Nueve pasos para obrar el milagro del powerpoint

Estaba leyendo este post de Seth Godin sobre cómo hacer una buena presentación y me ha parecido tan interesante que me he decidido a traducirlo. Son nueve pasos para conseguir una de esas presentaciones que funcionan (aunque a mí me gustan especialmente los «de fondo»: el 1, 3, 4, 7, 8, 9… y el corolario). A partir de aquí, son sus palabras (más o menos), no las mías:
1. No uses el powerpoint: la mayoría de las veces, no hace falta. Es contraproducente. El powerpoint te distrae de lo que realmente tienes que hacer… mirar a la gente a los ojos, contarles una historia, decirles la verdad. Hazlo con tus propias palabras, sin artificios y con claridad. En algunas ocasiones el powerpoint sí es útil, pero escógelas con prudencia.
2. Usa una tipografía personalizada: vete a Smashing Magazine y compra una de las que tienen a la venta, o usa una de las que ofrecen gratis. Instálala en tu ordenador, y usala en vez de las tipografías por defecto. Esto es como vestirse mejor, o tener una tarjeta de visita más bonita; es un detalle sutil, pero funciona.
3. Di la verdad. Con esto no quiero decir que «no mientas» (eso se da por descontado), sino «no te escondas». Sé muy claro al contar por qué estás aquí, qué vas a venderme (estás aquí para vender algo, ¿no? Si no hazme un favor, no pierdas ni tu tiempo ni el mío). Quizás sea una idea, o un presupuesto, pero en todo caso es una venta. Si al final de la presentación no sé qué me estabas vendiendo, has fallado.
4. Paga por cada palabra. Te propongo un trato: pon cinco euros en un bote por cada palabra que haya en la página con más palabras de tu presentación. Si hay 400 palabras, 2000 euros. Si esto fuera así de verdad… ¿usarías menos palabras? ¿muchas menos? Lo he dicho muchas veces, pero lo diré otra vez: las palabras, para los informes escritos. Los powerpoints son para transmitir ideas. Si tienes bullets, por favor, por favor… una única palabra en cada bullet. Dos si es estrictamente necesario. Nunca tres.
5. Utiliza un mando a distancia. Yo siempre uso uno. Perdí el mío hace un par de semanas, así que tuve que hacer una presentación sin él. Me vi después en video y me fastidió darme cuenta de que había perdido toda la dinámica del contacto visual. De verdad, es dinero bien gastado.
6. Usa un micrófono. Si estás haciendo la presentación a más de 20 personas, un micrófono de solapa cambia tu postura y el impacto que causas. Y si estás presentando a más de 300 personas, usa iMag. Es un dispositivo con una cámara y un proyector que pone tu cara en la pantalla. Deberías tener una segunda pantalla con tu presentación: lo de ir cambiando entre tu cara y la presentación es un truco habitual de los productores pero que no merece la pena. Si hay 400 personas que van voluntariamente a dedicar una hora de su tiempo a escucharte, al organizador no debería importarle gastarse algo más de dinero para hacer que la presentación salga bien.
7. Asegúrate de que te has traido tu gran idea. No merece la pena hacer una presentación para una idea pequeña, o para un presupuesto, o para dar un informe trimestral. Para eso están los informes escritos. Una presentación implica representar una función, salir ante el público y actuar. Así que… ¿cuál es tu gran idea? ¿de verdad es buena? ¿seguro?
8. Que sea demasiado impresionante como para que alguien se dedique a tomar notas. Si hay gente que está tomando notas, blogueando o tuiteando tu intervención, entonces igual es que no es tan buena. Después de todo, podrías haberles ahorrado las molestias y simplemente bloguearlo tú, o pasarles tus notas, ¿no?. Desde pequeños nos han enseñado a sustituir el prestar atención por tomar notas. Es una vergüenza. Lo que hagas debería llamar la atención (una pista: los bullets hacen que la gente tome notas. En cuanto pones bullets en la pantalla, es como si dijeras «apuntad esto, es importante; no me prestéis atención»). La gente no toma notas cuando va a la ópera.
9. Sé breve. ¿Realmente necesitas una hora para tu presentación? ¿20 minutos? La mayoría de las veces, la respuesta es «con 10 me basta». 10 minutos de grandes ideas impactantes, con grandes fotos y letras gordas, con pocas palabras, pensamientos inquietantes y conceptos que te hagan pensar. Y después de eso, dedica el resto de tu tiempo a hablar conmigo. A interactuar. A responder preguntas. A moderar el debate.
La mayoría de las presentaciones (y he visto muchas) son horrorosas. Y no son horrorosas porque no tengan un diseño profesional; son horrorosas porque el que las presenta esconde el verdadero motivo por el que está allí. Y esta nueva moda de rehacer tus diapositivas con un carísimo diseño gráfico no soluciona ese problema. De hecho, lo empeora. Prefiero a un amateur, pero que sea honesto.

Charlas y presentaciones: di NO a la lectura de powerpoints

En un post anterior, en el que contaba mi visión de la jornada a la que asistí el pasado jueves, decía que algunas intervenciones habían sido notables y otras «del montón». Alejandro Santana (uno de los ponentes que no incluí en el primer grupo, aunque tampoco fue de los peores) me planteaba algunas cuestiones al respecto, mostrando su desacuerdo conmigo al considerar que algunas de las intervenciones que yo consideraba «del montón», teniendo en cuenta la temática y el carácter «formativo» de la jornada, básicamente no podían ser de otra manera. Que si el objetivo era «capacitar a los asistentes a través de la formación», no quedaba otra.
«Jornada formativa». Bien. ¿Eso significa que hay que leer en tono monocorde los puntos de un powerpoint? Creo que no. Partimos de la base de que es absolutamente impensable que en una jornada, por muy formativa que sea, se pueden abordar todos los aspectos y los detalles de ningún tema. El objetivo de una jornada «formativa» debe ser, desde mi punto de vista, dar una estructura general del conocimiento, lanzar un puñado de ideas (y cuando digo puñado, me refiero a tres o cuatro), y abrir la puerta a que el auditorio profundice en la materia por dos vías: indicándoles el camino (fuentes, referencias, bibliografía… entregar una documentación DISTINTA de la presentación es una gran idea), y motivándoles para que lo hagan (despertando su interés por la materia, haciendo énfasis en por qué es importante y el impacto que va a tener en su actividad, etc.).
En eso consiste para mí una charla bien hecha, también las que tienen carácter formativo. Y es algo que se da de leches con poner un powerpoint lleno de letras, intentando llegar al detalle. Esa táctica lleva a que el ponente se limite a leer lo que lleva escrito a toda prisa (porque tiene muchos contenidos), y es la vía más directa para provocar los bostezos en la audiencia con independencia del interés intrínseco de la temática.
Por lo tanto, cualquier intervención ante un auditorio es susceptible de ser abordada bien o mal. Ésto es aplicable a una charla de una hora, a una jornada formativa o a un curso lectivo. Es aplicable a un bonito caso práctico o a una charla sobre fiscalidad. No importa la materia, no importan los asistentes: siempre hay espacio para hacer una charla atractiva. Y leer una presentación (o un discurso escrito) nunca va a ser la forma correcta de hacerlo.
Se lo decía a Alejandro en un comentario posterior: si los asistentes llegan a la conclusión de que están igual habiendo escuchado la charla que leyéndose el powerpoint por su cuenta… mala señal.
Pero tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza, es un mal muy común. Sin ir más lejos, el año pasado estuve en Expomanagement y llegué a esta misma conclusión: con la mayoría de las intervenciones (a cargo de conferenciantes muy famosos que cobran miles de euros por ello) tuve la sensación de que escucharles en directo no me había aportado nada que no me hubiera aportado la lectura de su último libro.
En fin, si queréis tirar del hilo, os remito al blog de Ángel que ha hablado varias veces con mucho tino del tema.