larga, y casi toda ella (por no decir toda) ha sido trabajando para un único cliente con el que no he tenido ningún problema de pago. Así que no tengo experiencia de campo sobre el tema, lo único que puedo pensar es «lo que yo haría».
Los problemas financieros siempre están ahí para todas las empresas. Yo siempre he sido partidario de mantener una cierta flexibilidad y no ser demasiado «intransigente». Lógicamente, los límites de esa flexibilidad los marca también la propia necesidad (si dependo de ello para llegar a fin de mes… no puedo ser tan flexible), la experiencia anterior con la misma gente (si llevan pagando bien x meses, no me voy a poner como un basilisco a las primeras de cambio), la sinceridad/seriedad de ellos (aunque los mejores timadores son siempre los que más apariencia de credibilidad tienen)…
Una vez agotado el margen de flexibilidad, creo que acabaría dando un puñetazo en la mesa: «oye, yo en estas condiciones no quiero seguir trabajando para vosotros, no me parece ni medio serio. Si lo arregláis esta semana no hay problema, pero si no yo dejo de trabajar y ya hablaré con el abogado para reclamar las cantidades pendientes de pago y lo que proceda». Y si con la eso no reaccionan, pues desde luego dejas de trabajar con ellos (que no se puede dejar que le continúen tomando el pelo a uno), y en cuanto a la reclamación de cantidades pendientes pues eso, que a buscar un abogado. Lamentablemente, las cantidades pequeñas son una puñeta (porque se gasta uno más en el proceso de recuperarlas que la propia cantidad) y casi es mejor darlas por perdidas que meterse en más berenjenales. Luego ya otras opciones (del tipo «hablo mal de ellos» o «contrato unos rusos para darles un susto» :P) siempre van a estar ahí, pero yo soy más partidario del «aquí paz y después gloria» que de seguir reconcomiéndome por unos euros…
De todas formas, reconozco que para mi forma de ser, este tipo de «chalaneos» es algo que me incomoda una barbaridad. Me gusta la gente que es cumplidora, y punto. Y si no es cumplidora, al menos que vaya de frente y sea totalmente transparente conmigo (soy realmente comprensivo con las dificultades ajenas… al menos durante un tiempo). Pero el jueguecito del «ahora cumplo, ahora no cumplo, eso no es lo que habíamos dicho, uy es que no sabes lo que me ha pasado…» como que no.